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Posts Tagged ‘Espíritu Santo’

RECIBIREIS PODER-Persona, Presencia y  Obra del Espíritu  Santo-parte 17-

LLUVIAS DE GRACIA

Pedid a Jehová lluvia en la estación tardía. Jehová hará relámpagos, y os dará lluvia abundante, y hierba verde en el campo a cada uno” (Zacarías 10:1)

En el Oriente, la lluvia temprana cae al tiempo de la siembra. Es necesaria para que la semilla pueda germinar. Por efecto de la fertilizante lluvia, los tiernos brotes se desarrollan. La última precipitación, que ocurre al fin de la temporada, madura el grano y lo prepara para la cosecha.

El Señor utilizó este proceso natural con el fin de representar la obra del Espíritu Santo. Como el rocío y la lluvia primero producen la germinación de la semilla y después la maduración del grano para la cosecha, del mismo modo el Espíritu Santo tiene la misión de producir, de una etapa a otra, el crecimiento espiritual.

La maduración del grano representa la culminación de la obra de la gracia de Dios en el creyente. En virtud de la acción del Espíritu Santo la imagen moral de Dios se perfecciona en el carácter. Hemos de ser totalmente transformados a la semejanza de Cristo.

Muchos han errado en gran manera al no recibir la lluvia temprana. No han obtenido todos los beneficios que Dios ha provisto para ellos. Esperan que su falta será suplida por la lluvia tardía. Tienen la intención de abrir el corazón para recibirla cuando sea concedida la generosa abundancia de la gracia. Pero incurren en un terrible error.

La obra de Dios, que comienza en el corazón al momento de conceder su luz y conocimiento, debe crecer continuamente, Cada persona necesita descubrir su propia carencia. Para que pueda habitar el Espíritu en el corazón, este debe ser vaciado y purificado de toda contaminación.

Solo mediante la confesión y el abandono del pecado, la oración ferviente y la consagración a Dios, los discípulos pudieron estar preparados para el derramamiento del Espíritu Santo en el dia de Pentescostés. Una obra semejante, pero en un grado superlativo, debe hacerse ahora. Luego, lo único que necesita realizar el agente humano es solicitar la bendición, y esperar que el Señor lo perfeccione. Es Dios quien comienza y termina la obra que hace al creyente completo en Cristo Jesús.

Sin embargo, no debemos ser descuidados con la gracia representada por la lluvia temprana. Unicamente los que viven en armonía con la iluminación obtenida, recibirán más luz. A menos que avancemos diariamente en la ejemplificación de las activas virtudes cristianas, no estaremos en condiciones de reconocer la manifestación del Espíritu Santo en la lluvia tardía. Alrededor, otros corazones la podrán estar recibiendo, pero nosotros no lo advertiremos ni la recibiremos.

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RECIBIREIS PODER-Persona, Presencia y  Obra del Espíritu  Santo-parte 16-

DADOR DE UNA VIDA NUEVA

 “Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3:5)

Necesitamos “nacer de nuevo” para poder servir al Señor aceptablemente. Debe ser abandonada nuestra inclinación natural, que está en abierta oposición al Espíritu de Dios. Necesitamos llegar a ser hombres y mujeres hechos nuevos en Cristo Jesús. Nuestra vida antigua, que no ha sido renovada, tiene que dar lugar a una nueva vida llena de amor, de confianza, y de una obediencia espontánea.

¿Piensa acaso que semejante cambio no es necesario para entrar en el reino de Dios? Escuche lo que dice la Majestad de los cielos: “Os es necesario nacer de nuevo” (Juan 3:7). “Si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mat.18:3).

A menos que se produzca un cambio, no podremos servir a Dios como corresponde. Nuestra obra será defectuosa; los planes incorporarán ideas mundanas, y el fuego ofrecido deshonrará a Dios. La vida se tornará impía e infeliz, inquieta y llena de dificultades.

Los cambios que produce la nueva vida se realizan unicamente por accion eficaz del Espíritu Santo. Solamente El puede limpiarnos de la impureza. Si aceptamos que modele y forme el corazón, llegaremos a ser aptos para discernir el carácter del reino de Dios y para realizar los cambios que necesitan producirse, a fin de que tengamos acceso a sus dominios.

El orgullo y el amor propio resisten al Espiritu Santo. Cada inclinación natural se opone a que la autosuficiencia y el orgullo sean sustituidos por la humildad y la mansedumbre de Cristo. Pero, si deseamos andar en el camino que conduce a la vida eterna, no debemos prestar oídos a los susurros del egoísmo. Con humildad y contrición tenemos que implorar a nuestro Padre Celestial:

“Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí” (Salmo 51:10). En la medida en que recibamos la luz divina y estemos dispuestos a cooperar con las inteligencias celestiales, gracias al poder de Cristo naceremos otra vez, liberados de la contaminación del pecado.

Cristo vino al mundo porque el hombre perdió la imagen y naturaleza de Dios. Lo vio extraviado de la senda de la paz, la pureza; si intentaba volver por sí msmo, nunca encontraría el camino de regreso. Vino con un plan de salvación adecuado y completo que incluye el cambio de corazón de piedra por uno de carne.

Vino también para transformar la naturaleza pecaminosa a su semejanza, a fin de que pudieramos ser participantes de la naturaleza divina y adaptados para las cortes celestiales.

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DOCTRINA DE LA VIDA CRISTIANA

Más que cualquier otra cosa, la vida cristiana significa la entrega de nosotros mismos y la aceptación de Cristo.  Cuando vemos como Jesús se entregó a sí mismo por nosotros, clamamos:   “¿Qué puedo hacer yo por ti?”.

Pero justamente cuando pensamos que hemos entrado en un compromiso absoluto, una entrega total, algo sucede que demuestra cuán superficial fue nuestra decisión.  A medida que descubrimos nuevos aspectos de nuestras vidas que necesitamos entregar a Dios, nuestro sometimiento se profundiza. Entonces el Espíritu lleva nuestra atención a otra zona donde el yo necesita entregarse. Y así continúa la vida a través de una serie de repetidas entregas a Cristo, las cuáles se profundizan cada vez más en nuestro ser, nuestro estilo de vida, la manera como actuamos y reaccionamos. 

¿QUÉ ES LA MAYORDOMÍA?   “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo…. y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro Espíritu, los cuales son de Dios” (1Cor.6:19, 20)”.  Fuimos comprados, redimidos, a un costo muy alto.  Pertenecemos a Dios.  Pero esa acción divina fue tan sólo una reclamación,  porque El nos hizo; hemos pertenecido a El desde el comienzo, porque “en el principio creó Dios……… (Gen.1:1). Las Sagradas Escrituras especifican  claramente que “de Jehová es la tierra y su plenitud, el mundo, y los que  en él habitan”  (Sal.24:1).

En la creación Dios compartió con la humanidad sus posesiones, y continúa siendo el verdadero dueño del mundo, sus habitantes y lo que contiene (Sal.24:1).  En la cruz  confirmó su posesión de lo que el hombre había perdido a manos de Satanás en la caída (1 Cor.6: 19, 20).  Ahora,  le encarga a su pueblo que sirvan como mayordomos de sus posesiones.

Un mayordomo es una persona a la cuál “se le encarga el manejo de la casa o la propiedad de otro”.  Mayordomía es “la posición, deberes o servicio de un mayordomo”.

Para el cristiano, la mayordomía significa “la responsabilidad que le cabe al hombre por todo lo que Dios le ha confiado, y el uso que de ello hace: La vida, el ser físico, el tiempo, los talentos y capacidades, las posesiones materiales, las oportunidades de servir a otros, y su conocimiento de la verdad”.

Los cristianos sirven como  mayordomos de las posesiones de Dios, y consideran que la vida es una oportunidad divinamente concedida “para que aprendan a ser fieles mayordomos, preparándose de ese modo para la mayordomía superior de las cosas eternas en la vida futura.  En sus dimensiones más amplias, por lo tanto, LA MAYORDOMÍA “ABARCA EL USO SABIO Y ABNEGADO DE LA VIDA”.

    

    

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RECIBIREIS PODER-Persona, Presencia y  Obra del  Espíritu  Santo- parte 15-

LENGUAS DE FUEGO

Y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen” (Hechos 2:3, 4)

 

Si se investiga las Escrituras con espíritu dócil y deseoso de aprender sus esfuerzos serán bien recompensados. “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y nos las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1Cor.2:14). La Biblia debe estudiarse con oracion. Haríamos bien en imitar a David, que imploró:

“Abre mis ojos, y miraré las maravilllas de tu ley” (Sal.119:18). Ningún hombre puede comprender la Escrituras sin la iluminación del Espíritu Santo. Si deseamos estar en la debida posición delante de Dios, su luz nos alumbrará con rayos claros y potentes.

Esta fue la experiencia de los primeros discípulos:”Cuando llegó el día de Pentescostés, estaban todos unanimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se le aparecieron lenguas repartidas como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu le daba que hablasen” (Hechos 2:1-4).

Dios también está dispuesto a darnos la misma bendición, siempre que tengamos real interés en ella.

El Señor no cerró los depósitos celestiales después de haber derramado su Espíritu sobre los primeros discípulos. También nosotros podemos recibir la plenirtud de su bendición. El cielo está lleno de los tesoros de su gracia, y los que con fe se acercan a Dios pueden reclamar todo lo que El ha prometido. Si no contamos con su poder es por la indiferencia, el letargo espiritual y nuestra indolencia. Abandonemos la mortal formalidad.

Hay una gran tarea que debe realizarse en nuestros dias, y no hemos hecho ni siquiera la mitad de la obra que el Maestro espera que hagamos. Hablamos acerca del mensaje del primero y segundo ángel, y ya creemos comprender algo referente al mensaje del tercero. Sin embargo, no deberíamos sentirnos satisfechos con el conocimiento que tenemos actualmente. Nuestras peticiones deberían ascender a Dios mezclados con fe y contrición, para que podamos comprender los misterios que el Señor desea dar a conocer a sus santos.

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RECIBIREIS PODER-Persona, Presencia y  Obra del Espíritu  Santo-parte 8-  

ACEITE EN SUS VASIJAS

 “Las insensatas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite; las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas” (Mateo 25:3, 4).

Muchos aceptan rápidamente la verdad, pero, al no ser asimilada, sus efectos son neutralizados. Se parecen a las vírgenes necias que quedaron sin la provisión de aceite para sus lámparas. El aceite es símbolo del Espíritu Santo, que llega hasta el corazón gracias a la fe en Cristo.

Quienes escudriñan las Escrituras con diligencia y mucha oración, y confían en Dios con una fe firme y obedecen sus mandamientos, están representados por las vírgenes sabias. Las enseñanzas de la Palabra de Dios no son si o no; sino SI y Amén.

Las exigencias del Evangelio están más allá del alcance humano.  El apóstol dice:

“Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo  en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de  El”  (Colos. 3:17). “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” (1 Cor. 10:31). 

Es imposible que experimentemos la piedad práctica si dejamos fuera de las cortes del corazón las grandes verdades de la Biblia.  La religión de las Escrituras debe entretejerse tanto con los asuntos que el creyente considera triviales como  con los que le parece que son muy importantes.  Debe dotarlo de los motivos poderosos y grandes principios que orientan el carácter y el curso de acción del cristiano.

El aceite, tan necesario para los que están representados por las vírgenes necias, no es algo que debe ser dejado de lado.  El creyente debe traerlo al santuario de su ser para que lo limpie, lo refine y lo santifique. No es teoría lo que se necesita; son las sagradas enseñanzas de la Biblia, las que no constituyen doctrinas inciertas y sin sentido sino  verdades vitales que comprometen intereses eternos centrados en Jesús. En El reside todo el sistema de verdades divinas.  La salvación del creyente, mediante la fe en Cristo, es el pilar fundamental de la verdad.

Los que ejercitan fe en Jesús lo manifestarán mediante la santidad de su carácter y la obediencia a la Ley de Dios. Saben que la verdad que está en Cristo pone al cielo y la eternidad a su alcance.  Entiendan también que el carácter cristiano debe imitar al de Jesús.  En consecuencia, estará lleno de gracia y de verdad.  A ellos les es impartido el aceite de la gracia que alimenta la luz que nunca se apaga. El Espíritu Santo, en el corazón del creyente lo hace completo en Cristo.

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        RECIBIREIS PODER-Persona, Presencia y  Obra del Espíritu  Santo-parte 6-                            

LA PALOMA CELESTIAL

 “También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre El” (Juan 1:32).

 Cristo es nuestro ejemplo en todo. En respuesta a la oración que elevó a su Padre, el cielo se abrió, y el Espíritu, semejante a una paloma, descendió sobre El. Por el Espíritu Santo es como Dios, además de establecer comunicación con el hombre, también mora en el corazón de los que son fieles y obedientes.  Los que lo busquen en forma sincera, con el fin de recibir sabiduría para resistir a Satanás, recibirán luz y fortaleza en la hora de la tentación.  Debemos vencer del mismo modo como Cristo triunfó.

Jesús comenzó su ministerio público con una suplica ferviente.  Con ello nos dejó un ejemplo acerca de la importancia que tiene la oración para adquirir una experiencia cristiana victoriosa.  Su constante comunión con el Padre constituye un modelo que haríamos bien en imitar.  Apreció el privilegio de orar, y la obra mostró los resultados de su comunión con Dios.  Examinando la historia de su vida, descubrimos que ante cada circunstancia importante buscaba un retiro en el bosque, o la soledad de las montañas, con el propósito de elevar a Dios sus plegarias fervientes y perseverantes. Con frecuencia dedicó noches enteras a la oración antes de realizar algún milagro poderoso.  Después de un día de labor y antes de una noche de comunión, compasivamente despedía a sus discípulos para que pudieran volver a sus hogares a descansar, mientras El, con clamor y lágrimas, intercedería ante Dios en favor de la humanidad.

En respuesta a la oración, y en virtud de la gracia de Dios, Jesús fue vigorizado para llevar las cargas y fortalecido para resistir las pruebas.  Si queremos ser vencedores, debemos depender de Dios para experimentar una vida cristiana victoriosa, siguiendo el ejemplo que Cristo legó al abrir un camino que nos conduce a la fuente de fortaleza que nunca falla, y de la cual podemos obtener gracia y poder para resistir al enemigo. En las márgenes del Jordán, Jesús oró como representante de la humanidad, y la apertura de los cielos y la voz de aprobación nos asegura que Dios acepta a la humanidad a través de los méritos de Cristo.

  

 

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EL CAMINO A CRISTO -EL PRINCIPE DEL CIELO- parte 19-

MARAVILLAS OBRADAS POR LA FE

COMO CREER EN EL Y RECIBIR UNA NUEVA VIDA EN CRISTO-parte 2

De modo que ya no sois vuestros; porque comprados sois por precio. “Sabiendo que fuisteis redimidos…no con cosas corruptibles, como plata y oro, sino con preciosa sangre, la de Cristo, como de un cordero sin defecto e inmaculado.” (1Pedro 1:18,19).  Por el simple hecho de creer en Dios, el Espíritu Santo ha engendrado una vida nueva en nuestro corazón.  Somos como niños nacidos en la familia de Dios, y El nos ama como a su Hijo.

Algunos parecen creer que deben estar a prueba y que deben demostrar al Señor que se han reformado, antes de poder contar con su bendición.  Más ellos pueden pedir la bendición de Dios ahora mismo. Deben tener su gracia, el Espíritu de Cristo, para que los ayude en sus flaquezas; de otra manera no pueden resistir al mal. 

Jesús se complace en que vayamos a El como somos, pecaminosos, impotentes, necesitados. Podemos ir con toda nuestra debilidad, insensatez y maldad y caer arrepentidos a sus  pies. Es su gloria estrecharnos en los brazos de su amor, vendar nuestras heridas y limpiarnos de toda impureza. Miles se equivocan en ésto: no creen que Jesús los perdona personal e individualmente.  No creen al pie de la letra lo que Dios dice.  Es el privilegio de todos los que llenan las condiciones saber por sí mismos que el perdón de todo pecado es gratuito.

Alejemos la sospecha de que las promesas de Dios no son para nosotros. Son para todo pecador arrepentido.  Cristo ha provisto fuerza y gracia para que los ángeles ministradores las lleven a toda alma creyente.  Ninguno hay tan malvado que no encuentre fuerza, pureza y justicia en Jesús, que murió por los pecadores.  El está esperándolos para cambiarles los vestidos sucios y corrompidos del pecado por las vestiduras blancas de la justicia; les da vida y no perecerán.

Dios no nos trata como los hombres se tratan entre sí.  Sus pensamientos son pensamientos de misericordia, de amor y de la más tierna compasión.  El dice: “¡Deje el malo su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cuál tendrá compasión de él, y a nuestro Dios, porque es grande en perdonar!” “He borrado, como nublado, tus transgresiones, y como nube tus pecados” (Isaías 55:7; 44:22). “No me complazco en la muerte del que muere, dice Jehová el Señor: ¡volveos pues, y vivid!” (Ezequiel 18:32).

Satanás está pronto para quitarnos la bendita seguridad que Dios nos da.  Desea quitarnos toda vislumbre de esperanza y todo rayo de luz del alma; más no se lo permitamos. No prestemos oído al tentador. Nuestro Padre celestial aborrece el pecado, más ama al pecador, habiéndose dado, en la persona de Cristo, para que todos los que quieran puedan ser salvos y tener bendiciones eternas en el reino de gloria.

Agradezcamos a Dios por el don de su Hijo amado y pidamos que no haya muerto en vano por nosotros. Su Espíritu nos invita hoy. El gran corazón de amor infinito se siente atraído hacia el pecador por una compasión ilimitada. El quiere restituir su imagen moral en el hombre.  Acerquémonos  a El con confesión y arrepentimiento y El se acercará a nosotros con misericordia y perdón.

 “En quien tenemos redención por medio de sus sangre, la remisión de nuestros pecados.” (Efesios 1:7).

(Elena White)

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EL CAMINO A CRISTO -EL PRINCIPE DEL CIELO- parte 18-

MARAVILLAS OBRADAS POR LA FE

COMO CREER EN EL Y RECIBIR UNA NUEVA VIDA EN CRISTO-parte 1

A medida que nuestra conciencia ha sido vivificada por el Espíritu Santo vemos algo de la perversidad del pecado, de su poder, su culpa, su miseria; y lo miramos con aborrecimiento.  Vemos que el pecado nos ha separado de Dios y que estamos bajo la servidumbre del poder del mal.  Cuanto más luchamos por escaparnos, tanto más comprendemos nuestra impotencia.  Nuestros motivos son impuros, nuestro corazón está corrompido.  Vemos que nuestra vida ha estado colmada de egoísmo y pecado. Ansiamos ser perdonados, limpiados y libertados. ¿Qué podemos hacer para obtener la armonía con Dios y la semejanza a El?

Lo que necesitamos es paz; el perdón, la paz y el amor del cielo en el alma. No se los puede comprar con dinero, la inteligencia no los puede obtener, la sabiduría no los puede alcanzar; nunca podemos esperar conseguirlos por nuestro propio esfuerzo.  Más Dios nos lo ofrece como un don, “Sin dinero y sin precio” (Isaías 55:1). Son nuestros con tal que extendamos la mano para tomarlos.  El Señor dice:  “¡Aunque vuestros pecados fuesen como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque fuesen rojos como el carmesí, como lana quedarán (Isaías 1:18). “También os daré un nuevo corazón, y pondré un espíritu nuevo en medio de vosotros.” (Ezequiel 36:26).

Si hemos confesado nuestros pecados y los hemos quitado de nuestro corazón, hemos resuelto entregarnos a Dios, vayamos pues a El y pidámosle que nos limpie de nuestros pecados y nos de un corazón nuevo.  Creamos que lo hará porque lo ha prometido.  Esta es la lección que Jesús enseñó durante el tiempo que estuvo en la tierra: que debemos creer que recibimos el don que Dios nos promete y que es nuestro. Jesús sanaba a los enfermos cuando tenían fe en su poder; les ayudaba con las cosas que podían ver, inspirándoles así confianza en El tocante a las cosas que no podían ver, induciéndolos a creer en su poder de perdonar pecados.

Del simple relato de la Biblia de cómo Jesús sanaba a los enfermos podemos aprender algo acerca del modo de ir a Cristo para que nos perdone nuestros pecados. Nosotros no podemos expiar pecados pasados, no podemos cambiar el corazón y hacernos santos. Más Dios promete hacer todo ésto por nosotros mediante Cristo. Creamos en esa promesa. Confesemos nuestros pecados y entreguémonos a Dios. Si creemos la promesa, si creemos que estamos perdonados y limpiados, Dios suplirá el hecho; estaremos sanos, tal como Cristo dio potencia al paralítico para andar cuando el hombre creyó que había sido sanado.  Así es si así lo creemos.

No esperemos sentir estar sanos, más digamos “Lo creo; así es, no porque lo sienta, sino porque Dios lo ha prometido”. Dice Jesús: “Todo cuanto pidiereis en la oración, creed que lo recibiréis ya; y lo tendréis.” (Marcos 11:24).  Hay una condición en esta promesa: que pidamos conforme a la voluntad de Dios.  Pero es la voluntad de Dios limpiarnos de pecado, hacernos hijos suyos y ponernos en actitud de vivir una vida santa.  De modo que podemos pedir a Dios estas bendiciones, creer que las recibiremos y agradecerle porque nos limpie, y estar en pie delante de la Ley sin confusión ni remordimiento.

“Así que ahora, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”  (Romanos 8:1). 

(Elena White)

 

 

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EL CAMINO A CRISTO -EL PRINCIPE DEL CIELO- parte 15-

LA CONSAGRACIÓN

COMO ENTREGARNOS Y DEDICAR LA VIDA A DIOS-parte1-

La promesa de Dios es “Me buscaréis y me hallaréis cuando me buscareis de todo vuestro corazón” (Jeremías 29:13). Debemos dar a Dios todo el corazón o, de otra manera el cambio que se ha de efectuar en nosotros, y por el cual hemos de ser transformados conforme a su semejanza, jamás se realizará.  Por naturaleza estamos enemistados con Dios. El Espíritu Santo describe nuestra condición en palabras como éstas: “Muertos en las transgresiones y los pecados” (Efesios 2:1). Estamos enredados fuertemente en los lazos de Satanás, por el cual “estamos cautivos a voluntad de él” (2Tim.2:26).

Dios quiere sanarnos y libertarnos. Pero, puesto que ésto demanda una transformación completa y la renovación de toda nuestra naturaleza, debemos entregarnos a El enteramente.  La guerra contra nosotros mismos es la batalla más grande que jamás hayamos tenido.  El rendirse a sí mismo entregando todo a la voluntad de Dios, requiere una lucha; más para que el alma sea renovada en santidad, debe someterse antes a Dios.

El gobierno de Dios no está fundado en una sumisión ciega y en una reglamentación irracional, como Satanás quiere hacerlo parecer. Al contrario, apela al entendimiento y la conciencia. “¡Venid, pues, y estemos a cuenta…” (Isaías 1:18), es la invitación del Creador a todos los seres que ha formado.  Dios no fuerza la voluntad de sus criaturas.  El no puede aceptar un homenaje que no se le de voluntaria e inteligentemente.  Una sumisión meramente forzada impediría todo desarrollo real del entendimiento y del carácter: haría del hombre un mero autómata.  No es ése el designio del Creador.  El desea que el hombre, que es la obra maestra de su poder creador, alcance el más alto desarrollo posible.  Nos presenta la gloriosa altura a la cual quiere elevarnos mediante su gracia.  Nos invita a entregarnos a El a fin de que pueda hacer su voluntad en nosotros.  A nosotros nos toca decidir si queremos ser libres de la esclavitud del pecado para participar de la libertad gloriosa de los hijos de Dios.

Al consagrarnos a Dios, debemos necesariamente abandonar todo aquello que nos separe de El.  Por ésto dice el Salvador: “Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:33). Debemos dejar todo lo que aleje el corazón de Dios. Los tesoros son el ídolo de muchos.  El amor al dinero y el deseo de las riquezas son la cadena de oro que los tienen sujetos a Satanás.  Otros adoran la reputación y los honores del mundo. Una vida de comodidad egoísta, libre de responsabilidad, es el ídolo de otros. Más deben romperse estos lazos de servidumbre.

No podemos consagrar una parte de nuestro corazón al Señor y la otra al mundo.  No somos hijos de Dios a menos que lo seamos enteramente. Hay algunos que profesan servir a Dios a la vez que confían en sus propios esfuerzos para obedecer su Ley, formar un carácter recto y asegurarse la salvación. Sus corazones no son movidos por ningún sentimiento profundo del amor de Cristo, sino que tratan de ejecutar los deberes de la vida cristiana como una cosa que Dios demanda de ellos a fin de ganar el cielo.  Tal religión no vale nada.  Cuando Cristo mora en el corazón, el alma está tan llena de su amor, del gozo de su comunión, que se une a El, y pensando en El, se olvida de sí misma.

El amor de Cristo es el móvil de la acción.  Aquellos que sienten el constructivo amor de Dios no preguntan cuánto es lo menos que pueden darle para satisfacer los requerimientos de Dios; no preguntan cuál es la más baja norma aceptada, sino que aspiran a una vida de completa conformidad con la voluntad de su Salvador. El profesar pertenecer a Cristo sin sentir amor profundo, es mera charla, árido formalismo, gravosa y vil tarea. (Elena White)

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EL CAMINO A CRISTO -EL PRINCIPE DEL CIELO- parte 6-

LA URGENTE NECESIDAD DEL HOMBRE

PORQUE DEBES NACER DE NUEVO –parte 3-

Vanos son los sueños de progreso de los hombres, vanos todos sus esfuerzos por elevar a la humanidad, si menosprecian la única fuente de esperanza y amparo para la raza caída. “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces…”. El único camino para ir a Dios es Cristo, quien dice: “Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida; nadie viene al Padre sino por mi” (Juan 14:6).

El corazón de Dios suspira por sus hijos terrenales con un amor más fuerte que la muerte.  Al dar a su Hijo nos ha vertido todo el cielo en un don.  La vida, la muerte y la intercesión del Salvador, el ministerio de los ángeles, la imploración del Espíritu Santo, el Padre que obra sobre todo y por todo, el interés incesante de los seres celestiales; todo está empeñado en la redención del hombre.

Contemplemos el sacrificio que ha sido hecho por nosotros. Procuremos apreciar el trabajo y la energía que el cielo está empleando para rescatar al perdido y traerlo de nuevo a la casa de su Padre.  Jamás podrían haberse puesto en acción motivos más fuertes y energías más poderosas.  Los grandiosos galardones por el bien hacer, el goce del cielo, la compañía de los ángeles, la comunión y el amor de Dios y de su Hijo, la elevación y al acrecentamiento de todas nuestras facultades por las edades eternas ¿no son estos incentivos y estímulos poderosos que nos instan a dedicar a nuestro Creador y Salvador el amante servicio de nuestro corazón?

Y por otra parte, los juicios de Dios pronunciados contra el pecado, la retribución inevitable, la degradación de nuestro carácter y la destrucción final, se presentan en la Palabra de Dios para amonestarnos contra el servicio de Satanás.

¿No apreciaremos la misericordia de Dios? Pongámonos en perfecta relación con Aquél que nos ha amado con estupendo amor.  Aprovechemos los medios que nos han sido provistos para que seamos trasformados conforme a su semejanza y restituidos a la comunión de los ángeles ministradores, a la armonía y comunión del Padre y el Hijo. (Elena White)

  • “PERO SI ANDAMOS EN LUZ, COMO EL
  • ESTA EN LUZ, TENEMOS COMUNIÓN UNOS
  • CON OTROS, Y LA SANGRE DE JESUCRISTO
  • SU HIJO NOS LIMPIA DE TODO PECADO.
  • SI CONFESAMOS NUESTROS PECADOS, EL
  • ES FIEL Y JUSTO PARA PERDONAR NUESTROS
  • PECADOS, Y LIMPIARNOS DE TODA MALDAD” (1Juan 1:7,9)
  • Y CUALQUIERA COSA QUE
  • PIDIEREMOS LA RECIBIREMOS DE EL
  • PORQUE GUARDAMOS SUS MANDAMIENTOS, Y HACEMOS LAS COSAS
  • QUE SON AGRADABLE DELANTE DE EL” (1 Juan 3:22)

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