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LA VERDAD ACERCA DE LOS ANGELES-RESPUESTAS FIRMEMENTE BASADAS EN LA PALABRA DE DIOS—parte 9-

LOS ÁNGELES EN EL CIELO ANTES DE LA REBELION-parte 2-

CREACIÓN DE LOS ÁNGELES

El Padre obró por medio de su Hijo en la creación de todos los seres celestiales.

 “Porque por él fueron creadas todas las cosas…sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él” (Col.1:16).

Antes de la creación del hombre, había ya ángeles; pues cuando los cimientos de la tierra fueron echados, a una “alababan  todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios” (Job 38:7).  Después de la caída del hombre, fueron enviados ángeles para guardar el árbol de la vida, y ésto antes que ningún ser humano hubiese fallecido.  Los ángeles son por naturaleza superiores al hombre, pues el salmista refiriéndose a éste dice: “Les has hecho poco menor que los ángeles” (Sal.8:5).

Desde las edades eternas, había sido el propósito de Dios que todo ser creado, desde el resplandeciente y santo serafín hasta el hombre, fuese un templo para que en él habitase el Creador. (El Deseado de todas las gentes. pág.132).

Cuando Dios creó a estos seres (angélicos) para estar delante del trono, eran hermosos y gloriosos. Su benevolencia y santidad se comparaban con su exaltada posición.  Estaban investidos de la sabiduría de Dios y equipados con la panoplia celestial.

CREACIÓN DE LUCIFER

Dios lo creó (a Lucifer) noble, ricamente dotado.  Lo colocó en una posición de elevada responsabilidad.  No requirió de él algo que fuera irrazonable.  Debía administrar el cargo dado por Dios con mansedumbre y devoción, y promover la gloria de Dios, quien lo había coronado de gloria, belleza y encanto.

Aunque Dios había creado a Lucifer noble y hermoso, y le había dado un alto honor entre la hueste angélica, no lo había colocado fuera de la posibilidad del mal. Estaba dentro de las posibilidades  de Satanás elegir hacer el mal y pervertir sus dones.

LA POSICION ELEVADA DE LUCIFER-parte1-

En el cielo, antes de su rebelión, Lucifer era un ángel honrado y excelso, cuyo honor seguía al del amado Hijo de Dios.  Su semblante, así como el de los demás ángeles, era apacible y denotaba felicidad. Su forma era perfecta; su porte noble y majestuoso. 

Una luz especial resplandecía sobre su rostro y brillaba a su alrededor con más fulgor y hermosura que en los demás ángeles.  Sin embargo, Cristo, el amado Hijo de Dios, tenía la preeminencia sobre todas las huestes angélicas.  Era uno con el Padre antes que los ángeles fueran creados. (La Historia de la Redención-pág.13)

Continúa en parte 10

 

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CRISTO EN SU SANTUARIO-parte 23-

EL MINISTERIO FINAL DE CRISTO EN EL SANTUARIO CELESTIAL-parte 1-

La mención de una fecha precisa para el juicio, en la proclamación del primer mensaje, fue ordenada por Dios.  El cómputo de los períodos proféticos en que se basa este mensaje, que establecen el fin de los 2.300 días en el otoño de 1844, puede subsistir sin inconvenientes (El Gran Conflicto-pág.510).

“Estuve mirando –dice el profeta Daniel– hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su trono  llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente. Un río de fuego procedía y salía de delante de él; millares de millares le servían, y millones de millones asistían delante de él; el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos” (Daniel 7:9-10)

Así se presentó a la visión del profeta el día  grande y solemne cuando los caracteres y las vidas de los hombres pasarán en revista delante del Juez de toda la tierra, y cuando a todos los hombres se les dará “conforme a sus obras”.  El Anciano de días es Dios, el Padre. El salmista dice: “Antes que naciesen los montes y formases la tierra y el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios” (Sal.90:2). Es El, el Autor de todo ser y de toda ley, quien debe presidir en el juicio. Y “Millares de millares… y millones de millones” de santos ángeles, como ministros y testigos, están presentes en este gran tribunal.

“Y he aquí con la nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él.  Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará y su reino uno que no será destruido” (Daniel 7:13, 14).  La venida de Cristo que se describe aquí no es su segunda venida a la tierra.

El viene hacia el Anciano de días en el cielo para recibir el dominio y la gloria, y un reino, que se le dará a la conclusión de su obra de Mediador.  En esta venida, y no su segundo advenimiento a la tierra, la que la profecía predijo que habría de realizarse al fin de los 2.300 días, en 1844.  Acompañado por ángeles celestiales, nuestro Sumo Sacerdote entró en el Lugar Santísimo, y allí, en la presencia de Dios, dio principio a los últimos actos de su ministerio en beneficio del hombre, a saber, cumplir la tarea del juicio y hacer obra de expiación por todos los que resulten tener derecho a ella.

¿QUE CASOS SE CONSIDERAN?-parte 1-

En el rito simbólico, sólo aquellos que se habían presentado ante Dios arrepentidos y que confesaban sus pecados, y cuyas iniquidades eran llevadas al santuario por medio de la sangre del holocausto, tenían participación en el servicio del día de la expiación.  Del mismo modo en el gran día de la expiación final y del juicio, los únicos casos que se consideran son los de aquellos que han profesado ser hijos de Dios. El juicio de los impíos es obra distinta y se verificará en fecha posterior. “Es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios? (1 Pedro 4:17).

Los libros del cielo, en los cuales están consignados los nombres y los actos de los hombres determinarán los fallos del juicio.

-Continúa en parte 24-

 

 

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FE Y OBRAS–parte 20-

“SIN FE ES IMPOSIBLE AGRADAR A DIOS”(Heb.11:6)-“LA FE SIN OBRAS ES MUERTA” (Sant.2:20)

ADVERTENCIA CONTRA UNA SANTIFICACIÓN ESPURIA

La Ley de Dios es la gran norma de santidad.  La advertencia a la gente es contra la moderna santificación espuria que tiene su origen en la adoración del yo en lugar de la sumisión a la voluntad de Dios. Este error está inundando el mundo rápidamente, y como testigos de Dios seremos llamados a dar un decidido testimonio contra él. Es uno de los engaños específicos de los postreros días y demostrará ser una tentación para todos los que creen en la verdad presente. 

Los que no tienen su fe firmemente establecida en la Palabra de Dios serán extraviados.  Y la parte más triste de todo ésto es que tan pocos de los que son engañados por este error hallan alguna vez el camino de regreso a la luz.

La Biblia es la norma por medio de la cual se ha de probar las pretensiones de todos los que profesan santificación.  Jesús oró pidiendo que sus discípulos fueran santificados en la verdad, y dijo: “Tu Palabra es verdad” (Juan 17:17); mientras el salmista declara: “…Y tu ley (es) la verdad” (Sal.119:142). Todos los que son guiados por Dios manifestarán un elevado respeto por las Escrituras en la cuales se oye su voz. 

Para los tales la Biblia será: “Util para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Tim.3:16, 17). “Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:16).

No necesitamos otra evidencia para juzgar la santificación de los hombres; si temen no estar obedeciendo la voluntad de Dios en su integridad, si escuchan diligentemente su voz, confiando en su sabiduría, y haciendo de la Palabra de Dios su consejero, entonces, aunque no hacen alarde de una bondad superior, podemos estar seguros de que están tratando de alcanzar la perfección del carácter cristiano.

Pero si pretenden ser santos hasta insinúan que ya no necesitan escudriñar las Escrituras, podemos declarar sin vacilación que su santificación es espuria.  Se están inclinando ante su propio entendimiento en vez de conformarse a la voluntad de Dios.

QUE EXIGE DIOS –parte 1-

Dios exige en la actualidad exactamente lo que exigió a la santa pareja en el Edén: obediencia perfecta a sus requerimientos. Su Ley permanece inmutable en todas sus edades.  La gran norma de justicia presentada en el Antiguo Testamento no es rebajada en el Nuevo.  No es la función del Evangelio debilitar las demandas de la Santa Ley de Dios, sino elevar a los hombres para que puedan guardar sus preceptos.

La fe en Cristo que salva al alma NO es lo que muchos presentan. “Cree, cree –es su pregón-; sólo cree en Cristo, y serás salvo.  Es lo único que necesitas hacer”. La fe verdadera, a la vez que confía enteramente en Cristo para la  salvación, conducirá a la perfecta conformidad con la Ley de Dios.  La fe se manifiesta en obras.  Y el apóstol Juan declara:

“El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él” (1 Juan 2:4) 

(Elena White)

Continúa en parte 21

 

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