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Archive for the ‘1.00-CRISTO EN SU SANTUARIO.’ Category

CRISTO EN SU SANTUARIO-parte 21-

NUESTRO SUMO SACERDOTE

EL SANTUARIO Y EL SÁBADO-parte 2-

En el corazón mismo del Decálogo se encuentra el cuarto mandamiento, tal cual fue proclamado originalmente: “Acuérdate del día de reposo para santificarlo.  Seis días trabajarás y harás toda tu obra; más el séptimo es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en el obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó.” (Éxodo 20: 8-11)

El Espíritu de Dios obró en los corazones de esos cristianos que estudiaban su Palabra, y quedaron convencidos de que, sin saberlo, habían transgredido este precepto al despreciar el día de descanso del Creador. Empezaron a examinar las razones por las cuales se guardaba el primer día de la semana en lugar del día que Dios había santificado.  No pudieron encontrar en las Sagradas Escrituras prueba alguna de que el cuarto mandamiento hubiese sido cambiado; la bendición que desde un principio santificaba el séptimo día no había sido nunca revocada. Habían procurado honradamente conocer y hacer la voluntad de Dios; al reconocerse transgresores de la ley divina, sus corazones se llenaron de pena y para manifestar su lealtad a Dios guardaron su santo sábado.

Se hizo cuanto se pudo por conmover su fe.  Nadie podía dejar de ver que si el santuario terrenal era una figura o modelo del celestial, la Ley depositada en el arca en la tierra era exacto trasunto de la Ley encerrada en el arca del cielo; y que aceptar la verdad relativa al Santuario Celestial incluía el reconocimiento de las exigencias de la Ley de Dios y la obligación de guardar el sábado del cuarto mandamiento.  En esto estribaba el secreto de la oposición violenta y resuelta que se le hizo a la exposición armoniosa de las Escrituras que revelaban el servicio desempeñado por Cristo en el Santuario Celestial.

-Continúa en parte 22-

 

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CRISTO EN SU SANTUARIO-parte 20-

NUESTRO SUMO SACERDOTE

EL SANTUARIO Y EL SÁBADO-parte 1-

“Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo” (Apoc.11:19). El arca del pacto de Dios está en el Lugar Santísimo, en el segundo departamento del santuario.  En el servicio del tabernáculo terrenal, que servía “de mera representación y sombra de las cosas celestiales”, este departamento sólo se abría en el gran día de la expiación para la purificación del santuario.  Los que por fe siguieron a su gran Sumo Sacerdote cuando dio principio a su ministerio en el Lugar Santísimo, contemplaron el arca de su pacto.  Al estudiar el asunto del santuario, se llega a entender que se ha realizado un cambio en el ministerio del Salvador, y ven que está oficiando entonces como intercesor ante el arca de Dios, y que ofrece  su sangre en favor de los pecadores.

El arca que estaba en el tabernáculo terrenal contenía las dos tablas de piedra, en las que estaban inscriptos los preceptos de la Ley de Dios.  El arca era sólo un receptáculo de las tablas de la Ley, y era esa Ley divina la que daba valor y carácter sagrado a aquélla. Cuando se abrió el templo de Dios en el cielo, se vio el arca del pacto. En el Lugar Santísimo, en el Santuario Celestial, se encuentra consagrada y entronizada la Ley divina, la Ley promulgada por el mismo Dios entre truenos en el Sinaí y escrita con su propio dedo en las tablas de piedra.

La Ley de Dios que se encuentra en el Santuario Celestial es el gran original del cual eran copia exacta los preceptos grabados en las tablas de piedra y consignados por Moisés en el Pentateuco. Los que llegaron a comprender este punto importante fueron inducidos a reconocer el carácter sagrado e invariable de la ley divina.  Comprendieron mejor que nunca la fuerza de las palabras del Salvador:

“Hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley…” (Mateo 5:18).  Como la Ley de Dios es una revelación de su voluntad, un trasunto de su carácter, debe permanecer para siempre “como testigo fiel en el cielo”.  Ni un mandamiento ha sido anulado, ni un punto ni una tilde han sido cambiados.  Dice el salmista: “Para siempre, oh Jehová, permanece tu palabra en los cielos” “Fieles son todos tus mandamientos…Afirmados eternamente y para siempre…” (Salmo 119: 89; 111: 7, 8).

En el corazón mismo del Decálogo se encuentra el cuarto mandamiento, tal cual fue proclamado originalmente:

“Acuérdate del día de reposo para santificarlo.  Seis días trabajarás y harás toda tu obra; más el séptimo es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en el obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó.” (Éxodo 20: 8-11)

-Continúa en parte 21-

 

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CRISTO EN SU SANTUARIO-parte 19-

NUESTRO SUMO SACERDOTE

SE ABRE OTRA PUERTA

“Estas cosas dice el que es Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra  y ninguno abre:  Yo conozco tus obras: he aquí he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar…” (Apocalipsis 3:7, 8).

Los que por fe siguen a Jesús en su gran obra de expiación, reciben los beneficios de su acción mediadora, mientras que los que rechazan la luz que pone en evidencia este ministerio, no reciben beneficio alguno. Los judíos que rechazaron la luz concedida en ocasión del primer advenimiento de Cristo, y se negaron a creer en El como Salvador del mundo, no podían ser perdonados por su intermedio. Cuando después de la ascensión Jesús entró por medio de su propia sangre en el Santuario Celestial para derramar sobre sus discípulos las bendiciones de su mediación, los judíos quedaron en completa oscuridad y siguieron presentando sacrificios y ofrendas inútiles. Había cesado el ministerio de los símbolos y sombras. 

La puerta por la cual los hombres habían encontrado antes acceso a Dios, ya no estaba abierta.  Los judíos se habían negado a buscarlo de la sola manera como podía ser encontrado entonces: por el sacerdocio en el Santuario del Cielo.  No tenían, por consiguiente, comunión con Dios. La puerta estaba cerrada para ellos. No conocían a Cristo como el verdadero sacrificio y el único Mediador ante Dios; de ahí que no pudieran recibir los beneficios de su mediación.

La condición de los judíos ilustra el estado de los indiferentes e incrédulos entre los profesos cristianos que desconocen voluntariamente la obra de nuestro misericordioso Sumo Sacerdote.  En el servicio típico, cuando el sumo sacerdote entraba en el lugar santísimo, todos los hijos de Israel debían reunirse cerca del santuario y humillar sus almas del modo más solemne ante Dios, a fin de recibir el perdón de sus pecados y no ser separados de la congregación. ¡Cuánto más esencial es que en nuestra época, de la cual el día de la expiación es un símbolo, comprendamos la obra de nuestro Sumo Sacerdote, y sepamos que deberes nos incumben!

EL RESULTADO DE RECHAZAR EL MENSAJE

Los hombres no pueden rechazar impunemente los avisos que Dios, en su misericordia, les envía.  Un mensaje fue enviado del cielo al mundo en tiempos de Noé, y la salvación de los hombres dependía de la manera como ellos aceptaban ese mensaje.  Por el hecho de que la raza humana, pecadora, había rechazado la amonestación, el Espíritu de Dios se retiró de ella y pereció en las aguas del diluvio.  En los días de Abrahán la misericordia dejó de alegar con los culpables de Sodoma, y todos, excepto Lot con su mujer y sus dos hijas, fueron consumidos por el fuego que descendió del cielo. 

Otro tanto sucedió en los días de Cristo. El Hijo de Dios declaró a los judíos incrédulos de aquella generación: “He aquí que vuestra casa os es dejada desierta” (Mateo 23:38). Al considerar los últimos días, el mismo Poder Infinito declara respecto de los que “no recibieron el amor de la verdad para ser salvos”: “Por ésto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira; a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia” (2 Tes.2:10-12). A medida que se rechazan las enseñanzas de su Palabra, Dios retira su Espíritu y deja a los hombres en brazos del engaño que tanto les gusta.

Pero Cristo intercede aún por el hombre, y se otorgará luz a los que la buscan.

-Continúa en parte 20-

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CRISTO EN SU SANTUARIO-parte 18-

EL GLORIOSO TEMPLO DE DIOS

LA PURIFICACION DEL SANTUARIO CELESTIAL

Este ministerio siguió efectuándose durante 18 siglos en el primer departamento del santuario. La sangre de Cristo, ofrecida en beneficio de los creyentes arrepentidos, les aseguraba perdón y aceptación cerca del Padre.  No obstante, sus pecados  permanecían registrados en los libros del cielo. Como en el ritual simbólico había una obra de expiación al fin del año, así también, antes que se complete la obra de Cristo para la redención de los hombres, queda por hacer una obra de expiación para eliminar el pecado del Santuario Celestial. Entonces, así como lo había anunciado Daniel el profeta, nuestro Sumo Sacerdote entró en el Lugar Santísimo para cumplir la última parte de su solemne obra: la purificación del Santuario Celestial.

Así como en la antigüedad los pecados del pueblo eran puestos por fe sobre la víctima ofrecida, y por medio de la sangre de ésta se transferían figurativamente al santuario terrenal, así también, en el nuevo pacto, los pecados de los que se arrepienten son puestos por fe sobre Cristo, y transferidos, de hecho, al Santuario Celestial.  Y así como la purificación simbólica de lo terrenal se efectuaba eliminando los pecados con los cuales había sido contaminado, así también la purificación real de lo celestial debe efectuarse eliminando o borrando los pecados registrados en el cielo. Pero antes que ésto pueda cumplirse deben examinarse los registros para determinar quiénes son los que, por su arrepentimiento del pecado y su fe en Cristo, tienen derecho a los beneficios de la expiación llevada a cabo por El.  La purificación del santuario implica, por lo tanto, una obra de investigación, una obra de juicio. Esta obra debe realizarse antes que venga Cristo para redimir a su pueblo, pues cuando venga, traerá con El su galardón, para otorgar la recompensa a cada uno según haya sido su obra. (Apocalipsis 22:12).

Mientras el holocausto señalaba a Cristo como sacrificio, y el sumo sacerdote representaba a Cristo como Mediador, el macho cabrío simbolizaba a Satanás, autor del pecado, sobre quien eran colocados finalmente los pecados de los verdaderamente arrepentidos. Cuando el sumo sacerdote, en virtud de la sangre del holocausto, eliminaba los pecados del santuario, los ponía sobre la cabeza del macho cabrío destinado a Azazel.  Cuando Cristo, en virtud de su propia sangre, elimine del Santuario Celestial los pecados de su pueblo al fin de su ministerio, los pondrá sobre Satanás, el cual en la consumación del juicio debe cargar con la pena final.  Se llevaba lejos el macho cabrío, a un lugar desierto, para que no volviera jamás a la congregación de Israel.  Así también Satanás será desterrado para siempre de la presencia de Dios y su pueblo, y será aniquilado en la destrucción final del pecado y los pecadores.  (El Gran Conflicto, págs.461-475).

PREGUNTAS PARA MEDITAR

1.        ¿En qué consiste la purificación del Santuario Celestial?  ¿Por qué debe efectuarse antes de la segunda venida de Cristo?

2.       Note el paralelismo que existe entre los servicios del santuario del Antiguo Testamento y los del santuario del Cielo.

3.       ¿Por qué medios los pecados del pecador arrepentido son transferidos al Santuario Celestial?

4.       ¿De qué manera se purifica el Santuario Celestial del registro de los pecados?

 NUESTRO SUMO SACERDOTE

-Continúa en parte 19-

 

 

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CRISTO EN SU SANTUARIO-parte 17-

EL EVANGELIO EN LOS SÍMBOLOS Y LA REALIDAD-parte 4-

NUESTRO SUMO SACERDOTE Y ABOGADO

“Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios; y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena.  De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado” (Heb.9:24-26). “Pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios“ (Heb.10:12). 

Cristo entró una sola vez en el lugar santo para obtener por nosotros eterna redención. “Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos”(Heb.7:25).  Se calificó a sí mismo para ser no solamente representante del hombre, sino también su abogado, de modo que toda alma, si así lo desea, puede decir: “Tengo un Amigo en las cortes celestiales, un Sumo Sacerdote que se compadece de mis flaquezas”. (Review and Herald).

El santuario que está en el cielo es el mismo centro de la obra de Cristo a favor del hombre. Concierne a toda alma viviente sobre la tierra.  Abre ante la vista el plan de redención, proyectándonos hasta el mismo fin del tiempo, y revelando el resultado triunfal del conflicto entre la justicia y el pecado.  Es de la mayor importancia que todos investiguen cuidadosamente estos temas, y estén capacitados para dar respuesta a todos lo que demanden razón de la esperanza que hay en ellos (Review and Herald).

PREGUNTAS PARA MEDITAR

1.       ¿De qué manera singular fue construido el templo de Salomón?

2.       ¿En qué sentido era un emblema el templo?

3.       ¿De qué manera mostró Dios su aprobación por el templo cuando éste fue terminado?

4.       ¿Quién era el fundamento de todo el sistema judaico?

5.       Cuando los judíos despojaron de vida espiritual sus ceremonias. ¿Qué hicieron?

6.       ¿Cuándo y cómo perdió el templo el significado y su santidad?

7.       ¿A quién fueron dirigidos entonces los ojos de los hombres como un ministerio significativo para su salvación?

8.       Jesús es a la vez el representante y el abogado del hombre. ¿Cuál es la diferencia entre estas dos funciones?

 

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CRISTO EN SU SANTUARIO-parte 16-

EL EVANGELIO EN LOS SÍMBOLOS Y LA REALIDAD-parte 3-

EL SERVICIO DEL TEMPLO PERDIO SU SIGNIFICADO-parte 2-

“En tres días lo levantaré”. A la muerte del Salvador, potencias de las tinieblas parecieron prevalecer, y se regocijaron por su victoria.  Pero del sepulcro abierto de José, Jesús salió vencedor.  “Despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz” (Colosenses 2:15). En virtud de su muerte y resurrección, pasó a ser “ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor y no el hombre” (Heb.8:2). Los hombres habían construido el tabernáculo, y luego el templo de los judíos; pero el santuario celestial, del cual el terrenal era una figura, no fue construido por arquitecto humano. “He aquí el varón cuyo nombre es el Renuevo, el cual brotará de sus raíces edificará el templo de Jehová.  El edificará el templo de Jehová y el llevará gloria, y se sentará y dominará en su trono, y habrá sacerdote a su lado…” (Zac.6:12, 13).

LOS OJOS SE VUELVEN HACIA EL VERDADERO SACRIFICIO

La ceremonia de los sacrificios que había señalado a Cristo pasó; pero los ojos de los hombres fueron dirigidos al verdadero sacrificio por los pecados del mundo.  Cesó el sacerdocio terrenal, pero miramos “a Jesús, Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel”. “Aún no se había manifestado el camino al Lugar Santísimo, entre tanto que la primera parte del tabernáculo estuviese en pie… Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos…sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo habiendo obtenido eterna redención” (Heb.12:24; 9:8-12).

“Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (Heb.7:25). Aunque el ministerio se trasladaría del templo terrenal al celestial, aunque el santuario y nuestro gran Sumo Sacerdote fueran invisibles para los ojos humanos, los discípulos no habían de sufrir pérdida por ellos.  No sufrirían interrupción en su comunión, ni disminución de poder por causa de la ausencia del Salvador. Mientras Jesús ministra en el santuario celestial, es siempre por medio de su Espíritu el ministro de la iglesia en la tierra.

NUESTRO SUMO SACERDOTE Y ABOGADO

-Continúa en parte 17-

 

 

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CRISTO EN SU SANTUARIO-parte 15-

EL EVANGELIO EN LOS SÍMBOLOS Y LA REALIDAD-parte 2-

DIOS MANIFIESTA SU ACEPTACION

El coro sagrado elevó sus voces en alabanza a Dios, y la melodía de sus cantos fue acompañada por toda clase de instrumentos musicales.  Y mientras en los atrios del templo resonaba la alabanza, la nube de la gloria de Dios tomó posesión de la casa, como anteriormente había llenado el tabernáculo del desierto. “Y cuando los sacerdotes salieron del santuario, la nube llenó la casa de Jehová. Y los sacerdotes no pudieron permanecer para ministrar por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Jehová” (1 Reyes 8:10, 11).

Así como el santuario terrenal edificado por Moisés de acuerdo con el modelo que se le mostró en el monte, el templo de Salomón, con todos sus servicios, era un “símbolo para el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y sacrificios”, sus dos compartimientos sagrados eran “figura y sombra de las cosas celestiales”; Cristo, nuestro gran Sumo Sacerdote es un “ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre” (Heb.8:2)  (Review and Herald).

Todo el sistema de los tipos y símbolos era una profecía resumida del Evangelio, un medio por el cual se presentaban las promesas de la redención (Los Hechos de los Apóstoles-pág.13).

SE PERDIO DE VISTA LA REALIDAD

El Señor Jesús era el fundamento de todo el sistema judaico. Su imponente ritual era divinamente ordenado.  El propósito de él era enseñar a la gente que en el tiempo prefijado vendría Aquel a quien señalaban esas ceremonias (Palabras de Vida del Gran Maestro-pág. 17).

Al apartarse de Dios, los judíos perdieron de vista mucho de los que enseñaba el ritual. Este ritual había sido instituido por Cristo mismo. En todos sus aspectos, era un símbolo de El; y había estado lleno de vitalidad y hermosura espiritual.  Pero los judíos perdieron la vida espiritual de sus ceremonias, y se aferraron a las formas muertas. Confiaban en los sacrificios y los ritos mismos, en vez de confiar en Aquel a quien éstos señalaban. A fin de reemplazar lo que habían perdido, los sacerdotes y rabinos multiplicaron los requerimientos de su invención; y cuanto más rígidos se volvían, tanto menos del amor de Dios manifestaban (El Deseado de Todas las Gentes-pág.21).

EL SERVICIO DEL TEMPLO PERDIO SU SIGNIFICADO-parte 1-

Cristo era el fundamento y la vida del templo. Sus servicios eran típicos del sacrificio del Hijo de Dios. El sacerdocio había sido establecido para representar el carácter y la obra mediadora de Cristo. Todo el plan del culto de los sacrificios era una predicción de la muerte del Salvador para redimir al mundo.  No habría eficacia en estas ofrendas cuando el gran suceso al cual señalaran durante siglos fuese consumado.

Puesto que toda la economía ritual simbolizaba a Cristo, no tenía valor sin El.  Cuando los judíos sellaron su decisión de rechazar a Cristo entregándolo a la muerte, rechazaron todo lo que daba significado al templo y sus ceremonias.  Su carácter sagrado desapareció.  Quedó condenado a la destrucción.  Desde ese día los sacrificios rituales y las ceremonias relacionadas con ellos dejaron de tener significado.  Como la ofrenda de Caín, no expresaban fe en el Salvador. Al dar muerte a Cristo los judíos destruyeron virtualmente su templo.  Cuando Cristo fue crucificado, el velo interior del templo se rasgó en dos desde arriba hacia abajo, indicando que el gran sacrificio final había sido hecho, y que el sistema de los sacrificios rituales había terminado para siempre.

-Continúa en parte 16-

 

 

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CRISTO EN SU SANTUARIO-parte 14-

EL EVANGELIO EN LOS SÍMBOLOS Y LA REALIDAD-parte 1-

Salomón ejecutó sabiamente el plan de erigir un templo para el Señor, como David lo había deseado durante mucho tiempo.  Durante siete años Jerusalén se vio llena de obreros activamente ocupados en nivelar el sitio escogido, construir grandes paredes de retención, echar amplios cimientos de “piedras grandes, piedras costosas…y piedras labradas” (1 Reyes 5:17), dar forma a las pesadas maderas traídas de los bosques del Líbano y erigir el magnífico santuario.

Simultáneamente con la preparación de la  madera y de las piedras a la cual muchos millares dedicaban sus energías, progresaba constantemente la elaboración de los muebles para el templo, bajo la dirección de Hiram de Tiro, “un hombre hábil y entendido…el cual sabía “trabajar en oro, plata, bronce y hierro, en piedra y en madera, en púrpura y en azul, en lino y en carmesí” (2 Crónicas 2: 13, 14).

EN TODO DE ACUERDO CON EL MODELO

Mientras el edificio se iba levantando silenciosamente en el monte Moria con “piedras que traían ya acabadas, de tal manera que cuando la edificaban, ni martillos ni hachas se oyeron en la casa, ni ningún otro instrumento de hierro” (1 Reyes 6:7), los hermosos adornos se ejecutaban de acuerdo con los modelos confiados por David a su hijo, “todos los utensilios para la casa de Dios” (2 Crónicas 4:19). Estas cosas incluían el altar del incienso, la mesa para los panes de la proposición, el candelero y sus lámparas, así como los vasos e instrumentos relacionados con el ministerio de los sacerdotes en el lugar santo “de oro, de oro finísimo” (vers.21).  Los enseres de bronce: el altar de los holocaustos, la gran cuba sostenida por doce bueyes, la fuentes de menor tamaño, los muchos otros vasos, “los fundió el rey en los llanos del Jordán, en tierra arcillosa, entre Sucot y Seredata” (2 Crónicas 4:17). Estos enseres fueron provistos en abundancia para que no se careciese de ellos.

UN TEMPLO DE ESPLENDOR INIGUALADO

De una belleza insuperable y esplendor sin rival era el palacio que Salomón y quienes le ayudaban erigieron para Dios y su culto.  Adornado de piedras preciosas, rodeado por atrios espaciosos y recintos magníficos, forrado de cedro esculpido y de oro bruñido, el templo, con sus cortinas bordadas y muebles preciosos, era un emblema adecuado de la iglesia viva de Dios en la tierra, que a través de los siglos ha estado formándose de acuerdo con el modelo divino, con materiales comparados al “oro, plata, piedras preciosas…”(1 Corintios 3:12) (Profetas y Reyes, págs. 25, 26).

Así fue construido el más espléndido santuario, de acuerdo con el modelo que se le mostró a Moisés en el monte, y presentado luego por el Señor a David.  Además de los querubines que estaban en la cubierta del arca, Salomón hizo otros dos ángeles de mayor tamaño, situados a ambos extremos del arca, que representaban a los ángeles celestiales que guardan la Ley de Dios.  Es imposible describir la belleza y el esplendor de ese santuario.  Dentro de este lugar, con solemne reverencia, fue transportada el arca por los sacerdotes, y se la colocó en su lugar, debajo de las alas de los dos imponentes querubines que estaban de pie en el suelo.

DIOS MANIFIESTA SU ACEPTACION

-Continúa en parte 15-

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CRISTO EN SU SANTUARIO-parte 13-

EL SANTUARIO CELESTIAL EN MINIATURA-parte 11-

EL SERVICIO DEL SANTUARIO-parte 6-

SE LIMPIA EL REGISTRO DE LOS PECADOS

En el gran día del juicio final, los muertos han de ser juzgados “por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras” (Apoc.20:12).  Entonces, en virtud de la sangre expiatoria de Cristo, los pecados de todos los que se hayan arrepentido sinceramente serán borrados de los libros celestiales.  En esta forma el santuario será liberado, o limpiado, de los registros del pecado. En el símbolo, esta gran obra de expiación, o el acto  de borrar los pecados, estaba representada por los servicios del día de la expiación, o sea la purificación del santuario terrenal, que se realizaba en virtud de la sangre de la víctima y por la eliminación de los pecados que lo manchaban.

Así como en la expiación final los pecados de los arrepentidos serán eliminados de los registros celestiales, para no ser ya recordados, en el símbolo terrenal  eran enviados al desierto y separados para siempre de la congregación.

Puesto que Satanás es el originador del pecado, el instigador directo de todos los pecados que causaron la muerte del Hijo de Dios, la justicia exige que Satanás sufra el castigo final. La obra de Cristo a favor de la redención del hombre y la purificación del pecado del universo, será concluida quitando el pecado del santuario celestial y colocándolo sobre Satanás, quien sufrirá el castigo final. Así, en el servicio simbólico, el ciclo anual del ministerio se completaba con la purificación del santuario y la confesión  de los pecados sobre la cabeza del macho cabrío símbolo de Azazel.

De este modo, en el servicio del tabernáculo, y en el del templo que posteriormente ocupó su lugar, se enseñaban diariamente al pueblo las grandes verdades relativas a la muerte y al ministerio de Cristo, y una vez al año sus pensamientos eran llevados hacia los acontecimientos finales de la gran controversia entre Cristo y Satanás, y hacia la purificación final del universo, que lo limpiará del pecado de los pecadores  (Patriarcas y Profetas, págs.356-372).

PREGUNTAS PARA MEDITAR

1.       ¿Cuáles fueron los”primeros requisitos” para la preparación del santuario en el desierto?

2.       ¿Cuál fue la base del plan para la edificación del santuario? ¿Cómo se obtuvo?

3.       ¿Qué significado tenía la difusión de la fragancia del incienso en el santuario y sus alrededores?

4.       ¿Qué nombre se daba a la manifestación de la Presencia divina, y dónde se producía?

5.       El asiento de la ley y la misericordia estaban en el lugar santísimo. ¿Por qué?

6.       ¿Por qué el pectoral era la más sagrada de las vestiduras sacerdotales?

7.       ¿Qué tres cosas debía inspirar en los espectadores la indumentaria y la conducta de los sacerdotes

8.       ¿Por qué las instrucciones con respecto a cada parte del servicio del santuario eran tan explícitas?

9.       ¿Qué doble significado tenía el requerimiento de que el animal para el sacrificio fuera “sin defecto”?

10.   La ofrenda de incienso y sangre era simultánea. ¿Por qué debía ser así?

11.   ¿En qué dos formas se transfería el pecado del penitente al santuario?

12.   ¿Cuándo y cómo se limpiaba el santuario del pecado del pueblo?

13.   ¿Qué objetos vio Juan cuando se le mostró en visión el primero y el segundo compartimiento del santuario celestial? ¿Cuál es la gloria y la grandeza del templo celestial?

14.   ¿Cuáles eran los servicios diarios y anuales del santuario y como se conectaban entre sí? Aplíquelos al ministerio de Cristo como nuestro Sumo Sacerdote, y a la limpieza del santuario celestial del registro de pecados.

 

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CRISTO EN SU SANTUARIO-parte 12-

EL SANTUARIO CELESTIAL EN MINIATURA-parte 10-

EL SERVICIO DEL SANTUARIO-parte 5-

UNA FIGURA DE LAS COSAS CELESTIALES

Como se ha dicho, el santuario terrenal fue construido por Moisés, conforme al modelo que se le mostró en el monte.  “Es símbolo para el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y sacrificios”. Los dos lugares santos eran “figuras de las cosas celestiales”. Cristo, nuestro gran Sumo Sacerdote, es el “Ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre” (Heb.9:9, 23; 8:2). Cuando en visión se le mostró al apóstol Juan el templo de Dios que está en el cielo, vio que allí “ardían siete lámparas de fuego”. Vio también a un ángel  “con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono” (Apoc.4:5; 8:3). Se le permitió al profeta contemplar el lugar santo del santuario “el altar de oro”, representados por el candelero de oro y el altar del incienso o perfume en el santuario terrenal.

Nuevamente “el templo de Dios fue abierto en el cielo” (Apoc.11:19), y vio el lugar santísimo detrás del velo interior. Allí contempló “el arca del testamento”, representada por el arca sagrada construida por Moisés para guardar la Ley de Dios.

Moisés hizo el santuario terrenal, “conforme al modelo que había visto”. Pablo declara que “el tabernáculo y todos los vasos del ministerio”, después de haber sido hechos, eran “figuras de las cosas  celestiales” (Hech.7:44; Heb.9:21, 23). Y Juan dice que vio el santuario celestial. Aquel santuario, en el cual oficia Jesús en nuestro favor, es el gran original, del cual el santuario construido por Moisés era una copia.

Ningún edificio terrenal podría representar la grandeza y la gloria del templo celestial, la morada del Rey de reyes donde “millares de millares” le sirven y “millones de millones” están delante de El (Dan.7:10), de aquel templo henchido de la gloria del trono eterno, donde los serafines, sus guardianes resplandecientes, se cubren el rostro para adorar al Rey.  Sin embargo, las verdades importantes acerca del santuario celestial y de la gran obra que allí se efectúa a favor de la redención del hombre debían enseñarse mediante el santuario terrenal y sus servicios.

Después de su ascensión, nuestro Salvador iba a principiar su obra como nuestro Sumo Sacerdote. El apóstol Pablo dice: “No entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios” (Heb.9:24).  Como el ministerio de Cristo se dividiría en dos grandes partes, ocuparía cada una un período y tendría un sitio distinto en el santuario celestial, así también el culto simbólico consistía en el servicio diario y el anual, y a cada uno de ellos se dedicaba una sección del tabernáculo.

Como Cristo, después de su ascensión, compareció ante la presencia de Dios para ofrecer su sangre en beneficio de los creyentes arrepentidos, así el sacerdote rociaba en el servicio diario la sangre del sacrificio en el lugar santo a favor de los pecadores.

Aunque la sangre de Cristo debía librar al pecador arrepentido de la condenación de la ley, no había de anular el pecado; éste queda registrado en el santuario hasta la expiación final; así en el símbolo, la sangre de la víctima quitaba el pecado del arrepentido, pero quedaba en el santuario hasta el día de la expiación.

SE LIMPIA EL REGISTRO DE LOS PECADOS

-Continúa en parte 13-

 

 

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