ESPERANZA PARA EL PLANETA TIERRA – EL FUTURO BRILLANTE DE UNA RAZA CAIDA –parte 51-
COMO SOMOS SALVOS –parte 18-
LA CRUZ Y LA LEY-parte 2-
Cierto cristiano decía: “Yo no necesito la Ley, pues estoy bajo la gracia”, pero ¿para qué necesita la gracia si no hay Ley? Le preguntaron “¿Usted se arrepiente?” Contestó “Claro que sí”, le preguntaron “¿Y de qué se arrepiente?” Inmediatamente respondió: “Me arrepiento del pecado” Luego le hicieron la última pregunta: “Y ¿qué es el pecado del cual usted se arrepiente?” Esta vez no contestó enseguida. Más bien se mostró perplejo y confundido. Después de una larga pausa dijo entre titubeos: “El pecado del cual me arrepiento es la transgresión de la Ley, pues “el pecado es la transgresión de la ley” (1 Juan 3:4). Luego le dijeron: “¿Se da cuenta, que si no fuera por la Ley que revela su pecado, no sentiría la necesidad de arrepentirse y de acudir a Cristo para recibir su gracia?”.
Cuando vamos a la cruz del Calvario, vemos la Ley y la gracia. Vemos colgado allí a Cristo, quien sufrió la condenación de la Ley al cargar sobre sí los pecados de todo el mundo. Vemos a Cristo condenado por nuestras transgresiones de la Ley. Lo vemos sudando grandes gotas de sangre en el Getsemaní; lo vemos transitando la Vía Dolorosa hasta el Gólgota. Lo vemos sangrando profusamente de su cabeza, su espalda, su costado, sus manos y sus pies. Lo oímos clamar con angustia “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” Lo vemos colgado desnudo entre el cielo y la tierra, sufriendo el escarnio de los que vino a salvar, “¿Por qué, Señor, por qué?” y el responde: “Tus pecados (transgresiones de la Ley) han sido colocados sobre mí y la paga de ellos es la muerte”.
En el Calvario vemos la Ley que condenó a Cristo por nuestros pecados y vemos también la gracia, pues Cristo pagó la deuda en mi lugar. Al venir al Calvario debemos sentir amor y odio. Odio hacia el pecado que colocó a Cristo en la cruz y amor por el Salvador que sufrió en mi lugar. Mientras más nos acercamos a la cruz, más aborrecemos el pecado y más amamos a Cristo. Nadie puede amar el pecado y a Cristo a la misma vez.
Nadie puede amar a Cristo y aborrecer la Ley. Una visión constante de la cruz me llevará a apartarme del pecado que clavó a Cristo allí. El amor que se manifestó en la cruz despierta amor en mi corazón. La cruz es como un poderoso imán (ver Juan 12:30-33) que nos atrae a Cristo y nos induce a amarle. Al venir a la cruz debo decir: “Señor Jesús, te amo pero odio el pecado por lo que te hizo” Una visión constante de la cruz nos mostrará el carácter perverso del pecado y el amor inmarcesible de Cristo. Mientras más nos acerquemos a Cristo, más aborreceremos el pecado y más lo amaremos a El.
Deja una respuesta