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Posts Tagged ‘promesas de dios’

LA VERDAD ACERCA DE LOS ANGELES-RESPUESTAS FIRMEMENTE BASADAS EN LA PALABRA DE DIOS—parte 57-

LOS ÁNGELES DESDE EL CAUTIVERIO HASTA JUAN EL BAUTISTA-parte 4-

LA VISIÓN DE JOSUÉ Y EL ÁNGEL-parte 2-

Seducidos por sus tentaciones, habían transgredido la Ley de Dios, y habiéndose  separado así de la Fuente de su fuerza, se les había dejado caer presa de sus enemigos paganos.  Fueron llevados en cautiverio a Babilonia, y permanecieron allí muchos años.

Sin embargo, el Señor no los abandonó.  Les envió sus profetas con reproches y amonestaciones. El pueblo despertó, vio su culpabilidad, se humilló delante de Dios, y volvió a él con verdadero arrepentimiento. Entonces el Señor le envió mensajes de aliento, declarando que le libraría del cautiverio y le devolvería su favor.

Esto era lo que Satanás quería resueltamente impedir. Un remanente de Israel había vuelto ya a su patria, y Satanás estaba tratando de inducir a las naciones paganas, que eran sus agentes, a destruirlo completamente.

El sumo sacerdote no puede defenderse a sí mismo ni a su pueblo de las acusaciones de Satanás, No sostiene que Israel esté libre de culpas. En sus andrajos sucios, que simbolizan los pecados del pueblo, que él lleva como su representante, está delante del ángel confesando su culpa, señalando, sin embargo, su arrepentimiento y humillación, fiando en la misericordia de un Redentor que perdona el pecado; y con fe se aferra a las promesas de Dios.

Entonces el ángel, que es Cristo mismo, el Salvador de los pecadores, hace callar al acusador de su pueblo, declarando: “Jehová te reprenda, oh Satanás; Jehová que ha escogido a Jerusalén te reprenda.  ¿No es éste un tizón arrebatado del incendio?” (Zac.3:2).  Israel había estado durante largo tiempo en el horno de la aflicción.  A causa de sus pecados, había sido completamente consumido en la llama encendida por Satanás y sus agentes para destruirlo; pero Dios había intervenido ahora para librarle.  

El compasivo Salvador no dejará a su pueblo penitente y humillado, bajo el cruel poder de los paganos.

Al ser aceptada la intercesión de Josué, se da la orden: “Quitadle esas vestiduras viles”.   Y a Josué el ángel declara: “Mira que he quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala…Y pusieron una mitra limpia sobre su cabeza, y le  vistieron las ropas” (Zac.3:4-5).  Sus propios pecados y los de su pueblo fueron perdonados. Israel habría de ser revestido con “ropas de gala”: la justicia de Cristo que le era imputada.

La mitra, puesta sobre la cabeza de Josué, era como la que llevaban los sacerdotes con la inscripción: “Santidad a Jehová”, lo cual significaba que a pesar de sus antiguas transgresiones, estaba ahora capacitado para servir delante de Dios en su santuario.

Después de haberle investido así solemnemente de la dignidad del sacerdocio, el ángel declaró: “Si anduvieres por mis caminos, y si guardares mi ordenanza, también tu gobernarás mi casa, también guardarás mis atrios, y entre éstos que aquí  están te daré lugar” (Zac.3:7). Se le iba a honrar como juez o gobernante del templo y todos sus servicios; iba a andar entre ángeles que le acompañaran, aún en esta vida, y al fin se uniría a la muchedumbre glorificada que rodea el trono de Dios. (2 Joyas de los Testimonios-170-172)

A todos los que tienen fe en Dios se les ofrece esta seguridad. Acepten esta maravillosa promesa, porque no es un ser humano el que está hablando. “Así dice Jehová de los ejércitos: Si anduvieres por mis caminos, y si guardares mi ordenanza, también tu gobernarás mi casa, también guardarás mis atrios, y entre éstos que aquí  están te daré lugar” (Zac.3:7).

Entre aquellos que nos rodean, están las huestes del enemigo que tratan de dividir al pueblo de Dios, y las huestes celestiales, miles y decenas de miles, que custodian y guardan al tentado pueblo de Dios, animándolo y fortaleciéndolo: Estos son los que nos rodean. 

Y Dios dice a los creyentes: Vosotros caminaréis entre ellos; no seréis vencidos por los poderes de las tinieblas.  Estaréis  delante de mí, en la presencia  de los santos ángeles, que son enviados para ministrar a aquellos que serán herederos de la salvación.  (RH)

LA VISIÓN DEL CANDELABRO Y LOS OLIVOS

Continúa en parte 58

 

 

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EL CAMINO A CRISTO -EL PRINCIPE DEL CIELO- parte 15-

LA CONSAGRACIÓN

COMO ENTREGARNOS Y DEDICAR LA VIDA A DIOS-parte1-

La promesa de Dios es “Me buscaréis y me hallaréis cuando me buscareis de todo vuestro corazón” (Jeremías 29:13). Debemos dar a Dios todo el corazón o, de otra manera el cambio que se ha de efectuar en nosotros, y por el cual hemos de ser transformados conforme a su semejanza, jamás se realizará.  Por naturaleza estamos enemistados con Dios. El Espíritu Santo describe nuestra condición en palabras como éstas: “Muertos en las transgresiones y los pecados” (Efesios 2:1). Estamos enredados fuertemente en los lazos de Satanás, por el cual “estamos cautivos a voluntad de él” (2Tim.2:26).

Dios quiere sanarnos y libertarnos. Pero, puesto que ésto demanda una transformación completa y la renovación de toda nuestra naturaleza, debemos entregarnos a El enteramente.  La guerra contra nosotros mismos es la batalla más grande que jamás hayamos tenido.  El rendirse a sí mismo entregando todo a la voluntad de Dios, requiere una lucha; más para que el alma sea renovada en santidad, debe someterse antes a Dios.

El gobierno de Dios no está fundado en una sumisión ciega y en una reglamentación irracional, como Satanás quiere hacerlo parecer. Al contrario, apela al entendimiento y la conciencia. “¡Venid, pues, y estemos a cuenta…” (Isaías 1:18), es la invitación del Creador a todos los seres que ha formado.  Dios no fuerza la voluntad de sus criaturas.  El no puede aceptar un homenaje que no se le de voluntaria e inteligentemente.  Una sumisión meramente forzada impediría todo desarrollo real del entendimiento y del carácter: haría del hombre un mero autómata.  No es ése el designio del Creador.  El desea que el hombre, que es la obra maestra de su poder creador, alcance el más alto desarrollo posible.  Nos presenta la gloriosa altura a la cual quiere elevarnos mediante su gracia.  Nos invita a entregarnos a El a fin de que pueda hacer su voluntad en nosotros.  A nosotros nos toca decidir si queremos ser libres de la esclavitud del pecado para participar de la libertad gloriosa de los hijos de Dios.

Al consagrarnos a Dios, debemos necesariamente abandonar todo aquello que nos separe de El.  Por ésto dice el Salvador: “Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:33). Debemos dejar todo lo que aleje el corazón de Dios. Los tesoros son el ídolo de muchos.  El amor al dinero y el deseo de las riquezas son la cadena de oro que los tienen sujetos a Satanás.  Otros adoran la reputación y los honores del mundo. Una vida de comodidad egoísta, libre de responsabilidad, es el ídolo de otros. Más deben romperse estos lazos de servidumbre.

No podemos consagrar una parte de nuestro corazón al Señor y la otra al mundo.  No somos hijos de Dios a menos que lo seamos enteramente. Hay algunos que profesan servir a Dios a la vez que confían en sus propios esfuerzos para obedecer su Ley, formar un carácter recto y asegurarse la salvación. Sus corazones no son movidos por ningún sentimiento profundo del amor de Cristo, sino que tratan de ejecutar los deberes de la vida cristiana como una cosa que Dios demanda de ellos a fin de ganar el cielo.  Tal religión no vale nada.  Cuando Cristo mora en el corazón, el alma está tan llena de su amor, del gozo de su comunión, que se une a El, y pensando en El, se olvida de sí misma.

El amor de Cristo es el móvil de la acción.  Aquellos que sienten el constructivo amor de Dios no preguntan cuánto es lo menos que pueden darle para satisfacer los requerimientos de Dios; no preguntan cuál es la más baja norma aceptada, sino que aspiran a una vida de completa conformidad con la voluntad de su Salvador. El profesar pertenecer a Cristo sin sentir amor profundo, es mera charla, árido formalismo, gravosa y vil tarea. (Elena White)

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