ESPERANZA PARA EL PLANETA TIERRA – EL FUTURO BRILLANTE DE UNA RAZA CAIDA –parte 55-
COMO SOMOS SALVOS –parte 22-
LA RECOMPENSA DE LOS JUSTOS
La imaginación más fecunda no puede abarcar plenamente lo que será la recompensa de quienes han aceptado a Cristo. En 1 Corintios 2:9 el apóstol Pablo dice:
“Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman”.
Pero la Biblia sí nos dice algo en cuanto a cómo será ese mundo. Satanás y sus ángeles, junto con todos los impíos, habrán sido reducidos a cenizas (Malaquías 4:1-3; Ezequiel 28:18-19). Ya no imperará en ningún corazón el misterio de iniquidad. El orgullo y deseo de exaltación habrán sido extirpados por la gracia de Cristo.
Habrá allí agua cristalina de vida (Apocalipsis 21:6; 22:1) y un árbol que produce un fruto diferente cada mes del año (Apocalipsis 22:2). Los animales más feroces serán mansos, pues “el lobo y el cordero serán apacentados juntos, y el león comerá paja como el buey” (Isaías 65:25; 35:9; 11:6-9).
No habrá más hospitales, pues el morador no dirá “Estoy enfermo” (Isaías 33:24). Tampoco habrá cárceles ni ladrones, pues en el santo monte de Dios no habrá violencia (Isaías 60:18). El clamor, el dolor y la muerte desaparecerán para siempre (Apocalipsis 21:4). Viviremos en una ciudad que tiene fundamentos de piedras preciosas, puertas de perla y calles de oro (Apocalipsis 21:14, 12, 21).
Pero ninguno de estos beneficios materiales se comparán con el privilegio de tener comunión eterna con Jesús. Cuando Jesús vea esa gran multitud, que nadie puede contar reunida delante de su trono (Apocalipsis 7:9), sabrá que su sacrificio no fue en vano.
“Verá linaje, vivirá por largos días…Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho” (Isaías 53:10-11). Y cuando los redimidos le pregunten: “¿Qué heridas son éstas en tus manos?” El responderá: “Con ellas fui herido en casa de mis amigos” (Zacarías 13:6). ¡Qué gloriosa gracia, e incomparable amor!
CONCLUSION
Para Jesucristo, cada persona del mundo tiene un valor infinito. Por eso pagó un precio infinito cuando caímos en pecado. La única forma de comprar algo cuyo valor es infinito es pagando un precio igualmente infinito. El sacrificio eterno de Cristo fue suficiente para salvar a cada pecador, pero no por eso se salvarán todos. Para algunos, el sacrificio de Cristo habrá sido en vano ¿Y por qué es ésto? Sencillamente porque no lo aceptarán.
Tenemos que aceptar ese sacrificio personalmente. Tenemos que escoger a Cristo como Salvador y Señor en nuestra vida. Debemos ver la seriedad de nuestros pecados, arrepentirnos de ellos y confesarlos.
Debemos luego sepultarlos en las aguas del bautismo y nacer de nuevo. Debemos permitir que Cristo reproduzca su carácter en nosotros por medio del proceso de la santificación. Debemos ansiar el momento de encontrarnos con El.
Hay esperanza para cada ser humano que acepte el tierno llamado del Salvador. No importa cuán terribles sean nuestros pecados, hay esperanza en Jesús. El dice:
“Al que a mí viene, no lo echo fuera…He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré al él, y cenaré con él, y él conmigo…El que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente…Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar…Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Juan 6:37; Apocalipsis 3:20; 22:17; Mateo 11:28; Isaías 1:18).
Si queremos vivir con Cristo para siempre, tendremos que invitarlo a nuestro corazón ahora. ¿Escucharás el llamado de Cristo? ¿Habrá muerto por ti en vano? ¡La decisión está en tus manos, porque el plan de redención te incluye individualmente a ti!