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Posts Tagged ‘reino de los cielos’

FE Y OBRAS–parte 19-

“SIN FE ES IMPOSIBLE AGRADAR A DIOS”(Heb.11:6)-“LA FE SIN OBRAS ES MUERTA” (Sant.2:20)

LUCHAR, TRABAJAR Y ESFORZARNOS –parte 2-

Las obras jamás van a salvarnos; son los méritos de Cristo los que contarán en nuestro favor Mediante la fe en El, Cristo hará que todos nuestros imperfectos esfuerzos sean aceptables para Dios. La fe que se requiere que tengamos no es una fe de no hacer nada; fe salvadora es la que obra por amor y purifica el alma.  El que eleve a Dios manos santas sin ira ni duda, caminará inteligentemente en la senda de los mandamientos de Dios.

Si hemos de hallar perdón por nuestros pecados, primero debemos tener conciencia de lo que es el pecado, para que podamos arrepentirnos y producir frutos dignos de arrepentimiento. Debemos tener un fundamento sólido para nuestra fe; debe fundarse en la Palabra de Dios, y sus resultados se manifestarán en obediencia a la voluntad revelada de Dios.  Dice el apóstol: “Seguid….y la santidad, sin la cual nadie vera a Dios” (Heb.12:14).

La fe y las obras nos mantendrán equilibrados y nos darán el éxito en la tarea de perfeccionar el carácter cristiano.  Jesús dice: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21).

Refiriéndose al alimento temporal, el apóstol dijo: “Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos ésto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma” (2Tes.3:10). La misma regla se aplica a nuestra nutrición espiritual; si alguno ha de tener el pan de vida eterna, que haga esfuerzos para obtenerlo.

Estamos viviendo en un periodo importante e interesante de la historia de la tierra.  Necesitamos más fe que la que hemos tenido hasta ahora; necesitamos un sostén más firme de lo alto.  Satanás está obrando con todo poder para obtener la victoria sobre nosotros, porque sabe que no tiene sino un corto tiempo para trabajar. 

Pablo se esforzó con temor y temblor para obtener su salvación: ¿y no debiéramos temer nosotros? Deberíamos velar en oración, luchando con esfuerzo para entrar por la puerta estrecha.

JESÚS SUPLE NUESTRA DEFICIENCIA

No hay excusa para el pecado o para la indolencia, Jesús ha señalado el camino, y desea que sigamos sus pisadas. El ha sufrido. El se ha sacrificado como ninguno de nosotros puede hacerlo, para poder poner la salvación a nuestro alcance.  No necesitamos desanimarnos.  Jesús vino a nuestro mundo para poner a disposición del hombre el poder divino, a fin de que mediante su gracia pudiéramos ser transformados a su semejanza.

Cuando está en el corazón el propósito de obedecer a Dios, cuando se realizan esfuerzos con ese fin, Jesús acepta esta disposición y esos esfuerzos como el mejor servicio de hombre, y suple la deficiencia con su propio mérito divino. 

Pero no aceptará a los que pretenden tener fe en El y sin embargo son desleales a los mandamientos de su Padre.  Oímos hablar mucho acerca de la fe, pero necesitamos oír mucho más acerca de las obras.  Muchos están engañando a sus propias almas al vivir una religión cómoda, complaciente, sin cruz.  (Elena White)

Pero Jesús dice: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”. (Mateo 16:24).

 

 

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FE Y OBRAS–parte 6-

“SIN FE ES IMPOSIBLE AGRADAR A DIOS”(Heb.11:6)-“LA FE SIN OBRAS ES MUERTA” (Sant.2:20)

LO QUE EL HOMBRE NO PUEDE HACER –parte2-

Oímos tantas cosas que se predican en relación con la conversión del alma que NO son ciertas.  Se enseña a los hombres a pensar que si un ser humano se arrepiente será perdonado, suponiendo que el arrepentimiento es el camino, la puerta para entrar al cielo; que el arrepentimiento tiene un cierto valor seguro para conseguirle el perdón.  ¿Puede el hombre arrepentirse por sí mismo? No más de lo que puede perdonarse a sí mismo. 

Lágrimas, suspiros, resoluciones –todo ésto no es sino el ejercicio apropiado de las facultades que Dios ha concedido al hombre, y el apartamiento del pecado en la enmienda de una vida que es de Dios. ¿Dónde hay mérito en el hombre para ganar su salvación, o para poner delante de Dios algo que sea valioso o excelente? ¿Puede una ofrenda de dinero, casas, o tierras colocarlo en la lista de los merecedores? ¡Imposible!

Es peligroso considerar que la justificación por la fe pone mérito en la fe.  Cuando aceptamos la justicia de Cristo como un regalo, somos justificados gratuitamente mediante la redención de Cristo. ¿Qué es la fe? “La certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”  (Heb.11:1).  Es el asentimiento de la mente a las palabras de Dios, que ciñe el corazón en voluntaria consagración y servicio a El, quien dio el entendimiento, enterneció el corazón, y tomó la iniciativa para atraer la mente a fin de que contemplara a Cristo en la cruz del Calvario.  La fe es rendir a Dios las facultades intelectuales, entregarle la mente y la voluntad, y hacer de Cristo la única puerta para entrar en el reino de los cielos.

Cuando los hombres comprenden que no pueden ganar la justificación por los méritos de sus propias obras, y con firme y completa confianza miran a Cristo como su única esperanza, no hay en sus vidas tanto del yo y tan poco de Jesús. Las almas y los cuerpos están corrompidos y contaminados por el pecado, el corazón está alejado de Dios; sin embargo muchos luchan con su propia fuerza finita para ganar la salvación mediante buenas obras. Piensan que Jesús  obrará parte de la salvación, pero que ellos deben hacer el resto.  Los tales necesitan ver por fe la justicia de Cristo como su única esperanza para el tiempo y la eternidad.

DIOS OBRA Y EL HOMBRE OBRA-parte 1-

Dios ha dado a los hombres facultades y capacidades.  Dios obra y coopera con los dones que ha impartido al hombre, y el hombre, siendo partícipe de la naturaleza divina y realizando la obra de Cristo, puede ser vencedor y obtener la vida eterna.  El Señor no tiene intención de hacer la obra para cuyo cumplimiento ha dado facultades al hombre.  La parte del hombre debe ser realizada.  Debe ser un colaborador de Dios, llevando el yugo de Cristo, y aprendiendo de su mansedumbre y humildad. Dios es el poder que todo lo controla.  El otorga los dones; el hombre los recibe y actúa con el poder de la gracia de Cristo como un agente viviente. (Elena White)

“Vosotros sois labranza de Dios” (1 Cor.3:9)        

Continúa en parte 7

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RECIBIREIS PODER-Persona, Presencia y  Obra del Espíritu  Santo-parte 40-

EL ARREPENTIMIENTO COMO PRIMER FRUTO

“Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado”. (Salmo 51:1, 2)

 

El arrepentimiento es uno de los primeros frutos de la gracia salvadora.  En sus lecciones al hombre caído, nuestro gran Maestro presenta el poder viviente de su gracia afirmando que, en virtud a ella, el hombre y la mujer pueden experimentar la pureza y la santidad de la nueva vida.  Quien viva esta experiencia desarrollará los principios del reino de los cielos.  Al enseñar acerca de Dios, conduce a otros a andar por caminos rectos.  No llevará al cojo a transitar por senderos de incertidumbre. 

La obra del Espíritu Santo identifica al que es participante de la naturaleza divina.  Cada creyente en quien obra el Espíritu de Cristo recibe tan generoso abastecimiento de la rica gracia, que los incrédulos no pueden menos que reconocer que esa persona es controlada y sustentada por el poder divino; ésto los inspira a glorificar a Dios.

Pese a todas las invitaciones de Cristo, lamentablemente hay personas que continúan manifestando rasgos de impiedad.  A ellos Dios les dice: “¿Hasta cuándo, oh simples amaréis la simpleza…Volveos a mi reprensión; he aquí que yo derramaré mi Espíritu sobre vosotros, y os haré saber mis palabras”   (Prov.1:22,23).

El arrepentimiento del pecado es el primer fruto de la actuación del Espíritu Santo en la vida.  Es el único proceso mediante el cual la infinita pureza refleja la imagen de Cristo en sus redimidos.  En El habita toda la plenitud.  La ciencia que no está en armonía con Jesús es sin valor.  El mismo nos enseña a refutar como pérdida todas las cosas por la excelencia del conocimiento de Jesús nuestro Señor. Este conocimiento es la más elevada de todas las ciencias que el hombre puede alcanzar.

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RECIBIREIS PODER-Persona, Presencia y  Obra del Espíritu  Santo-parte 19-

EL ESPIRITU INTERCEDE POR NOSOTROS

 Más el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos” (Rom.8:27)

 

Para aproximarnos a Dios tenemos un solo canal. Nuestras oraciones pueden acceder a El por intermedio del único nombre: el de Jesús, nuestro abogado. El Espíritu debe inspirar nuestras peticiones. En el santuario, ningún fuego extraño era utilizado en los incensarios que se agitaban delante de Dios.

Siendo así, unicamente el Señor puede encender un deseo ardiente en el corazón, si es que deseamos que nuestras oraciones resulten aceptables. El Espíritu Santo es el que debe hacer la intercesión en nuestro favor, y la realiza con gemidos que nadie puede reproducir.

Un profundo sentido de la necesidad, y un gran deseo de recibir lo que pedimos, debe caracterizar a nuestras oraciones; de lo contrario, no serán escuchadas. Sin embargo, no deberíamos cansarnos de expresar nuestras plegarias porque no recibimos una respuesta inmediata.

“El reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan” (Mat.11:12).

Esta violencia quiere decir ahínco santo, semejante al que manifestó Jacob. No es necesario que intentemos producir en nosotros una emoción intensa. En nuestras peticiones debemos insistir ante el trono de la gracia en forma tranquila y persistente.

Tenemos que humillarnos delante de Dios, confesar nuestros pecados y con fe acercarnos a El. El Señor respondió las peticiones de Daniel, no para que él se ensalzara, sino para que la bendición pudiera reflejar la gloria de Dios. El designio del Señor es darse a conocer mediante su providencia y su gracia. Las oraciones son para glorificar a Dios y no para nuestra exaltación personal.

Cuando consideremos que somos débiles, ignorantes y desvalidos, como realmente somos, nos acercaremos a El como humildes suplicantes. El desconocimiento de Dios y de Cristo crea el orgullo y la justificación propia. El infalible indicador de que el hombre no conoce al Señor es su sentimiento de que es grande o bueno.

El corazón orgulloso siempre estará asociado con la indigencia. Cuando a Daniel se le dio a conocer la gloria divina, exclamó: “No quedó fuerza en mí, antes mi fuerza se cambio en desfallecimiento” (Dan.10:8).

Cuando el ser humilde que busca a Dios ve como El es, al instante se verá a sí mismo como Daniel. En lugar de la vanidad humana, desarrollará un profundo sentido de la santidad de Dios y de la justicia de sus exigencias. El fruto de esta experiencia se manifestará en una vida de renunciamiento propio y de sacrificio personal.

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DOCTRINA DE LA IGLESIA VERDADERA

CARACTERISTICAS DEL REMANENTE

  • 1LA FE DE JESUS. El pueblo remanente de Dios se caracteriza por una fe similar a la que poseía Jesús.  Reflejan la misma confianza inquebrantable que tenía el Salvador en Dios y la autoridad de la Escritura.  Creen que Jesucristo es el Mesías de la profecía, el Hijo de Dios, que vino como el Salvador del mundo. Su fe abarca todas las verdades de la Biblia, las que Cristo creyó y enseñó. El remanente de Dios, proclamará el Evangelio eterno de salvación por fe en Cristo. Estarán empeñados en una misión mundial destinada a completar el testimonio divino ante la humanidad (Apoc.14:6, 7;  10:11;  Mat.24:14).
  • 2-LOS MANDAMIENTOS DE DIOS. La fe genuina en Jesús compromete al remanente a seguir su ejemplo El que dice que permanece en El, debe andar como El anduvo” (1 Juan 2:6). Por cuanto Jesús guardó los mandamientos de su Padre, ellos también obedecen los mandamientos de Dios (Juan 15:10).Jesús dijo: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos” (Mat.7:21).  Gracias al poder que Cristo les concede, obedecen los requerimientos divinos, incluyendo los Diez Mandamientos, la invariable ley moral de Dios (Exo.20: 1-7;  Mat.5-17-19;  19:17; Fil.4:13).
  • 3-EL TESTIMONIO DE JESUS. Juan defineel testimonio de Jesús comoel espíritu de profecía” (Apoc.19:10). El remanente estará guiado por el testimonio de Jesús comunicado por medio del don de profecía. Este don del Espíritu habría de funcionar continuamente a través de toda la historia de la iglesia,hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios,  a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efe. 4:13). Esta conducción profética hace  que  el remanente  sea un pueblo profético que proclama un mensaje profético. Comprenden la profecía y la enseñan. La revelación de la verdad que llega al conocimiento del remanente, les ayuda a cumplir su importante misión de preparar al mundo para el retorno de Cristo.

EL SURGIMIENTO DEL REMANENTE DE LOS ÚLTIMOS DÍAS.  La Biblia indica que el remanente aparece en la escena mundial después del tiempo de la gran persecución (Apoc.12: 14-17). Los acontecimientos de la Revolución Francesa, que llevaron a la cautividad del papa en 1798, al fin del período de los 1260 años, y el cumplimiento de las tres señales cósmicas-en las cuales la tierra, el sol, la luna y las estrellas testificaron acerca de la proximidad del retorno de Cristo-, condujeron a un reavivamiento en el estudio de la profecía. Por todo el mundo muchos cristianos reconocieron que había llegado el tiempo del fin. (Daniel 12:4). El cumplimiento de las profecías bíblicas produjo un poderoso movimiento centrado en la esperanza del Segundo Advenimiento.

Mientras más estudiaban la Biblia, los creyentes se sentían más convencidos de que Dios estaba llamando a  un remanente para que continuase la Reforma de la iglesia cristiana que se había detenido. Con gratitud y  humildad aceptaron la misión, comprendiendo que la comisión de Dios no les había sido dada a causa de alguna superioridad inherente, que únicamente por medio del poder y la misericordia de Cristo podrían esperar tener éxito, y que esta misión, constituiría una experiencia purificadora profundamente espiritual, que los uniría para formar el remanente de Dios.

 

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