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DOCTRINA DE LA VIDA CRISTIANA

 CRISTO COMO MAYORDOMO.  Cristo soportó la crueldad de la cruz, el dolor aún más profundo que le causó el rechazo de los suyos, y el inconcebible abandono de Dios. Cristo entregó no sólo todo lo que tenía  – y poseía todo-, sino también se entregó a sí mismo. En esto consiste la mayordomía. Al contemplar ese don supremo nos apartamos de nosotros mismos, rechazando nuestro amor propio, y llegamos a ser como El.  Por cuanto Cristo murió por el mundo, la mayordomía en su sentido más amplio también se orienta hacia las necesidades del mundo.

LAS BENDICIONES DE LA MAYORDOMÍA.  Dios nos ha asignado el papel de mayordomos para nuestro propio beneficio, no para el suyo.

UNA BENDICIÓN PERSONALUna razón por la cuál Dios nos pide que consagremos continuamente a El nuestra vida entera—el tiempo, las capacidades, el cuerpo y las posesiones materiales-, es con el fin de promover nuestro propio crecimiento espiritual y desarrollo de carácter. Al mantener fresco en nuestra conciencia el hecho de que Dios es el dueño de todo, y al ver que no cesa de derramar sobre nosotros todo su amor, nuestro propio amor y gratitud se alimentan y fortalecen.

La mayordomía fiel también nos ayuda a obtener la victoria sobre la codicia y el egoísmo.  El Decálogo condena la codicia, uno de los peores enemigos de la humanidad.  Jesús también amonestó contra ella: “Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee” (Luc.12:15).  El ejercicio regular y sistemático de la generosidad nos ayuda a desarraigar de nuestras vidas la avaricia y el egoísmo.

La mayordomía nos lleva a desarrollar hábitos de economía  y eficiencia.  “Habiendo crucificado la carne con sus pasiones y deseos” (Gal.5:24), no usaremos nada con fines de gratificación egoísta. “Cuando se les concede el lugar principal en la vida a los principios de la mayordomía, el alma se ilumina, nuestros propósitos se afirman, los placeres sociales se despojan de rasgos indebidos, la vida comercial se halla bajo la autoridad de la regla de oro, y la ganancia de almas se convierte en una pasión.  Estas son las abundantes bendiciones que las provisiones de Dios traen a una vida de fe y fidelidad”.

UNA BENDICIÓN PARA NUESTROS SEMEJANTES. Los verdaderos mayordomos  bendicen a todos los individuos con quienes se ponen en contacto.   Obedecen el encargo de mayordomía que hizo Pablo: “Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; atesorando para sí buen fundamento para lo porvenir, que echen mano de la vida eterna” (1 Tim.6: 18,19).

La mayordomía abarca el servicio a los demás e implica nuestra disposición a compartir todo lo que Dios nos haya entregado en su misericordia, que pueda ser de beneficio para otros.  Esto significa que ya no consideramos que la vida consiste en la cantidad de dinero que tenemos, los títulos que poseemos, las personas importantes que conocemos, la casa y vecindario en que vivimos, ni la posición e influencia que creemos poseer.  La vida verdadera consiste en conocer a Dios, desarrollar atributos amantes y generosos como los suyos, y en dar lo que podemos, según El nos haya prosperado.  Dar con el Espíritu de Cristo es vivir de verdad”.

En vista de que Cristo nos asegura que volverá cuando se haya proclamado el Evangelio del reinopara testimonio a todas las naciones” (Mat.24:14), todos estamos invitados a ser mayordomos y colaboradores con El.  De este modo el testimonio de la iglesia será una poderosa bendición para el mundo, y sus fieles administradores se regocijarán al ver que las bendiciones del Evangelio se extienden a la vida de sus semejantes.

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DOCTRINA DE LA VIDA CRISTIANA

Es interesante notar que Jesús descansó en la tumba en un día grande, puesto que ese sábado era tanto el séptimo día de la semana como el primer sábado de la Semana de los Panes sin Levadura. ¡Que día para que culminase en EL la redención!  El es bueno de la Creación se une con el consumado es” de la redención, cuando el Autor y Consumador nuevamente reposa tras haber completado su obra.

Se puede definir el legalismo como los intentos de ganar la salvación por el esfuerzo individual.  Es conformarse a la Ley y a ciertas observancias como un medio de justificación ante Dios.  Esto no es correcto, por cuánto por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de El” (Rom.3:20).  “Los que denuncian la observancia del sábado como legalismo, necesitan considerar los siguiente: Si un cristiano nacido de nuevo se abstiene de adorar dioses falsos y mantiene reverencia como lo mandan el primer y tercer preceptos,  ¿está opuesto a la salvación por gracia?   ¿Se oponen a la libre gracia divina la pureza, la honestidad y la veracidad prescritas por el séptimo, el octavo y el noveno mandamientos? La respuesta de ambas preguntas es NO.  Del mismo modo, el hecho de que un alma renovada guarde el séptimo día no es legalismo, ni es contrario a la salvación solo por gracia.  De hecho, el mandamiento respecto al sábado es el único precepto de la ley que se destaca como una señal de nuestra liberación del pecado y de nuestra santificación únicamente por gracia”.

Es muy claro que no importa cuan rígida o devotamente podamos portarnos el domingo, NO estamos guardando el día de reposo….  El día de reposo fue fundado en un mandato divino específico.  No podemos encontrar ningún mandato semejante para justificar la obligación de observar el domingo”.

En la Escritura, según lo hace claro la historia de la creación, los días se marcaban de puesta de sol a puesta de sol. (véase Lev.32:2).

El ejemplo de Cristo  fue dedicar horas del santo sábado para  alivio de la humanidad sufriente.

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DOCTRINA DE LA VIDA CRISTIANA

LA OBSERVANCIA DEL SÁBADO. El sábado comienza a la puesta del sol el viernes,  y termina a la puesta del sol el sábado por la tarde (véase Gen.1:5; compárese con Mar. 1:32). Al día viernes, la Escritura lo llama el día de preparación (Mar. 15:42), un día en el cuál debemos prepararnos para el sábado.  En este día se deben disponer los alimentos que se consumirán el sábado. (véase  Exo.16:23;  Núm.11:8). Cuando se acercan las horas sagradas del sábado, es bueno que las familias o grupos de creyentes se reúnan para cantar alabanzas, orar y leer la Palabra de Dios invitando de este modo al Espíritu de Cristo para que sea bienvenido. En forma similar uniéndose en adoración poco  antes de la puesta del sol del sábado, pidiendo la presencia y conducción de Dios durante la semana que está por comenzar.

El Señor llama a su pueblo para que hagan del sábado un día delicioso (Isa. 58:13)  ¿Cómo pueden hacer esto?  Su única esperanza de experimentar alguna vez el verdadero gozo y satisfacción que Dios ha provisto para ellos en el día santo, consiste en seguir el ejemplo de Cristo, el Señor del sábado.

Cristo adoraba regularmente en el día sábado, tomando parte en los servicios e impartiendo instrucción religiosa.  Pero el Salvador no se limitaba a adorar. También tenía comunión con los demás, caminaba al aire libre, y se dedicaba a realizar santas obras de misericordia.  Siempre que podía, sanaba a los enfermos y afligidos.

Cuando se lo criticó por su obra de aliviar el sufrimiento, Jesús replicó: Lícito es en los sábados hacer el bien” (Mat.2:12). Sus actividades de sanamiento no quebrantaron el sábado ni lo abolieron.  Lo que sí hicieron fue terminar con los gravosos reglamentos que habían torcido el significado del sábado como un instrumento divino de refrigerio espiritual y deleite. Dios se proponía que el sábado sirviera para el enriquecimiento espiritual de la humanidad.

El Señor del sábado invita a todos a seguir su ejemplo. Los que aceptan su llamado experimentan el sábado como una delicia y una fiesta espiritual, un anticipo del cielo.  Descubren que el sábado fue designado por Dios para evitar el desánimo espiritual”.

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RECIBIREIS PODER-Persona, Presencia y  Obra del Espíritu  Santo-parte 7-       

INVISIBLE COMO EL VIENTO

 “El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; más ni sabes de donde viene ni a donde va.  Así sucede con la obra del Espíritu” (Juan 3:8).

 Se oye el viento entre las ramas de los árboles, por el susurro que produce en las hojas y las flores; sin embargo es invisible, y nadie sabe de donde viene ni a donde va.  Así sucede con la obra del Espíritu Santo en el corazón. Es tan inexplicable como los movimientos del viento.  Puede ser que una persona no pueda decir exactamente la ocasión ni el lugar en que se convirtió, ni distinguir todas las circunstancias de su conversión; pero esto no significa que no se haya convertido.

Mediante un agente tan invisible como el viento, Cristo obra constantemente en el corazón.  Poco a poco, tal vez inconscientemente para quien las recibe, son hechas las impresiones que tienden a atraer el alma a Cristo.  Pueden ser recibidas al meditar en El, al leer las Escrituras, o al oír la palabra del predicador. Súbitamente, al presentar el Espíritu un llamamiento más directo, el alma se entrega gozosamente a Jesús.  Muchos llaman a ésto conversión repentina; pero es el resultado de una larga intercesión del Espíritu de Dios; es una obra paciente y larga.

Aunque el viento mismo es invisible, produce efectos que se ven y se sienten.  Así también la obra del Espíritu en el alma se revelará en toda acción de quien haya sentido su poder salvador.  Cuando el Espíritu de Dios toma posesión del corazón, transforma la vida. Los pensamientos pecaminosos son puestos a un lado, las malas acciones son abandonadas, el amor, la humildad y la paz, reemplazan a la ira, la envidia y las contenciones. La alegría sustituye la tristeza, y el rostro refleja la luz que desciende de los atrios celestiales.  La bendición viene cuando por la fe el alma se entrega a Dios. Entonces, ese poder que ningún ojo humano puede ver, crea un nuevo ser a la imagen de Dios.

Para las mentes finitas es imposible comprender la obra de la redención.  Su ministerio supera al conocimiento humano; sin embargo, el que pasa de muerte a vida comprende que es una realidad divina.  Por experiencia personal podemos conocer aquí el comienzo de la redención.  Sus resultados alcanzan hasta las edades eternas. (El Deseado de todas las gentes pág.143, 144-Elena White).

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        RECIBIREIS PODER-Persona, Presencia y  Obra del Espíritu  Santo-parte 6-                            

LA PALOMA CELESTIAL

 “También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre El” (Juan 1:32).

 Cristo es nuestro ejemplo en todo. En respuesta a la oración que elevó a su Padre, el cielo se abrió, y el Espíritu, semejante a una paloma, descendió sobre El. Por el Espíritu Santo es como Dios, además de establecer comunicación con el hombre, también mora en el corazón de los que son fieles y obedientes.  Los que lo busquen en forma sincera, con el fin de recibir sabiduría para resistir a Satanás, recibirán luz y fortaleza en la hora de la tentación.  Debemos vencer del mismo modo como Cristo triunfó.

Jesús comenzó su ministerio público con una suplica ferviente.  Con ello nos dejó un ejemplo acerca de la importancia que tiene la oración para adquirir una experiencia cristiana victoriosa.  Su constante comunión con el Padre constituye un modelo que haríamos bien en imitar.  Apreció el privilegio de orar, y la obra mostró los resultados de su comunión con Dios.  Examinando la historia de su vida, descubrimos que ante cada circunstancia importante buscaba un retiro en el bosque, o la soledad de las montañas, con el propósito de elevar a Dios sus plegarias fervientes y perseverantes. Con frecuencia dedicó noches enteras a la oración antes de realizar algún milagro poderoso.  Después de un día de labor y antes de una noche de comunión, compasivamente despedía a sus discípulos para que pudieran volver a sus hogares a descansar, mientras El, con clamor y lágrimas, intercedería ante Dios en favor de la humanidad.

En respuesta a la oración, y en virtud de la gracia de Dios, Jesús fue vigorizado para llevar las cargas y fortalecido para resistir las pruebas.  Si queremos ser vencedores, debemos depender de Dios para experimentar una vida cristiana victoriosa, siguiendo el ejemplo que Cristo legó al abrir un camino que nos conduce a la fuente de fortaleza que nunca falla, y de la cual podemos obtener gracia y poder para resistir al enemigo. En las márgenes del Jordán, Jesús oró como representante de la humanidad, y la apertura de los cielos y la voz de aprobación nos asegura que Dios acepta a la humanidad a través de los méritos de Cristo.

  

 

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VIDA RADIANTE- PASOS PRACTICOS HACIA LA SALUD Y LA FELICIDAD-parte 20-

UNA ACTITUD SALUDABLE –parte 2-

Nadie tiene por que entregarse al desaliento ni a la desesperación. Dios no nos exige que venzamos con nuestras propias fuerzas.  El desea que pongamos a sus pies nuestras congojas y nuestros dolores y que allí los dejemos.

Puede suceder a menudo que tu espíritu se anuble de dolor. No trates entonces de pensar. Sabes que Jesús te ama.  Comprende tu debilidad.  Puedes hacer su voluntad descansando sencillamente en sus brazos.

Cuando las tentaciones te asalten, cuando los cuidados, las perplejidades y las tinieblas parezcan envolver tu alma, mira hacia el punto en que viste la luz por última vez.  Descansa en el amor de Cristo y bajo su cuidado protector. Al entrar en comunión con el Salvador entramos en la región de la paz.

Nada tiende más a fomentar la salud del cuerpo y del alma que un espíritu de agradecimiento y alabanza.  Olvidando nuestras propias dificultades y molestias, alabemos a Dios por la oportunidad de vivir para la gloria de su nombre. Despierten las frescas bendiciones de cada nuevo día la alabanza en nuestro corazón por estos indicios de su cuidado amoroso.

Al abrir tus ojos por la mañana, da gracias a Dios por haberte guardado durante la noche. Dale gracias por la paz con que llena tu corazón. Por la mañana, al mediodía y por la noche suba tu agradecimiento hasta el cielo cual dulce perfume.

Muchas veces se solicitan oraciones por los afligidos, los tristes y los desalentados, y ésto es correcto.  Debemos orar para que Dios derrame luz en la mente entenebrecida, y consuele el corazón entristecido.  Al par que rogamos por estos afligidos, debemos animarlos a que hagan algún auxilio de otros más necesitados que ellos.  Las tinieblas se desvanecerán de sus corazones al procurar ayudar a otros.

Procure el desvalido manifestar simpatía en vez de requerirla siempre. Echa sobre el compasivo Salvador la carga de tu propia flaqueza, tristeza y dolor. Abre tu corazón a su amor, y haz que rebose sobre los demás.

La conciencia de haber hecho el bien es una de las mejores medicinas para las mentes y los cuerpos enfermos.  Cuando el espíritu goza de libertad y dicha por el sentimiento del deber cumplido y por haber proporcionado felicidad a otros, la influencia alegre y reconstituyente que de ello resulta infunde vida nueva al ser entero.  

-Elena White-

 

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CONFLICTO ENTRE EL BIEN Y EL MAL-parte 4-

EL ORIGEN DEL MAL Y DEL DOLOR-parte 3-

EL ORIGEN DEL MAL Y DEL DOLOR –parte 3- 

Lucifer dejó prevalecer sus celos y su rivalidad con Cristo, y se volvió aún más obstinado.  El orgullo de su propia gloria le hizo desear la supremacía.  Lucifer no apreció como don de su Creador los altos honores que Dios le había conferido, y no sintió gratitud alguna.  Se glorificaba de su belleza y elevación, y aspiraba a ser igual a Dios. Era amado y reverenciado por la hueste celestial.  Los ángeles se deleitaban en ejecutar sus órdenes, y estaba revestido de sabiduría y gloria sobre todos ellos. Sin embargo, el Hijo de Dios era el soberano reconocido del cielo, y gozaba de la misma autoridad y poder que el Padre. Cristo tomaba parte en todos los consejos de Dios, mientras que a Lucifer no le era permitido entrar así en los designios divinos. Y este ángel poderoso se preguntaba por que había de tener Cristo la supremacía y recibir más honra que él mismo.

Abandonando el lugar que ocupaba en la presencia inmediata del Padre, Lucifer salió a difundir el espíritu de descontento entre los ángeles.  Obrando con misterioso sigilo y encubriendo durante algún tiempo sus verdaderos fines bajo una apariencia de respeto hacia Dios, se esforzó en despertar el descontento respecto a las leyes que gobernaban a los seres divinos, insinuando que ellas imponían restricciones innecesarias.  Insistía en que siendo dotados de una naturaleza santa, los ángeles debían obedecer los dictados de su propia voluntad.  Procuró ganarse la simpatía de ellos haciéndoles creer que Dios había obrado injustamente con él, concediendo a Cristo honor supremo.  Dio a entender que al aspirar a mayor poder y honor, no trataba de exaltarse a sí mismo sino a asegurar libertad para todos los habitantes del cielo, a fin de que pudiesen así alcanzar a un nivel superior de existencia.

En su gran misericordia, Dios soportó por largo tiempo a Lucifer. Este no fue expulsado inmediatamente de su elevado puesto, cuando se dejó arrastrar por primera vez por el espíritu de descontento, ni tampoco cuando empezó a presentar sus falsos asertos a los ángeles leales.  Fue retenido aún por mucho tiempo en el cielo.  Varias y repetidas veces se le ofreció el perdón con tal de que se arrepintiese y se sometiese.  Para convencerle de su error se hicieron esfuerzos de que solo el amor y la sabiduría infinitos eran capaces.  Hasta entonces no se había conocido el espíritu de descontento en el cielo.  El mismo Lucifer no veía en un principio hasta donde le llevaría este espíritu; no comprendía la verdadera naturaleza de sus sentimientos. Pero cuando se demostró que su descontento no tenía motivo, Lucifer se convenció de que no tenía razón, que lo que Dios pedía era justo, y que debía reconocerlo ante todo el cielo.  De haberlo hecho así, se habría salvado a sí mismo y a muchos ángeles. 

Aunque había abandonado su puesto de querubín cubridor, habría sido no obstante restablecido en su oficio si, reconociendo la sabiduría del Creador, hubiese estado dispuesto a volver a Dios y se hubiese contentado con ocupar el lugar que le correspondía en el plan de Dios. Pero el orgullo le impidió someterse. Se empeño en defender su proceder insistiendo en que no necesitaba arrepentirse, y se entregó de lleno al gran conflicto con su Hacedor. (Elena White)

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EL CAMINO A CRISTO -EL PRINCIPE DEL CIELO- parte 29-

EL GOZO DE LA COLABORACION

COMO CRECER EN EL AL COMPARTIR SU SACRIFICIO-parte 3-

Si los discípulos de Cristo comprendiesen su deber, habría mil heraldos del Evangelio a los gentiles donde hoy hay uno.  Y todos los que no pudieran dedicarse personalmente a la obra, la sostendrían con sus recursos, simpatías y oraciones.  Y habría de seguro más ardiente trabajo por las almas en los países cristianos.

No necesitamos ir a tierras de paganos, ni aún dejar el pequeño círculo del hogar, si es ahí a donde el deber nos llama a trabajar por Cristo.  Podemos hacer ésto en el seno del hogar, en la iglesia, entre aquellos con quienes nos asociamos y con quienes negociamos. Nuestro Salvador pasó la mayor parte de su vida terrenal trabajando pacientemente en la carpintería de Nazaret.  Los ángeles ministradores servían al Señor de la vida mientras caminaba con campesinos y labradores, desconocido y no honrado.  El estaba cumpliendo su misión tan fielmente mientras trabajaba en su humilde oficio, como cuando sanaba a los enfermos o caminaba sobre las olas tempestuosas del mar de Galilea.  Así, en los deberes más humildes y en las posiciones más bajas de la vida, podemos andar y trabajar con Jesús.

El apóstol dice:”Cada uno permanezca para con Dios en aquel estado en que fue llamado” (1Cor.7:24).  El hombre de negocios puede dirigir sus negocios de un modo que glorifique a su Maestro por su fidelidad.  Si es verdadero discípulo de Cristo, pondrá en práctica su religión en todo lo que haga y revelará a los hombres el espíritu de Cristo.  El obrero manual puede ser diligente y fiel representante de Aquél que se ocupó en los trabajos humildes de la vida. Todo aquél que lleva el nombre de Cristo debe obrar de tal modo que los otros, viendo sus buenas obras, sean inducidos a glorificar a su Creador y Redentor.

Muchos se excusan de poner sus dones al servicio de Cristo porque otros poseen mejores dotes y ventajas.  Ha prevalecido la opinión de que solamente los que están especialmente dotados tienen que consagrar sus habilidades al servicio de Dios.  Muchos han llegado a la conclusión de que el talento se da sólo a cierta clase favorecida, excluyendo a otros. Cuando el Señor de la casa llamó a sus siervos dio a cada uno su trabajo.  Con el espíritu amoroso podemos ejecutar los deberes más humildes de la vida “como para el Señor” (Colos.3:23). 

Si tenemos el amor de Dios en nuestro corazón, se manifestará en nuestra vida.  El suave olor de Cristo nos rodeará y nuestra influencia elevará y beneficiará a otros. No debemos esperar mejores oportunidades o habilidades extraordinarias para empezar a trabajar por Dios.  No necesitamos preocuparnos en lo más mínimo de lo que el mundo dirá de nosotros.  Si nuestra vida diaria es un testimonio de la pureza y sinceridad de nuestra fe y los demás están convencidos de nuestros deseos de hacer el bien, nuestros esfuerzos no serán enteramente perdidos. No necesitamos cargarnos de ansiedad por el éxito.  Tenemos solamente que seguir adelante con tranquilidad, haciendo fielmente la obra que la providencia de Dios indique, y nuestra vida no será inútil.  Nuestras propias almas crecerán cada vez más a la semejanza de Cristo; seremos colaboradores de Dios en esta vida, y así nos estaremos preparando para la obra más elevada y el gozo sin sombra de la vida venidera.  (Elena White)

  • “No temas en nada lo que vas a
  • padecer.  He aquí, el diablo echará a
  • algunos de vosotros en la cárcel para que
  • seáis probados, y tendréis tribulación por
  • diez días.  Se fiel hasta la muerte, y yo te
  • daré la corona de la vida”  (Apoc.2:10)
  • “Tu guardarás en completa paz a aquél
  • cuyo pensamiento en ti persevera; porque
  • en ti ha confiado. Confiad en Jehová
  • perpetuamente, porque en Jehová el Señor
  • está la fortaleza de los siglos”  (Isaías 26:3-4)

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EL CAMINO A CRISTO -EL PRINCIPE DEL CIELO- parte 25-

EL SECRETO DEL CRECIMIENTO

COMO BUSCAR LA VIDA MAS PROFUNDA DE UNA CONTINUA PERMANENCIA EN EL-parte 2-

Muchos tienen la idea de que deben hacer alguna parte de la obra solos. Ya han confiado en Cristo para el perdón de sus pecados, pero ahora procuran vivir rectamente por sus propios esfuerzos.  Más tales esfuerzos se desvanecerán. Jesús dice: “Porque separados de mi nada podéis hacer”. Nuestro crecimiento en la gracia, nuestro gozo, nuestra utilidad, todo depende de nuestra unión con Cristo, solamente estando en comunión con El diariamente, a cada hora permaneciendo en El, es como hemos de crecer en la gracia. El no solamente el autor sino también el consumador de nuestra fe.  Cristo es el principio, el fin, la totalidad. Estará con nosotros no solamente al principio y al fin de nuestra carrera, sino en cada paso del camino. David dice: “A Jehová he puesto siempre delante de mí; porque estando en El a mi diestra, no resbalaré.” (Salmo 16:8)

Por la fe llegamos a ser de Cristo, y por la fe tenemos que crecer en El dando y tomando a la vez.  Tenemos que darle todo: el corazón, la voluntad, la vida, darnos para El para obedecer todos sus requerimientos; y debemos tomar todo: a Cristo, la plenitud de toda bendición, para que habite en nuestro corazón y para que sea nuestra fuerza, nuestra justicia, nuestra eterna ayuda a fin de que nos de poder para obedecerle.

Consagrémonos a Dios todas las mañanas; hagamos de ésto nuestro primer trabajo. Este es un asunto diario. Sometamos nuestros planes a El. Sea puesta así nuestra vida en las manos de Dios y será cada vez más semejante a la de Cristo. La vida en Cristo es una vida de reposo.  Puede no haber éxtasis de la sensibilidad, pero debe haber una confianza continua y apacible.  Nuestra esperanza no está en nosotros, está en Cristo.

Nuestra debilidad está unida a su fuerza, nuestra ignorancia a su sabiduría, nuestra fragilidad a su eterno poder. Pensemos en su amor, en su belleza y en la perfección de su carácter. Amándole, imitándole, dependiendo enteramente de El, es como seremos transformados a su semejanza.

Jesús dice: “Permaneced en mí”  Estas palabras dan idea de descanso, estabilidad, confianza.  También nos invita:¡Venid a mí…y os daré descanso!” (Mateo 11:28). “Confiad calladamente en Jehová, y espérale con paciencia.”  “en quietud y confianza será vuestra fortaleza”  (Sal.37:7; Isa.30:15). Este descanso no se funda en la inactividad; porque en la invitación del Salvador la promesa de descanso está unida con el llamamiento al trabajo: “Tomad mi yugo sobre vosotros, y …hallareis descanso.” (Mateo 11:29)  El corazón que más plenamente descansa en Cristo es el más ardiente y activo en el trabajo para El.

Cuando el hombre dedica muchos pensamientos a sí mismo, se aleja de Cristo: manantial de fortaleza y vida. Por esto Satanás se esfuerza constantemente por mantener la atención apartada del Salvador e impedir así la unión y comunión del alma con Cristo. Los placeres del mundo, los cuidados de la vida y sus perplejidades y tristezas, las faltas de otros o nuestras propias faltas e imperfecciones hacia alguna de estas cosas, o hacia todas ellas, procura desviar la mente.  No seamos engañados por sus maquinaciones. A muchos que son realmente concienzudos y que desean vivir para Dios los hace también detenerse a menudo en sus faltas y debilidades, y separarlos así de Cristo, espera obtener la victoria.  (Elena White)

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