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MENTE, CARÁCTER Y PERSONALIDAD-parte 61-

 

PRINCIPIOS DE ESTUDIO Y APRENDIZAJE. La causa de Dios necesita maestros que tengan altas cualidades morales, y a los cuales se pueda confiar la educación de otros; hombres de fe sana, que tengan tacto y paciencia; que anden con Dios. -parte 2-

LA VERDADERA PIEDAD ELEVA Y REFINA: El pueblo de Dios en todas partes permite que sus mentes se eleven muy poco y tengan una visión muy estrecha.  Permiten que los planes de las agencias humanas los guíen y que un espíritu mundano los moldee, en vez de que lo hagan los planes de Cristo y el Espíritu de Cristo.  Hay que mirar por sobre lo terrenal a lo celestial. 

Los números no son evidencias de éxito; si lo fueran, Satanás podría pretenderlo.  Es el grado de poder moral que permea en cada uno de nosotros. Representar a Cristo por medio de virtudes como las de El debiera ser el gozo de todos, desde el mayor hasta el menor.  Aprendamos todos que la verdadera piedad y el amor manifestados en obediencia a Dios elevará y refinará.

ES NECESARIA LA ENTEREZA: La entereza es necesaria para obtener éxito en la edificación del carácter.  Debe haber un ferviente deseo de llevar a cabo los planes del Maestro. En esta obra debe ponerse al trabajo la decidida fuerza humana, en colaboración con el Obrero divino.  Debe realizarse un esfuerzo ferviente y perseverante por romper con las costumbres y las máximas y asociaciones de este mundo. 

El pensamiento profundo, el propósito ferviente, y la firme integridad son esenciales.  No debe haber ociosidad.  La vida es un depósito sagrado, y cada momento debiera ser aprovechado sabiamente.

LA CALIDAD DE LOS HOMBRES LLAMADOS A ENSEÑAR: La causa de Dios necesita maestros que tengan altas cualidades morales, y a los cuales se pueda confiar la educación de otros; hombres de fe sana, que tengan tacto y paciencia; que anden con Dios y se abstengan de la misma apariencia del mal; que estén íntimamente relacionados con Dios que puedan ser conductos de luz.

Que bueno sería que  hubiese jóvenes fuertes, arraigados y afirmados en la fe, que tuviesen comunión viva con Dios, ésto los prepararía para trabajar, para hacer frente a los errores que prevalecen en nuestros tiempos.  Y si fuesen fieles a Dios, estos jóvenes, podrían sembrar la semilla de la verdad en otras mentes.

LOS HÁBITOS CORRECTOS DEJAN IMPRESIONES EN EL CARÁCTER: La formación  de hábitos correctos ha de dejar su impresión en la mente y el carácter de los niños para que puedan ejercitarse en el buen camino. Significa mucho conducir a esos niños bajo la influencia directa del Espíritu de Dios, adiestrarlos y disciplinarlos en la amonestación del Señor. 

La formación de hábitos correctos, la manifestación de un espíritu correcto, requerirá de esfuerzos fervientes en el nombre y el poder de Jesús. El que instruye a los niños debe perseverar, y dar línea sobre línea, precepto sobre precepto, un poquito aquí y poco allá, con toda paciencia y longanimidad, simpatía y amor, uniendo a esos niños en su corazón por el amor de Cristo revelado en sí mismo.

LOS CARACTERES NO SE FORMAN EN UN MISMO MOLDE: Los caracteres no se forman en un mismo molde.  Los niños reciben como herencia todos los aspectos de carácter.  De este modo en sus rasgos de carácter se revelan los defectos y virtudes. Cada instructor debe tomar esto en consideración.  Las deformidades heredadas y cultivadas del carácter humano, así como también la belleza de carácter, tendrán que ser afrontadas, y el instructor necesitará cultivar mucha gracia para saber como tratar con lo que yerran, para su bien presente y eterno.

Si se abrigan el impulso, la impaciencia, el orgullo, el egoísmo y la estima propia, harán mucho mal que puede arrojar el alma al campo de batalla de Satanás sin la sabiduría para conducir su nave, pero además estará en peligro de ser arrojado al antojo de las tentaciones de Satanás hasta que naufrague. 

Cada instructor tiene sus propios rasgos de carácter peculiar que vigilar, no sea que Satanás lo use como su agente para destruir almas, mediante sus propios rasgos de carácter no consagrados. (Elena White)

Continúa en parte 62

 

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