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Archive for the ‘1.00-MEDITACIONES-REFLEJEMOS A JESÚS-. Dios desea que sus hijos se amen unos a otros como Jesús nos amó. Han de reflejar este amor en su propio carácter, y proyectarlo sobre el mundo.’ Category

MEDITACIONES-REFLEJEMOS A JESUS –parte 34-

LA FE ES UN ESCUDO PARA TODA ALMA

“Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno” (Efesios 6:16).

La fe significa confiar en Dios, creer que nos ama y sabe mejor que es lo que nos conviene. Por eso nos induce a escoger su camino en lugar del nuestro. En vez de nuestra pecaminosidad, sus justicia. Nuestra vida, nosotros mismos, ya somos suyos; la fe reconoce su derecho de propiedad, y acepta su bendición. La verdad, la justicia y la pureza han sido señaladas como los secretos del éxito en la vida. Es la fe la que nos pone en posesión de estos principios.

Todo buen impulso o aspiración es un don de Dios; la fe recibe de Dios la única vida que puede producir desarrollo y eficiencia verdaderos.

Se debería explicar claramente cómo se puede ejercer la fe. Toda promesa de Dios tiene ciertas condiciones. Si estamos dispuestos a hacer su voluntad, toda su fuerza nos pertenece. Cualquier don que nos prometa se encuentra en la promesa misma. “…La semilla es la palabra de Dios” (Lucas 8:11). Tan ciertamente como se encuentra la semilla del roble en la bellota, se encuentra el don de Dios en su promesa. Si recibimos la promesa, recibimos el don.

La fe que nos capacita para recibir los dones de Dios es en sí misma un don del cual se imparte una porción a cada ser humano. Aumenta a medida que se la usa para asimilar la Palabra de Dios. A fin de fortalecer la fe debemos ponerla a menudo en contacto con la Palabra.

Al estudiar la Biblia, el estudiante debería ser inducido a ver el poder de la Palabra de Dios. En ocasión de la creación, “Porque él dijo, y fue hecho; El mandó, y existió” (Salmo 33:9).

Considerada en su aspecto humano, la vida es para todos un sendero desconocido. Es un camino por el cual, en lo que a nuestras más íntimas experiencias se refiere, andamos solos. Ningún otro ser humano pude penetrar plenamente en nuestra vida íntima. Al emprender el niño ese viaje en el cual tarde o temprano deberá escoger su curso y decidir las consecuencias de la vida para la eternidad, ¡cuán ferviente debería ser el esfuerzo hecho para dirigir su fe al Guía y Ayudador infalible!

Como escudo contra la tentación e inspiración para ser puros y sinceros, ninguna influencia puede igualar a la de la sensación de la presencia de Dios.”…todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta” ”…todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos . “Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio…” (Hebreos 4:13; Habacuc 1:13). Este pensamiento fue el escudo de José en medio de la corrupción de Egipto. Su respuesta a los atractivos de la tentación fue firme:

“¿Cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?” (Génesis 39:9).

La fe, si se cultiva, será un escudo para toda alma. (La Educación)

 

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MEDITACIONES-REFLEJEMOS A JESUS –parte 33-

EL PODER DIVINO SE OBTIENE MEDIANTE LA ORACION

“Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba” (Marcos 1:35).

Ninguna vida estuvo tan llena de trabajo y responsabilidad como la de Jesús, y sin embargo, cuán a menudo se le encontraba en oración. Cuán constante era su comunión con Dios. Repetidas veces en la historia de su vida terrenal se encuentran relatos como éste.

“…se reunía mucha gente para oírle, y para que las sanase de sus enfermedades. Más él se apartaba a lugares desiertos, y oraba” “En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios” (Lucas 5:15, 16; 6:12).

En una vida completamente dedicada al beneficio ajeno, el Salvador hallaba necesario retirarse de los caminos muy transitados y de las muchedumbres que le seguían día tras día. Debía apartarse de una vida de incesante actividad y contacto con las necesidades humanas, para buscar retraimiento y comunión directa con su Padre.

Como uno de nosotros, participante de nuestras necesidades y debilidades, dependía enteramente de Dios, y en el lugar secreto de oración buscaba fuerza divina a fin de salir fortalecido para hacer frente a los deberes y a las pruebas. En un mundo de pecado, Jesús soportó luchas y torturas del alma. En la comunión con Dios podía descargarse de los pesares que le abrumaban. Allí encontraba consuelo y gozo.

En Cristo el clamor de la humanidad llegaba al Padre de compasión infinita. Como hombre, suplicaba al trono de Dios, hasta que su humanidad se cargaba de una corriente celestial que conectaba a la humanidad con la divinidad. Por medio de la comunión continua, recibía vida de Dios a fin de impartirla al mundo. Su experiencia ha de ser la nuestra.

“Venid vosotros aparte”, nos invita. Si tan sólo escuchásemos su palabra, seríamos más fuertes y más útiles.

En todos los que reciben la preparación divina, debe revelarse una vida que no está en armonía con el mundo, sus costumbres o prácticas; y cada uno necesita tener experiencia personal en cuanto a obtener el conocimiento de la voluntad de Dios. Debemos oírle individualmente hablarnos al corazón. Cuando todas las demás voces queden acalladas, y en la quietud esperamos delante de El, el silencio del alma hace más distinta la voz de Dios.

Nos invita: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios…” (Salmo 46:10). Solamente allí puede encontrarse verdadero descanso. Y ésta es la preparación eficaz para todo trabajo que se haya de realizar para Dios. Entre la muchedumbre apresurada y el recargo de las intensas actividades de la vida, el alma que es así refrigerada quedará rodeada de una atmósfera de luz y paz. La vida respirará fragancia, y revelará un poder divino que alcanzará a los corazones humanos. (El Deseado de Todas las Gentes)

 

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MEDITACIONES-REFLEJEMOS A JESUS –parte 32-

EL PLAN ORIGINAL: COMUNICACIÓN CARA A CARA

“Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día…” (Génesis 3:8).

Todo verdadero conocimiento y desarrollo tienen su origen en el conocimiento de Dios. Doquiera nos dirijamos: al dominio físico, mental y espiritual; cualquier cosa que contemplemos, fuera de la marchitez del pecado, en todo vemos revelado este conocimiento. Cualquier ramo de investigación que emprendamos, con el sincero propósito de llegar a la verdad, nos pone en contacto con la Inteligencia poderosa e invisible que obra en todas las cosas y por medio de ellas. La mente del hombre se pone en comunión con la mente de Dios, lo finito, con lo infinito. El efecto que tiene esta comunión sobre el cuerpo, la mente y el alma sobrepuja toda estimación.

En esta comunión se halla la educación más elevada. Es el método propio que Dios tiene para lograr el desarrollo del hombre. “Vuelve ahora en amistad con él…” (Job 22:21), es su mensaje para la humanidad. El método trazado en estas palabras era el que se seguía en la educación del padre de nuestra especie. Así instruyó Dios a Adán cuando, en la gloria de una virilidad exenta de pecado, habitaba éste en el sagrado jardín del Edén.

Cuando Adán salió de las manos del Creador, llevaba en su naturaleza física, mental y espiritual, la semejanza de su Hacedor. “Creó Dios al hombre a su imagen…” (Génesis 1:27), con el propósito de que, cuanto más viviera, más plenamente revelara esa imagen –más plenamente reflejara la gloria del Creador. Todas sus facultades eran susceptibles de desarrollo; su capacidad y su vigor debían aumentar continuamente. Vasta era la esfera que se ofrecía a su actividad, glorioso el campo abierto a su investigación. Tenía el alto privilegio de relacionarse íntimamente, cara a cara, con su Hacedor. Si hubiese permanecido leal a Dios, todo ésto le hubiera pertenecido para siempre. Habría cumplido cada vez más cabalmente el objeto de su creación; habría reflejado cada vez más plenamente la gloria del Creador.

El infinito Autor de todo abría a sus mentes las leyes y operaciones de la naturaleza, y los grandes principios de verdad que gobiernan el universo espiritual. Sus facultades mentales y espirituales se desarrollaban en la “iluminación del conocimiento de la gloria de Dios…” (2 Corintios 4:6), y disfrutaban de los más elevados placeres de su santa existencia.

El huerto del Edén era una representación de lo que Dios deseaba que llegase a ser toda la tierra, y su propósito era que, a medida que la familia humana creciera en número, estableciese otros hogares y escuelas semejantes a los que El había dado. De ese modo, con el transcurso del tiempo, toda la tierra debía ser ocupada por hogares y escuelas donde se estudiaran la Palabra y las obras de Dios, y donde los estudiantes se preparasen para reflejar cada vez más plenamente, a través de los siglos sin fin, la luz del conocimiento de su gloria. (La Educación)

 

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MEDITACIONES-REFLEJEMOS A JESUS –parte 31-

SIN JESÚS NADA PODEMOS HACER

“Más por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación, y redención” (1 Corintios 1:30).

Muchos piensan que es imposible amar al prójimo como a sí mismo; pero ese amor es sólo el fruto genuino del cristianismo. Amar a otros es vestirse del Señor Jesucristo; es caminar y obrar como viendo el mundo invisible. Debemos por ello mirar continuamente a Jesús, el autor y consumador de la fe.

La solemne advertencia que se dio al necio hombre rico, debiera ser suficiente para todos hombres hasta el fin del tiempo. El Señor dio lección tras lección para apartar a todos del egoísmo y establecer estrechos lazos de compañerismo y hermandad entre los hombres. El deseaba que los corazones de los creyentes estuvieran estrechamente entretejidos con fuertes lazos de simpatía para que pudiera haber unidad en El. Juntos han de regocijarse en la esperanza de la gloria de Dios, esperando la vida eterna por la virtud de Jesucristo. Si Cristo mora en el corazón, su amor se difundirá a otros y unirá corazón con corazón.

La gracia de Cristo debe ser el único apoyo del cristiano, y cuando lo es, amará a sus hermanos como Cristo lo ama a él. Entonces podrá decir: “Ven” y buscará y atraerá a las almas, instándolas a reconciliarse con Dios. Su influencia será más y más decidida, y dedicará su vida a Cristo, quien fue crucificado por él.

Donde se ha perfeccionado el amor, se guardará la Ley y el yo no encontrará lugar. Los que aman a Dios en forma suprema trabajan, sufren y viven para quien dio su vida por ellos. Podemos guardar la Ley sólo apropiándonos de la justicia de Cristo. Cristo dice: “…separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5). Cuando recibimos el don celestial, la justicia de Cristo, encontraremos que se ha provisto para nosotros la gracia de Cristo, y que los recursos humanos son impotentes. Jesús dio el Espíritu Santo en medida abundante para las grandes emergencias, para ayudarnos en nuestras debilidades, para darnos fuerte consolación, para iluminar nuestras mentes, y para purificar y ennoblecer nuestros corazones. Cristo llega a ser para nosotros sabiduría, justificación, santificación y redención.

Del principio al fin de la vida del cristiano no se puede dar un paso con éxito sin Cristo. El envió su Espíritu para estar con nosotros constantemente, y si confiamos en Cristo hasta lo sumo, entregándole nuestra voluntad, podremos seguirlo por dondequiera que vaya. El Espíritu Santo obrará en todo corazón susceptible a su santa influencia. La justicia de Cristo irá delante de los tales, y la gloria de Jehová será su retaguardia. (Review and Herald)

 

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MEDITACIONES-REFLEJEMOS A JESUS –parte 30-

LA PALABRA DE DIOS ES EL MEDIO DE NUESTRA SANTIFICACION

“Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad” (Juan 17:19).

Antes de salir para su encuentro final con los poderes de las tinieblas, El levantó sus ojos al cielo y oró por sus discípulos. Dijo: “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Juan 17: 15-17).

La preocupación en el pedido de Jesús era que los que creyeran en El fueran guardados del mal de mundo, y fueran santificados por medio de la verdad. No nos abandona para que conjeturemos acerca de que es la verdad, pues añade: “Tu palabra es verdad”. La Palabra de Dios es el medio por el cual se logra nuestra santificación. Es de la mayor importancia, entonces, que nos familiaricemos con las sagradas instrucciones de la Biblia.

Es tan necesario para nosotros que comprendamos las palabras de vida como lo era para los discípulos estar informados con respecto al plan de la salvación. Estaremos sin excusa si, por causa de nuestra propia negligencia, ignoramos las demandas de la Palabra de Dios. Dios nos ha dado su Palabra, la revelación de su voluntad, y ha prometido el Espíritu Santo a todos los que lo pidieran, para guiarlos a toda verdad; y cada alma que sinceramente desea hacer la voluntad de Dios conocerá la doctrina.

La misión de Jesús fue puesta de manifiesto por los milagros convincentes. Su doctrina asombró a la gente. Era un sistema de verdad que satisfacía la necesidad del corazón. Su enseñanza era clara, sencilla y abarcante. Las verdades prácticas que enunció tenían poder de convicción y llamaban la atención de la gente. Las multitudes permanecían junto a El, maravillándose por su sabiduría. Sus modales estaban en armonía con las grandes verdades que proclamaba. No pedía disculpas, no vacilaba, ni había la menor sombra de duda o incertidumbre de que fueran diferentes de lo que declaraba. Hablaba de lo terrenal y de lo celestial, de lo humano y de lo divino, con autoridad absoluta; y la gente se admiraba “de su doctrina, porque su palabra era con autoridad” (Lucas 4:32).

Es de la mayor importancia e interés para nosotros que comprendamos que es la verdad, por lo que debiéramos elevar nuestras peticiones con intenso fervor para que seamos guiados a toda verdad.

David apreció la iluminación divina y reconoció el poder de la Palabra de Dios. Declaró: “La exposición de tus palabras alumbra; hace entender a los simples” (Salmo 119:130). Todos los que desean luz estudien las Escrituras, comparando versículo con versículo, rogando a Dios por la iluminación del Espíritu Santo. La promesa es que todos lo que buscan hallarán. (Review and Herald)

 

 

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MEDITACIONES-REFLEJEMOS A JESUS –parte 29-

DIOS USA LA MULTIPLICACION AL CONCEDER DONES ESPIRITUALES

“Gracia y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús” (2 Pedro 1:2).

Si queremos desarrollar un carácter que Dios pueda aceptar, debemos formar hábitos correctos en nuestra vida religiosa. La oración diaria es algo esencial para el crecimiento en la gracia, aún para la vida espiritual misma, como lo es el alimento temporal para el bienestar físico. Debemos acostumbrarnos a elevar los pensamientos a menudo a Dios en oración. Si la mente vagabundea, debemos volverla de nuevo; por un esfuerzo perseverante, el hábito por fin se impone como algo fácil.

No podemos, por un solo momento, separarnos de Cristo con seguridad. Podemos tener su presencia para asistirnos en cada uno de nuestros pasos, pero únicamente al observar las condiciones que El mismo ha establecido.

La religión debe convertirse en la gran ocupación de la vida. Cualquier cosa debe ser considerada como subordinada. Todas nuestras facultades, nuestra alma, cuerpo y espíritu, deben empeñarse en la guerra cristiana. Debemos mirar a Cristo para obtener fortaleza y gracia, y ganaremos la victoria tan seguramente como lo hizo Jesús por nosotros.

Debemos acercarnos más a la cruz de Cristo. El arrepentimiento al pie de la cruz es la primera lección de paz que hemos de aprender. El amor de Jesús, ¿quién puede comprenderlo? Si queremos conocer el valor de un alma humana, debemos mirar con fe viva a la cruz, y así comenzar a estudiar cual será la ciencia y el canto de los redimidos por toda la eternidad. El valor de nuestro tiempo y nuestros talentos puede ser estimado únicamente por la grandeza del rescate pagado por nuestra redención.

La santificación es una obra progresiva. Los pasos sucesivos, según se los presenta en las palabras de Pedro, son los siguientes: “…poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo” (2 Pedro 1:5-8).

He aquí una conducta en virtud de la cual se nos asegura que nunca caeremos. Los que están así trabajando según el plan de la adición para obtener las gracias de Cristo, tienen la seguridad de que Dios obrará según el plan de la multiplicación al concederles los dones de su Espíritu. Por la gracia divina, todos los que quieren pueden ascender los brillantes escalones que unen la tierra con el cielo, y por fin con alegría y gozo perpetuo entrarán por las puertas de la ciudad de Dios. (La edificación del carácter)

 

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MEDITACIONES-REFLEJEMOS A JESUS –parte 28-

LA SANTIFICACION ABARCA EL SER ENTERO

“Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tesalonicenses 5:23).

La santificación expuesta en las Santas Escrituras abarca todo el ser: espíritu, cuerpo y alma. Pablo rogaba por los tesalonicenses, que su “ser, espíritu, alma y cuerpo” fuese “guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo”. Y vuelve a escribir a los creyentes: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios…” (Romanos 12:1).

En tiempos del antiguo Israel, toda ofrenda que se llevaba a Dios era cuidadosamente examinada. Si se descubría un defecto cualquiera en el animal presentado, se lo rechazaba, pues Dios había mandado que las ofrendas fuesen “sin mancha”. Así también se pide a los cristianos que presenten sus cuerpos en “sacrificio vivo, santo, agradable a Dios”. Para ello, todas sus facultades deben conservarse en la mejor condición posible. Toda costumbre que tienda a debilitar la fuerza física o mental incapacita al hombre para el servicio de su Creador. ¿Y se complacerá Dios con menos de lo mejor que podamos ofrecerle? Cristo dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón”.

Los que aman a Dios de todo corazón desearan darle el mejor servicio de su vida y tratarán siempre de poner todas las facultades de su ser en armonía con las leyes que aumentarán su aptitud para hacer su voluntad. No debilitarán ni mancharán la ofrenda que presentan a su Padre celestial abandonándose a sus apetitos o pasiones.

Pedro dice: “Os ruego…que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma” (1 Pedro 2:11). Toda concesión hecha al pecado tiende a entorpecer las facultades y a destruir el poder de percepción mental y espiritual, de modo que la Palabra o el Espíritu de Dios ya no pueden impresionar sino débilmente el corazón. Pablo escribe a los corintios: “…limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2 Corintios 7:1). Y entre los frutos del Espíritu –“amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre”incluye la “templanza” (Gálatas 5:22, 23).

A pesar de estas inspiradas declaraciones, ¡cuántos cristianos de profesión están debilitando sus facultades en la búsqueda de ganancias o en el culto que tributan la moda, cuántos están envileciendo en su ser la imagen de Dios, con la glotonería, las bebidas espirituosas, los placeres ilícitos! Aquel cuyo cuerpo es el templo del Espíritu Santo no se dejará esclavizar por ningún hábito pernicioso. Sus facultades pertenecen a Cristo que lo compró con precio de sangre. (El conflicto de los siglos)

 

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MEDITACIONES-REFLEJEMOS A JESUS –parte 27-

LA LEY DE DIOS ES UN MURO QUE NOS PROTEGE DEL MAL

“…todos tus mandamientos…Afirmados eternamente y para siempre, hechos en verdad y en rectitud” (Salmo 111:7, 8).

El que deliberadamente quebranta un mandamiento no guarda ninguno de ellos en espíritu ni en verdad. “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos” (Santiago 2:10).

No es la magnitud del acto de desobediencia lo que constituye el pecado, sino el desacuerdo con la voluntad expresa de Dios en el detalle más mínimo, porque demuestra que todavía hay comunión entre el alma y el pecado. El corazón está dividido en su servicio. Niega realmente a Dios, y se rebela contra las leyes de su gobierno.

Si los hombres estuviesen en libertad para apartarse de lo que requiere el Señor y pudieran fijarse una norma de deberes, habría una variedad de normas que se ajustarían a las diversas mentes y se quitaría el gobierno de las manos de Dios. La voluntad de los hombres se haría suprema, y la voluntad santa y altísima de Dios, su fines de amor hacia sus criaturas, no serían honrados ni respetados.

Siempre que los hombres escogen su propia senda, se oponen a Dios. No tendrán lugar en el reino de los cielos, porque guerrean contra los mismos principios del cielo. Al despreciar la voluntad de Dios, se sitúan en el partido de Satanás, el enemigo de Dios y de los hombres. No por una palabra, ni por muchas palabras, sino por toda palabra que ha hablado Dios, vivirá el hombre. No podemos despreciar una sola palabra, por pequeña que nos parezca, y estar libres del peligro.

No hay en la Ley un mandamiento que no sea para el bienestar y la felicidad de los hombres, tanto en esta vida como en la venidera. Al obedecer la Ley de Dios, el hombre queda rodeado de un muro que lo protege del mal. Quien derriba en un punto esta muralla edificada por Dios destruye la fuerza de ella para protegerlo, porque abre un camino por donde puede entrar el enemigo para destruir y arruinar.

Al osar despreciar la voluntad de Dios en un punto, nuestros primeros padres abrieron las puertas a las desgracias que inundaron al mundo. Toda persona que siga su ejemplo cosechará resultados parecidos. El amor de Dios es la base de todo precepto de su Ley, y el que se aparte del mandamiento labra su propia desdicha y su ruina.

Una religión formalista no basta para poner el alma en armonía con Dios. La única fe verdadera es la que “obra por el amor” (Gálatas 5:6) para purificar el alma. Es como una levadura que trasforma el carácter.

Jesús procedió entonces a mostrar a sus oyentes lo que significa observar los mandamientos de Dios, que son en sí mismos una reproducción del carácter de Cristo. Porque en El, Dios se manifiesta diariamente ante ellos. (El discurso maestro de Jesucristo).

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MEDITACIONES-REFLEJEMOS A JESUS –parte 26-

LA PROMESA DEL NUEVO PACTO

“Este es el pacto que haré con ellos. Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, Y en sus mentes las escribiré, añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones” (Hebreos 10:16, 17).

Fue el Creador de los hombres, el Dador de la Ley, quien declaró que no albergaba el propósito de anular sus preceptos. Todo en la naturaleza, desde la diminuta partícula que baila en un rayo de sol hasta los astros en los cielos, está sometido a leyes. De la obediencia a estas leyes dependen el orden y la armonía del mundo natural. Es decir que grandes principios de justicia gobiernan la vida de todos los seres inteligentes, y de la conformidad a estos principios depende el bienestar del universo.

Antes que se creara la tierra existía la Ley de Dios. Para que este mundo esté en armonía con el cielo, el hombre también debe obedecer los estatutos divinos. Cristo dio a conocer al hombre en el Edén los preceptos de la Ley, “Cuando alababan todas las estrellas del alba, Y se regocijaban todos los hijos de Dios” (Job 38:7). La misión de Cristo en la tierra no fue abrogar la Ley, sino hacer volver a los hombres por su gracia a la obediencia de sus preceptos.

El discípulo amado, que escuchó las palabras de Jesús en el monte, al escribir mucho tiempo después, bajo la inspiración del Espíritu Santo, se refirió a la Ley como a una norma de vigencia perpetua. Dice que: “…el pecado es infracción de la ley”, y que “Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley” (1 Juan 3:4). Expresa claramente que la Ley a la cual se refiere es “…el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio…” (1 Juan 2:7). Habla de la Ley que existía en la creación y que se reiteró en el Sinaí.

Debía enseñar la espiritualidad de la Ley, presentar sus principios de vasto alcance y explicar claramente su vigencia perpetua. La belleza divina del carácter de Cristo, de quien los hombres más nobles y más amables son tan sólo un pálido reflejo; de quien escribió Salomón, por el Espíritu de inspiración, que es el “…señalado entre diez mil…y todo él codiciable” (Cantares 5:10, 16); de quien David, viéndolo en visión profética, dijo: “Eres el más hermoso de los hijos de los hombres…” (Salmo 45:2).

Jesús, la imagen de la persona del Padre, el esplendor de su gloria; el que fue abnegado Redentor en toda su peregrinación de amor en el mundo, era una representación viva del carácter de la Ley de Dios. En su vida se manifestó el hecho de que el amor nacido en el cielo, los principios fundamentales de Cristo, sirven de base a las leyes de rectitud eterna.

Estos principios que se comunicaron a los hombres en el paraíso como la Ley suprema de la vida existirán sin sombra de cambio en el paraíso restaurado. (El discurso maestro de Jesucristo)

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MEDITACIONES-REFLEJEMOS A JESUS –parte 25-

LA LEY DE DIOS-LA NORMA DEL JUICIO

“Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad” (Santiago 2:12).

El primer ángel de Apocalipsis 14 llama a los hombres: “Temed a Dios y dadle gloria”, y los invita a alabarlo como Creador de los cielos y la tierra. Para hacer ésto, deben obedecer su Ley. Sin la obediencia a sus mandamientos, ninguna adoración puede ser agradable para Dios, “Pues éste es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos…” (1 Juan 5:3).

Muchos maestros religiosos dicen que Cristo, por su muerte, nos liberó de la Ley, pero no todos tienen este punto de vista. La Ley de Dios, por su misma naturaleza, es inalterable. Es una revelación de la voluntad y el carácter de su Autor. Dios es amor, y su ley es amor. Sus dos grandes principios son el amor a Dios y al hombre.

“…el cumplimiento de la ley es el amor” (Romanos 13:10). El carácter de Dios es justicia y verdad, y tal es la naturaleza de su ley. El salmista dice: “…tu ley la verdad”; “…todos tus mandamientos son justicia” (Salmos 119: 142, 172). El apóstol declara: “…la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno” (Romanos 7:12). Una ley tal, expresión de la mente y la voluntad de Dios, tiene que ser tan perdurable como su Autor.

Y esta Ley es la norma por la cual las vidas y los caracteres de los hombres serán probados en el juicio. Después de señalar nuestro deber de obedecer sus mandamientos, Salomón agregó: “Porque Dios traerá toda obra a juicio…” (Eclesiastés 12:14). El apóstol Santiago amonesta a sus hermanos: “Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad”.

Jesús aparecerá en el juicio como el abogado de su pueblo, para abogar en su favor ante Dios. “…si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Juan 2:1). “Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse por nosotros ante Dios”. “por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (Hebreos 9:24; 7:25).

En el juicio, todos los que se han arrepentido realmente del pecado, y por fe han reclamado la sangre de Cristo como su sacrificio expiatorio, han tenido el perdón registrado junto a los nombres en los libros del cielo; al haber sido participantes de la justicia de Cristo, y sus caracteres encontrados en armonía con la Ley de Dios, sus pecados serán borrados, y ellos mismos serán considerados dignos de la vida eterna.

Jesús dijo: “El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles” (Apocalipsis 3:5). (Southern Watchman)

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