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LA VERDAD ACERCA DE LOS ANGELES-RESPUESTAS FIRMEMENTE BASADAS EN LA PALABRA DE DIOS—parte 6-

EL MINISTERIO ACTUAL DE LOS ÁNGELES-parte 3-

LOS ÁNGELES NOS AYUDAN A HACER LO CORRECTO

Debemos aprender a confiar en Dios, aprender a ir a Aquel que es poderoso para salvar. Digamos al querido Salvador cual es nuestra necesidad.  Aquel que ha dicho: “Dejad a los niños venir  a mí, y no se lo impidáis”, no rechazará nuestra oración, sino que enviará a sus ángeles para guardarnos y protegernos de los malos ángeles, y para facilitarnos el hacer lo correcto. 

Así será mucho más fácil que si lo intentamos por nuestras propias fuerzas. Entonces, nuestro sentimiento siempre será: “Le he pedido a Dios que me ayude, y El lo  hará. Con su fuerza, voy a hacer lo correcto.  No voy a entristecer a los queridos ángeles que Dios ha enviado para guardarme. Nunca voy a tomar un curso de acción que los aparte de mi”

Si tratamos de suprimir todo mal pensamiento durante el día, los ángeles de Dios vendrán y morarán con nosotros.  Estos ángeles son seres poderosos en fortaleza. Recordemos cuando el ángel vino al sepulcro, y los soldados romanos cayeron como muertos por la gloria de su presencia.  Si un solo ángel pudo mostrar tal poder, ¿Qué hubiera sucedido si todos los ángeles que están con nosotros hubiesen estado presentes? Los ángeles están con nosotros cada día para guardarnos y protegernos de los asaltos del enemigo.

No estamos solos en la batalla contra el mal.  Si se levantara la cortina, veríamos a los ángeles del cielo peleando a nuestro lado. Su cometido es guardar a la juventud. “¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?” (Heb.1:14). 

Miles y decenas de miles, millares de millares de ángeles ministran a la juventud. Recordemos que los ángeles de Dios están a nuestro lado; saben lo que hacemos, y están listos para guardarnos. No hagamos nada que pueda disgustarlos. Al trabajar con ellos nuestro hogar llegará a ser un lugar consagrado.  Hagamos todo lo que esté de nuestra parte para ayudarnos mutuamente y obtener la victoria.  Vivamos de tal manera, que la luz del cielo pueda brillar en nuestros corazones y mentes y nos capacite para conseguir los tesoros del cielo.

LOS ÁNGELES AYUDAN EN LOS ESFUERZOS POR RECUPERAR A LOS PERDIDOS-parte 1-

Cuando las inteligencias celestiales ven a aquellos que confiesan ser hijos e hijas de Dios, tratando de ayudar a los errantes como Cristo lo hizo, manifestando un espíritu tierno y compasivo con el arrepentido y caído, los ángeles vienen a su lado para traer a su memoria las palabras que suavizarán y levantarán al alma. Jesús ha dado su preciosa vida y su atención personal al menos digno de éstos sus hermanos más pequeños; y los ángeles, poderosos en fortaleza, acampan alrededor de los que le temen a Dios.

Los ángeles son enviados desde las cortes celestiales, no para destruir, sino para vigilar y guardar a las almas en peligro; para salvar al perdido y traer a los errantes de regreso al redil.  “No he venido a condenar sino a salvar”, declaró Jesús. Es privilegio de todos los que llenan las condiciones saber por sí mismos que el perdón de todo pecado es gratuito. Alejemos la sospecha de que las promesas de Dios no son para nosotros.  Son para todo pecador arrepentido. Cristo ha provisto fuerza y gracia para que los ángeles ministradores las comuniquen a toda alma creyente.

Continúa en parte 7

 

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RECIBIREIS PODER- Persona, Presencia y  Obra del Espíritu  Santo- La Venida del Espíritu-parte 50-

FRUCTIFEROS EN  EL ESPÍRITU

DOMINIO PROPIO

“Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto al jefe de los eunucos que no se le obligue a contaminarse”. (Daniel 1:8)

 

Haríamos bien en ponderar las lecciones que este texto encierra.  Un estricto acatamiento a las exigencias de la Biblia será una bendición para el cuerpo y todo el ser.  El fruto del Espíritu no es solamente amor, gozo paz; también es temperancia. Por ser templos del Espíritu Santo tenemos el desafío de no contaminar nuestros cuerpos.

Los cautivos hebreos fueron hombres con pasiones semejantes a las nuestras; sin embargo, permanecieron firmes en medio de las atractivas influencias de la lujuriosa corte de Babilonia.  La juventud de nuestro tiempo está rodeada por las seducciones de la gratificación propia.  Especialmente en las grandes ciudades, cada expresión de la complacencia sensual se presenta en forma incitante y al alcance de todos.

Los que, como Daniel, rehúsan contaminarse, cosecharán la recompensa de los hábitos temperantes.  Gracias a un mayor vigor físico y su acrecentado poder de resistencia, contarán con una reserva para afrontar situaciones de emergencia.Los buenos hábitos físicos contribuyen a la superioridad mental. El poder intelectual, el vigor físico y las expectativas de vida depende de leyes inmutables. La naturaleza creada por Dios no interfiere para preservar al ser humano de las consecuencias resultantes de la violación de sus exigencias.

El que lucha por la victoria debe ser temperante en todo.  La claridad de pensamiento y firmeza de propósito de Daniel, su poder para adquirir conocimiento y resistir la tentación, en buena medida fueron logrados por la sencillez de la dieta en conexión con su vida de oración. La historia de Daniel y sus valiosos compañeros fue registrada en las páginas de la Palabra divina para beneficio de la juventud de las generaciones posteriores.

Mediante el relato de la fidelidad a los principios de salud, Dios comunica su mensaje a jóvenes  de nuestros días para invitarlos a recoger y exaltar los preciosos rayos de luz que El ha proporcionado en el tema de la temperancia cristiana, y para que se pongan en armonía con las leyes de salud.   (The Youth’s Instructor)

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RECIBIREIS PODER-Persona, Presencia y  Obra del Espíritu  Santo-parte 39-

VICTORIA PASO A PASO

“Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea al aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”. (1 Corintios 9:26, 27)

 

Dios conduce a su pueblo paso a paso.  La vida cristiana es una marcha y una batalla.  En esta guerra no hay tregua. El esfuerzo debe ser constante y perseverante.  Mediante la lucha persistente es como se obtiene la victoria sobre las tentaciones de Satanás.  La integridad cristiana se logra buscándola con avidez y con irresistible energía, y se la mantiene en virtud de una definida resolución de propósitos. 

El cristianismo tiene un tema que debe ser enseñado, una ciencia mucho más profunda, amplia y alta que todas las disciplinas humanas y más elevada que el cielo.  Dadas nuestras inclinaciones, si deseamos servir a Dios, primero la mente debe ser educada, adiestrada y disciplinada. Hay tendencias al mal que tenemos que superar.

Algunas han sido heredadas y otras cultivadas.  Con frecuencia, hay que descartar la capacitación y la educación de toda una vida si uno desea aprender en la escuela de Cristo.  El corazón debe ser educado para que este firme en Dios.  Hay que cultivar hábitos de pensamiento que capaciten para resistir la tentación.  Tenemos que aprender a mirar hacia arriba.  Los principios de la Palabra de Dios –tan elevados como los cielos, y que abarcan la eternidad-, deben entenderse e incorporarse a nuestra vida.  Cada hecho, cada palabra y cada pensamiento tiene que estar en armonía con ellos.

Los preciosos dones del Espíritu Santo no se desarrollan en un momento.  El valor, la fortaleza, la mansedumbre, la fe y la confianza inconmovible en el poder de Dios para salvar, se adquieren por la experiencia de los años. En virtud a una vida de esfuerzos santos y de una firme adhesión a los principios rectos, es como los hijos de Dios sellarán su destino.

No tenemos tiempo que perder.  No sabemos cuán pronto finalizará el tiempo de gracia.  La eternidad se extiende delante de nosotros.  El telón está a punto de levantarse.  Cristo pronto volverá.  Los ángeles de Dios están tratando de sustraernos de nosotros mismos y las cosas terrenales.  No permitamos que trabajen en vano.  (Testimonios, t.8 pp.313, 314)

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