LA VERDAD CLAVADA EN LAS PUERTAS DE WITTENBERG-parte 1-
“Con el pretexto de reunir fondos para la construcción de la iglesia de San Pedro en Roma, se ofrecía en venta pública indulgencias por el pecado, con autorización del Papa.
Con el precio de los crímenes se iba a construir un templo para el culto divino, y la piedra angular se echaba sobre cimientos de iniquidad. Empero los mismos medios que adoptara Roma para engrandecerse fueron los que hicieron caer el golpe mortal que destruyó su poder y su soberbia.
Aquellos medios fueron lo que exasperó al más abnegado y afortunado de los enemigos del papado, y le hizo iniciar la lucha que estremeció el trono de los papas e hizo tambalear la triple corona en la cabeza del pontífice”.
El encargado de la venta de indulgencias en Alemania, un monje llamado Tetzel, era reconocido como culpable de haber cometido las más viles ofensas contra la sociedad y contra la Ley de Dios; pero habiendo escapado del castigo que merecían sus crímenes, recibió el encargo de propagar los planes mercantiles y nada escrupulosos del Papa.
Con atroz cinismo divulgaba las mentiras más desvergonzadas y contaba leyendas maravillosas para engañar al pueblo ignorante, crédulo y supersticioso. Si hubiere tenido éste la Biblia no se habría dejado engañar.
Pero para poderlo sujetar bajo el dominio del papado, y para acrecentar el poderío y los tesoros de los ambiciosos jefes de la iglesia, se le había privado de la Escritura.
Cuando entraba Tetzel en una ciudad, iba delante de él un mensajero gritando: ‘La gracia de Dios y la del padre santo están a las puertas de la ciudad’. Y el pueblo recibía al blasfemo usurpador como si hubiera sido el mismo Dios que hubiera descendido del cielo.
El infame tráfico se establecía en la iglesia, y Tetzel ponderaba las indulgencias desde el púlpito como si hubiesen sido el más precioso don de Dios. Declaraba que en virtud de los certificados de perdón que ofrecía, quedábanle perdonados al que comprara la indulgencias aún aquellos pecados que desease cometer después, y que ‘ni aún el arrepentimiento era necesario’.
Hasta aseguraba a sus oyentes que las indulgencias tenían un poder para salvar no sólo a los vivos sino también a los muertos, y que en el instante en que la monedas resonaran al caer en el fondo de su cofre, el alma por la cual se hacía el pago escaparía de purgatorio y se dirigiría al cielo???
Cuando Simón el Mago intentó comprar a los apóstoles el poder para hacer milagros, Pedro le respondió: ‘Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero” (Hechos 8:20).
Pero millares de personas aceptaban ávidamente el ofrecimiento de Tetzel. Sus arcas se llenaban de oro y plata. Una salvación que podía comprarse con dinero era más fácil de obtener que la que requería arrepentimiento, fe y un diligente esfuerzo para resistir y vencer el mal.
Continúa en parte 2