EL CAMINO A CRISTO -EL PRINCIPE DEL CIELO- parte 35-
¿PODEMOS COMUNICARNOS CON DIOS?
COMO ORAR PARA QUE LAS ORACIONES SEAN CONTESTADAS-parte 3-
La perseverancia en la oración ha sido constituida en la condición para recibir. Debemos orar siempre si queremos crecer en fe y en experiencia. Debemos ser “perseverantes en la oración” (Rom.12:12). “Perseverad en la oración velando en ella, con acciones de gracia” (Colos.4:2).
El apóstol Pedro exhorta a los cristianos a que sean “sobrios y vigilantes en las oraciones” (Pedro 4:7) Orar sin cesar es mantener una unión no interrumpida del alma con Dios, de modo que la vida de Dios fluya a la nuestra; y de nuestra vida la pureza y la santidad refluyan a Dios.
Es necesario ser diligentes en la oración; ninguna cosa nos lo impida. Hagamos cuanto podamos para que haya una comunión continua entre Jesús y nuestra alma. Debemos también orar en el círculo de nuestra familia y sobre todo no descuidar la oración privada, porque ésta es la vida del alma. La oración secreta sólo debe ser oída del que escudriña los corazones: Dios. Ningún oído curioso debe recibir el peso de tales peticiones. En la oración privada el alma está libre de las influencias del ambiente. Por una fe sencilla y tranquila el alma se mantiene en comunión con Dios y recoge los rayos de luz divina para fortalecerse y sostenerse en la lucha contra Satanás. Dios es el castillo de nuestra fortaleza.
Oremos en privado, y al ir a nuestro trabajo cotidiano, levantemos a menudo nuestro corazón a Dios. De este modo anduvo Enoc con Dios. Esas oraciones silenciosas llegan como precioso incienso al trono de la gracia. Satanás no puede vencer a aquél cuyo corazón está así apoyado en Dios. No hay tiempo o lugar en que sea impropio orar a Dios. No hay nada que pueda impedirnos elevar nuestro corazón en ferviente oración. En medio de las multitudes y del afán de nuestros negocios, podemos ofrecer a Dios nuestras peticiones e implorar la dirección divina. En dondequiera que estemos podemos estar en comunión con El. Debemos tener abierta continuamente la puerta del corazón, e invitar siempre a Jesús a venir y morar en el alma como huésped celestial.
Aunque estemos rodeados de una atmósfera corrompida y manchada, no necesitamos respirar sus miasmas, antes bien podemos vivir en la atmósfera limpia del cielo. Podemos cerrar la entrada a toda imaginación impura y a todo pensamiento perverso, elevando el alma a Dios, mediante la oración sincera. Aquéllos cuyos corazones están abiertos para recibir el apoyo y la bendición de Dios, andarán en una atmósfera más santa que la del mundo y tendrán constante comunión con el cielo.
Necesitamos tener ideas más claras de Jesús y una compresión más completa de las realidades eternas. La hermosura de la santidad ha de consolar el corazón de los hijos de Dios; y para que ésto se lleve a cabo, debemos buscar las revelaciones divinas de las cosas celestiales.
Extiéndase y elévese el alma para que Dios pueda concedernos respirar la atmósfera celestial. Podemos mantenernos tan cerca de Dios que en cualquier prueba inesperada nuestros pensamientos se vuelvan a El tan naturalmente como la flor al sol. (Elena White)