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DESCUBRA: GUÍA QUE LE AYUDARÁ A COMPRENDER MEJOR A DIOS Y A CREER EN EL-parte 25- 

UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD EN LA VIDA-parte 3-

 

  • ¿QUIEN PUEDE SALVARNOS?

Solamente Jesús puede salvarnos.

  • Jesús puede salvarnos del pecado.

“Y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21)

Un hindú le dijo a un cristiano: “En el hinduismo hay muchas cosas que no existen en el cristianismo, pero hay una sola cosa que no tiene el hinduismo: un Salvador”.

En efecto, el cristianismo es la única religión que ofrece un Salvador.

  • Jesús puede salvarnos de nuestra rota relación con Dios.

“Estabais sin Cristo…sin esperanza y sin Dios en el mundo.  Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hecho cercanos por la sangre de Cristo” (Efesios 2:12-13).

Jesús es el amigo perfecto.  EL saca a la luz lo mejor de nosotros. “Por la sangre de Cristo” nuestra vida pasada de pecado es perdonada, nos brinda su aceptación, su poder sobre el pecado y su vida perfecta.

Nuestro amor por El produce, a su vez, el deseo de vivir para agradarle.

  • Jesús puede salvarnos de la muerte eterna: la paga del pecado.

“La paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23)

Al quebrantar la Ley, estamos sentenciados a morir.  Jesús nos salva de la muerte eterna y nos da vida eterna.

“Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8)

Movido por su inefable amor “Cristo murió por nosotros”. Y siendo que Jesús murió por nosotros, Dios puede perdonar y aceptar a los pecadores.

  • Jesús puede salvarnos de una vida pecadora, infeliz vacía.

“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17)

Nosotros no podemos salvarnos del pecado o cambiar nuestra naturaleza (Romanos 7:18), así como el león no puede decidir ser un cordero.

El pecado es más fuerte que nuestra fuerza de voluntad; pero Cristo nos fortalece:

“con poder en el hombre interior por su Espíritu” (Efesios 3:16)

El obra para reemplazar muchos hábitos destructivos con sus cualidades saludables:

amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio” (Gálatas 5:22-23)

A EL le agrada encargarse de los casos más desesperados.

Harold Hughes había abandonado la esperanza de cambiar.  Muchas veces había intentado dejar el alcohol, pues sabía que su adicción había convertido su hogar en un infierno.

Desesperado, una fría mañana se acostó en su bañera y puso su revólver en su boca.  Antes de apretar el gatillo, decidió explicarle algunas cosas a Dios. Esa oración se transformó en una larga y sollozante petición de ayuda.

Y Dios contestó. Harold Hughes se consagró a Cristo y halló la fuerza espiritual para perseverar.  Abandonó el alcohol, se transformó en un amoroso y responsable padre y esposo y, más tarde, llegó a ser senador de los Estados Unidos.

  • Jesús puede salvarnos de un mundo pecador.

Las cuatro siguiente Guías de DESCUBRA  le darán una completa explicación sobre cómo nos rescatará.

  • SOMOS SALVOS SI DAMOS TRES SIMPLES PASOS

Continúa en parte 26

 

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MENTE, CARÁCTER Y PERSONALIDAD-parte 165-

 PSICOLOGIA PRÁCTICA-parte 2-  

COMPARTIENDO CONFIDENCIAS: El Señor quiere que acudamos a El diariamente con todas nuestras dificultades y que le confesemos nuestros pecados, y nos dará descanso, esa fe obra y purifica el alma. –parte 2-

NO HAY VIRTUD ESPECIAL EN CONFESARSE ANTE UN HOMBRE: Espero que nadie llegue a la conclusión de que se gana el favor de Dios mediante la confesión de los pecados, o que hay alguna virtud especial en confesarse ante otros seres humanos. 

Debe manifestarse en la experiencia esa fe que obra y purifica el alma. El amor de Cristo subyugará las inclinaciones carnales.  La verdad no solo lleva en sí misma la evidencia de su origen celestial, sino que prueba que por medio de la gracia del Espíritu de Dios es eficaz para la purificación del alma. 

El Señor quiere que acudamos a El diariamente con todas nuestras dificultades y que le confesemos nuestros pecados, y nos dará descanso si llevamos su yugo y su carga. Su Santo Espíritu, mediante su influencia llena de gracia, invadirá el alma, y todo pensamiento será sometido a la obediencia de Cristo.

EL HOMBRE NO DEBE CONFESAR SUS PECADOS A OTRO HOMBRE CAÍDO: El hombre no se degrada cuando se inclina ante su Hacedor, confiesa sus pecados y suplica perdón por medio de los méritos de un Salvador crucificado y resucitado. 

Es noble que reconozcamos nuestros errores delante de Aquél a quien herimos mediante nuestra transgresión y rebelión.  Esto nos eleva delante de los hombres y de los ángeles; porque “el que se humilla será ensalzado”.

Pero quien se arrodilla delante de un hombre caído y expone en confesión sus pensamientos y las imaginaciones secretas del corazón, se deshonra a sí mismo al rebajar su humanidad y degradar toda noble tendencia del alma.

Esta degradante confesión de un hombre ante otro hombre caído es responsable de mucho de la creciente marea de mal que está contaminando al mundo y preparándolo para la destrucción final.

LA ABIERTA CONFESION DE LOS PECADOS SECRETOS SIEMBRA SEMILLAS DE MAL: Muchísimas confesiones nunca deberían haber sido pronunciadas ante oídos mortales; porque el resultado no lo puede anticipar el juicio limitado de los seres finitos. 

Las semillas del mal se siembran en las mentes y los corazones de los que oyen, y cuando se encuentran frente a la tentación, esas semillas germinan y llevan fruto, y se repiten las mismas penosas experiencias. ¿Porqué? piensan los tentados, estos pecados no deben ser tan graves. 

¿Acaso los que se confesaron antes, cristianos de larga data, no han hecho estas mismas cosas? De este modo la confesión abierta de estos secretos en la iglesia será un sabor para muerte en lugar de serlo para vida.

NO CONFIEMOS PROBLEMAS A OIDOS HUMANOS: Algunas veces derramamos nuestras dificultades en oídos humanos; les contamos nuestras aflicciones a aquellos que no pueden ayudarnos, y nos olvidamos de confiárselo todo a Jesús, quien puede cambiar nuestra pena en gozo. (Elena White) 

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