LA FUENTE DE CURACION-parte 74-
LA HIGIENE ENTRE LOS ISRAELITAS-parte 2-
EL CONOCIMIENTO DE QUE EL HOMBRE HA DE SER TEMPLO DE DIOS, UNA HABITACIÓN PARA REVELAR SU GLORIA, DEBE SER EL MAYOR INCENTIVO PARA EL CUIDADO Y DESARROLLO DE NUESTRAS FACULTADES FÍSICAS. ASOMBROSA Y MARAVILLOSAMENTE FORMÓ DIOS EL CUERPO HUMANO, Y NOS MANDA QUE LO ESTUDIEMOS, QUE NOS DEMOS CUENTA DE SUS NECESIDADES, QUE HAGAMOS CUANTO ESTÉ DE NUESTRA PARTE PARA PRESERVARLO DE DAÑO Y CONTAMINACIÓN.
LA CIRCULACION DE LA SANGRE
Para tener una buena salud, debemos tener buena sangre, pues la sangre es la corriente de la vida. Repara los desgastes y nutre el cuerpo. Provista de los elementos convenientes y purificada y vitalizada por el contacto con el aire puro, da vida y vigor a todas las partes del organismo. Cuanto más perfecta sea la circulación, mejor cumplida quedará aquella función.
A cada latido del corazón, la sangre debe fluir rápida y fácilmente por todas partes del cuerpo. Su circulación no debe ser entorpecida por ropas o ligaduras apretadas, ni por insuficiente abrigo en las extremidades. Todo lo que dificulta la circulación detiene la sangre en los órganos vitales y produce congestión. Esto provoca dolor de cabeza, tos, palpitaciones cardíacas o indigestión.
LA RESPIRACION
Para tener buena sangre, debemos respirar bien. Las inspiraciones hondas y completas de aire puro, que llenan los pulmones de oxígeno, purifican la sangre, le dan brillante coloración, y la impulsan, como corriente de vida, por todas partes del cuerpo. La buena respiración calma los nervios, estimula el apetito, hace más perfecta la digestión, y produce sueño sano y reparador.
Hay que conceder a los pulmones la mayor libertad posible. Su capacidad se desarrolla mediante el libre funcionamiento; pero disminuye si se los tiene apretados y comprimidos. De ahí los malos efectos de la costumbre tan común, principalmente en las ocupaciones sedentarias, de encorvarse al trabajar. En esta posición es imposible respirar hondamente.
La respiración superficial se vuelve pronto un hábito, y los pulmones pierden la facultad de dilatarse. No se da entonces espacio suficiente a la parte inferior del pecho; los músculos abdominales, destinados a ayudar a la respiración, no tienen libre juego, y se limita la acción de los pulmones.
Así se recibe la cantidad insuficiente de oxígeno. La sangre se mueve perezosamente. Los productos tóxicos del desgaste, que deberían se eliminados por la espiración, quedan dentro del cuerpo y corrompen la sangre. No sólo los pulmones, sino el estómago, el hígado, y el cerebro, quedan afectados.
La piel se pone cetrina, la digestión se retarda, se deprime el corazón, se anubla el cerebro, los pensamientos se vuelven confusos, se entenebrece el espíritu, el organismo entero queda deprimido e inactivo y particularmente expuesto a la enfermedad.
Los pulmones eliminan continuamente impurezas, y necesitan una provisión constante de aire puro. El aire impuro no proporciona la cantidad necesaria de oxígeno, y entonces la sangre pasa por el cerebro y demás órganos sin haber sido vivificada. De ahí que resulte indispensable una ventilación completa. Vivir en lugares cerrados y mal ventilados, donde el aire esta viciado, debilita el organismo entero, que se vuelve muy sensible al frío y enferma a la menor exposición al aire.
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