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Posts Tagged ‘sacrificios’

CRISTO EN SU SANTUARIO-parte 26-

EL MINISTERIO FINAL DE CRISTO EN EL SANTUARIO CELESTIAL-parte 4-

LA ESCENA DEL JUICIO

Todo el más profundo interés manifestado entre los hombres por los fallos de los tribunales terrenales no representa sino débilmente el interés manifestado en los atrios celestiales cuando los nombres inscriptos en el libro de la vida desfilan ante el Juez de toda la tierra.  El divino Intercesor aboga a favor de todos los que han vencido por la fe en su sangre, para que se les perdonen sus transgresiones, a fin de que sean restablecidos en su morada edénica y coronados con El coherederos del “señorío primero” (Miquea 4:8). Con sus esfuerzos para engañar y tentar a nuestra raza, Satanás había pensado frustrar el plan que Dios tenía al crear al hombre, pero Cristo pide ahora que este plan sea llevado a cabo como si el hombre no hubiera caído jamás.  Pide para su pueblo no sólo el perdón y la justificación, plenos y completos, sino además participación en su gloria y en un asiento en su trono.

Mientras Jesús intercede por los súbditos de su gracia, Satanás los acusa ante Dios como transgresores.  El gran seductor procuró arrastrarlos al escepticismo, hacerles perder la confianza en Dios, separarse de su amor y transgredir su Ley.  Ahora él señala la historia de sus vidas, los defectos de carácter, la falta de semejanza a Cristo, lo que deshonró a su Redentor, todos los pecados que los indujo a cometer, y a causa de éstos los reclama como súbditos.

Jesús no disculpa sus pecados, pero muestra su arrepentimiento y su fe y, al reclamar el perdón para ellos, levanta sus manos heridas ante el Padre y los santos ángeles diciendo: Los conozco por sus nombres. Los he grabado en las palmas de mis manos. “Los sacrificios de Dios son el espíritu  quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” (Sal.51:17). Y al acusador de su pueblo le dice: “Jehová te reprenda, oh Satanás; Jehová que ha escogido a Jerusalén, te reprenda. ¿No es éste un tizón arrebatado del incendio?” (Zac.3:2).  Cristo revestirá a sus fieles con su propia justicia, para presentarlos a su Padre como “una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni otra cosa semejante” (Efe.5:27).  Sus nombres están inscriptos en el libro de la vida, y de estas personas escogidas está escrito: “Andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas” (Apoc.3:4).

Así  se cumplirá de un modo completo la promesa del nuevo pacto: “Perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado”. “En aquellos días y en aquel tiempo, dice Jehová, la maldad de Israel será buscada, y no aparecerá; y los pecados de Judá, y no se hallarán”. “En aquel día el renuevo de Jehová será para hermosura y gloria, y el fruto de la tierra para grandeza y honra, a los sobrevivientes de Israel.  Y acontecerá que el que quedare en Sión, y el que fuere dejado en Jerusalén, será llamado santo; todos los que en Jerusalén estén registrados entre los vivientes” (Jeremías 31:34; 50:20;  Isaías 4:2, 3).

La obra del juicio investigador y el acto de borrar los pecados deben realizarse antes del segundo advenimiento del Señor.  En vista de que los muertos han de ser juzgados según las cosas escritas en los libros, es imposible que los pecados de los hombres sean borrados antes del fin del juicio en que sus vidas han de ser examinadas.  Pero el apóstol Pedro dice: terminantemente que los pecados de los creyentes serán borrados “para que vengan de la presencia del Señor, tiempos de refrigerio y él envíe a Jesucristo” (Hechos 3:19, 20).  Cuando el juicio investigador haya concluido, Cristo vendrá con su recompensa para dar a cada uno según hayan sido sus obras.

LAS ESCENAS FINALES DEL SERVICIO REAL

-Continúa en parte 27-

 

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CRISTO EN SU SANTUARIO-parte 8-

EL SANTUARIO CELESTIAL EN MINIATURA-parte 6-

EL SERVICIO DEL SANTUARIO-parte 1-

No sólo el santuario mismo, sino también el ministerio de los sacerdotes, debían servir de “figura y sombra de las cosas celestiales” (Heb.8:5). Por eso era de suma importancia; y el Señor, por medio de Moisés, dio las instrucciones más claras y precisas acerca de cada uno de los puntos de este culto simbólico.

El ministerio del santuario consistía en dos partes: un servicio diario y otro anual. El servicio diario se efectuaba en el altar de holocaustos en el atrio del tabernáculo, y en el lugar santo; mientras que el servicio anual se realizaba en el lugar santísimo.

Ningún ojo mortal, excepto el del sumo sacerdote, debía mirar el interior del lugar santísimo. Sólo una vez al año podía entrar allí el sumo sacerdote, y eso después de la preparación más cuidadosa y solemne.  Temblando, entraba para presentarse ante Dios, y el pueblo en reverente silencio esperaba su regreso, con los corazones elevados en fervorosa oración para pedir la bendición divina.  Ante el propiciatorio, el sumo sacerdote hacia expiación por Israel; y en la nube de gloria, Dios se encontraba con él. Si su permanencia en dicho sitio duraba más tiempo del acostumbrado, el pueblo sentía temor de que, a causa de los pecados de ellos o de él mismo, lo hubiese muerto la gloria del Señor.

El servicio diario consistía en el holocausto matutino y vespertino, en el ofrecimiento del incienso en el altar de oro y en los sacrificios especiales por los pecados individuales. Además, había sacrificios para los sábados, las lunas nuevas y las fiestas especiales.

Cada mañana y cada tarde se ofrecía en holocausto sobre el altar un cordero de un año, con las oblaciones apropiadas para simbolizar la consagración diaria a Dios de toda la nación y su constante dependencia de la sangre expiatoria de Cristo.  Dios les indicó expresamente que toda ofrenda presentada para el servicio del santuario debía ser “sin defecto” (Éxodo 12:5).  Los sacerdotes debían examinar todos los animales que se traían como sacrificio, y rechazar los defectuosos. Sólo una ofrenda “sin defecto” podía simbolizar la perfecta pureza de Aquel que había de ofrecerse como “cordero sin mancha y sin contaminación” (1 Pedro 1:19).

El apóstol Pablo señala estos sacrificios como una ilustración de los que los seguidores de Cristo han de llegar a ser. Dice: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional” (Romanos 12:1). Hemos de entregarnos al servicio de Dios, y debiéramos tratar de hacer esta ofrenda tan perfecta como sea posible. Dios no quedará satisfecho sino con lo mejor que podamos ofrecerle.  Los que lo aman de todo corazón desearán darle el mejor servicio de su vida, y constantemente tratarán de poner todas las facultades de su ser en perfecta armonía con las leyes que los habilitan para hacer la voluntad de Dios.

Al presentar la ofrenda del incienso el sacerdote se acercaba más directamente a la presencia de Dios que en ningún otro acto de los servicios diarios. Como el velo interior del santuario no llegaba hasta el techo del edificio, la gloria de Dios, que se manifestaba sobre el propiciatorio, era parcialmente visible desde el lugar santo.  Cuando el sacerdote ofrecía incienso ante el Señor, miraba hacia el arca; y mientras ascendía la nube del incienso, la gloria divina descendía sobre el propiciatorio que no podía contemplar, así ahora el pueblo de Dios a de dirigir sus oraciones a Cristo, su gran Sumo Sacerdote quien, invisible para el ojo humano, está intercediendo en su favor en el santuario celestial.

-Continúa en parte 9-

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