AMPARO Y FORTALEZA –parte 34-
EL SECRETO DE LA FELICIDAD Y LA VICTORIA-parte 3-
CONSAGRACIÓN-parte 2-
Muchos dicen: “¿Cómo me entregaré a Dios?”. Desean hacer su voluntad, más son moralmente débiles, esclavos de la duda y dominados por los hábitos de su vida de pecado. Sus promesas y resoluciones son tan frágiles como telarañas. No pueden gobernar sus pensamientos, impulsos y afectos. El conocimiento de sus promesas no cumplidas y de sus votos quebrantados debilita la confianza que tuvo su propia sinceridad, y lo inducen a sentir que Dios no puede aceptarlos; más no necesitan desesperar. Lo que deben entender es la verdadera fuerza de la voluntad.
Esta es el poder gobernante en la naturaleza del hombre, la facultad de decidir o escoger. Todo depende de la correcta acción de la voluntad. Dios dio a los hombres el poder de elegir, a ellos les toca ejercerlo. No podemos cambiar nuestro corazón, ni dar por nosotros mismos nuestros afectos a Dios; pero podemos escoger servirle. Podemos darle nuestra voluntad. De ese modo nuestra naturaleza entera estará bajo el dominio del Espíritu de Cristo, nuestros afectos se concentrarán en El y nuestros pensamientos se pondrán en armonía con El.
Desear ser bondadosos y santos es rectísimo; pero si no pasamos de ésto de nada nos valdrá. Muchos se perderán esperando y deseando ser cristianos. No llegan al punto de dar su voluntad a Dios. No deciden ser cristianos ahora.
Por medio del debido ejercicio de la voluntad, puede obrarse un cambio completo en nuestra vida. Al dar nuestra voluntad a Cristo, nos unimos con el poder que está sobre todo principado y potestad. Tendremos fuerza de lo alto para sostenernos firmes, y rindiéndonos así constantemente a Dios, seremos fortalecidos para vivir una vida nueva, es a saber, la vida de la fe.
FE Y ACEPTACION –parte 1-
A medida que nuestra conciencia ha sido vivificada por el Espíritu Santo, habremos visto la perversidad del pecado, de su poder, su culpa, su miseria; y lo miraremos con aborrecimiento. Lo que necesitamos es paz.
Hemos confesado nuestros pecados y en nuestro corazón los hemos desechado. Hemos resuelto entregarnos a Dios. Vayamos, pues a El, y pidámosle que nos limpie de nuestros pecados, y nos dé un corazón nuevo.
Creamos que lo hará porque lo ha prometido. Debemos creer que recibimos el don que Dios nos promete, y lo poseemos. No podemos expiar nuestros pecados pasados, no podemos cambiar nuestro corazón y hacernos santos. Más Dios promete hacer todo ésto por nosotros mediante Cristo. Crees en esa promesa. Confiesas tus pecados y te entregas a Dios. Quieres servirle. Tan ciertamente como haces ésto, Dios cumplirá su palabra contigo. Si crees la promesa, Dios suple el hecho. No aguardes hasta sentir que estás sano más di: “Lo creo, así es, no porque lo sienta, sino porque Dios lo ha prometido”.
Dice el Señor Jesús: “Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá” (Marcos 11:24). Una condición acompaña esta promesa: que pidamos conforme a la voluntad de Dios. Pero es la voluntad de Dios limpiarnos del pecado, hacernos hijos suyos y habilitarnos para vivir una vida santa. De modo que podemos pedir a Dios estas bendiciones, creer que las recibimos y agradecerle por haberlas recibido.
Continúa en parte 4