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ESPERANZA PARA EL PLANETA TIERRA – EL FUTURO BRILLANTE DE UNA RAZA CAIDA –parte 5-

LA INMENSIDAD DE NUESTRO CREADOR –parte 4-

EL NUMERO DE ESTRELLAS DEL UNIVERSO QUE JESUCRISTO CREO

Pero no sólo son incomputables las distancias del universo. El número de cuerpos celestes también parece ser infinito. Una noche Dios le dijo a Abrahán: “Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar” (Génesis 15:5). Lo extraordinario es que cuando Dios le dijo estas palabras a Abrahán, sólo podría haber contado 3.000 estrellas sin la ayuda de un telescopio.  Con modernos telescopios, los astrónomos han podido confirmar las palabras de Dios a Abrahán.  El número de estrellas parece ser incomputable.

Como ya dijimos, sólo pueden verse unas 3.000 estrellas a simple vista. Con un telescopio pequeño se pueden divisar tan sólo unas 100.000.  Nuestra galaxia tiene unos cien mil millones de estrellas y los astrónomos nos dicen que el universo conocido tiene por lo menos mil millones de galaxias. Si repartiéramos las estrellas entre cinco mil millones de habitantes de la Tierra, a cada uno le tocarían dos trillones.  Es decir, habría 10 millones de trillones de estrellas. (Donald B. De Young, Astronomy and the Bible).

Según De Young, el número de estrellas equivale a todos los granitos de arena que se encuentran en todas las playas de nuestro planeta.

No todas las galaxias son del mismo tamaño. En un artículo fascinante sobre este tema, se nos informa que, “se ha descubierto una galaxia que es 60 veces más grande que nuestra Vía Láctea. Esta galaxia tiene más de cien trillones de estrellas y un diámetro de seis millones de años luz. Está en un grupo de galaxias que se conoce como ABELL 2029” (New York Times News Service, “Astronomers Discover Largest Galaxy Ever” Octubre 1990). Recordemos que ésta es tan sólo una de las mil millones de galaxias que se conocen. Pero esto puede ser tan sólo una pequeña porción del universo, pues cada vez se inventan nuevos instrumentos que penetran más y más profundamente en el universo y no se percibe un fin.

Hay otro hecho extraordinario. Los astrónomos han descubierto lo que han denominado “materia oscura”.  Según Michael Riordan y David N. Schramm, “la materia oscura no puede ser detectada por la radiación  electromagnética y parece consistir de partículas que aún no conocemos.  No obstante, su efecto gravitacional mantiene a los planetas en su rumbo y a las galaxias dando vueltas, y salvaguarda nuestra existencia misma de la Tierra” (The Shadows of Creation: Dark Matter and the Structure of the Universe (Book Review by Astronomy Book Club, Octubre 1994).

De acuerdo a Donald J. Frederick, reportero de National Geographic, la materia oscura compone el 90 por ciento de la masa del cosmos, “pero nadie puede verla ni descubrir qué es”  (Materia oscura en el universo deja perplejos a los científicos”, en The Dallas Morning News, Mayo 1994).

Tom Siegfried es aún más atrevido: “Cuando se trata de comprender de que se compone el universo, la ciencia anda a oscuras.  Por lo menos el 90 por ciento de la materia – tal vez aún el 99 por ciento- no se puede ver”  (Scientists on Dark Matter Vigil Are Still Trying To See the Light”, en The Dallas Morning News, Mayo 1994).

Lo que estos científicos están diciendo es que el 90 por ciento del universo – posiblemente hasta el 99 por ciento- carece de luz y por lo tanto es imposible verlo aún con telescopios.  No obstante, los científicos saben que esta materia está allí por los efectos de la gravedad.  ¡Imagínese, sólo podemos ver el 10 por ciento del universo!

Ciertamente la Biblia tiene razón cuando afirma

“ ¿No está Dios en la altura de los cielos? Mira lo encumbrado de las estrellas, cuán elevadas están”  (Job 22:12)

 

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ESPERANZA PARA EL PLANETA TIERRA – EL FUTURO BRILLANTE DE UNA RAZA CAIDA –parte 4-  

LA INMENSIDAD DE NUESTRO CREADOR –parte 3-

LA INMENSIDAD DEL UNIVERSO QUE JESUCRISTO CREO

Si nos resulta imposible comprender la eternidad y la creación a partir de la nada, nos resultará aún más incomprensible la inmensidad del universo que Jesucristo creó.  El Salmo 19:1 afirma: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos”.  Examinemos cuán inmenso es el universo.

Los astrónomos emplean el “año luz” para medir las distancias del universo.  Tomemos algunos momentos para analizar que significa esta medida de tiempo.

La luz viaja a 186.282 millas por segundo (más o menos 300.000 km.). Esto significa que en un minuto el rayo de luz viaja once millones de millas y en un año, seis trillones (9,5 trillones de km.) Mientras usted camina solo dos pasos, la luz viaja 200.000 millas, lo que equivale a ocho vueltas alrededor del mundo.  En un año, la luz viajará más o menos la misma distancia que casi todos los automóviles del mundo durante el mismo período de tiempo.

Sin embargo, los astrónomos admiten que incluso el año luz es la medida demasiado limitada para abarcar las vastas distancias del universo. Admiten que las distancias del universo son prácticamente incomputables.  Examinemos algunas de estas distancias a fin de comprender mejor la inmensidad del universo que Jesucristo creó.  Empecemos con nuestro propio satélite, la Luna.

La Luna está a 240.000 millas de la Tierra (384.400 Km.) y su luz se tarda 1,3 segundos en llegar a nuestro planeta. Continuemos con el Sol.

El Sol está a 93.000.000 de millas (150.000.000 km.) de la Tierra y su luz tarda 8,3 segundos en llegar.  Pongamos ésto en términos más prácticos.  Si fuera posible ir de la Tierra al Sol en un avión y viajáramos a 600 millas por hora sin para comer o dormir, o para reabastecernos de combustible, demoraríamos  17 años en llegar.

Un  planeta  lejano de nuestro sistema solar es Plutón, que queda a 5,3  años luz.  Si pudiéramos viajar a Plutón, necesitaríamos 5,3 años a la velocidad de 186.282 millas por segundo. Estas distancias son fenomenales, pero vayamos un poco más allá.

La estrella más cercana a la Tierra es Alfa de Centauro, que queda a 4,3 años luz.  Esta distancia es 250.000 veces mayor que de la Tierra al Sol. Si fuera posible viajar a Alfa de Centauro en el Satélite Voyager tardaríamos 100.000 años en llegar, y en el transcurso habríamos viajado 25 trillones de millas. Pero hay más.

Si pudiéramos cruzar nuestra galaxia –La Vía Láctea- de un lado a otro, demoraríamos 100.000 años a la velocidad de la luz. ¡La distancia del viaje sería de 600.000 trillones de millas! El diámetro de nuestra galaxia es de 250.000 años luz y se calcula que ésta tiene mil millones de estrellas.  Pero más allá de la Vía Láctea hay mil millones más de galaxias, cada una con miles de millones de estrellas.

Andrómeda, que es la galaxia más cercana a la nuestra está a dos millones de años luz.  Es la única galaxia fuera de la nuestra que podemos ver sin la ayuda de un telescopio.  Imagínese, si pudiéramos ir a esta galaxia vecina, tendríamos que viajar a  186.282 millas por segundo por dos millones de años. ¡Qué increíble! Y sin embargo, más allá de Andrómeda hay mil millones de galaxias y cada una tiene por lo menos cien millones de estrellas.

Los astrónomos han creado telescopios potentes para estudiar los cielos.  El telescopio de 200 pulgadas de Monte Palomar, en California, alcanza a divisar cuerpos celestes que quedan a mil millones de años luz.  El telescopio, Hubble, según Tom Siegfried, divisó “un grupo de galaxias que están a siete mil millones y posiblemente a diez mil millones de años de la Tierra”. Otro astrónomo dice  que por más poderoso que sea el telescopio, ¡no hay señal alguna de que las galaxias se acaben!

En 1929 Edwin P. Hubble se dio cuenta que el universo se está expandiendo constantemente. Según algunos astrónomos, el telescopio Hubble ha logrado divisar galaxias que están a quince mil millones de años luz de nuestro planeta.  Obviamente, esta es una cifra incomprensible. Si pudiéramos llegar hasta esas galaxias, tendríamos que viajar quince mil millones de años a 186.282 millas cada segundo del viaje.  Al llegar, habríamos viajada ¡9.000.000.000.000.000.000.000 de millas!

EL NUMERO DE ESTRELLAS DEL UNIVERSO QUE JESUCRISTO CREO

Continúa en parte 5 

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ESPERANZA PARA EL PLANETA TIERRA – EL FUTURO BRILLANTE DE UNA RAZA CAIDA –parte 3-

LA INMENSIDAD DE NUESTRO CREADOR –parte 2-

JESUCRISTO ES ETERNO

La mente humana no es capaz de comprender el concepto de eternidad por estar limitada al tiempo.  La palabra “eternidad” se refiere a un tiempo que no tuvo principio y que no tendrá fin.  La Biblia afirma que Jesucristo es eterno.  Su vida no es contingente sino propia, no es prestada ni derivada sino original.  Es decir, Jesucristo no necesita que nadie le de la vida eterna pues le pertenece por naturaleza.

Hay muchas referencias bíblicas que comprueban este hecho.  La profecía mesiánica de Miqueas 5:2 describe a Cristo como Aquel cuyas “salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad”

Isaías 9:6 presenta a Jesucristo como el “Padre eterno”.

Juan 1:4 afirma que “en él (Cristo) estaba la vida” No dice que en el llegó a existir la vida  sino que  en él estaba la vida.

En Juan 11:25 Jesús declaró: “Yo soy la resurrección y la vida”. En  el principio ya “era el Verbo” (Juan 1:1).

En su oración sacerdotal Jesús le suplicó al Padre: “Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese” (Juan 17:5).

1 Juan 5:11-12 hace una declaración audaz: “Y éste es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene  la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” (Juan 5:11-12).

Queda claro, pues, que Jesucristo nunca tuvo principio y jamás tendrá fin.  El es el manantial de la vida y todo lo que tuvo comienzo fue hecho por El y subsiste sólo por medio de El.

JESUCRISTO CREO DE LA NADA

La Biblia también afirma que el universo y todo lo que contiene fue creado de la nada.  Es decir, Jesucristo no necesitó materia preexistente para cumplir la obra de la creación.

Resulta increíble que se pueda crear algo cuando no hay materia prima.  Por ejemplo, cuando se fabrica un automóvil se necesita hierro, plástico, entre otras cosas, y cuando se construye una casa, se necesita madera, ladrillo y concreto.  Pero cuando Cristo creó el universo, ¡no tenía nada de qué hacerlo sino su propia palabra!

El Salmo 33 afirma: “Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca…porque él dijo, y fue hecho; él mandó y existió” (vers. 6 y 9). ¡Qué poder tan extraordinario! Jesucristo –la Palabra- hizo algo cuando no había nada de qué hacerlo.

Hebreos 11:3 dice que “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía”.

Concerniente a ésto dice la escritora Elena G de White: “En la creación de la tierra, nada debió Dios a la materia preexistente. ‘El dijo y fue hecho; el mandó y existió’ (Salmo 33:9).  Todas las cosas, materiales o espirituales, surgieron ante el Señor Jehová cuando El habló, y fueron creadas para su propio designio.  Los cielos y todo su ejército, la tierra y todo lo que hay en ella, surgieron a la existencia por el aliento de su boca”

 

 

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ESPERANZA PARA EL PLANETA TIERRA – EL FUTURO BRILLANTE DE UNA RAZA CAIDA –parte 2-

LA INMENSIDAD DE NUESTRO CREADOR –parte 1-

Emmanuel Kant, notable filósofo alemán, expresó cierta vez esta idea profunda y hermosa: “Hay dos cosas ante las cuales no ceso de maravillarme: la Ley moral escrita dentro de mí y el cielo estrellado  que está encima de mi cabeza”. Ambas maravillas conducen a Dios como única explicación de ellas especialmente la grandiosidad del cosmos. En efecto, la inmensidad y belleza del universo; las leyes exactas que rigen su funcionamiento y el hecho de que en él  se advierte un designio claro, requieren una Mente inteligente, un Creador poderoso. Todo ello no puede ser el fruto de la casualidad.

Ese Creador de todas las cosas es Dios. Así lo dicen claramente el uso de la razón, las evidencias de la naturaleza y el testimonio de las Sagradas Escrituras.  Veamos lo que Dios dice al comienzo mismo de la Biblia:

“En el principio creó Dios los cielo y la tierra” (Génesis 1:1).

Esta declaración sencilla, directa y profunda contesta varias preguntas:

1.       ¿Quién creó los cielos y la tierra?  Dios.

2.       ¿Cuándo los creó? En el principio.

3.       ¿Qué creó? Los cielos y la tierra.

4.       ¿Cómo llegaron a existir? Por creación,  NO por evolución.

«Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quién creó estas cosas; el saca y cuenta su ejército; a todas llama por sus nombres; ninguna faltará; tal es la grandeza de su fuerza y el poder de su dominio”. (Isaías 40:26)

SEÑOR MI DIOS: Señor, mi Dios, al contemplar los cielos y astros mil girando en derredor; y al oírte en retumbantes truenos, y al contemplar el sol en su esplendor; te amo y proclamo por tu gran poder: Cuán grande eres, ¡Oh Jehová!  Te exalto a ti con toda mi alma y ser; ¡Grande eres tú! ¡Grande eres tú!

CRISTO FUE EL CREADOR

La Biblia enseña repetidamente que ese creador de Génesis 1:1 fue Jesucristo.  Citemos algunos pasajes que así lo declaran: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.  Este era en el principio con Dios.  Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1:1-3).

Juan 1:14 afirma inequívocamente que ese Verbo es Jesús. “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de  gracia y de verdad”.

“Porque en él (Cristo) fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.  Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten” (Colosenses 1:16,17).

 El libro de Hebreos añade su testimonio con las siguientes palabras: “En estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas” (Hebreos 1:2,3).(leer hasta el 14).

Queda claro, pues, que Jesucristo creó todo cuanto existe en el universo.

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ESPERANZA PARA EL PLANETA TIERRA – EL FUTURO BRILLANTE DE UNA RAZA CAIDA –parte 1-

INTRODUCCION

¿QUÉ ES EL HOMBRE?

Esta es una pregunta que ha desafiado a los filósofos por milenios y que ha dado lugar a tres preguntas adicionales:

1.       ¿De dónde vine? ¿Cuál es mi origen?

2.       ¿Por qué estoy aquí? ¿Cuál es la razón de mi existencia?

3.       ¿Para dónde voy? ¿Cuál será mi destino?

Cada uno de estos interrogantes se relaciona estrechamente con el concepto de identidad.  No cabe duda que una de las mayores crisis que afronta el mundo actual es la de identidad.

Algunos procuran crear su propia identidad con lo que no es permanente. Reúnen dinero, casas, automóviles, placeres, fama y amigos, y crean una imagen de sí mismos que es artificial y transitoria.  Aunque tienen todo lo que otros anhelan, no son felices.  El problema es que algún día pueden perder todas estas cosas y con ellas se va también el sentido de identidad.

Un agricultor muy adinerado tuvo que declararse en bancarrota.  El banco le quitó la finca junto con toda su maquinaria de trabajo y el hombre se quedó sin nada.  No pudiendo soportar lo que le estaba ocurriendo, se pegó un tiro en la cabeza y acabó con su vida.  Para él su sentido de identidad estaba en sus posesiones y cuando las perdió, no encontró ninguna razón para vivir.
EL apóstol Pablo tenía razón cuando afirmó: “Porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar”  (1 Timoteo 6:7). Tarde o temprano, los que hayan edificado su identidad sobre un fundamento falso terminarán sin nada.  Por el otro lado, están aquellos que siempre buscan su identidad y no la hallan. Son incapaces de descubrir la razón de su existencia y por lo tanto concluyen que la vida es absurda. Muchas de estas personas también ponen término a su vida en un acto de desesperación.

La falta de identidad o un falso concepto de ella, lleva a la soledad, la tristeza, el abandono y la angustia. ¡Pero las Sagradas Escrituras le traen buenas nuevas! Enseñan claramente cuál es nuestro origen y destino, lo que nos dará la perspectiva correcta de cómo vivir en el presente.

Sólo Jesucristo contesta correctamente las tres preguntas básicas que definen nuestra identidad.  En cuanto a su origen terrenal y su destino, afirmo: Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre” (Juan 16:28). Jesús nunca albergó dudas en cuanto a quien era.  Tenía un claro concepto de identidad, pues sabía de dónde había venido y a dónde iba.  Pero un conocimiento claro de su origen y destino también le mostró la razón de su existencia.  Si había venido del Padre e iba a volver a El, debía vivir para glorificarlo.  En cierta ocasión afirmó: “No busco mi gloria” (Juan 8:50). Y al final de su ministerio, oró a su Padre: “Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese” (Juan 17:4).

La vida de Cristo consistió en glorificar a su Padre.  Lo hizo empleando todas sus fuerzas, talentos, tiempo y recursos para bendecir a sus semejantes.  Sanó leprosos, ciegos, endemoniados y paralíticos.  Se mezcló con los publicanos, las rameras, los pecadores, los pobres y los afligidos.  Cada acto de su vida tuvo como objetivo beneficiar a los demás.  Nunca hizo nada para su propio bien.

La vida de Cristo define lo que debe ser la nuestra.  Vinimos de El para  vivir por El a fin de vivir con El.  Nadie escogió venir a este mundo, pero si podemos escoger como salir de él por el rumbo que le demos a nuestra vida.

La filosofía de la vida que tenía Cristo se puede expresar en pocas palabras: “Vine del Padre, voy al Padre y mientras estoy aquí, estoy para glorificarlo y cumplir la obra que me dio”. Sólo este modo de pensar puede darnos  razón para vivir, valentía para morir y la esperanza de un futuro glorioso.

Ojala podamos comprender de dónde venimos, porque estamos aquí, y a donde vamos, a fin de que pueda habitar en nosotros Cristo Jesús, “la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27).

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