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Archive for the ‘1.00- EL CAMINO A CRISTO- CONOZCAMOS AL PRINCIPE DEL CIELO-’ Category

EL CAMINO A CRISTO -EL PRINCIPE DEL CIELO- parte 6-

LA URGENTE NECESIDAD DEL HOMBRE

PORQUE DEBES NACER DE NUEVO –parte 3-

Vanos son los sueños de progreso de los hombres, vanos todos sus esfuerzos por elevar a la humanidad, si menosprecian la única fuente de esperanza y amparo para la raza caída. “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces…”. El único camino para ir a Dios es Cristo, quien dice: “Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida; nadie viene al Padre sino por mi” (Juan 14:6).

El corazón de Dios suspira por sus hijos terrenales con un amor más fuerte que la muerte.  Al dar a su Hijo nos ha vertido todo el cielo en un don.  La vida, la muerte y la intercesión del Salvador, el ministerio de los ángeles, la imploración del Espíritu Santo, el Padre que obra sobre todo y por todo, el interés incesante de los seres celestiales; todo está empeñado en la redención del hombre.

Contemplemos el sacrificio que ha sido hecho por nosotros. Procuremos apreciar el trabajo y la energía que el cielo está empleando para rescatar al perdido y traerlo de nuevo a la casa de su Padre.  Jamás podrían haberse puesto en acción motivos más fuertes y energías más poderosas.  Los grandiosos galardones por el bien hacer, el goce del cielo, la compañía de los ángeles, la comunión y el amor de Dios y de su Hijo, la elevación y al acrecentamiento de todas nuestras facultades por las edades eternas ¿no son estos incentivos y estímulos poderosos que nos instan a dedicar a nuestro Creador y Salvador el amante servicio de nuestro corazón?

Y por otra parte, los juicios de Dios pronunciados contra el pecado, la retribución inevitable, la degradación de nuestro carácter y la destrucción final, se presentan en la Palabra de Dios para amonestarnos contra el servicio de Satanás.

¿No apreciaremos la misericordia de Dios? Pongámonos en perfecta relación con Aquél que nos ha amado con estupendo amor.  Aprovechemos los medios que nos han sido provistos para que seamos trasformados conforme a su semejanza y restituidos a la comunión de los ángeles ministradores, a la armonía y comunión del Padre y el Hijo. (Elena White)

  • “PERO SI ANDAMOS EN LUZ, COMO EL
  • ESTA EN LUZ, TENEMOS COMUNIÓN UNOS
  • CON OTROS, Y LA SANGRE DE JESUCRISTO
  • SU HIJO NOS LIMPIA DE TODO PECADO.
  • SI CONFESAMOS NUESTROS PECADOS, EL
  • ES FIEL Y JUSTO PARA PERDONAR NUESTROS
  • PECADOS, Y LIMPIARNOS DE TODA MALDAD” (1Juan 1:7,9)
  • Y CUALQUIERA COSA QUE
  • PIDIEREMOS LA RECIBIREMOS DE EL
  • PORQUE GUARDAMOS SUS MANDAMIENTOS, Y HACEMOS LAS COSAS
  • QUE SON AGRADABLE DELANTE DE EL” (1 Juan 3:22)

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EL CAMINO A CRISTO -EL PRINCIPE DEL CIELO- parte 5-

LA URGENTE NECESIDAD DEL HOMBRE

PORQUE DEBES NACER DE NUEVO –parte 2-

No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo” (Juan 3:7).  De Cristo está escrito: “En El estaba la vida; y la vida era la luz de los hombres” (Juan 1:4), el único “nombre debajo del cielo dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos” (Hechos 4:12).

No basta comprender la bondad amorosa de Dios, ni percibir la benevolencia y ternura paternal de su carácter.  No basta discernir la sabiduría y justicia de su ley, ver que está fundada sobre el eterno principio del amor.  El apóstol Pablo veía todo ésto cuando exclamó: “De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno. Porque sabemos que la ley es espiritual; más yo soy carnal, vendido al pecado.” (Rom.7:12,14). Ansiaba la pureza, la justicia que no podía alcanzar por sí mismo, y dijo: “¡Miserable de mi! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? (Rom.7:24).  La misma exclamación ha subido en todas partes y en todo tiempo. No hay más que una contestación para todos: “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo! “ (Juan 1:29).

Muchas son las figuras por las cuales el Espíritu de Dios ha procurado ilustrar esta verdad y hacerla clara a las almas que desean verse libres de la carga del pecado.  Cuando Jacob pecó  engañando a  Esaú, y huyó de la casa de su padre, estaba abrumado por el conocimiento de su culpa.  Solo y abandonado como estaba, separado de todo lo que le hacía preciosa la vida, el único pensamiento que sobre todos los otros oprimía su alma, era el temor de que su pecado lo hubiera apartado de Dios, que fuese abandonado del cielo. En medio de su tristeza, se recostó para descansar sobre la tierra.

Rodeábanlo solamente las solitarias montañas, y cubríalo la bóveda celeste con su manto de estrellas. Habiéndose dormido, una luz extraordinaria se le apareció en su sueño, y he aquí, de la llanura donde estaba recostado, una inmensa escalera simbólica parecía conducir a lo alto, hasta las mismas puertas del cielo, y los ángeles de Dios subían y descendían por ella; al paso que de la gloria de las alturas se oyó la voz divina que pronunciaba un mensaje de consuelo y esperanza.  Así hizo Dios conocer a Jacob aquello que satisfacía la necesidad y el ansia de su alma: un Salvador.  Con gozo y gratitud vio revelado un camino por el cual él, como pecador, podía ser restaurado a  la comunión con Dios.  La mística escalera de su sueño representaba a Jesús, el único medio de comunicación entre Dios y el hombre. (Leer 1Timoteo 2:5)

Al caer el hombre se apartó de Dios: la tierra fue cortada del cielo.  A través del abismo existente entre ambos no podía haber ninguna comunión.  Más mediante Cristo, el mundo está unido otra vez con el cielo. Cristo ha salvado el abismo que el pecado había hecho. Cristo une al hombre caído, débil y miserable, con la Fuente del poder infinito. (Elena White)

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EL CAMINO A CRISTO -EL PRINCIPE DEL CIELO- parte 4-

LA URGENTE NECESIDAD DEL HOMBRE

PORQUE DEBES NACER DE NUEVO –parte 1-

El hombre estaba dotado originalmente de facultades nobles y de un entendimiento bien equilibrado.  Era perfecto y estaba en armonía con Dios. Sus pensamientos eran puros, sus designios santos.  Pero por la desobediencia, sus facultades se pervirtieron y el egoísmo sustituyó al amor. Su naturaleza se hizo tan débil por la trasgresión, que le fue imposible, por su propia fuerza, resistir el poder del mal.  Fue hecho cautivo de Satanás, y hubiera permanecido así para siempre si Dios no hubiese intervenido de una manera especial.  El propósito del tentador era contrariar el plan que Dios había tenido al crear al hombre y llenar la tierra de miseria y desolación.  Quería señalar todo este mal como el resultado de la obra de Dios al crear al hombre.

El hombre, en su estado de inocencia, gozaba de completa comunión con Aquélen quien estaban escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia” (Colos.2:3). Más después de su caída, no pudo encontrar gozo en la santidad y procuró ocultarse de la presencia de Dios.  Y tal es aún la condición del corazón no renovado.  No está  en armonía con Dios, ni encuentra gozo en la comunión con El.  El pecador no podría ser feliz en la presencia de Dios; le desagradaría la compañía de los seres santos.  Y si se le pudiese permitir entrar en el cielo, no hallaría alegría en aquel lugar. Sus pensamientos, sus intereses, sus móviles, serían distintos de los que mueven a los moradores celestiales. Sería una nota discordante en la melodía del cielo. El cielo sería para el un lugar de tortura.  No es un decreto arbitrario de parte de Dios el que excluye del cielo a los malvados; ellos mismos se han cerrado las puertas por su propia ineptitud para aquella compañía.  La gloria de Dios sería para ellos un fuego consumidor.

Es imposible que escapemos por nosotros mismos del abismo del pecado en que estamos sumidos.  Nuestro corazón es malo y no lo podemos cambiar. “Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden”. (Rom.8:7).

La educación, la cultura, el ejercicio de la voluntad, el esfuerzo humano todos tiene su propia esfera, pero para ésto no tienen ningún poder.  Pueden producir una corrección externa de la conducta, pero no pueden cambiar el corazón; no pueden purificar las fuentes de la vida.  Debe haber un poder que obre en el interior, una vida nueva de lo alto, antes de que el hombre pueda convertirse del pecado a la santidad. Ese poder es Cristo. Solamente su gracia puede vivificar las facultades muertas del alma y atraerla a Dios, a la santidad. El Salvador dijo: “A menos que el hombre naciere de nuevo”, a menos que reciba un corazón nuevo, nuevos deseos, designios y móviles que lo guíen a una nueva vida, no pueden ver el reino de Dios” (Juan 3:3). La idea de que solamente es necesario desarrollar lo bueno que existe en el hombre por naturaleza, es un engaño fatal.

“El hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios; porque para él son locura; y no las puede entender, por cuanto se disciernen espiritualmente.” (1Cor.2:14)  

(Elena White)

 

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EL CAMINO A CRISTO -EL PRINCIPE DEL CIELO- parte 3-

EL AMOR DE DIOS POR EL HOMBRE

CUANTO TE AMA DIOS-parte 3-

El que había sido uno con Dios, sintió en su alma la terrible separación que hace el pecado entre Dios y el hombre. Esto arrancó de sus labios el angustioso clamor: “¡Dios mío!, ¡Dios mío! ¿Por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46).  La carga del pecado, el conocimiento de su terrible enormidad y de la separación que causa entre el alma y Dios, quebrantó el corazón del Hijo de Dios.

 Pero este gran sacrificio no fue hecho a fin de crear amor en el corazón del Padre para con el hombre, ni para moverlo a salvar. ¡No! “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su hijo unigénito.” (Juan 3:16). No es que el Padre nos ame por causa de la gran propiciación, sino que proveyó la propiciación  porque nos ama. Cristo fue el medio por el cual El pudo derramar su amor infinito sobre un mundo caído. “Dios estaba con Cristo, reconciliando consigo mismo al mundo.” (2Cor.5:19).  Dios sufrió con su Hijo.  En la agonía del Getsemaní, en la muerte del Calvario, el corazón del Amor infinito pagó el precio de nuestra redención.

Jesús decía: “Por ésto el Padre me ama, por cuanto yo pongo mi vida para volverla a tomar.” (Juan 10:17). Es decir: De tal manera os amaba mi Padre, que aún me ama más porque he dado mi vida para redimiros.  Por haberme hecho vuestro Sustituto y Fianza, por haber entregado mi vida y tomado vuestras responsabilidades, vuestras transgresiones, soy más caro a mi Padre; por mi sacrificio.

Nadie sino el Hijo de Dios podía efectuar nuestra redención; porque solo El, que estaba en el seno del Padre podía darlo a conocer.  Solo El, que conocía la altura y la profundidad del amor de Dios, podía manifestarlo.  Nada menos que el infinito sacrificio hecho por Cristo a favor del hombre caído podía expresar el amor del Padre hacia la perdida humanidad.

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito”. Lo dio no solamente para que viviese entre los hombres, no sólo para que llevase los pecados de ellos y muriese como su sacrificio; lo dio a la raza caída. Cristo debía identificarse con los intereses y necesidades de la humanidad.  El que era uno con Dios se ha unido con los hijos de los hombres con lazos que jamás serán quebrantados.  Jesúsno se avergüenza de llamarlos hermanos” (Heb.2:11). Es nuestro Sacrificio, nuestro Abogado, nuestro Hermano, lleva nuestra forma humana delante del trono del Padre, y por las edades eternas será uno con la raza que ha redimido; es el Hijo del hombre.  Y todo ésto para que el hombre fuese levantado de la ruina y degradación del pecado, para que reflejase el amor de Dios y participase del gozo de la santidad.

El precio pagado por nuestra redención, el sacrificio infinito que hizo nuestro Padre celestial al entregar a su Hijo para que muriese por nosotros, debe darnos un concepto elevado de lo que podemos ser hechos en Cristo. “¡Mirad cual amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios!”

Por la transgresión, los hijos del hombre se hacen súbditos de Satanás.  Por la fe en el sacrificio reconciliador de Cristo, los hijos de Adán pueden ser hechos hijos de Dios.  Al revestirse de la naturaleza humana, Cristo eleva a la humanidad.  Los hombres caídos son colocados donde pueden, por la relación con Cristo, llegar a ser en verdad dignos del nombre de “hijos de Dios”. Cuanto más estudiamos el carácter divino a la luz de la cruz, más vemos la misericordia, la ternura y el perdón unidos a la equidad y la justicia, y más claramente discernimos pruebas innumerables de un amor infinito y de una tierna piedad. (Elena White)

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EL CAMINO A CRISTO -EL PRINCIPE DEL CIELO- parte 2-

EL AMOR DE DIOS POR EL HOMBRE

CUANTO TE AMA DIOS-parte 2-

El Hijo de Dios descendió del cielo para manifestar al Padre. “A Dios nadie jamás le ha visto: el Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, El  le ha dado a conocer” (Juan 1:18). Cuando uno de sus discípulos le dijo: “Muéstranos al Padre”, Jesús le respondió: “Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, ¿y todavía no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre».

Jesús dijo, describiendo su misión terrenal: “Jehová me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado para proclamar a los cautivos, y a los ciegos recobro de la vista, para poner en libertad a los oprimidos…” (Lucas 4:18), ésta era su obra.  Pasó su vida haciendo bien y sanando a todos los oprimidos de Satanás.

Había aldeas enteras donde no se oía un gemido de dolor en casa alguna, porque El había pasado por ellas y sanado a todos sus enfermos. Su obra demostraba su divina unción. En cada acto de su vida revelaba amor, misericordia y compasión; su corazón rebosaba de tierna simpatía por los hijos de los hombres.  Tomo la naturaleza del hombre para poder simpatizar con sus necesidades. Los más pobres y humildes no tenían temor de allegársele. Aún los niñitos se sentían atraídos hacia El. Les gustaba subir a sus rodillas y contemplar ese rostro pensativo, que irradiaba benignidad y amor, Jesús no suprimió una palabra de verdad, sino que profirió siempre la verdad con amor.

Hablaba con el mayor tacto, cuidado y misericordiosa atención, en su trato con las gentes.  Nunca fue áspero, nunca habló una palabra severa innecesariamente, nunca dió a un alma sensible una pena innecesaria. No censuraba la debilidad humana.  Hablaba la verdad, pero siempre con amor. Denunciaba la hipocresía, la incredulidad y la iniquidad; pero las lágrimas velaban su voz cuando profería sus fuertes reprensiones.  Lloró sobre Jerusalén, la ciudad amada que rehusó recibirlo, a El, el Camino, la Verdad y la Vida.  Habían rechazado al Salvador, más El los consideraba con piadosa ternura.

La suya fue una vida de abnegación y verdadera solicitud por los demás.  Toda alma era preciosa a sus ojos. A la vez que siempre llevaba consigo la dignidad divina, se inclinaba con la más tierna consideración hacia cada uno de los miembros de la familia de Dios. En todos los hombres veía almas caídas a quienes era su misión salvar.  Tal es el carácter de Cristo como se revela en su vida. Este es el carácter de Dios.  Del corazón del Padre es de donde manan los ríos de compasión divina, manifestada en Cristo para todos los hijos de los hombres.  Jesús el tierno y piadoso Salvador, era Dios “manifestado en carne” (1Tim.3:16).

Jesús vivió, sufrió y murió para redimirnos.  El se hizoVarón de dolores” para que nosotros fuésemos hechos participantes del gozo eterno.  Dios permitió que su Hijo amado, lleno de gracia y de verdad, viniese de un mundo de indescriptible gloria, a un mundo corrompido y manchado por el pecado, oscurecido con la sombra de la muerte y la maldición.  Permitió que dejase el seno de su amor, la adoración de los ángeles, para sufrir vergüenza, insulto, humillación, odio y muerte. “El castigo de nuestra paz cayó sobre El, y por sus llagas nosotros sanamos” (Isaías 53:5).  El Hijo inmaculado de Dios tomó sobre sí la carga del pecado. (Elena White)

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EL CAMINO A CRISTO -EL PRINCIPE DEL CIELO-parte 1-

EL AMOR DE DIOS POR EL HOMBRE

CUANTO TE AMA DIOS -parte1-

La naturaleza y la revelación a una dan testimonio del amor de Dios. Nuestro Padre celestial es la fuente de vida, de sabiduría y de gozo.  Mirad las maravillas y bellezas de la naturaleza.  Pensad en su prodigiosa adaptación a las necesidades y a la felicidad, no solamente del hombre, sino de todas las criaturas vivientes.  El sol y la lluvia que alegran y refrescan la tierra; los montes, los mares y los valles, todos nos hablan del amor del Creador.  Dios es el que suple las necesidades diarias de todas sus criaturas. 

Ya el salmista lo dijo en las bellas palabras siguientes: “Los ojos de todos miran a ti. Y tú les das su alimento a tiempo.  Abres tu mano, Y satisfaces el deseo de todo ser viviente.” (Salmo 145:15,16)

Dios hizo al hombre perfectamente santo y feliz; y la hermosa tierra no tenía, al salir de la mano del Creador, mancha de decadencia, ni sombra de maldición.  La transgresión de la Ley de Dios, de la ley del amor, es lo que ha traído consigo dolor y muerte.  Sin embargo, en medio del sufrimiento que resulta del pecado se manifiesta el amor de Dios.  Está  escrito que Dios maldijo la tierra por causa del hombre (Gen.3:17).  Los cardos y espinas las dificultades y pruebas que hacen de su vida una vida de  afán y cuidado, le fueron asignados para su bien, como parte de la preparación necesaria, según el plan de Dios, para su elevación de la ruina y degradación que el pecado había causado.  El mundo, aunque caído, no es todo tristeza y miseria.  En la naturaleza misma hay mensajes de esperanza y consuelo.  Hay flores en los cardos y las espinas están cubiertas de rosas.

“Dios es amor”, está escrito en cada capullo de flor que se abre, en cada tallo de la naciente hierba.  Los hermosos pájaros que llenan el aire de melodías con sus preciosos cantos, las flores exquisitamente matizadas que en su perfección perfuman el aire, los elevados árboles del bosque con su rico follaje de viviente verdor, todos dan testimonio del tierno y paternal cuidado de nuestro Dios y de su deseo de hacer felices a sus hijos. La Palabra de Dios revela su carácter. El mismo ha declarado su infinito amor y piedad. 

Jehová, Jehová, Dios compasivo y clemente lento en iras y grande en misericordia y en Fidelidad; que usa misericordia hasta la milésima generación; que perdona la iniquidad, la transgresión y el pecado” (Éxodo 34:6,7). “Porque se deleita en la misericordia” (Miqueas 7:18).

Dios ha unido nuestros corazones a El con pruebas innumerables en los cielos y en la tierra.  Mediante las cosas de la naturaleza y los más profundos y tiernos lazos que el corazón humano pueda conocer en la tierra, ha procurado revelársenos.  Con todo, estas cosas sólo representan imperfectamente su amor. Aunque se habían dado todas las pruebas evidentes, el enemigo del bien cegó el entendimiento de los hombres, para que éstos mirasen a Dios con temor, para que lo considerasen severo e implacable. Pintó al Creador como un ser que está velando con ojo celoso por discernir los errores y faltas de los hombres, para visitarlos con juicios.  Por ésto vino Jesús a vivir entre los hombres para disipar esa densa sombra, revelando al mundo el amor infinito de Dios.  (Elena White)

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