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Archive for the ‘FE Y OBRAS-“SIN FE ES IMPOSIBLE AGRADAR A DIOS”(Heb.11:6)-“LA FE SIN OBRAS ES MUERTA” (Sant.2:20)’ Category

 

FE Y OBRAS–parte 51-

“SIN FE ES IMPOSIBLE AGRADAR A DIOS”(Heb.11:6)-“LA FE SIN OBRAS ES MUERTA” (Sant.2:20)

LAS OPINIONES Y PRACTICAS DEBEN AJUSTARSE A LA PALABRA DE DIOS

Hay muchos que afirman que han sido santificados a Dios, y sin embargo, cuando se presenta ante ellos la gran norma de santidad, se excitan grandemente y manifiestan un espíritu que demuestra que nada saben de los que significa ser santo. No tienen la mente de Cristo; porque quienes están verdaderamente santificados han de reverenciar y obedecer la Palabra de Dios tan pronto como es abierta delante de ellos, y expresarán un vehemente deseo de saber qué es la verdad en cada punto de doctrina. 

Un sentimiento de gran regocijo no es evidencia de santificación. La afirmación “Soy salvo, soy salvo”, no prueba que el alma esté salva o santificada.

A muchos que están grandemente excitados se les dice que están santificados, cuando los tales no tienen una idea inteligente de lo que significa el término, porque no conocen las Escrituras ni el poder de Dios.  Se halagan a sí mismos creyendo que están en conformidad con la voluntad de Dios porque se sienten contentos; pero cuando son probados, cuando se presenta la Palabra de Dios para cotejarla con su experiencia, cierran sus oídos a la verdad, diciendo:

“Estoy santificado”, y eso pone fin al debate.  No querrán escudriñar las Escrituras para saber que es verdad y comprobar que se han engañado terriblemente a sí mismos.  La santificación significa muchísimo más que un arranque de sentimiento.

Excitación no es santificación.  Únicamente la completa conformidad con la voluntad de nuestro Padre que está en el cielo es santificación, y la voluntad de Dios está expresada en su Santa Ley. La observancia de todos los mandamientos de Dios es santificación. (Éxodo 20:3-17).

Evidenciar que somos hijos obedientes a la Palabra de Dios es santificación.  La Palabra de Dios debe ser nuestra guía, no las opiniones o ideas humanas.  Los que han de ser verdaderamente santificados, escudriñen la Palabra de Dios con paciencia, con oración, y con humildad y contrición de alma.  Recuerden que Jesús oró:

“Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Juan 17:17)

VIVIR DE TODA PALABRA DE DIOS

El cristianismo es simplemente vivir de toda palabra que sale de la boca de Dios.  Debemos creer en Cristo, y vivir en Cristo, quien es el camino, y la verdad, y la vida. Tenemos fe en Dios cuando creemos en su Palabra; confiamos en Dios y lo obedecemos cuando guardamos sus mandamientos; y amamos a Dios cuando amamos su Ley.

Creer una mentira no pondrá a ninguno de nosotros en el camino de ser santificado. Si todos los ministros del mundo nos dijeran que estamos a salvo aunque desobedezcamos algún precepto de la sagrada norma de santidad, eso no disminuiría nuestras obligaciones ni haría menor nuestra culpa, si rechazamos un claro “Harás” o “No harás”.

No necesitamos pensar que porque nuestros padres obraron de un cierto modo, nosotros podemos seguir sus pasos y ser aceptados al rendir el mismo servicio y hacer las mismas obras que ellos realizaron. Nosotros tenemos más luz que la que ellos tuvieron en sus días; y si hemos de ser aceptados por Dios, debemos ser fieles en obedecer la luz y caminar en ella.

Debemos aceptar y perfeccionar la luz que brilla en nuestro sendero.  Hemos de ser juzgados de acuerdo con la luz que brilla en el templo del alma en nuestros días; y si seguimos esa luz, seremos hombres y mujeres libres en Cristo Jesús.

 

 

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FE Y OBRAS–parte 50-

“SIN FE ES IMPOSIBLE AGRADAR A DIOS”(Heb.11:6)-“LA FE SIN OBRAS ES MUERTA” (Sant.2:20)

EL HOMBRE PUEDE SER TAN PURO EN SU ESFERA COMO DIOS EN LA SUYA

LA JUSTICIA DE CRISTO HACE POSIBLE LA OBEDIENCIA

Era imposible que el pecador guardara la Ley de Dios, que era santa, justa y buena; pero esta imposibilidad fue eliminada por la imputación de la justicia de Cristo al alma arrepentida y creyente. La vida y muerte de Cristo en beneficio del hombre pecador tuvieron el propósito de restaurarlo a favor de Dios impartiéndole la justicia que satisfaría los requerimientos de la Ley y hallaría aceptación ante el Padre.

Pero siempre es el propósito de Satanás invalidar la Ley de Dios y tergiversar el verdadero significado del plan de salvación. En consecuencia, ha originado la falsedad de que el sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario tenía el propósito de liberar a los hombres de la obligación de guardar los mandamientos de Dios.  Ha introducido en el mundo el engaño de que Dios ha abolido su constitución, desechado su norma moral, y anulado su Ley santa y perfecta.

 Si El hubiera hecho ésto, ¡qué terrible precio habría pagado el Cielo! En vez de proclamar la abolición de la Ley, la cruz del Calvario proclama con sonido de trueno su inmutabilidad y carácter eterno. Si la Ley hubiera podido ser abolida, y mantenido el gobierno del cielo y la tierra y los innumerables mundos de Dios, Cristo no habría necesitado morir.  La muerte de Cristo iba a resolver para siempre el interrogante acerca de la validez de la Ley de Jehová. 

Habiendo sufrido la completa penalidad por un mundo culpable, Jesús se constituyó en Mediador entre Dios y el hombre,(1 Tim.2:5) a fin de restaurar para el alma penitente el favor de Dios al proporcionarle la gracia de guardar la Ley del Altísimo.  Cristo no vino a abrogar la Ley o los profetas, sino a cumplirlos hasta en la última letra (Mateo 5:18). 

La expiación del Calvario vindicó la Ley de Dios como santa, justa y verdadera, no solamente ante el mundo caído sino también ante el cielo y ante los mundos no caídos.  Cristo vino a magnificar la Ley y engrandecerla.

 

 

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FE Y OBRAS–parte 49-

“SIN FE ES IMPOSIBLE AGRADAR A DIOS”(Heb.11:6)-“LA FE SIN OBRAS ES MUERTA” (Sant.2:20)

EL HOMBRE PUEDE SER TAN PURO EN SU ESFERA COMO DIOS EN LA SUYA

NO COMO LOS MUNDANOS

Los hijos de Dios no serán como los mundanos; porque la verdad recibida en el corazón será el medio de purificar el alma y de transformar el carácter y de hacer que su receptor tenga el mismo parecer que Dios. A menos que el hombre llegue a tener el mismo parecer que Dios, se halla aún en su depravación natural.  Si Cristo está en el corazón, se echará de ver en el hogar, en el taller, en el mercado, en la iglesia. 

El poder de la verdad se manifestará elevando y ennobleciendo la mente, enterneciendo y subyugando el corazón, poniendo al hombre entero en armonía con Dios.  El que es transformado por la verdad esparcirá una luz en el mundo.  El que tiene la esperanza de Cristo se purificará a sí mismo, así como El es puro.  La esperanza de la aparición de Cristo es una gran esperanza de largo alcance.  Es la esperanza de ver al Rey en su hermosura y de ser hechos semejantes a El.

Cuando venga Cristo, la tierra temblará delante de El, y los cielos se enrollarán como un pergamino, y todo monte y toda isla se removerá de su lugar. 

“Vendrá nuestro Dios, y no callará; fuego consumirá delante de él, y tempestad poderosa le rodeará. Convocará a los cielos de arriba, y a la tierra, para juzgar a su pueblo.  Juntadme mis santos, los que hicieron conmigo pacto con sacrificio.  Y los cielos declararán su justicia, porque Dios es el juez” (Sal.50:3-6). 

En vista del gran día de Dios, podemos ver que nuestra única seguridad se hallará en apartarse de todo pecado e iniquidad.  Los que continúan en el pecado se encontrarán entre los que son condenados y perecen.

EL DESTINO DE LOS TRANSGRESORES

Juan vio el destino de los que escogen el sendero de la transgresión:

“Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; y decían a los montes y a las peñas” Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie? (Apoc.6:15-17).

Un destino terrible aguarda al pecador, y por lo tanto es necesario que sepamos que es el pecado, a fin de que podamos escapar de su poder. Juan dice:

“Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley” (1 Juan 3:4)

Aquí tenemos la verdadera definición de pecado; es “infracción de  la ley”.  Cuán a menudo el pecador es instado a abandonar sus pecados y a acudir a Jesús; pero, el mensajero que debería conducirlo a Cristo ¿le ha señalado claramente el camino? ¿Le ha señalado claramente el hecho de que “el pecado es infracción de la ley”, y de que debe arrepentirse y dejar de quebrantar los mandamientos de Dios?

Dios no podía alterar una  jota ni una tilde de su Santa Ley a fin de ir al encuentro del hombre en su condición caída; porque ésto habría producido descrédito sobre la sabiduría de Dios al hacer una ley por la cual habían de gobernarse el cielo y la tierra.  Pero Dios podía dar a su Hijo unigénito para que llegara a ser el Sustituto y Garante del hombre, para que sufriera la penalidad que merecía el transgresor y para que impartiera al alma penitente su perfecta justicia. 

Cristo vino a ser el sacrificio inmaculado a favor de una raza caída, convirtiendo a los hombres en prisioneros de esperanza, de manera que, mediante el arrepentimiento ante Dios por haber quebrantado su Santa Ley, y por medio de la fe en Cristo como su Sustituto, Garante y Justicia, pudieran ser traídos de vuelta a la lealtad a Dios y a la obediencia a su Santa Ley.  (Elena White)

 

 

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FE Y OBRAS–parte 48-

“SIN FE ES IMPOSIBLE AGRADAR A DIOS”(Heb.11:6)-“LA FE SIN OBRAS ES MUERTA” (Sant.2:20)

EL HOMBRE PUEDE SER TAN PURO EN SU ESFERA COMO DIOS EN LA SUYA

“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1 Juan 3:2)

La herencia del pueblo de Dios se discierne por medio de la fe en la Palabra de Dios.

“Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3)

Mediante la fe los hijos de Dios obtienen un conocimiento de Cristo y acarician la esperanza de su aparición para juzgar al mundo con justicia, hasta que llega a ser una gloriosa expectación; porque entonces le verán tal como El es, y serán hechos semejantes a El, y estarán siempre con el Señor. Los santos que duermen en sus tumbas serán entonces resucitados para recibir una gloriosa inmortalidad. 

Cuando llegue el día de la liberación, “entonces os volveréis, y discerniréis la diferencia…entre el que sirve a Dios y el que no le sirve”. Cuando Cristo venga, será para ser admirado por todos los que creyeron, y los reinos de este mundo han de ser los reinos de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

Los que están esperando la manifestación de Cristo en las nubes del cielo con poder y gran gloria, como Rey de reyes y Señor de señores, mediante su vida y carácter procurarán representarlo ante el mundo.

“Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como el es puro” (1 Juan 3:3).

Aborrecerán el pecado y la iniquidad, así como Cristo aborreció el pecado. Guardarán los mandamientos de Dios, como Cristo guardó los mandamientos de su Padre. Comprenderán que no es suficiente asentir a las doctrinas de la verdad, sino que la verdad debe ser aplicada en el corazón y practicada en la vida, a fin de que los seguidores de Cristo puedan ser uno con El, y que los hombres puedan ser tan puros en su esfera como Dios lo es en la suya.

NO SOLAMENTE OIDORES, SINO HACEDORES

En cada generación ha habido hombres que se han titulado hijos de Dios, que diezmaban la menta y el eneldo y el comino, y sin embargo llevaban una vida impía, porque pasaban por alto las cosas más importantes de la Ley, la misericordia, la justicia, y el amor de Dios.

Muchos se hallan hoy en un engaño similar; porque mientras aparentan una gran santidad, no son hacedores de la Palabra de Dios. ¿Qué puede hacerse para abrir los ojos de estas almas que se engañan a sí mismas, excepto establecer delante de ellas un ejemplo de piedad verdadera, y nosotros mismos ser no solamente oidores sino hacedores de los mandamientos del Señor, reflejando así en su camino la luz de un carácter puro?  (Elena White)

 

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FE Y OBRAS–parte 47-

“SIN FE ES IMPOSIBLE AGRADAR A DIOS”(Heb.11:6)-“LA FE SIN OBRAS ES MUERTA” (Sant.2:20)

ACEPTADOS EN CRISTO

UNA VERDAD DIFICIL DE ENTENDER

Al contemplar al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo, hallamos paz de Cristo; porque el perdón está escrito junto a su nombre, y el acepta la Palabra de Dios:

“Vosotros estáis completos en El” (Col.2:10)

¡Cuán difícil es para la humanidad, por largo tiempo acostumbrada a acariciar dudas, entender esta gran verdad! Pero ¡qué paz trae al alma, que energía vital! Al mirarnos a nosotros mismos en busca de justicia por medio de la cual hallar aceptación ante Dios, miramos en la dirección equivocada,

“por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Rom.3:23)

Debemos mirar a Jesús; porque

“nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen…” (2 Cor.3:18)

Al comparecer delante de la quebrantada Ley de Dios, el pecador no puede purificarse a sí mismo; pero, creyendo en Cristo, es el objeto de su amor infinito y es revestido de inmaculada justicia.  En favor de los que creen en Cristo, Jesús oró:

“Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad…para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mi, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno” (Juan 17:17-22). “Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste.  Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos” (vers, 25,26).

¿Quién puede comprender la naturaleza de esa justicia que restaura al pecador creyente, presentándolo ante Dios sin mancha ni arruga ni cosa semejante? Tenemos a Dios la palabra empeñada de que Cristo nos ha sido hecho justificación, santificación y redención.  Dios nos conceda que podamos confiar en su palabra con confianza implícita, y disfrutemos su más rica bendición.

“Pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios” (Juan 16:27)

 

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FE Y OBRAS–parte 46-

“SIN FE ES IMPOSIBLE AGRADAR A DIOS”(Heb.11:6)-“LA FE SIN OBRAS ES MUERTA” (Sant.2:20)

ACEPTADOS EN CRISTO

ESTO ES JUSTIFICACIÓN

Es la justicia de Cristo lo que hace que el pecador penitente sea aceptable ante Dios y lo que obra su justificación. No importa cuán pecaminosa haya sido su vida, si cree en Jesús como su Salvador personal, comparece delante de Dios con las vestiduras inmaculadas de la justicia imputada de Cristo.

El pecador que tan recientemente estaba muerto en transgresiones y pecados es vivificado por la fe en Cristo.  Ve, mediante la fe, que Jesús es su Salvador, y, vivo por los siglos de los siglos, puede salvar “perpetuamente a (todos) los que se acercan a Dios”.  En la expiación realizada en su favor el pecador ve tal anchura, longitud, altura y profundidad –ve plenitud de salvación, comprada a un costo tan infinito- que su alma se llena de loor y gratitud. 

Ve como en un espejo la gloria del Señor y es transformado en la misma imagen como por el Espíritu del Señor. Ve el manto de justicia de Cristo, tejido en el telar del cielo, forjado por su obediencia e imputado al alma arrepentida mediante la fe en su nombre. Tenemos un Salvador viviente. No se halla en el sepulcro nuevo de José, resucitó y ascendió al cielo como Sustituto y Garante de cada alma creyente.

“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz  para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Rom.5:1)

El pecador es justificado por los méritos de Jesús, y ésto es el reconocimiento de Dios de la perfección del rescate pagado a favor del hombre.  El hecho de que Cristo fue obediente hasta la muerte, y muerte de cruz, es prenda de aceptación del pecador arrepentido por parte del Padre.  Entonces, ¿nos permitiremos tener una experiencia vacilante de dudar y creer, creer y dudar? Jesús es la prenda de nuestra aceptación por parte de Dios.

Tenemos el favor de Dios, no porque haya mérito alguno en nosotros, sino por nuestra fe en “el Señor, nuestra justicia”.

Jesús está en el Lugar Santísimo, para comparecer por nosotros ante la presencia de Dios.  Allí, no cesa de presentar a su pueblo momento tras momento, como completo en El. Pero, por estar así representados delante del Padre, no hemos de imaginar que podemos abusar de su misericordia y volvernos descuidados, indiferentes y licenciosos. Cristo no es el ministro del pecado. Estamos completos en El, aceptados en el Amado, únicamente si permanecemos en El por fe.

Nunca podemos alcanzar la perfección por medio de nuestras propias obras buenas. El alma que contempla a Jesús mediante la fe, repudia su propia justicia.  Se ve a sí misma incompleta, y considera su arrepentimiento como insuficiente, débil su fe más vigorosa, magro su sacrificio más costoso; y se abate con humildad al pie de la cruz.  Pero una voz le habla desde los oráculos de la Palabra de Dios.

“Vosotros estáis completos en El”. Ahora toda está en paz en su alma.  Ya no tiene que luchar más para encontrar algún mérito en sí mismo, algún acto meritorio por medio del cual ganar el favor de Dios.     (Elena White)

 

 

 

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FE Y OBRAS–parte 45-

“SIN FE ES IMPOSIBLE AGRADAR A DIOS”(Heb.11:6)-“LA FE SIN OBRAS ES MUERTA” (Sant.2:20)

ACEPTADOS EN CRISTO

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en El cree, no se pierda, más tenga vida eterna” (Juan 3:16)

Este mensaje es para el mundo, pues “todo aquel” significa que cualquiera y todos los que cumplan con la condición pueden compartir la bendición.  Todos los que contemplen a Jesús, creyendo en El como su Salvador personal, no se perderán, más tendrán vida eterna. Se ha hecho completa provisión para que nosotros podamos tener el galardón eterno.

Cristo es nuestro sacrificio, nuestro sustituto, nuestro garante, nuestro divino intercesor; El nos ha sido hecho justificación, santificación y redención.

Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios” (Heb.9:24)

La intercesión de Cristo en nuestro favor consiste en presentar sus méritos divinos en ofrenda de sí mismo al Padre como nuestro sustituto y garante; porque El ascendió al cielo para hacer expiación por nuestras transgresiones. 

“..Si alguno hubiere pecado, abogado tenemos con el Padre, a Jesucristo el justo. Y El es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” (1 Juan 2: 1,2). “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” (1 Juan 4:10) “..Puede también salvar perpetuamente a los que por El se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (Heb.7:25).

Por esto pasajes resulta evidente que no es la voluntad de Dios que seamos cavilosos y torturemos nuestra alma con el temor de que Dios no nos aceptará porque somos pecadores e indignos. 

“Acercaos a Dios, y El se acercará a vosotros” (Sant.4:8)

Presenta tu caso delante de El, invocando los méritos de la sangre derramada por ti en la cruz del Calvario. Jesús vino al mundo para salvar pecadores.

“..La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7). “Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (vers.9). 

No hay en mi mérito o bondad por la cual pueda reclamar la salvación, pero presento delante de Dios la sangre totalmente expiatoria del inmaculado Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.  Este es mi único ruego.  El nombre de Jesús me da acceso al Padre.  Su oído, su corazón, están abiertos a mi súplica más débil, y El suple mis necesidades más profundas.  (Elena White)

 

 

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FE Y OBRAS–parte 44-

“SIN FE ES IMPOSIBLE AGRADAR A DIOS”(Heb.11:6)-“LA FE SIN OBRAS ES MUERTA” (Sant.2:20)

ESTO ES JUSTIFICACIÓN POR LA FE

Cuando el pecador penitente, contrito delante de Dios, comprende el sacrificio de Cristo en su favor y acepta este sacrificio como su única esperanza en esta vida y en la vida futura, sus pecados son perdonados.  Esto es justificación por la fe. Cada alma creyente debe conformar enteramente su voluntad a la voluntad de Dios y mantenerse en un estado de arrepentimiento y contrición, ejerciendo fe en los méritos expiatorios del Redentor y avanzando de fortaleza en fortaleza, de gloria en gloria.

El perdón y la justificación son una y la misma cosa.  Mediante la fe, el creyente pasa de la posición de un rebelde, un hijo del pecado y de Satanás, a la posición de un leal súbdito de Jesucristo, no en virtud de una bondad inherente, sino porque Cristo lo recibe como hijo suyo por adopción. El pecador recibe el perdón de sus pecados, porque estos pecados son cargados por su Sustituto y Garante. 

El Señor le dice a su Padre celestial: “Este es mi hijo.  Suspendo la sentencia de condenación de muerte que pesa sobre él, dándole mi póliza de seguro de vida- vida eterna- en virtud de que yo he tomado su lugar y he sufrido por sus pecados.  Ciertamente, él es mi hijo amado”.  De esa manera el hombre, perdonado y cubierto con las hermosas vestiduras de la justicia de Cristo, comparece sin tacha delante de Dios.

El pecador puede errar, pero no es desechado sin misericordia.  Su única esperanza, sin embargo, es el arrepentimiento para con Dios y la fe en el Señor Jesucristo.  Es prerrogativa del Padre perdonar nuestras transgresiones y nuestros pecados, porque Cristo ha tomado sobre si nuestra culpa y ha suspendido la sentencia que pendía sobre nosotros, imputándonos su propia justicia.  Su sacrificio satisface plenamente los requerimientos de justicia.

La justificación es lo opuesto a la condenación.  La ilimitada misericordia de Dios se ejerce sobre los que son totalmente indignos.  El perdona transgresiones y pecados por amor a Jesús, quien se ha convertido en la propiciación por nuestros pecados.  Mediante la fe en Cristo, el transgresor culpable entra en el favor de Dios y en la firme esperanza de la vida eterna.

 

 

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FE Y OBRAS–parte 43-

“SIN FE ES IMPOSIBLE AGRADAR A DIOS”(Heb.11:6)-“LA FE SIN OBRAS ES MUERTA” (Sant.2:20)

LA EXPERIENCIA DE LA JUSTIFICACIÓN POR LA FE ES DELINEADA

CRISTO. EL CAMINO DE LA VIDA

LA FE, CONDICIÓN DE LA PROMESA

Sin la gracia de Cristo, el pecador está en una condición desvalida.  No puede hacerse nada por él, pero mediante la gracia divina se imparte al hombre poder sobrenatural que obra en la mente, el corazón y el carácter. Mediante la comunicación de la gracia de Cristo, el pecado es discernido en su aborrecible naturaleza y finalmente expulsado del templo del alma.

Mediante la gracia, somos puestos en comunión con Cristo para estar asociados con El en la obra de salvación. La fe es la condición por la cual Dios ha visto conveniente prometer perdón a los pecadores; no porque haya virtud alguna en la fe que haga merecer la salvación, sino porque la fe puede aferrarse a los méritos de Cristo, el remedio provisto para el pecado. 

La fe puede presentar la perfecta obediencia de Cristo en lugar de la transgresión y la apostasía del pecador. Cuando el pecador cree que Cristo es su Salvador personal, entonces, de acuerdo con la promesa infalible de Jesús, Dios le perdona su pecado y lo justifica gratuitamente.  El alma arrepentida comprende que su justificación viene de Cristo que, como su Sustituto y Garante, ha muerto por ella, y es su expiación y justificación.

”Creyó Abrahán a Dios, y le fue contado por justicia.  Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; más al que no obra, sino cree en Aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia” (Rom.4:3-5).

La justicia es obediencia a la Ley. La Ley demanda justicia, y ante la Ley, el pecador debe ser justo.  Pero es incapaz de serlo.  La única forma en que puede obtener la justicia es mediante la fe.  Por fe puede presentar a Dios los méritos  de Cristo, y el Señor coloca la obediencia de su Hijo en la cuenta del pecador.  La justicia de Cristo es aceptada en lugar del fracaso del hombre, y Dios recibe, perdona y justifica al alma creyente y arrepentida, la trata como si fuera justa, y la ama como ama a su Hijo.  De esta manera, la fe contada como justicia y el alma perdonada avanza de gracia en gracia, de la luz a una luz mayor.  Puede decir con regocijo;

“No por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna” (Timoteo 3:5-7).

También está escrito:

”Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, le dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Juan 1:12, 13). 

Jesús declaró:

“El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3). “El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3:5). 

No se coloca delante de nosotros una norma baja, pues hemos de llegar a ser los hijos de Dios.  Hemos de ser salvados individualmente y, en el día del examen y de la prueba, podremos ver la diferencia entre el que sirve a Dios y el que no le sirve.  Somos salvados como creyentes individuales en el Señor Jesucristo. Muchos se extravían porque piensan que deben trepar hasta el cielo, que deben hacer algo para merecer el favor de Dios.

Procuran mejorar mediante sus propios esfuerzos, sin ayuda.  Esto nunca lo pueden realizar. Cristo ha abierto el camino al morir como nuestro sacrificio, al vivir como nuestro ejemplo, al llegar a ser nuestro gran Sumo Sacerdote. El declara:

“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida”  (Juan 14:6)

Si mediante algún esfuerzo propio pudiéramos avanzar un paso hacia la escalera, las palabras de Cristo no serian verdaderas.  Pero cuando aceptamos a Cristo, aparecerán las buenas obras como fructífera evidencia de que estamos en el camino de la vida, de que Cristo es nuestro camino y de que estamos recorriendo el verdadero sendero que conduce al cielo.

Cristo mira el espíritu, y cuando nos ve llevando nuestra carga con fe, su perfecta santidad hace expiación de nuestras faltas. Cuando hacemos lo mejor que podemos, El llega a ser nuestra justicia.  Se necesita de cada rayo de luz que Dios nos envía, para convertirnos en la luz del mundo.   (Elena White)

 

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FE Y OBRAS–parte 42-

“SIN FE ES IMPOSIBLE AGRADAR A DIOS”(Heb.11:6)-“LA FE SIN OBRAS ES MUERTA” (Sant.2:20)

LA EXPERIENCIA DE LA JUSTIFICACIÓN POR LA FE ES DELINEADA

CRISTO, EL CAMINO DE LA VIDA

“Jesús vino a Galilea predicando el Evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el Evangelio” (Mar.1:14,15).

El arrepentimiento está relacionado con la fe, y no es presentado con insistencia en el Evangelio como esencial para la salvación. Pablo predicó el arrepentimiento. Dijo:

Nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas, testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe de nuestro Señor Jesucristo” (Hech.20:20,21).

No hay salvación sin arrepentimiento.  Ningún pecador impenitente puede creer con su corazón para justicia.  El arrepentimiento es descrito por Pablo como un piadoso dolor por el pecado. Este arrepentimiento no tiene en sí ningún mérito por naturaleza, sino que prepara al corazón para la aceptación de Cristo como el único Salvador, la única esperanza del pecador perdido.

Cuando el pecador contempla la Ley, le resulta clara su culpabilidad, y queda expuesta ante su conciencia, y es condenado. Su único consuelo y esperanza se encuentran en acudir a la cruz del Calvario.  Al confiar en las promesas, aceptando lo que dice Dios, recibe alivio y paz en su alma. Su fe se aferra a Cristo, y es justificado delante de Dios.

Pero al paso que Dios  puede ser justo y sin embargo justificar al pecador por los méritos de Cristo, nadie puede cubrir su alma con el manto de justicia de Cristo mientras practique pecados conocidos, o descuide deberes conocidos.  Dios requiere la entrega completa del corazón antes de que pueda efectuarse la justificación, debe haber una obediencia continua mediante una fe activa y viviente que obre por el amor y purifique el alma.

Santiago escribe de Abrahán y dice:

“¿No fue justificado por las obras Abrahán nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras?

Y se cumplió la Escritura que dice:

Abrahán  creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios.  Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe” (Sant.2:21-24).

A fin de que el hombre sea justificado por la fe, la fe debe alcanzar un punto donde domine los afectos e impulsos del corazón; y mediante la obediencia, la fe misma es hecha perfecta.  (Elena White)

 

 

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