DOCTRINA DE LA VIDA CRISTIANA
FORMAS DE RECONOCER QUE DIOS ES EL DUEÑO. Se puede dividir la vida en cuatro aspectos básicos, cada uno de los cuáles constituye un don de Dios. El Creador nos concedió un cuerpo, capacidades, tiempo y posesiones materiales. Además, debemos cuidar del mundo que nos rodea, sobre el cuál se nos concedió el dominio.
MAYORDOMÍA DEL CUERPO. Los hijos de Dios son mayordomos de sí mismos. Hemos de amar a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra fuerza, y con toda nuestra mente (Luc.10:27). Los cristianos tienen el privilegio de desarrollar sus poderes físicos y mentales al máximo de su capacidad y oportunidades. Al hacer esto, honran a Dios y se capacitan para ser de mayor bendición para con sus semejantes.
LA MAYORDOMÍA DE LAS CAPACIDADES. Cada persona posee aptitudes especiales. Unos pueden poseer talento musical; otros, para los oficios manuales, tales como la costura o la mecánica. A algunos les resulta más fácil hacer amigos y actuar en sociedad con otros, mientras que otras personas pueden mostrar una tendencia natural hacia actividades más independientes del grupo.
Cada talento puede ser usado para glorificar, ya sea al que lo posee o a su Dador original. Debiéramos cultivar los dones que el Espíritu Santo le concede a cada uno de nosotros, con el fin de multiplicarlos (Mat.25).
LA MAYORDOMÍA DEL TIEMPO. Como fieles mayordomos, glorificamos a Dios al usar sabiamente nuestro tiempo. “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís” (Col.3:23, 24).
La Biblia nos amonesta a no portarnos “como necios, sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos” (Efe. 5:15, 16). Como Jesús debemos ocuparnos en los negocios de nuestro Padre (Luc.2:49). Por cuanto el tiempo es el don de Dios, cada momento es precioso.
LA MAYORDOMÍA DE LAS POSESIONES MATERIALES. Dios les concedió a nuestros primeros padres la responsabilidad de sojuzgar la tierra, gobernar el reino animal, y cuidar del jardín del Edén (Gen.1:28; 2:15). Todo eso les pertenecía no sólo para que gozaran de ello, sino para que lo administraran.
Sobre ellos se colocó una sola restricción. No debían comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. Este árbol proveía un recuerdo constante de que Dios era el dueño y la autoridad final sobre la tierra. Al respetar esta restricción, la primera pareja demostraría su fe y lealtad a El.
Después de la caída, Dios ya no pudo seguir probando a la humanidad por medio del árbol del conocimiento. Pero los seres humanos todavía necesitaban un recordativo constante de que Dios es la fuente de todo don bueno y perfecto (Sant.1:17) y que El es quien nos provee con el poder para obtener riquezas (Deut.8:18). Con el fin de recordarnos que El es la fuente de toda bendición, Dios instituyó un sistema de diezmos y ofrendas. Este sistema provee los medios financieros que permite convertirse en colaboradores para la proclamación del Evangelio. Dios ha ordenado que la tarea de compartir las buenas nuevas de salvación deben depender de los esfuerzos y ofrendas de su pueblo. “El diezmo de la tierra, así de la simiente de la tierra como el fruto de los árboles, de Jehová es; es cosa dedicada a Jehová” (Lev.27:30-32).