VIDA RADIANTE- PASOS PRACTICOS HACIA LA SALUD Y LA FELICIDAD-parte 22-
UNA FAMILIA FELIZ-parte 2-
La madre debe cultivar un genio alegre, contento y feliz. Todo esfuerzo hecho en este sentido será recompensado con creces en el bienestar físico y el carácter moral de sus hijos. En los hijos confiados a su cuidado, toda madre tiene un santo ministerio recibido de Dios. El le dice “Toma a este hijo, a esta hija, edúcamelo; fórmale un carácter pulido, labrado para el edificio del templo, para que pueda resplandecer eternamente en las mansiones del Señor.”
Cuanto más tranquila y sencilla la vida del niño, más favorable será para su desarrollo físico e intelectual. La madre debería procurar siempre conservarse tranquila, serena y dueña de sí misma. Muchos niños son en extremo susceptibles a la excitación nerviosa, y los modales suaves y apacibles de la madre ejercerán una influencia calmante de incalculable beneficio para el niño.
Las madres que desean que sus hijos e hijas gocen del vigor de la salud, deben vestirlos convenientemente y alentarlos a que estén al aire libre siempre que el tiempo lo permita. Es muy importante el hacer adquirir a los niños buenos hábitos dietéticos. Necesitan aprender que comen para vivir y no viven para comer.
En muchos casos las enfermedades de los hijos pueden achacarse a equivocaciones en el modo de cuidarlos. Las irregularidades en las comidas, la ropa insuficiente en la tardes frías, la falta de ejercicio activo para conservar la buena circulación de la sangre, la falta de aire abundante para purificarla, pueden ser causa del mal. Estudien los padres las causas de la enfermedad, y remedien cuanto antes toda condición defectuosa.
Enseñen a sus niños desde la cuna a practicar la abnegación y el dominio propio. Enséñenles a gozar de las bellezas de la naturaleza y a ejercitarse sistemáticamente en ocupaciones útiles para sus facultades corporales e intelectuales. Edúquenlos de modo que lleguen a tener una constitución sana y buenos principios morales, una disposición alegre, y un genio apacible.
Incúlquenles en sus tiernas inteligencias la verdad de que Dios no nos ha creado para que viviéramos meramente para los placeres presentes, sino para nuestro bien final. Sobre todo, rodeen los padres a sus hijos de una atmósfera de alegría, cortesía y amor.
Al principio Dios puso a nuestros primeros padres entre las bellezas naturales en medio de las cuales quisiera que nos deleitásemos hoy. Cuanto mejor armonicemos con el plan original de Dios, más fácil nos será asegurar la salud del cuerpo, de la mente y del alma. Mejor que cualquier herencia de riquezas que puedan dejar a sus hijos será la dádiva de un cuerpo vigoroso, una mente sana y un carácter noble.
En vez de vivir sólo donde pueden verse las obras de los hombres, vivan donde puedan contemplar las obras de Dios. Hallen la paz del espíritu en la belleza, quietud y solaz de la naturaleza. Vayan adonde, lejos de las distracciones y disipaciones de la vida de la ciudad, puedan dar su compañerismo a sus hijos y enseñarles a conocer a Dios por medio de Sus obras, y prepararlos para una vida de integridad y utilidad.
–Elena White—