LA VERDAD ACERCA DE LOS ANGELES-RESPUESTAS FIRMEMENTE BASADAS EN LA PALABRA DE DIOS—parte 60-
LOS ÁNGELES DURANTE LA ENCARNACIÓN Y LA NIÑEZ DE CRISTO-parte 1-
LA ENCARNACIÓN: UN PROFUNDO MISTERIO
Al contemplar la encarnación de Cristo quedamos desconcertados frente a un insondable misterio que la mente humana no puede descifrar. Cuanto más reflexionamos sobre él, tanto más sorprendente nos parece. ¡Cuán inmenso es el contraste entre Cristo en su divinidad y la indefensa criatura en el pesebre de Belén! ¿Cómo entender la distancia entre el poderoso Dios y el indefenso niño? Y sin embargo, el Creador de los mundos; Aquel en quien mora la plenitud de la divinidad corporalmente, se manifestó en el desvalido bebé del pesebre. Más excelso que cualesquiera de los ángeles; igual al Padre en dignidad y gloria, ahora revestido de humanidad. La divinidad y la humanidad se combinaron misteriosamente y Dios y el hombre llegaron a ser uno. Es en esta unión donde la raza caída encuentra su esperanza. (ST)
EL UNIVERSO ENTERO PRESENCIO LA ENCARNACIÓN
La venida de Cristo fue un gran evento no solamente para este mundo sino para todos los mundos del universo de Dios. Ante las inteligencias celestiales, Cristo habría de tomar nuestra naturaleza, y ser tentado en todas las cosas como nosotros somos tentados. (ST)
Al venir a morar con nosotros, Jesús iba a revelar a Dios tanto a los hombres como a los ángeles…Pero no sólo para sus hijos nacidos en la tierra fue dada esta revelación. Nuestro pequeño mundo es un libro de texto para el universo. El maravilloso y misericordioso propósito de Dios, el misterio del amor redentor, es el tema en el cual “desean mirar los ángeles”, y será su estudio a través de los siglos sin fin. (Deseado de Todas las Gentes -11-)
POR QUE CRISTO TOMO LA NATURALEZA HUMANA
Satanás se había jactado ante los ángeles que cuando Cristo asumiera la naturaleza humana sería más débil que él, por tanto podría vencerlo con su poder. Se vanagloriaba en que Adán y Eva no habían podido resistir sus tentaciones relacionadas con el apetito. (RH)
El unigénito Hijo de Dios vino a nuestro mundo como hombre, para mostrar al mundo que los hombres pueden guardar la Ley de Dios. Satanás, el ángel caído, había declarado que ningún hombre podría guardar la Ley de Dios después de la desobediencia de Adán. (6 Manuscript Releases-334)
Satanás sostenía que era imposible que los seres humanos pudieran guardar la Ley de Dios. A fin de probar la falsedad de esta denuncia, Cristo dejó su elevado imperio, tomó sobre sí la naturaleza del hombre y vino a la tierra para colocarse a la cabeza de la raza caída, a fin de mostrar que la humanidad podía soportar las tentaciones de Satanás. (Alza tus ojos -170)
LA NATURALEZA HUMANA DE CRISTO-parte 1-
Su naturaleza humana (de Cristo) era creada; ni aún poseía las facultades de los ángeles. Era humana, idéntica a la nuestra (3 Mensajes Selectos-146-)
Cristo, con su débil humanidad, debía soportar las tentaciones de aquel que poseía los poderes de una naturaleza más elevada; la naturaleza que Dios había concedido a la familia angelical. (RH)
La historia de Belén es un tema inagotable. En ella se oculta la “profundidad de la riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios” (Romanos 11:33). Nos asombra el sacrificio realizado por el Salvador al trocar el trono del cielo por el pesebre, y la compañía de los ángeles que le adoraban por la de las bestias del establo. La presunción y el orgullo humanos quedan reprendidos en su presencia. Sin embargo, aquello no fue sino el comienzo de su maravillosa condescendencia. Habría sido una humillación casi infinita para el Hijo de Dios revertirse de la naturaleza humana, aún cuando Adán poseía la inocencia del Edén. Pero Jesús aceptó la humanidad cuando la especie se hallaba debilitada por cuatro mil años de pecado. Como cualquier hijo de Adán, aceptó los efectos de la gran ley de la herencia. Y la historia de sus antepasados terrenales demuestra cuales eran aquellos defectos. Más El vino con una herencia tal para compartir nuestras penas y tentaciones, y darnos el ejemplo de una vida sin pecado. (DTG-32)
Continúa en parte 61
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