ORACION Y FE – La fe verdadera demanda la bendición prometida y se aferra a ella antes de saberla realizada y de sentirla.
Los hijos del Señor descuidan la oración, y sobre todo la oración secreta; la descuidan demasiado. Muchos no ejercitan la fe que es su privilegio y deber ejercitar, y a menudo aguardan aquel sentimiento íntimo que sólo la fe puede dar. El sentimiento de por sí no es fe. Son dos cosas distintas. A nosotros nos toca ejercitar la fe; pero el sentimiento gozoso y sus beneficios han de ser dados por Dios. La gracia de Dios llega al alma por el canal de la fe viva, que está en nuestro poder ejercitar.
La fe verdadera demanda la bendición prometida y se aferra a ella antes de saberla realizada y de sentirla. Debemos elevar nuestras peticiones al lugar santísimo con una fe que de por recibidos los prometidos beneficios y los considere suyos. Hemos de creer, pues, que recibiremos la bendición, porque nuestra fe ya se apropió de ella, y, según la Palabra, es nuestra. “Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.” (Mar.11:24) Esto es fe sincera y pura: creer que recibiremos la bendición aún antes de recibirla en realidad. Pero muchos suponen que tienen gran fe cuando participan del Espíritu Santo en forma destacada, y que no pueden tener fe a menos que sientan el poder del Espíritu. Los tales confunden la fe con la bendición que nos llega por medio de ella. Precisamente el tiempo más apropiado para ejercer la fe es cuando nos sentimos privados del Espíritu.
Cuando parecen asentarse densas nubes sobre la mente, es cuando se debe dejar que la fe viva atraviese las tinieblas y disipe las nubes. La fe verdadera se apoya en las promesas contenidas en la Palabra de Dios, y únicamente quienes obedezcan a esta Palabra pueden pretender que se cumplan sus gloriosas promesas. “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.” (Juan 15:7). “Y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de El, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de El.” (1Juan 3:22)
DEBEMOS ORAR MUCHO EN SECRETO. CRISTO ES LA VID, Y NOSOTROS LOS SARMIENTOS. Y SI QUEREMOS CRECER Y FRUCTIFICAR, DEBEMOS ABSORBER CONTINUAMENTE SAVIA Y NUTRICIÓN DE LA VIVIENTE VID, PORQUE SEPARADOS DE ELLA NO TENEMOS FUERZA.
Las promesas son seguras. Elías, quien estaba sujeto a las mismas pasiones que nosotros, oraba fervorosamente. Su fe soportó su prueba. Siete veces oró al Señor y por fin vio la nubecilla. Ofendemos al Salvador con nuestra falta de fe.
“Cíñete la armadura, y, sobre todo, toma el escudo de la fe que guardará tu corazón, tu misma vida, de los dardos de fuego que lancen los malvados”. Si el enemigo logra que los abatidos aparten sus ojos de Jesús, se miren a sí mismos y fijen sus pensamientos en su indignidad en vez de fijarlos en los méritos, el amor y la compasión de Jesús, los despojará del escudo de la fe, logrará su objetivo, y ellos quedarán expuestos a violentas tentaciones. Por lo tanto, los débiles han de volver los ojos hacia Jesús y creer en El. Entonces ejercitarán la fe. (Elena G. de White, Primeros Escritos, pág. 72,73).
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