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LA VERDAD ACERCA DE LOS ANGELES-RESPUESTAS FIRMEMENTE BASADAS EN LA PALABRA DE DIOS—parte 67-

LOS ÁNGELES Y LOS DEMONIOS DURANTE EL MINISTERIO DE CRISTO-parte 2

RECHAZO EN NAZARET

Durante su niñez y juventud, Jesús había adorado entre sus hermanos en la sinagoga de Nazaret.  Desde que iniciara su ministerio, había estado ausente, pero ellos ignoraban lo que le había acontecido.  Cuando volvió a aparecer entre ellos, su interés y expectativa se avivaron en sumo grado.

Cuando un rabino estaba presente en la sinagoga, se esperaba que diese el sermón, y cualquier israelita podía hacer la lectura de los profetas.  En ese sábado, se pidió a Jesús que tomase parte en el culto.  “Se levantó a leer.  Y se le dio el libro del profeta Isaías” (Lucas 4:16-17).

Jesús estaba delante de la gente como exponente vivo de las profecías concernientes a El mismo. Explicando las palabras que había leído, habló del Mesías como del que había de aliviar a los oprimidos, libertar a los cautivos, sanar a los afligidos, devolver la vista a los ciegos y revelar al mundo la luz de la verdad.  Mientras sus corazones estaban movidos por el Espíritu Santo, respondieron con ferviente amenes y alabaron al Señor. (DTG-203-204)

Tras las  palabras de Cristo, el Espíritu obró tan poderosamente en los corazones de los que estaban presentes en la sinagoga, que respondieron en forma positiva a las palabras que procedían de sus labios.  Se produjo un cambio en esa congregación.  Cuando la divinidad de Cristo apareció a través de su humanidad, el discernimiento espiritual de los presentes fue reavivado. Pero allí estaba Satanás para despertar dudas, orgullo e incredulidad. (ST)

Cuando Jesús anunció: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros”, se sintieron inducidos a pensar en sí mismos y en los asertos de quien les dirigía la palabra.

¿Quién es este Jesús?,  preguntaron. Aunque su vida había sido intachable, no querían creer que fuese el Prometido.

Al abrir la puerta a la duda, sus corazones se fueron endureciendo tanto más.  Satanás estaba decidido a que los ojos ciegos no fuesen abiertos, ni libertadas las almas de la esclavitud. Ahora despreciaban la fe que al principio les inspiraba.  No querían admitir que Aquel que había surgido de la pobreza y la humildad fuese otra cosa que un hombre común.  (DTG-204-206)

Ángeles de luz estaban en aquella asamblea, mirando con intenso interés la hora de la decisión.  También estaban allí los ángeles de Satanás para sugerir dudas y despertar el prejuicio…

La incredulidad produce malicia.  Que un hombre de baja estirpe y nacido de la pobreza se atreviera a reprobarlos, llenó los corazones de los nazarenos de odio y locura.  Se produjo una gran confusión; la gente tomó a Jesús y lo echó de la sinagoga y de su ciudad. (ST)

Todos parecían estar decididos a destruirlo.  Lo llevaron hasta el  borde de un precipicio con el fin de despeñarlo. Las maldiciones y los gritos llenaban el aire, y algunos le arrojaban polvo y piedras.  Ángeles de Dios lo tomaron de en medio de la multitud y preservaron su vida. 

Estos mensajeros celestiales habían estado presentes en la sinagoga mientras les hablaba, y lo acompañaron mientras era empujado y maltratado por los incrédulos y furiosos judíos.  Los ángeles cegaron los ojos de la multitud enloquecida y llevaron a Jesús a un lugar seguro. (SP)

EL ENDEMONIADO EN LA SINAGOGA DE CAPERNAUN

Continúa en parte 68

 

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RECIBIREIS PODER-Persona, Presencia y  Obra del Espíritu  Santo-parte 16-

DADOR DE UNA VIDA NUEVA

 “Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3:5)

Necesitamos “nacer de nuevo” para poder servir al Señor aceptablemente. Debe ser abandonada nuestra inclinación natural, que está en abierta oposición al Espíritu de Dios. Necesitamos llegar a ser hombres y mujeres hechos nuevos en Cristo Jesús. Nuestra vida antigua, que no ha sido renovada, tiene que dar lugar a una nueva vida llena de amor, de confianza, y de una obediencia espontánea.

¿Piensa acaso que semejante cambio no es necesario para entrar en el reino de Dios? Escuche lo que dice la Majestad de los cielos: “Os es necesario nacer de nuevo” (Juan 3:7). “Si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mat.18:3).

A menos que se produzca un cambio, no podremos servir a Dios como corresponde. Nuestra obra será defectuosa; los planes incorporarán ideas mundanas, y el fuego ofrecido deshonrará a Dios. La vida se tornará impía e infeliz, inquieta y llena de dificultades.

Los cambios que produce la nueva vida se realizan unicamente por accion eficaz del Espíritu Santo. Solamente El puede limpiarnos de la impureza. Si aceptamos que modele y forme el corazón, llegaremos a ser aptos para discernir el carácter del reino de Dios y para realizar los cambios que necesitan producirse, a fin de que tengamos acceso a sus dominios.

El orgullo y el amor propio resisten al Espiritu Santo. Cada inclinación natural se opone a que la autosuficiencia y el orgullo sean sustituidos por la humildad y la mansedumbre de Cristo. Pero, si deseamos andar en el camino que conduce a la vida eterna, no debemos prestar oídos a los susurros del egoísmo. Con humildad y contrición tenemos que implorar a nuestro Padre Celestial:

“Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí” (Salmo 51:10). En la medida en que recibamos la luz divina y estemos dispuestos a cooperar con las inteligencias celestiales, gracias al poder de Cristo naceremos otra vez, liberados de la contaminación del pecado.

Cristo vino al mundo porque el hombre perdió la imagen y naturaleza de Dios. Lo vio extraviado de la senda de la paz, la pureza; si intentaba volver por sí msmo, nunca encontraría el camino de regreso. Vino con un plan de salvación adecuado y completo que incluye el cambio de corazón de piedra por uno de carne.

Vino también para transformar la naturaleza pecaminosa a su semejanza, a fin de que pudieramos ser participantes de la naturaleza divina y adaptados para las cortes celestiales.

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CONFLICTO ENTRE EL BIEN Y EL MAL-parte 3-

EL ORIGEN DEL MAL Y DEL DOLOR-parte 2-

EL ORIGEN DEL MAL Y DEL DOLOR –parte 2-

Como la ley de amor era el fundamento del gobierno de Dios, la dicha de todos los seres creados dependía de su perfecta armonía con los grandes principios de justicia.  Dios quiere que todas sus criaturas le rindan un servicio de amor y un  homenaje que provenga de la apreciación inteligente de su carácter.  No le agrada la sumisión forzosa, y da a todos libertad para que le sirvan voluntariamente.

Pero hubo  un ser que prefirió pervertir esta libertad.  El pecado nació en aquél que, después de Cristo, había sido el más honrado por Dios, y el más exaltado en honor y en gloria entre los habitantes del cielo.  Antes de su caída, Lucifer era el primero de los querubines que cubrían el propiciatorio santo y sin mácula.  “Así dice Jehová el Señor: ¡tu eras el sello de perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura!  En Edén, en el huerto de Dios, estuviste, de toda piedra preciosa era tu vestidura…Tú, querubín grande, protector, Yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad” (Ezeq.28:12-15).

Lucifer habría podido seguir gozando del favor de Dios, amado y honrado por toda la hueste angélica, empleando sus nobles facultades para beneficiar a los demás y para glorificar a su hacedor.  Pero el profeta dice: “Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor” (vers.17), poco a poco, Lucifer se abandonó al deseo de la propia exaltación. “Por cuanto pusiste tu corazón, como corazón de Dios”  “Tú que decías… ¡al cielo subiré; junto a las estrellas de Dios levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré…sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo.”  (Ezeq.28:6; Isaías 14:13,14).

En lugar de procurar que Dios fuese objeto principal de los afectos y de la obediencia de sus criaturas, Lucifer se esforzó por granjearse el servicio y el homenaje de ellas.  Y, codiciando los honores que el Padre Infinito había concedido a su Hijo, este príncipe  de los ángeles aspiraba a un poder que sólo Cristo tenía derecho a ejercer.

El cielo entero se había regocijado en reflejar la gloria del Creador, y entonar sus alabanzas.  Y en tanto que Dios era así honrado, todo era paz y dicha.  Pero una nota discordante vino a romper las armonías celestiales.  El amor y la exaltación de sí mismo, contrarios al plan del Creador, despertaron presentimientos del mal en las mentes de aquellos entre quienes la gloria de Dios lo superaba todo. Dios mismo había establecido el orden del cielo, y Lucifer al apartarse de él, iba a deshonrar a su Creador y a atraer la ruina sobre sí mismo.  Lucifer dejó prevalecer sus celos y su rivalidad con Cristo, y se volvió aún más obstinado.  El orgullo de su propia gloria le hizo desear la supremacía.  (Elena White)

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MENTE, CARÁCTER Y PERSONALIDAD-parte 106-

 

LA CRÍTICA– Muchos se permiten criticar y acusar a otros libremente.  Al dar expresión a las suspicacias, los celos y el descontento, se convierten en instrumentos de Satanás… -parte 2-

NO APARTEMOS A OTROS DE CRISTO: Muchos que profesan recoger con Cristo están alejando a otros de El. Muchos se permiten criticar y acusar a otros libremente.  Al dar expresión a las suspicacias, los celos y el descontento, se convierten en instrumentos de Satanás…Así la frivolidad, la complacencia propia y la descuidada indiferencia de los profesos cristianos están apartando a muchas almas del camino de la vida.

NO ES BUENO CONFIAR EN UN BRAZO DE CARNE: El Señor sabe que si miramos al hombre y confiamos en el ser humano estaremos reposando en un brazo de carne.  Por eso nos invita a que confiemos en El.  Su poder no tiene límites.  Meditemos en el Señor Jesús, en sus méritos y en su amor, y no tratemos de buscar defectos y pensar en los errores que otros han cometido. 

Pensemos en las cosas dignas de su reconocimiento y alabanza; y si somos capaces de descubrir los errores de los demás, seamos más capaces todavía de reconocer y alabar lo bueno.  Si nos criticáramos a nosotros mismos, descubriríamos cosas tan objetables como las que vemos en los demás.  Por lo tanto, trabajemos siempre para fortalecernos mutuamente en la muy santa fe.

EL ATAQUE COMO DEFENSA: Que nadie trate de cubrir sus propios pecados mediante la revelación de los errores de algún otro.  Dios no nos ha encomendado esta tarea.  Debemos dejar que los demás humillen sus propios corazones para que puedan llegar a la luz del conocimiento de Dios.

NO NOS DESTROCEMOS LOS NERVIOS: Los que se critican y condenan mutuamente están quebrantando los mandamientos de Dios y son una ofensa para El.  No aman ni a Dios ni a sus prójimos.  Quitemos la basura de la crítica, los recelos y las quejas, y nos seamos quisquillosos. 

Algunos son tan sensibles que no se puede razonar con ellos. Seamos muy sensibles en cuanto a lo que significa guardar la Ley de Dios y en cuanto a si estamos guardando o quebrantando la Ley.  En esto es en lo que Dos quiere que seamos sensibles.

CONSEJO A ALGUIEN QUE CONFUNDIO ORGULLO CON SENSIBILIDAD: Ud. está listo para justificarse con el pretexto de que es muy sensible, que siente profundamente, que sufre mucho. Nada de eso lo excusará a la vista de Dios. Ud. confunde orgullo con sensibilidad.  El yo es prominente en su caso.  Cuando el yo esté crucificado, entonces esa sensibilidad u orgullo morirá; mientras eso no ocurra, Ud. no será cristiano.

Ser cristiano equivale a ser semejante a Cristo, poseer humildad y un espíritu manso y tranquilo capaz de soportar la contradicción sin enojarse ni enfurecerse.  Si Ud. pudiera rasgar el manto engañoso que lo cubre, de manera que pudiera verse como Dios lo ve, ya no trataría de justificarse sino que caería quebrantado a los pies de Cristo, el único que puede eliminar los defectos de carácter y curarlos.

UN HONESTO EXAMEN DE CONCIENCIA: Si todos los que profesan ser cristianos empleasen sus facultades de investigación para  ver que males necesitan corregir en sí mismos, en vez de hablar de las faltas ajenas, habría una condición más sana entre los cristianos. (Elena White)

 

 Continúa en parte 107

 

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