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Archive for the ‘1.00-ESPERANZA PARA EL PLANETA TIERRA-EL FUTURO BRILLANTE DE UNA RAZA CAIDA.’ Category

ESPERANZA PARA EL PLANETA TIERRA – EL FUTURO BRILLANTE DE UNA RAZA CAIDA –parte 35-

COMO SOMOS SALVOS –parte 2-

 Como puede verse, la Ley es un reflejo o copia del carácter de Dios. Por eso cuando pecamos no lo estamos haciendo contra unas tablas de piedra, ¡sino contra Dios mismo! El pecado es más que transigir un código.  Un código no habla, ni siente, ni se ofende.  Es contra Dios que pecamos (Salmo 51:4). Es a Dios a quien ofendemos.

Por ejemplo, cuando empleo irreverentemente el nombre de Dios, no estoy ofendiendo al tercer mandamiento, “No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano”; (Leer Éxodo 20:3-17) estoy ofendiendo a Dios mismo. El mandamiento meramente me revela en forma escrita el carácter sagrado de su nombre.

El pecado causa separación entre Dios y los seres humanos. El profeta Isaías afirmó: “Pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír” (Isaías 59:2).

EL RESULTADO DEL PECADO

La Ley de Dios es exigente y estricta. No admite excusas.  Detesta con minuciosa precisión cada violación de sus principios, por pequeñas que estas sean.  La Ley no puede salvar a ningún ser humano pues su función es detectar el pecado, acusar al culpable y justificar al inocente.

La Ley de Dios es inclemente para con el pecado; por eso el apóstol Pablo nos dice que “la ley produce ira” (Romanos 4:15). No por ésto es mala la Ley. La Ley es buena, el malo es el pecador.  La Ley no es la que debe morir sino el pecador por haber quebrantado sus principios.

La pena por el pecado es la muerte. El apóstol Pablo nos dice, “porque la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23) y Santiago afirma: “El pecado, siendo consumado, da a luz la muerte’ (Santiago 1:15).

Como ya hemos visto, el pecado nos separa de Dios y separados de Dios, estamos condenados a muerte. Como ramas separadas del tronco, los pecadores separados de Dios no pueden vivir.

ES IMPOSIBLE CAMBIARNOS A NOSOTROS MISMOS

Hemos visto que el primer paso en la salvación es reconocer que somos pecadores. Por medio de la Ley, el Espíritu Santo nos revela el pecado y sus consecuencias. Nos revela nuestra gran necesidad de salvación, pero no nos puede salvar.

El siguiente paso es que debemos reconocer que es imposible que nos cambiemos nosotros mismos.  Leamos lo que Dios nos dice por medio del profeta Jeremías: “Aunque te laves con lejía, y amontones jabón sobre ti, la mancha de tu pecado permanecerá aún delante de mí” (Jeremías 2:22) “¿Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus manchas? Así también, ¿podréis vosotros hacer bien, estando habituados a hacer mal”? (Jeremías 13:23).

Por más que nos esforcemos para hacer el bien estamos intentando una imposibilidad. Es como si nos estuviéramos hundiendo en arena movediza: mientras más luchamos, más rápido nos hundimos. La Biblia emplea la lepra como símbolo del pecado. Cuando una persona sospechaba que tenía lepra, debía ir al sacerdote para que la examinara. 

Si el sacerdote declaraba que tenía lepra, el enfermo debía recluirse de la sociedad y esperar una muerte segura. Note que la lepra causaba separación de los seres amados y finalmente conducía a la muerte.  El leproso no podía curarse a sí mismo; sólo un milagro divino podía salvarlo.

La Ley revela nuestra lepra espiritual. Esta lepra también nos separa de Dios y nos lleva finalmente a la muerte.  No podemos curarnos a nosotros mismos del pecado. Nuestra única esperanza de vida está en un milagro divino.

EL ARREPENTIMIENTO Y LA CONFESIÓN  

Continúa en parte 36

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ESPERANZA PARA EL PLANETA TIERRA – EL FUTURO BRILLANTE DE UNA RAZA CAIDA –parte 34-

COMO SOMOS SALVOS –parte 1-

“Más ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”  (Romanos 6:22-23).

RECONOCER NUESTRA CONDICIÓN -parte 1-

El primer paso en la salvación es reconocer que somos pecadores.  El apóstol Pablo describe la condición deplorable de la humanidad; “No hay justo, ni aún uno…Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno…Todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios”… (Romanos 3:10, 12, 23).

Según Job 25:6, los seres humanos son como gusanos.  Desde el momento que nacemos nos extraviamos de Dios pues recibimos de nuestros padres una naturaleza pecaminosa, inclinada hacia el mal.  Por ésto nuestras obras jamás pueden recomendarnos a Dios, porque son malas. De un corazón malo fluyen obras malas.

Lo que nos da conciencia de nuestros pecados es la LEY de DIOS. “Por medio de la ley es el conocimiento del pecado” (Romanos 3:20). Algunos cristianos piensan que la Ley fue abolida en la cruz, pero ésto es imposible pues si no hubiese Ley, no podría existir el pecado. 

Dice el apóstol Pablo: “Donde no hay ley, tampoco hay transgresión” (Romanos 4:15). El mismo apóstol también dice: “Yo no conocí el pecado sino por la ley: porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás” (Romanos 7:7).  El apóstol Juan define categóricamente lo que es el pecado:

“Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley” (1 Juan 3:4).

La Ley no es un código muerto, escrito en tablas de piedra.  La Ley es espiritual (Romanos 7:14) y discierne no solo nuestras malas acciones sino los pensamientos e intenciones de nuestro corazón (Hebreos 4:12-13).  No sólo condena el adulterio como acción sino  como pensamiento. No sólo condena la acción del asesinato sino la ira contra nuestro hermano (Mateo 5:21-22, 27-28).

La Ley es como un espejo (Santiago 1:23).  Cuando nos levantamos por la mañana y nos miramos en el espejo éste nos dice exactamente como nos vemos. Si estamos despeinados y necesitamos lavarnos la cara, el espejo nos lo dice. No miente ni esconde nuestros defectos. Así es la Ley de Dios. Siendo “santa, justa y buena”, reprende todo lo que no está en armonía con sus principios.

La Ley es un reflejo de quien es Dios. Por eso la Biblia describe la Ley y el carácter de Dios con terminología similar.

Veamos los siguientes textos que muestran la correspondencia entre Dios y la Ley:

DIOS

Dios es Espíritu (Juan 4:24). 

Dios es amor (1 Juan 4:8).

Dios es verdad (Salmo 31:5, Isaías 65:16; Juan 14:6).

Dios es justo (Salmo 145:17; 1 Corintios 1:30).

Dios es santo (Levítico 11:44; Isaías 6:3).   

Dios es perfecto (Mateo 5:48).

Dios es eterno (Habacuc 1:12; Génesis 21:33).

Dios es puro (1 Juan 3:3).

Dios no cambia (Malaquías 3:6; Santiago 1:17).

LEY

La Ley es espiritual (Romanos 7:14).

La Ley es amor (Mateo 22:36-40; Romanos 13:9-10).

La Ley es verdad (Salmo 119:142, 151).    

La Ley es justa (Salmo 119:172; Romanos 7:12).

La Ley es santa (Romanos 7:12).

La Ley es perfecta (Salmo 19:7).

La Ley es eterna (Salmo 119:152).

La Ley es pura (Salmo 19:8).

La Ley no cambia (Mateo 5:18; Salmo 89:34).

-Continúa en parte 35-

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ESPERANZA PARA EL PLANETA TIERRA – EL FUTURO BRILLANTE DE UNA RAZA CAIDA –parte 33-

LOS DOS MISTERIOS -parte 7-

EL MISTERIO DE LA PIEDAD-parte 5-

EL ESCANDALO DE LA CRUZ-continuación-

Jesús reprendió a Pedro: “¡Quítate de delante de mi Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres” (Mateo 16:23). Después de este evento, los discípulos quedaron apesadumbrados. Al ver que el Maestro los dirigía hacia Jerusalén, sus corazones se llenaron de negros presentimientos.  Jesús sabía que los discípulos estaban confundidos, que no comprendían como es que el Mesías debía sufrir y morir.

Para infundirles ánimo, Jesús les dijo: “Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles…De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino” (Mateo 16:27-28). Jesús les estaba diciendo: “Después del sufrimiento y la humillación, vendrá la exaltación y la gloria”.

Seis días más tarde, Jesús llevó a Pedro, Santiago y Juan a la cumbre de un monte y fue transfigurado en presencia de ellos. Le brillaba el rostro como sol y sus vestidos eran blancos como la luz (Mateo 17:2). Los discípulos vieron a Cristo como aparecerá cuando venga en su reino de gloria. Después de ésto, los discípulos aún no comprendían plenamente la relación entre la humillación de Cristo y su exaltación, pero esta experiencia les dio ánimo para creer que más allá de la humillación de la cruz estaba el reino de gloria.

EL MENSAJE PARA NOSOTROS

Muchos cristianos son como los discípulos.  Esperan con ansias el momento en que Cristo volverá para llevárselos al reino de gloria.  Anhelan reinar con Cristo y disfrutar de las bendiciones de su reino glorioso. Pero en el presente sus corazones están llenos de orgullo y exaltación.  No están dispuestos a cargar su cruz. En vez de servir, quieren ser servidos y desean una corona de gloria sin antes llevar la corona de espinas.  Pero una cosa es cierta, el único camino a la gloria es el de la humillación y el servicio.

El apóstol Pedro afirma: “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría” (1 Pedro 4:12-13). También dice: “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo” (Pedro 5:5-6).

Dios jamás nos exaltará si antes no permitimos que quebrante nuestro orgullo y deseo de exaltación.  La humanidad no es señal de debilidad sino de verdadera grandeza.

Si queremos reinar con Cristo es nuestro deber invitarlo a entrar en nuestro corazón ahora. Tenemos que ser mansos y humildes como el Maestro de Galilea (Mateo 11:28-29).  Si queremos ir con Dios a la gloria, debemos ahora negarnos a nosotros mismos, tomar nuestra cruz y seguirle (Mateo 16:24).  El espíritu de Cristo debe inundar nuestros corazones ahora, pues Dios no llevará al cielo a aquellos que tengan el espíritu de Lucifer.

Recordemos que en los asuntos de Dios el más pequeño es el más grande, el último es el primero, el que se humilla será exaltado y el que se considera nada es algo. 

“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (Filipenses 2:5).

 

 

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ESPERANZA PARA EL PLANETA TIERRA – EL FUTURO BRILLANTE DE UNA RAZA CAIDA –parte 32-

LOS DOS MISTERIOS -parte 6-

EL MISTERIO DE LA PIEDAD-parte 4-

EL ESCANDALO DE LA CRUZ

Hoy día muchos cristianos se enorgullecen de la cruz, se la cuelgan alrededor del cuello en una cadena y la colocan en las cúpulas de sus iglesias; pero en tiempos pasados no siempre fue fácil confesar que uno era cristiano.  Imagínese lo difícil que era convencer a un pagano que aceptara a un Dios y Salvador que había sido crucificado como un criminal por los romanos.

En la Biblia se presentan dos cuadros de Jesús como rey, y éstos ilustran perfectamente los principios del misterio de la piedad. Un hecho poco reconocido es que cuando Jesús soportó su peor humillación en el huerto del Getsemaní y en la cruz, estaba sufriendo como rey.  La pasión de Cristo en los Evangelios se presenta como su coronación.

Pocos días antes de ser crucificado (Mateo 26:2) Cristo fue ungido por María Magdalena. Esto dio inicio a su proceso de coronación.  Cuando fue arrestado, le colocaron una corona de espinas (Juan 19:2-3). Luego le vistieron de una ropa muy fina de grana y púrpura (Juan 19:2; Marcos 15:17), que son colores reales. Le colocaron en la mano derecha una caña (Mateo 27:29). (Los reyes llevaban el cetro en la mano derecha) Sus escarnecedores le rindieron tributo burlón, como súbditos a un rey (Juan 19:2-3).

Cuando Pilato le preguntó si era rey, Jesús reconoció que lo era (Mateo 27:11) y luego, cuando el mismo Pilato lo introdujo a la turba, dijo: “¡He aquí vuestro rey!” (Juan 19:14-15).  Luego vino la procesión, por la Vía Dolorosa, que lo llevó al lugar donde fue colocado en el trono (Mateo 27:31-33), solo que el trono resultó ser una cruz. Sobre este “trono” se colocó una inscripción en griego, hebreo y latín que identificaba al rey “Jesús Nazareno, Rey de los judíos”.

Pero, ¿qué clase de rey era éste? La respuesta es que estaba siendo coronado como rey del reino de la humillación y el sufrimiento.  De su humillación dependía nuestra salvación y su exaltación.  La corona de gloria debía ser precedida por la corona de espinas.

Los discípulos no comprendieron el sufrimiento y la muerte de Cristo.  Los últimos eventos de la vida del Maestro prácticamente extinguieron sus esperanzas.  Pero Jesús había procurado explicarles en muchas ocasiones que el único camino a la exaltación es la humillación y el servicio.

Unos seis meses antes de su muerte, Jesús se encontraba en Cesarea de Filipo con sus discípulos.  El Maestro les preguntó quién pensaban ellos que El era. Inmediatamente Pedro respondió: “Tu eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16:16).  Pedro mismo no sabía lo que estaba diciendo, pues esta confesión le fue revelada directamente por el Espíritu Santo. Pedro estaba anunciando que Jesús era el Mesías esperado, pero tenía un concepto equivocado de la misión del Mesías. 

Cuando Jesús anunció que debía ir a Jerusalén a “padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día” (Mateo 16:21), Pedro lo llevó aparte  y lo regañó. Pedro no podía concebir un Mesías humillado y afligido.  El Mesías debía sentarse en un trono glorioso y someter a todos los enemigos debajo de sus pies. Debía gobernar con vara de hierro y exigir que todos le sirvieran.

Continúa en parte 33

 

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ESPERANZA PARA EL PLANETA TIERRA – EL FUTURO BRILLANTE DE UNA RAZA CAIDA –parte 31-

LOS DOS MISTERIOS -parte 5-

EL MISTERIO DE LA PIEDAD-parte 3-

¿Cómo hemos de relacionar las dos partes del Salmo 22?

Este salmo se comprende a la luz de la experiencia de Cristo. Mateo 23:12 y Filipenses 2:6-11 recalcan el principio de que la humillación y el sufrimiento de Cristo (versículos 1-21) condujeron a su exaltación (versículos 22-31).

¡Qué diferencia tan grande hay entre estos dos misterios! Ciertamente Jesús tuvo razón cuando dijo: “El que se enaltece será humillado y el que humille será enaltecido” (Mateo 23:12).

Muchos, inclusive cristianos, tienen un falso concepto de lo que es la verdadera grandeza.  La verdadera grandeza no se mide por cuan elevada posición podamos alcanzar, cuánto dinero podamos acumular, cuanto poder y fama podamos obtener y cuan inaccesibles lleguemos a ser.  Dios ha revelado por medio de Cristo que la verdadera grandeza se manifiesta en un espíritu de servicio. Cuanto más tengamos, más debemos dar para el bien de los demás; porque mientras más damos, más recibimos.

Jesús podría haberse quedado en el cielo, pues allá tenía la más alta posición, todos los recursos y todo el poder y la gloria.  Por ser tan poderoso podría haberse hecho inaccesible a la humanidad, pero escogió venir a este planeta rebelde para dar su vida por los que tanto lo necesitaban.  Manifestó un espíritu de servicio abnegado. La ley del servicio es la ley de la vida, y la ley del egoísmo es la ley de la muerte.  El que vive para sí, muere para sí.

La naturaleza, aún en su estado pecaminoso revela esta ley del servicio.  Tomemos como ejemplo a los árboles. Estos cumplen varias funciones muy importantes pero no para sí mismos sino para nuestro bien.  Los árboles purifican el aire, dan sombra, producen fruto y madera, todo para beneficio del hombre.

Consideremos el ciclo del agua.  En el invierno caen inmensas cantidades de lluvia o nieve en las montañas.  Estas aguas forman arroyos y los arroyos forman ríos.  Los ríos luego desembocan en los mares y los mares les devuelven de nuevo el agua a las nubes, para luego comenzar el ciclo otra vez.  Cada etapa de este proceso ilustra la ley de servicio. Las nubes dan, los arroyos dan, los ríos dan, los mares dan.  Si en algún momento se interrumpiera este ciclo, todo moriría, inclusive nosotros.

En Israel hay dos mares.  Los dos reciben agua del mismo río, pero cuan diferentes son.  El mar de Galilea burbujea de vida. Las colinas que lo rodean son verdes, con muchos árboles  frutales.  Sus aguas están llenas de peces y los cielos a su alrededor se alegran con los melodiosos trinos de las aves.  Allí pescaron los discípulos de nuestro Señor.  Allí camino Cristo sobre las aguas. Pero al sur del mar de Galilea se halla otro mar.  Se conoce como el mar Muerto, y en verdad le cabe bien el nombre. A su alrededor no hay vegetación. Los cielos guardan silencio y las aguas están totalmente destituidas de vida. ¿Por qué son tan diferentes estos mares? ¿Por qué uno es el mar de la vida y el otro el mar de la muerte? Veamos la razón:

El rio Jordán entra al mar de Galilea por el norte y desemboca en el sur.  Es decir, el mar de Galilea recibe agua por el norte y la da por el sur. Constantemente recibe para dar; y al dar tiene capacidad para recibir más. El mar Muerto también recibe agua del rio Jordán por el norte, pero no la da.  El mar Muerto acapara el agua que recibe y el resultado es la muerte.

Cuanta verdad hay en las palabras de Jesús: “Dad y se os dará…Más bienaventurado es dar que recibir” (Lucas 6:38, Hechos 20:35).  A la vista de Dios, el más grande es el que más sirve a los demás. La verdadera grandeza no consiste en cuan alto podemos ascender sino en cuanto nos rebajamos para servir a nuestros semejantes.

EL ESCANDALO DE LA CRUZ

Continúa en parte 32

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ESPERANZA PARA EL PLANETA TIERRA – EL FUTURO BRILLANTE DE UNA RAZA CAIDA –parte 30-

LOS DOS MISTERIOS -parte 4-

EL MISTERIO DE LA PIEDAD-parte 2-

¡Increíble, el Rey del cielo y de la tierra lavando los pies de sus seguidores, incluyendo los de Judas, el traidor! Jesús quiso enseñarles a sus discípulos que el espíritu de exaltación es satánico y que el de humillación es divino.

Pero la humillación de Cristo fue aún mayor pues ya estando en condición de siervo “se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:8).

En el Salmo 22:1-21 hallamos una descripción vívida de la humillación de Cristo hasta la muerte.  El que había creado el universo ahora clamaba: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? (Salmo 22:1).

Este salmo es importante pues más de mil años antes de nacer Jesús, revela lo que El iba a pensar y decir cuando colgara sobre la cruz del Calvario.  Cristo mismo se describe como:

“gusano, y no hombre; oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo” (vers.6). Sus enemigos le escarnecen, estiran los labios y menean la cabeza (vers.7).  Lo rodean como leones feroces para devorarlo (vers.13), le atraviesan las manos y los pies, le quitan sus vestiduras dejándolo desnudo ante los blasfemos ojos de sus enemigos (vers.16, 18), y finalmente lo ponen en el polvo de la muerte (vers. 15).  ¡Qué humillación!

Cristo tenía el poder para borrar de la existencia a todos sus enemigos, pero escogió beber la amarga copa del sufrimiento y la humillación.  En vez de llenarse de  orgullo y de exaltarse, se vació a sí mismo y se rebajó hasta el polvo. Este es el espíritu de la piedad.

Pero surge la pregunta: ¿Valió la pena que Cristo manifestara tal espíritu? Volvamos a Filipenses 2:9-11 para hallar la respuesta. Después que Jesús se humilló hasta el polvo de la muerte fue exaltado por su Padre.  “Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”

Las palabras iniciales “por la cual” indican una conexión con los versículos anteriores.  El apóstol Pablo nos está diciendo que Jesús se humilló (vers. 6-8) y por lo tanto Dios le ensalzó (vers.9-11).  Aquí se aplica el principio divino: “El que se humilla será enaltecido” (Mateo 23:12).

EL SALMO 22

Los eruditos han logrado clasificar los salmos de acuerdo al tipo de literatura que contienen.  Por ejemplo, hay salmos de lamento individual y congregacional. En los salmos de lamento, un personaje o grupo de personas expresan agonía por estar experimentando gran sufrimiento físico o espiritual.  En los salmos de alabanza, un individuo o grupo de individuos le rinden homenaje y alabanza a Dios por su bondad y grandeza.

El Salmo 22 ha sido difícil de clasificar pues contiene dos clases de literatura.  En la primera parte del salmo (vers.1-21) un individuo está sufriendo intensa agonía física y espiritual, y se lamenta por ello; pero la segunda parte del salmo (vers.22-31) este mismo individuo se halla triunfante en medio de una gran congregación que le está tributando honra, gloria y alabanza a Dios.

La congregación se compone de la simiente de Israel y de todas las naciones de la tierra. Aún los que descendieron al polvo le tributan homenaje (vers.29).

¿Cómo hemos de relacionar las dos partes del Salmo 22?

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ESPERANZA PARA EL PLANETA TIERRA – EL FUTURO BRILLANTE DE UNA RAZA CAIDA –parte 29-

LOS DOS MISTERIOS -parte 3-

EL MISTERIO DE LA PIEDAD-parte 1-

Mientras que el misterio de iniquidad se destaca por un espíritu de orgullo y exaltación, el misterio de la piedad se distingue por la abnegación y la humildad. “Dios fue manifestado en carne”, dice el apóstol Pablo al describir el misterio de la piedad.  Ahora bien, entre los paganos era muy común pensar que los hombres de renombre en vida, se convirtieran en dioses después de la muerte.  Pero que un dios llegara a ser hombre, era para ellos una locura, un concepto absurdo (1 Corintios 1:23).

¿Por qué un dios iba a tener que rebajarse y humillarse así? En los días de Daniel, cuando los sabios de Babilonia no  pudieron decirle al rey Nabucodonosor el sueño que había tenido, se quejaron de que el rey pedía algo injusto pues sólo los dioses “cuya morada no es con la carne” (Daniel 2:11) podían decirle el sueño. En otras palabras los dioses no tenían nada que ver con los que vivían en la carne. Cuán grande el contraste entre este concepto pagano y el cristiano.  En San Juan 1:14 se afirma que aquel Verbo, que era Dios, que tenía todo el poder y la gloria, llegó a ser carne y habitó entre los hombres.

Aún los judíos rehusaron comprender la misión de Cristo porque sus corazones estaban enceguecidos por el espíritu del misterio de iniquidad.  Para ellos, el Mesías debía ser un rey poderoso, glorioso y avasallador, que iba a destruir a los romanos para luego poner a Israel en lo alto, por encima de todas las demás naciones.

Pero Jesús contradijo estas expectaciones.  Cuando vino era como raíz de tierra seca.  No había en El parecer llamativo, ni hermosura, ni atractivo para que lo desearan (ver Isaías 53:2). Por lo tanto llegó a ser piedra de tropiezo para ellos (1 Corintios 1:23).  Ni los judíos ni los romanos podían aceptar que Dios mostrara debilidad; ¡y que muriera era imposible!

Según Filipenses 2:6 aunque Jesús era Dios, no considero la igualdad a Dios como algo a que aferrarse.  Es decir, no reclamó sus derechos como Dios sino que “se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres” (Filipenses 2:7). No vemos a Cristo reclamando sus propios derechos y luchando por conservar su poder, dignidad y privilegios.  Siempre abogó por los derechos ajenos y por la gloria de su Padre. Podría haber conservado su elevada posición en el cielo, pero escogió descender para servir.

Esta actitud de siervo la vemos ejemplificada en un episodio que ocurrió hacia el final de su ministerio. Los discípulos habían discutido constantemente sobre quién de ellos iba a ser el mayor o más importante en el reino que Cristo iba a establecer (ver Marcos 9:33-34); estaban llenos de orgullo y cada uno quería tener el primer puesto u ocupar el cargo más importante. El jueves de la Semana de la Pasión, después de celebrar la fiesta de Pascua con sus discípulos en el aposento alto, Cristo buscó una palangana con agua, se ciñó con una toalla  y comenzó a lavar los pies de sus discípulos.

¡Increíble, el Rey del cielo y de la tierra lavando los pies de sus seguidores, incluyendo los de Judas, el traidor! Jesús quiso enseñarles a sus discípulos que el espíritu de exaltación es satánico y que el de humillación es divino.

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ESPERANZA PARA EL PLANETA TIERRA – EL FUTURO BRILLANTE DE UNA RAZA CAIDA –parte 28-

LOS DOS MISTERIOS -parte 2-

NABUCODONOSOR Y EL MISTERIO DE INIQUIDAD

El rey Nabucodonosor ejemplifica el mismo espíritu.  Dios le había mostrado al rey en un sueño que su reino iba a ser sucedido por otros reinos (vea Daniel 2). Siendo el monarca más poderoso de la tierra en aquella época, a Nabucodonosor no le gustó tal idea.  Estaba seguro que su reino iba a ser eterno. 

En el sueño que tuvo había visto una imagen que se componía de diferentes metales.  La cabeza de oro representaba el reino de Nabucodonosor (Babilonia).  Después vendrían el pecho y los brazos de plata (Medo-Persia), el vientre de bronce (Grecia), las piernas de hierro (Roma), los pies de hierro y barro (las divisiones del Imperio Romano), y luego el reino eterno de Cristo que nunca sería reemplazado por otro reino.

Nabucodonosor, en señal de desafío contra Dios, erigió una imagen toda de oro. Un día el rey se paseaba por el palacio y lleno de orgullo y exaltación se jactó: “¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad?” (Daniel 4:30).  Esto lo dijo a pesar de que Dios le había dicho: “Tu, oh rey, eres rey de reyes; porque el Dios del cielo te ha dado reino, poder, y fuerza y majestad” (Daniel 2:37).

Nabucodonosor estaba procurando suplantar a Dios, por lo cual finalmente fue castigado: “Aún estaba la palabra en la boca del rey, cuando se oyó una voz del cielo -que decía-: “A ti se te dice, rey Nabucodonosor: El reino ha sido quitado de ti” (Daniel 4:31).  Inmediatamente el orgulloso rey fue humillado.  El gran monarca tuvo que vivir como una bestia; comía hierba, su pelo creció como el de un águila y sus uñas como las de aves. 

Finalmente, después de siete años, Dios le devolvió la razón y el rey habló las siguientes palabras: “Ahora yo Nabucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas, y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan con soberbia” (Daniel 4:37).  El monarca había aprendido la lección de que  “el que se enaltece será humillado”

El misterio de iniquidad es el principio que moviliza y motiva al mundo.  Según este concepto, los que tienen poder, fama y dinero son algo, mientras que los que no tienen estas cosas no valen nada. Es la idea de que mientras más arriba estés más importante eres y mientras más abajo estés menos importante eres.  Es el espíritu que pisotea al débil, que emplea todos los recursos para la glorificación propia, en vez de bendecir a los afligidos y menesterosos.

EL MISTERIO DE LA PIEDAD

Mientras que el misterio de iniquidad se destaca por un espíritu de orgullo y exaltación, el misterio de la piedad se distingue por la abnegación y la humildad. “Dios fue manifestado en carne”, dice el apóstol Pablo al describir el misterio de la piedad.  Ahora bien, entre los paganos era muy común pensar que los hombres de renombre en vida, se convirtieran en dioses después de la muerte.  Pero que un dios llegara a ser hombre, era para ellos una locura, un concepto absurdo (1 Corintios 1:23).

Continúa en parte 29

 

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ESPERANZA PARA EL PLANETA TIERRA – EL FUTURO BRILLANTE DE UNA RAZA CAIDA –parte 27-

LOS DOS MISTERIOS -parte 1-

DOS MISTERIOS

La Biblia presenta dos grandes misterios:

El primero se halla registrado en 1 Timoteo 3:16: “E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria”.

El segundo misterio se halla registrado en 2 Tesalonicenses 2:4, donde el apóstol Pablo describe al hombre de pecado quien “se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios”.

Según el versículo 7, éste es el misterio de iniquidad.

La historia de la salvación es el desarrollo de estos dos misterios.  Estudiemos primero el origen y el espíritu del misterio de iniquidad.

EL ORIGEN DEL MISTERIO DE INIQUIDAD

Como ya vimos, el pecado tuvo su origen en el cielo con un ángel excelso llamado Lucifer. Volvamos ahora a esa historia como se registra en Isaías 14 y Ezequiel 28 para ver como se denuncian los principios del misterio de iniquidad.  Empecemos con Isaías 14 y subrayemos alguna palabras claves.

“Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo” (vers. 13-14).

Este pasaje revela claramente el deseo que tenía Lucifer de ascender.  Quería poder y abrigaba un espíritu de supremacía. No estaba satisfecho con la posición que Dios le había dado.  Deseaba poner debajo de sus pies a todo el universo. Este ángel soberbio no quería rebajarse a servir; sólo buscaba exaltarse y ser servido.

Ezequiel 28 presenta el mismo panorama.  Notemos especialmente los versículos 17, 6 y 2: “Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura…Pusiste tu corazón como corazón de Dios…se enalteció tu corazon”. Nuevamente vemos el deseo que tenia Lucifer de ponerse en alto. La esencia del misterio de iniquidad es el orgullo, la exaltación y el deseo de recibir homenaje y de ser servido.

Pero notemos a que conduce dicho espíritu.  Tanto en Isaías 14 como en Ezequiel 28 se muestra que este ángel que deseaba ascender, fue derribado o echado abajo. 

Isaías 14:12,15 dice: “Como caíste del cielo…cortado fuiste por tierra… más tu derribado eres hasta el Seol (sepulcro), a los lados del abismo”. 

Y Ezequiel 28: “Yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras de fuego… Yo te arrojaré por tierra…al sepulcro te harán descender, y morirás con la muerte de los que mueren en medio de los mares” (Vers. 16,17, 8). 

Aquél que se exaltó y enorgulleció en las cortes celestiales será consumido por fuego y reducido a cenizas y para siempre dejará de ser (Ezequiel 28:18-19). 

Tal es el fin de todo aquel que se enorgullece y exalta. El Señor Jesucristo lo expresó de la siguiente forma: “El que se enaltece será humillado” (Mateo 23:12).

En el transcurso de la historia, Satanás ha sembrado el mismo espíritu en el corazón de los seres humanos.

NABUCODONOSOR Y EL MISTERIO DE INIQUIDAD

Continúa en parte 28

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ESPERANZA PARA EL PLANETA TIERRA – EL FUTURO BRILLANTE DE UNA RAZA CAIDA –parte 26-

EL TIERNO CUIDADO DE DIOS-parte 5-

LA VERDADERA GRANDEZA DE DIOS

¿Por qué un Dios tan grande escucha las plegarias de personas tan insignificantes? Dios es omnipotente, omnipresente, omnisapiente y eterno. Puede subsistir muy bien sin nosotros.  Tiene un espacio infinito lleno de planetas, estrellas, sistemas solares y galaxias. Está sumamente ocupado administrando y sustentando el universo; ¿cómo, pues, podemos creer que El se interesa y se preocupa por nosotros?

Nuestro problema es que tenemos un concepto falso de lo que constituye la verdadera grandeza. Pensamos que mientras más elevada sea la posición de una persona,  mientras más riquezas tenga, más poder y fama posea, entonces más inaccesible y fuera de nuestro alcance estará. Pero con Dios es diferente. Mientras más encumbrado está, más se preocupa por las cosas más pequeñas de sus hijos y más cerca está de nosotros.

“Es indiscutiblemente, grande el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria”. (1 Timoteo 3:16).

“Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios, o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios” (2 Tesalonicenses 2:3-4).

LOS DOS MISTERIOS   

 Continúa en parte 27

 

 

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