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EL CAMINO A CRISTO -EL PRINCIPE DEL CIELO- parte 17-

LA CONSAGRACIÓN

COMO ENTREGARNOS Y DEDICAR LA VIDA A DIOS -parte3-

La verdadera vida de gozo del alma es tener a Cristo, la esperanza de gloria, modelado en ella.  Muchos dicen: ¿Cómo me entregaré a Dios? Desean hacer su voluntad, más son moralmente débiles, sujetos a la duda y dominados por los hábitos de sus malas vidas. Sus promesas y resoluciones son tan frágiles como telas de araña.  No pueden gobernar sus pensamientos, impulsos y afectos.  El conocimiento de sus promesas no cumplidas y de sus votos quebrantados debilitan su confianza en su propia sinceridad y los induce a sentir que Dios no puede aceptarlos; más no necesitan desesperar.  Lo que necesitan comprender es la verdadera fuerza de la voluntad. 

Este es el poder que gobierna la naturaleza del hombre: el poder de decidir o de elegir.  Todas las cosas dependen de la correcta acción de la voluntad.  Dios ha dado a los hombres el poder de elegir; depende de ellos ejercerlo.  No podemos cambiar nuestro corazón, ni dar por nosotros mismos nuestros afectos a Dios; pero podemos elegir servirle.  Podemos darle nuestra voluntad, para que El obre en nosotros, tanto el querer como el hacer, según su voluntad.

De ese modo nuestra naturaleza entera estará bajo el dominio del Espíritu de Cristo, nuestros afectos se concentrarán en El y nuestros pensamientos se pondrán en armonía con El.

Desear ser bondadosos y santos es rectísimo; pero si sólo llegamos hasta allí de nada nos valdrá. Muchos se perderán esperando y deseando ser cristianos.  No llegan al punto de dar su voluntad a Dios.  No eligen ser cristianos ahora.  Por medio del debido ejercicio de la voluntad, puede obrarse un cambio completo en nuestra vida.  Al dar nuestra voluntad a Cristo, nos unimos con el poder que está sobre todo principado y potestad. Tendremos fuerza de lo alto para sostenernos firmes, y rindiéndonos así constantemente a Dios seremos fortalecidos para vivir una vida nueva, es a saber, la vida de la fe.  (Elena White)

  • “Llevad mi yugo sobre vosotros, y
  • aprended de mí, que soy manso y
  • humilde de corazón; y hallaréis
  • descanso para vuestras almas,
  • porque mi yugo es fácil, y ligera mi
  • carga”  (Mateo 11:29,30)
  • “Mucha paz tienen los que aman
  • tu ley, y no hay para ellos tropiezo”.  (Salmo 119:165)

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MENTE, CARÁCTER Y PERSONALIDAD-parte 215-

 

LA INDIVIDUALIDAD. Cada uno de nosotros tiene una obra que hacer.  Podemos ser de diferentes nacionalidades, pero todos debemos ser uno en Cristo.  -parte 2-

LA CONSAGRACIÓN EMBELLECE LA INDIVIDUALIDAD: Una vida consagrada al servicio de Dios se desarrollará y embellecerá  en su individualidad. 

Nadie debe sumergir su individualidad en la de otro, sino que todos, como personas, debemos ser injertados en la cepa madre, para que haya unidad en la diversidad. 

El gran Artista maestro no ha hecho dos hojas del mismo árbol exactamente iguales; de modo que su poder creador no le da a todas las mentes la misma identidad. 

Han sido creadas para vivir por la edades sin fin, y debe haber completa unidad, una mente combinándose con la otra; pero ni siquiera dos deben corresponder al mismo molde.

DIOS DA A CADA PERSONA UNA OBRA INDIVIDUAL: Hay que estudiar las cosas del mundo natural, y hay que aplicar sus lecciones a la vida espiritual, al crecimiento espiritual.  Dios, no el hombre, le ha dado a cada ser humano su tarea. 

Esta es una obra individual: la formación de un carácter de acuerdo con la semejanza divina.  De manera que es designio divino que incluso los mejores hombres no tengan todos el mismo carácter.

RESPETÁNDOSE MUTUAMENTE: Cada uno de nosotros tiene una obra que hacer.  Podemos ser de diferentes nacionalidades, pero todos debemos ser uno en Cristo. 

Si permitimos que las peculiaridades de carácter y de disposición nos separen aquí, ¿cómo podemos esperar vivir juntos en el cielo? Debemos tener amor y respeto unos por otros. 

Debe existir entre nosotros la unidad por la cual Cristo oró.  Hemos sido comprados por precio y debemos glorificar a Dios en nuestros cuerpos y en nuestros espíritus.

FRACASAREMOS COMPLETAMENTE SI COPIAMOS A LOS DEMÁS: Si alguien trata de copiar el carácter de otro hombre, fracasará completamente.  Cada persona debe mirar a Dios por sí misma, y trabajar a conciencia y con fidelidad con los talentos que Dios le ha dado.

Ocupaos de vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Fil.2:12,13)

CADA MENTE TIENE UNA FORTALEZA PECULIAR: La mente de un hombre puede ser exaltada por alguno como si en todo sentido fuera superior, pero cada mente tiene sus debilidades y sus fortalezas peculiares.  La mente de un hombre suplirá la deficiencia de otro. 

Pero si todos trabajan sometidos a la misma rienda, y se los anima a mirar no a los hombres para saber cual es su deber, sino a Dios, se desarrollaran bajo la dirección del Espíritu Santo, y trabajaran en unidad. Uno suplirá lo que al otro le falta.

NO HAY QUE MODELAR LAS MENTES DE LOS DEMÁS: Dios le ha dada a cada hombre una responsabilidad individual.

Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor”

Un hombre no debe ocuparse en la salvación de otro hombre.  No debe convertirse en la copia de la mente de otro. Debe obrar según su capacidad y de acuerdo con la habilidad que Dios le ha dado. 

Nadie, no importa cual sea su experiencia ni su cargo, debe creer que está llevando a cabo una obra maravillosa cuando modela de acuerdo con su propia mente, la mente de cualquier otro ser humano, y le enseña a comunicar los sentimientos que él podría expresar. 

Esto se ha hecho una y otra vez en detrimento de los seres humanos. Dios le permite a cada ser humano que manifieste su individualidad.  Los que quieren ser transformados en mente y carácter, no deben mirar a los hombres, sino al Ejemplo divino, Dios envía esta invitación: 

“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús”

Mediante la conversión y la transformación los hombres han de recibir la mente de Cristo. Cada cual debe comparecer delante de Dios con una fe individual, con una experiencia personal, sabiendo por sí mismo que Cristo, la esperanza de gloria, se ha formado en su interior. 

Si nosotros imitáramos el ejemplo de cualquier hombre, incluso de alguien a quien consideráramos casi perfecto en carácter, sería como si pusiéramos nuestra confianza en un ser humano defectuoso, incapaz de impartir perfección. (Elena White)

Continúa en parte 216

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