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Archive for the ‘1.00-ESPERANZA PARA EL PLANETA TIERRA-EL FUTURO BRILLANTE DE UNA RAZA CAIDA.’ Category

ESPERANZA PARA EL PLANETA TIERRA – EL FUTURO BRILLANTE DE UNA RAZA CAIDA –parte 15-

LA HUMILDAD DE DIOS-parte 4-

2.       PARA MORIR POR EL HOMBRE –parte 2-

Cristo, siendo Dios, no podía morir, pues su naturaleza divina es inmortal.  1 Timoteo 6:15-16 afirma que Jesús es el Rey de reyes y que tiene inmortalidad.  ¿Cómo podía Cristo morir en lugar del pecador si era inmortal por naturaleza?

La única forma de hacerlo era si tomaba sobre sí una naturaleza humana mortal. Era imposible que Cristo muriera a menos que se hiciera hombre.  Tomó la naturaleza humana a fin de sufrir la muerte en nuestro lugar.  “Cuando Cristo fue crucificado, fue su naturaleza humana la que murió. La divinidad no murió; ésto hubiera sido imposible” (Elena White).

Marcos 10:45 dice: “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”.  

La hermosa profecía de Isaías 53:5 afirma: “Más el herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”.

El apóstol Pablo, en 2 Corintios 5:21, expresa así este gran sacrificio: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”.

Si Jesús no se hubiese hecho hombre a fin de poder derramar su sangre por nosotros, aún estaríamos en nuestros pecados.  De su muerte depende nuestra vida.

El diablo sabía que la muerte de Cristo era de crucial importancia y por lo tanto procuró desviarlo constantemente del camino a la cruz.  En la tercera tentación, procuró trazarle un camino más fácil que el de la cruz, ofreciéndole todos los reinos del mundo si tan sólo lo adoraba (Mateo 4:8-10).  En otra ocasión, Pedro se prestó como instrumento de Satanás tentando a Cristo a no ir a la cruz (Mateo 16:22-23).  Hacia el final de su ministerio vinieron unos griegos a Jesús y le invitaron a predicar en su país (Juan 12:20-24).

El Salvador no ignoraba las grandes necesidades que había en Grecia, pero rehusó desviarse del camino a la cruz y dijo: “Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado”.  En el Getsemaní y en la cruz, el diablo procuró desalentar a Cristo para que abandonara al mundo en la rebelión. El destino de la raza humana pendía de un hilo. Pero Jesús escogió pagar la deuda de cada ser humano.  Pudo morir porque había tomado sobre sí la naturaleza mortal del hombre.

3.       PARA PODER SIMPATIZAR CON LOS PECADORES

Según Hebreos 5:1-2, todo sumo sacerdote debe ser tomado “de entre los hombres” para que “se muestre paciente con los ignorantes y extraviados, pues que él también está rodeado de debilidad”.  A fin de poder simpatizar con la situación del hombre, Cristo debía llegar a ser hombre.

Una cosa es mirar el sufrimiento de lejos y otra es pasar por el sufrimiento uno mismo. De igual manera, antes que Cristo se encarnara, simpatizaba con la raza humana y sentía compasión de nosotros.  Podría haberse quedado en el cielo observando la miseria humana de lejos, pero a fin de comprender plenamente nuestra situación, llegó a ser carne de nuestra carne y hueso de nuestro hueso. No se conformó con mirar de lejos nuestra aflicción, sino que descendió de su trono para “andar en nuestros zapatos”. Así podemos tener la absoluta seguridad de que nos comprende.

Hebreos 2:17 asegura: “Por lo cual, debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo”. 

Sólo como hombre podía simpatizar plenamente con la situación humana. 

Continúa en parte 16  

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ESPERANZA PARA EL PLANETA TIERRA – EL FUTURO BRILLANTE DE UNA RAZA CAIDA –parte 14-

LA HUMILDAD DE DIOS-parte 3-

¿Por qué escogió Cristo encarnarse en un planeta donde ni el mundo (Juan 1:10) ni los suyos (Juan 1:11) quisieron recibirle? Hay siete razones por las cuales Jesús se encarnó:

 1.       PARA REVELAR COMO ES DIOS

Antes que entrara el pecado al mundo, el hombre tenía comunión directa con Dios, lo veía cara a cara; pero cuando pecó, Dios tuvo que ocultarse de él, pues su gloria es como fuego consumidor contra el pecado (Deuteronomio 4:24; Hebreos 12:29).

Ahora bien, el hombre necesita conocer a Dios para salvarse.  Juan 17:3 dice “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”. El hombre tiene que conocer a Dios para salvarse. Pero, ¿Cómo podía conocerlo si él tuvo que ocultarse por causa del pecado? En el Antiguo Testamento Dios resolvió parcialmente el problema.

Según Hebreos 1:1 Dios se reveló muchas veces y en muchas maneras. Por medio de sueños y visiones.  Urim y Tumin, símbolos y figuras, Dios pintó cuadros que revelaban su carácter.  Pero ninguno de estos métodos daba una imagen plena de cómo Dios es en verdad.  Eran tan sólo sombras y retratos de Dios.  Una sombra o un retrato pueden darnos una idea general de cómo es una persona pero recién podemos saber en realidad como es cuando llegamos a conocerla personalmente.

Dios necesitaba dar una revelación personal de sí mismo para que el hombre pudiera conocerlo y salvarse. Con este fin Jesús veló su gloria divina en carne humana. Así pudo revelar en persona como es Dios, sin destruir al mismo tiempo al pecador. En estos postreros días Dios nos ha hablado por medio de su Hijo (Hebreos 1:2). El apóstol Juan nos asegura: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer” (Juan 1:18).

En cierta ocasión Felipe le dijo a Jesús: “Señor, muéstranos el Padre, y nos basta”. Jesús le dijo: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:8-9).  A veces creamos en nuestra mente una dicotomía entre el Padre y el Hijo. Pensamos que Jesús es misericordioso y tolerante mientras que el Padre es justo y severo.  Pero no es así.  El Padre y el Hijo tienen el mismo carácter. El Padre nos ama tanto como su Hijo, pues “de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna” (Juan 3:16).

 2.       PARA MORIR POR EL HOMBRE

Después que el hombre pecó, Dios le dijo: “Ciertamente morirás”. “La paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23).  Aunque la justicia divina exigía la muerte del pecador, la misericordia de Dios quería salvarlo. Jesús ofreció saldar la deuda muriendo en lugar del pecador, pero había un problema: Cristo, siendo Dios, no podía morir, pues su naturaleza divina es inmortal.  1 Timoteo 6:15-16 afirma que Jesús es el Rey de reyes y que tiene inmortalidad.  ¿Cómo podía Cristo morir en lugar del pecador si era inmortal por naturaleza?

La única forma de hacerlo era si tomaba sobre sí una naturaleza humana mortal.

Continúa en parte 15

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ESPERANZA PARA EL PLANETA TIERRA – EL FUTURO BRILLANTE DE UNA RAZA CAIDA –parte 13-

LA HUMILDAD DE DIOS-parte 2-

Dios amaba al pecador. Pero ¿cuánto lo amaba?

Llego un momento en que Cristo, el Eterno, el que había creado el inmenso universo de la nada, el que hizo las innumerables estrellas y las llama a todas por su nombre; el que era rey sobre todas las galaxias del cosmos y el que sustenta el vasto universo por la palabra de su potencia; el que era amado, venerado y adorado por todas las huestes celestiales, decidió abandonar el cielo para venir a salvar al hombre.  NO hay ser humano que pueda comprender la magnitud de este sacrificio.  Las palabras suenan demasiado huecas para describir tan sublime acto.

Hace poco más de 2.000 años, en el momento acordado en el concilio de paz, el Hijo se despidió de su Padre y de las huestes angélicas. Descendió del trono y entregó su cetro.  Se quitó el manto de gloria real y la brillante corona y los puso en manos de su Padre. La despedida debió haber sido triste. Luego, mediante un acto misterioso que el hombre jamás podrá comprender, el Padre implantó al Verbo en el vientre de la Virgen María (Hebreos 10:5). El Dios eterno había sido trasplantado al planeta rebelde, al mismo cuartel de Satanás. El Rey del universo se había tornado súbdito, el Señor del espacio infinito había tomado la posición de siervo.

Jesús vino con una naturaleza humana deteriorada por 4.000 años de pecado. Aquel para quien el tiempo y el espacio no constituían el menor límite, se encarceló en ellos. No nació en un palacio sino en medio de las bestias que el mismo había creado. Estudió el Antiguo Testamento que el mismo había dado (1 Pedro 1:10-12).  Aprendió lecciones de la naturaleza que él mismo había creado con el aliento de su boca.  Llegó a ser menor que los mismos ángeles que había llamado a la existencia para cumplir sus designios (Hebreos 2:9) ¡Imagínense, el Creador haciéndose menor que sus propias criaturas! A diferencia de Lucifer, descendió y se despojó  a sí mismo. No reclamó sus derechos como Dios, sino que se humilló a sí mismo (Filip.2:6-11).  Lo vemos mezclándose con los publicanos, las rameras, los leprosos y los menesterosos.

En el aposento alto lavó los pies de sus propios discípulos, incluyendo los del traidor Judas.  En el Getsemaní sudó grandes gotas de sangre por la angustia de sentirse separado de su Padre.  Se colocó en las manos de sus propias criaturas y permitió que lo golpearan y se mofaran de él.  Le escupieron en el rostro, lo azotaron con una caña, le rasgaron la piel y los músculos con el látigo salvaje, le hincaron una corona de espinas en su frente y finalmente lo crucificaron, atravesando sus manos y sus pies con enormes clavos. Desnudo, colgaba entre el cielo y la tierra.

¡El Rey del universo sentenciado y ejecutado por sus propias criaturas!

Cristo podría haber dicho: “Tengo tantos miles de millones de mundos en medio del universo infinito ¿para qué me voy a complicar la vida yendo a ese mundo lleno de gente rebelde y malvada que no merece más que la muerte?” ¿Por qué escogió Cristo encarnarse en un planeta donde ni el mundo (Juan 1:10) ni los suyos (Juan 1:11) quisieron recibirle? Hay siete razones por las cuales Jesús se encarnó:

Continúa en parte 14

 

 

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ESPERANZA PARA EL PLANETA TIERRA – EL FUTURO BRILLANTE DE UNA RAZA CAIDA –parte 12-

LA HUMILDAD DE DIOS-parte 1-

 “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,

el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,

sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo,

hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre,

se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz.

Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo,

y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús

se doble toda rodilla de los que están en los cielos y en la tierra, y debajo de la tierra;

y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor para gloria de Dios Padre” (Filip.2:5-11).

El hombre violó la Ley de Dios y cayó en pecado. Por su desobediencia merecía la muerte.  Por sí mismo no podía escaparse de su situación.  Jesús podría haber ignorado al hombre o haberlo destruido.  De hecho no lo necesitaba. Pero por su gran amor escogió descender a nuestro nivel y derramar su sangre a fin de que el hombre pudiera levantarse del abismo del pecado y tener la esperanza de ir con Cristo al cielo.

 EL DIOS MISERICORDIOSO Y JUSTO

En el tema anterior dejamos dos preguntas sin contestar: 1) Por qué no destruyó Dios al hombre inmediatamente después que pecó, y 2) como podía Dios ser justo al castigar el pecado y al mismo tiempo misericordioso al salvar al pecador. En realidad, hay una sola respuesta a estos dos interrogantes.

Cuando el hombre pecó, la justicia de Dios exigía su muerte inmediata. ¿Por qué, entonces, no murió el hombre ese mismo día? Sencillamente porque Jesús se había ofrecido a morir en lugar de los culpables.  Había creado a Adán y Eva (y por ende a todos sus descendientes también) y por lo tanto tenía derecho a ofrecer su vida en lugar de la de ellos. En el concilio de paz, el Padre y el Hijo (Zacarías 6:12-13) habían acordado que si el hombre pecaba, Dios aceptaría la muerte de su Hijo en lugar de la de los pecadores.  Por ésto la Biblia dice que Jesús es el “Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo” (Apocalipsis 13:8).  Así Dios podía ser “justo y justificador” de los que lo aceptan.

 LA HUMILDAD DE DIOS –parte 2-

Generalmente pensamos en Dios como alguien omnipotente, omnipresente y omnisapiente. Pero raras veces lo concebimos como manso y humilde. No obstante, ésta es una de las cualidades más grandes del carácter de Dios.  Veamos:  Cierta noche David estaba acostado, mirando la expansión, y al contemplar el cielo estrellado escribió las siguientes palabras:

“Cuando veo tus cielos, obras de tus dedos, la luna y las estrellas que tú  formaste. Digo: ¿qué es el hombre, para que tengas de él memoria. Y el hijo del hombre, para que lo visites?” (Salmo 8:3-4).

Cuando el hombre pecó, Dios podría haber dicho “Son solamente dos personas, se rebelaron contra nosotros y merecen morir, eliminémoslas y comencemos de nuevo”. Pero no fue así.  Dios amaba al pecador.  Pero ¿Cuánto lo amaba? 

Continúa en parte 13                   

     

 

 

 

     

 

 

 

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ESPERANZA PARA EL PLANETA TIERRA – EL FUTURO BRILLANTE DE UNA RAZA CAIDA –parte 11-

LA ESTRELLA REBELDE  -parte 4-

Hay varias cosas que podemos saber a ciencia cierta en cuanto a Lucifer:

7. Cuando Adán y Eva pecaron, desobedecieron el mandato explícito de Dios. Su pecado era inexcusable.  Dios había prometido que la consecuencia de dicho acto iba a ser la muerte.  Es más, Dios afirmó que el mismo día que comieran del árbol iban a morir (Génesis 2:17). Entonces, ¿por qué no murieron ese mismo día?  Próximamente estudiaremos esta pregunta, pero antes debemos aclarar algunos puntos importantes.

Dios estaba obligado a castigar el pecado de Adán y Eva con la muerte, pues había dicho: “El día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:17). Romanos 6:23 afirma: “La paga del pecado es muerte”. La justicia y la veracidad de Dios exigían la muerte de Adán y Eva, pero su amor y misericordia querían salvarlos.  Aparentemente había una discordia irreconciliable entre la justicia y la misericordia de Dios. ¿Cómo podía Dios castigar el pecado y al mismo tiempo salvar al pecador?

Estudiaremos el maravilloso plan que Dios puso en práctica para reconciliar su amor y su justicia, pero antes debemos entender que el virus mortal del pecado no afectó tan sólo a nuestros primeros padres. La infección se extendió también a todos sus descendientes.  Según la Biblia, todos nacemos en este mundo a imagen de Adán que pecó (Génesis 5:1-3) Recibimos de él una naturaleza pecaminosa, inclinada hacia el mal, desviada hacia el pecado.  El hombre nace egoísta, enemistado contra Dios, rebelde, lleno de suficiencia propia.

Tiene una tendencia hacia el pecado que por sí mismo no puede resistir. Efesios 2:3-4 afirma que somos por naturaleza hijos de ira y en Salmo 51:5 se nos dice que somos concebidos en pecado.  Debe quedar algo claro que no somos culpables del pecado que cometió Adán, pero si heredamos sus consecuencias.  El salmista David dice que el hombre es rebelde desde el momento de su concepción (Salmo 58:3).  Con el transcurso del tiempo la naturaleza pecaminosa que recibimos de Adán nos lleva a cometer actos de pecado.  Es decir, heredamos de Adán una naturaleza pecaminosa que no puede sino pecar. Toda  la raza humana está bajo sentencia de muerte, pues en Adán todos mueren (1 Corintios 15:22).  El apóstol Pablo afirma: “No hay justo, ni aún uno…Todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:10,23).

Todos nacemos en este mundo perdidos y condenados a muerte, y lo peor es que no podemos por nosotros mismos cambiar nuestra condición ni nuestra sentencia. El profeta Jeremías pregunta: “Mudará el etíope  su piel, y el leopardo sus manchas? Así también, ¿podréis vosotros hacer bien, estando habituados a hacer mal? (Jeremías 13:23).

El pecado del hombre pareció poner en aprietos a Dios. Satanás lo desafió: “Si no castigas al hombre con la muerte, eres un mentiroso pues has dicho, ‘el alma que pecare esa morirá’.  Por otro lado, si castigas al hombre con muerte eterna por su pecado, no lo amas pues un Dios de amor no haría tal cosa” ¿Qué podía hacer Dios para disipar las tenebrosas sombras que cubrían al planeta Tierra? ¡Había un plan!

LA HUMILDAD DE DIOS

Continúa en parte 12

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ESPERANZA PARA EL PLANETA TIERRA – EL FUTURO BRILLANTE DE UNA RAZA CAIDA –parte 10-

LA ESTRELLA REBELDE  -parte 3-

Hay varias cosas que podemos saber a ciencia cierta en cuanto a Lucifer:

7.       En Isaías, Ezequiel y Apocalipsis se repite varias veces que Satanás fue lanzado fuera del cielo por su rebelión. ¡La estrella que quiso usurpar el lugar de Cristo fue arrojada del cielo!

Algún tiempo antes que Lucifer fuera expulsado del cielo, Cristo colocó en medio del espacio infinito a este diminuto planeta. En siete días hizo el mundo perfecto, hermoso, digno de su creador, “bueno en gran manera” (Génesis 1:31), Pero en el universo se encontraba este demonio suelto que tenía la intención de vengarse de Cristo. Lucifer, quien ahora era Satanás, estaba empeñado en estropear la obra que Cristo había hecho.  La Biblia afirma que Satanás llegó finalmente al huerto del Edén. 

Allí Jesucristo había colocado un árbol para probar la fe y obediencia de nuestros primeros padres. Este árbol se hallaba en medio del huerto así que era imposible confundirlo con los demás árboles (Génesis 3:3).  El mandamiento de Dios fue claro: “Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:16-17).  No había nada de nebuloso o ambiguo en el mandato de Dios.  Eva lo comprendió claramente (Génesis 3:3). Dios dio una orden y explicó cuál sería la consecuencia de desobedecerla. ¡Qué maravilloso si Adán y Eva hubieran escogido vivir sólo de acuerdo con la palabra de Dios!

La historia de la caída se encuentra registrada en Génesis 3. No necesitamos repetir todos los detalles, pero si debemos enfatizar que Adán y Eva cayeron en pecado por las mismas razones que había caído Lucifer. Al igual que Lucifer, se llenaron de orgullo y suficiencia propia y quisieron ascender al nivel de Dios. Satanás le insinuó a la mujer: “Dios es mentiroso y no pueden confiar en él. Si pecan no van a  morir, más bien ascenderán a la altura misma de Dios.  Ustedes pueden vivir independientes de Dios.  No lo necesitan”.

Eva se negó a ocupar la posición que Dios le había dado.  Quería ascender a una esfera más elevada donde no tuviera que aceptar la soberanía divina. La Biblia afirma que Adán y Eva pecaron (Romanos 5:12), es decir, quebrantaron la Ley eterna de Jehová (Éxodo 20:3-17).  Desobedecieron los mismos mandamientos que llevaron a la caída a Lucifer. Quisieron hacerse dioses (primer mandamiento), codiciaron el poder de Dios (décimo mandamiento), quisieron robarle a Dios su posición (octavo mandamiento), aceptaron el falso testimonio de la serpiente contra Dios (noveno mandamiento) y deshonraron a su Padre celestial (quinto mandamiento).

Así logró Satanás infectar a nuestro primeros padres con el virus maligno y mortal del pecado. Inyectó en ellos el mismo espíritu que lo había llevado a su caída.

Continúa en parte 11

 

 

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ESPERANZA PARA EL PLANETA TIERRA – EL FUTURO BRILLANTE DE UNA RAZA CAIDA –parte 9-

LA ESTRELLA REBELDE  -parte 2-

Hay varias cosas que podemos saber a ciencia cierta en cuanto a Lucifer:

1.       Ezequiel 28:13 y 15 recalca dos veces que Lucifer fue creado.  Siendo que Jesucristo creó todo lo que existe en el universo (Juan 1:3; Colosenses 1:16), Lucifer tiene que haber sido creado por El.

2.       Cuando Cristo creó a Lucifer lo hizo perfecto, hermoso, radiante y lleno de sabiduría.  Se parecía en verdad a una estrella gloriosa.

3.       Lucifer estaba en la presencia misma de Dios. Ezequiel 28:14 y 16 lo llama el “querubín cubridor” ¿Qué significa este nombre tan extraño? Para comprenderlo necesitamos regresar a Éxodo 25:20-22 en donde se describe el arca del pacto o del testimonio.  Allí se manifestaba directamente la gloria de Dios en medio de su pueblo. A cada lado del arca se halla un querubín o ángel, cuyas alas se extendían por encima del arca “cubriendo con sus alas la cubierta”. ¡Qué tarea tan sagrada y solemne! En el santuario celestial estos seres eran los que más cerca estaban de Dios ¡Y sus alas cubrían el mismo trono del Altísimo! Uno de estos seres era precisamente Lucifer.

4.       La Biblia no alberga dudas en cuanto a la razón de la caída de Lucifer.  Según el relato de Isaías 14, se llenó de orgullo y suficiencia propia.  Pensó que podía gobernar mejor el universo que Dios y quiso ascender para usurpar su trono.  Se llenó de un espíritu de insubordinación e independencia.  En vez de ser siervo de Dios, quería ser señor; en lugar de súbdito quería ser rey.  No estaba conforme con la posición que Dios le había dado ¡quería ascender!

5.       Ezequiel 28:16 y 1 Juan 3:8 afirman que Satanás por su actitud de rebelión pecó contra Dios.  Según la Biblia el pecado es transgresión de la ley (1 Juan 3:4).  Algunos enseñan, inclusive cristianos, que la Ley fue dada por primera vez a Moisés en el monte Sinaí.  En este caso, Lucifer no podría haber pecado, pues si no hay Ley tampoco puede haber transgresión (Romanos 4:15).  Si examinamos con cuidado el relato, nos daremos cuenta que Lucifer desobedeció varios mandamientos de Dios (Éxodo 20:3-17). 

Quiso hacerse Dios (primer mandamiento), codició  el trono de Dios (décimo mandamiento), quiso robarle la posición a Dios (octavo mandamiento), habló falso testimonio contra Dios (noveno mandamiento), deshonró a su Padre celestial (quinto mandamiento).  Podríamos continuar la lista pero no es necesario. Dicho sea de paso, la Biblia afirma que Satanás es un asesino y mentiroso desde el principio (Juan 8:44). El pecado de Lucifer consistió pues, en rebelarse contra la Ley eterna de Dios.

6.       Hubo una guerra civil en el cielo (Apocalipsis 12:7-9).  En las guerras de esta tierra, se levanta una nación contra otra.  Pero esta guerra fue diferente pues se libró entre los mismos seres que antes habían  estado en perfecta armonía.  Fue una guerra interna.  Según Apocalipsis 12:4, Lucifer logró seducir a una tercera parte de los ángeles en su lucha y estos también desobedecieron la Ley de Dios y pecaron (2 Pedro 2:4).

7.       En Isaías, Ezequiel y Apocalipsis se repite varias veces que Satanás fue lanzado fuera del cielo por su rebelión. ¡La estrella que quiso usurpar el lugar de Cristo fue arrojada del cielo!

Continúa en parte 10

 

 

 

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ESPERANZA PARA EL PLANETA TIERRA – EL FUTURO BRILLANTE DE UNA RAZA CAIDA –parte 8-

LA ESTRELLA REBELDE  -parte 1-

En la antigua Babilonia existía una tradición muy interesante.  Según cuenta la historia, había una estrella muy brillante en el cielo que se llamaba Lucifer.  Esta estrella de la mañana se mantenía en el cielo aún después que empezaban a verse los primeros destellos del sol.  Aunque todas las demás estrellas ya habían desaparecido de la bóveda celeste ante el inminente amanecer, esta estrella rehusaba con todas sus fuerzas ocultar su gloria ante el naciente sol.  En vez de anunciar la llegada de la mañana, quería ocupar el lugar del sol que traía la mañana.

Según los babilonios, ésta era una estrella usurpadora que deseaba tomar el lugar del sol.  Luego sucedía lo inevitable: el sol se levantaba con toda su fuerza y echaba a esta estrella al abismo tenebroso.  De acuerdo a la mitología babilónica, este proceso se realizaba diariamente.  La estrella usurpadora y rebelde se levantaba sólo para caer ante la deslumbrante gloria del sol.

 Esta historia de la victoria del sol sobre la estrella rebelde y usurpadora halla sus raíces en un conflicto que en verdad se realizó entre dos estrellas.

La primera de ellas es Jesucristo, a quien se compara en la Biblia con el sol (Apocalipsis 1:16). El es la estrella brillante de la mañana (Apocalipsis 22:16), la luz del mundo (Juan 9:5).  Es el lucero de la mañana que trae la claridad del día (2 Pedro 1:19).

Pero en el universo infinito que Cristo creó había otra estrella que también era brillante, hermosa y digna de admiración.  Esta estrella de nombre Lucifer quiso ocupar el lugar del sol, es decir, de Cristo.  Leamos la historia tal como se halla registrada en las Escrituras:

“¡Como caíste del cielo,oh Lucero,hijo de la mañana!                                                                                                                                

Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones.

Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto,

junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré,

a los lados del norte: sobre las alturas de las nubes subiré; y seré semejante al Altísimo» (Isaías 14:12-14).

“Hijo de hombre, levanta endechas sobre el rey de Tiro [símbolo de Lucifer], y dile: Así ha dicho Jehová el Señor: Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría y acabado de hermosura. 

En Edén, en el huerto de Dios estuviste; de toda piedra preciosa era tu vestidura; de cornerina, topacio, jaspe, crisólito, berilo y ónice, de zafiro, carbunclo, esmeralda, y oro, los primeros de tus tamboriles y flautas estuvieron preparados para ti en el día de tu creación. 

Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas.

Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad. 

A causa de la multitud de tus contrataciones  fuiste lleno de iniquidad, y pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras de fuego, oh querubín protector. 

Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor;  yo te arrojaré por tierra; delante de los reyes te pondré para que miren en ti” (Ezequiel 28:12-17).

Hay varias cosas que podemos saber a ciencia cierta en cuanto a Lucifer:

Continúa en parte 9

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ESPERANZA PARA EL PLANETA TIERRA – EL FUTURO BRILLANTE DE UNA RAZA CAIDA –parte 7-

LA INMENSIDAD DE NUESTRO CREADOR –parte 6-

JESUCRISTO ES EL SUSTENTADOR-parte 2-

En otras palabras, el universo no es como una máquina que funciona por sí misma.  Cristo ejerce su poder a cada instante para mantenerlo en constante operación. ¡Qué poder incomprensible se necesita para cumplir esta tarea!  Con razón el salmista declaró: “El cuenta el número de las estrellas; a todas ellas llama por sus nombres.  Grande es el Señor nuestro, y de mucho poder; y  su entendimiento es infinito” (Salmo 147: 4-5).

Isaías nos insta: “Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quien creó estas cosas; él saca y cuenta su ejército, a todas llama por sus nombres; ninguna faltará; tal es la grandeza de su fuerza, y el poder de su dominio” (Isaías 40:26).

Tomemos algunos momentos para hablar del Sol.  Está a 93.000.000 de millas de la Tierra y tiene un diámetro de 864.000 millas. Esto equivale a cuatro veces la distancia entre  la Tierra y la Luna.  Si pudiéramos manejar un automóvil alrededor del Sol y viajáramos a 800 kilómetros por día, tardaríamos catorce años en darle una vuelta completa.  Si se pudiera vaciar el Sol de tal manera que quedara hueco, cabrían un millón de planetas del tamaño de la Tierra en su interior.  El Sol tiene 1.300.000 veces más masa que nuestra Tierra. (H.M.S.Richards, The Stars and the Bible, p. 30).

El Sol convierte ocho mil millones de toneladas de su materia en energía cada segundo y cada pulgada cuadrada de su superficie brilla con la intensidad de 300.000 velas.  En un solo segundo el Sol emite más energía que lo que ha producido toda la humanidad desde la creación, incluyendo motores, plantas eléctricas, bombas y todos los demás artefactos energéticos. (Donald B. De Young, Astronomy and the Bible: Questions and Answers, pp.55-56). Emite llamaradas que son miles de veces más grandes que nuestro planeta y que se levantan  miles de millas al aire. (Id.pp30-31)

Se calcula que la temperatura del Sol en su superficie es de 10.000 grados F. (5.530  C.) En su interior, se calcula que la temperatura puede ascender a 25 millones de grados Fahrenheit (15 millones centígrados)

Si algún día la Tierra cayera dentro del Sol se derretiría como un copo de nieve en un día de verano.  Tan caliente es el Sol que si se pudiera calentar una moneda de 25 centavos a la temperatura interna del Sol todo quedaría vaporizado en un radio de mil millas (1.600 Km.) (H.M.S. Richards, Ibíd.)

No obstante, hay otros soles más grandes y potentes que el nuestro. Antares, una estrella que está en la constelación de Orión, es setecientas veces más grande que nuestro Sol y brilla con la intensidad de nueve mil soles.  Betelgeuse, que está en el hombro derecho de la constelación de Orión, tiene un diámetro mil doscientos veces mayor que nuestro Sol y emite ciento veinte mil veces más energía.

Tal es el universo que creó el Señor Jesucristo de la nada.  Tal es el universo que sustenta con su potente palabra. ¡Si el universo es tan grande e infinito cuánto más será JESUCRISTO!

 

 

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ESPERANZA PARA EL PLANETA TIERRA – EL FUTURO BRILLANTE DE UNA RAZA CAIDA –parte 6-

LA INMENSIDAD DE NUESTRO CREADOR –parte 5-

JESUCRISTO ES EL SUSTENTADOR-parte 1-

La Biblia enseña que Jesucristo no sólo creó el universo sino que lo sustenta.  Según Hebreos 1:3 Cristo sustenta “todas las cosas con la palabra de su poder”, y en Colosenses 1:17 el apóstol Pablo afirma que Cristo “es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten”.

Jesucristo hace funcionar el universo en perfecta armonía.  ¡Qué potencia tan increíble se requiere para cumplir esa tarea!

Según los científicos, nuestro planeta pesa seis mil seiscientos millones de trillones de toneladas. Sin embargo, la Tierra flota alrededor del Sol como si fuera una pluma y siempre a su tiempo preciso.  La Tierra da vueltas sobre su eje a más de mil millas (1.600 Km) por hora, pero nada sale volando.  Aún la atmósfera se mantiene en su lugar y las aguas de los mares conservan sus límites.  Con razón Job 26:7-8 afirma que Dios “extiende el norte sobre vacío, cuelga la tierra sobre nada. Ata las aguas en sus nubes, y las nubes no se rompen debajo de ellas” Esta fuerza misteriosa que mantiene a todo el universo en equilibrio se conoce como la ley de la gravedad. Ella mantiene a la Tierra en perfecta órbita alrededor del Sol, con una precisión matemática digna de admiración.  Es como si un brazo oculto dirigiera a la Tierra alrededor del Sol.

Josias Parsons Cook,  quien fuera profesor en la Universidad de Harvard afirmo: “En cuanto a la ley de la gravedad, conocemos bastante pero en cuanto a la fuerza de la gravedad no conocemos absolutamente nada”  (H.M. S. Richards, The Stars and the Bible – Los Ángeles: Voice of Prophecy Publications-p. 46).  Lo que está diciendo Cook es que podemos medir y analizar los efectos de la gravedad pero no podemos saber cuál es su causa.  Los científicos saben que la gravedad funciona en base a leyes precisas, pero no pueden explicar por qué. La Biblia si explica muy bien donde se origina el poder de la gravedad: es en Cristo, quien sustenta todas las cosas por la palabra de su potencia.

Una autora ha afirmado: “No es por medio de una fuerza inherente como año tras año la tierra suministra sus dones y sigue su marcha alrededor del sol.  La mano del Infinito obra perpetuamente para guiar el planeta. El poder de Dios en constante ejercicio, hace que la tierra conserve su posición en su rotación. Es Dios quien dispone que el sol salga y se levante en los cielos.  Es Dios quien abre las ventanas de los cielos y da la lluvia”  (Elena White-El ministerio de curación-pág.324).

En otras palabras, el universo no es como una máquina que funciona por sí misma.  Cristo ejerce su poder a cada instante para mantenerlo en constante operación. ¡Qué poder incomprensible se necesita para cumplir esta tarea!  Con razón el salmista declaró: “El cuenta el número de las estrellas; a todas ellas llama por sus nombres.  Grande es el Señor nuestro, y de mucho poder; y  su entendimiento es infinito” (Salmo 147: 4-5). 

Continúa en parte 7

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