DOCTRINA DE LA VIDA CRISTIANA
EL DECÁLOGO Y LA CRUZ. Si bien es cierto que la muerte de Cristo terminó con la autoridad del la ley ceremonial, por otra parte estableció la ley de los Diez Mandamientos. Todo el tiempo que un individuo se halla bajo la ley, permanece también bajo el dominio del pecado, por cuanto la ley no puede salvarnos de la condenación del pecado ni de su poder. Pero los que están bajo la gracia reciben no sólo la libertad de la condenación (Rom8:1), sino también el poder para vencer (Rom.6:4). “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Rom.8:1).
La muerte de Cristo magnificó la ley, exaltando su autoridad universal. Si el Decálogo pudiera haber sido cambiado, el Salvador no habría tenido que morir. Pero por cuanto esta ley es absoluta e inmutable, requiere el derramamiento de sangre con el fin de pagar la pena que impone. Este requerimiento, Cristo lo satisfizo plenamente por su muerte inocente en la cruz, poniendo la vida eterna a la disposición de todos los que aceptasen su magnífico sacrificio.
LA OBEDIENCIA A LA LEY. Dios ha librado a su pueblo del castigo y la maldición del pecado. Aún cuando eran pecadores Cristo dio su vida con el fin de proveer para ellos el don de la vida eterna. El abundante amor de Dios despierta en el pecador arrepentido una respuesta que se manifiesta en obediencia amorosa por el poder de la gracia derramada en tal abundancia.
CRISTO Y LA LEY. Cristo tenía supremo respeto por la ley de los Diez Mandamientos. Como el gran “YO SOY”, el mismo proclamó desde el Sinaí la ley moral de su Padre (Juan 8:58; Exo.3:14). Parte de su misión en este mundo consistía en “magnificar la ley y engrandecerla” (Isa. 42:21). “El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón” (Sal.40:8; Heb.10:5,7) Pablo dijo: “¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley” (Rom.3:31).
Cristo no sólo vino con el fin de redimir al hombre sino también para vindicar la autoridad y la santidad de la Ley de Dios, presentando ante el pueblo su magnificencia y gloria; y dándonos ejemplo de cómo relacionarnos con ella. “De cierto os digo, que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni un tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido” (Mat.5:18). “Si me amáis, guardad mis mandamientos (Juan 14:15) “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor” (Juan 15:10).
LAS BENDICIONES DE LA OBEDIENCIA. La obediencia desarrolla un carácter cristiano y produce una sensación de bienestar, haciendo que los creyentes crezcan y sean transformados a la imagen de Cristo (2Cor. 3:18). La Escritura declara “bienaventurados los que andan en la ley de Jehová” Sal.119:1). Las bendiciones de la obediencia son muchas:
- 1) entendimiento y sabiduría (Sal.119: 98, 99)
- 2) paz (Sal.119:165; Isa.48:18)
- 3) justicia (Deut6:25; Isa. 48:18)
- 4) una vida pura y moral (Prov. 7: 1-5)
- 5) conocimiento de la verdad (Juan 7:17)
- 6) protección contra las enfermedades (Exo.15:26)
- 7) longevidad (Prov.3:1, 2; 4:10, 22) y
- 8) la seguridad de que nuestras oraciones recibirán respuesta (1Juan 3:22; compárese con Sal.66:18).
En su invitación a la obediencia, Dios nos promete abundantes bendiciones (Lev.26:3-10; Deut.28: 1-12). Cuando respondemos en forma positiva, llegamos a ser su:
“ESPECIAL TESORO, REAL SACERDOCIO, NACIÓN SANTA”(Exo.19: 5, 6, véase también 1Ped.2: 5,9), exaltados “SOBRE TODAS LA NACIONES DE LA TIERRA”, puestos “POR CABEZA, Y NO POR COLA” (Deut.28:1, 13).
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