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AMPARO Y FORTALEZA-parte 3-

LA SALUD MENTAL DE LA FAMILIA-VALIOSO TESORO, AL ALCANCE DE TODOS.-parte 1-

COMO PROMOVER LA SALUD MENTAL DE LA FAMILIA

LA ENFERMEDAD o la salud emocional de la familia son producto del “contagio” en las relaciones humanas. Cuando los padres se respetan y se aman, y cuando tratan a sus hijos con cariño y rectitud, crean una atmósfera familiar que estimula el desarrollo de la buena salud mental.

Si el padre y la madre viven peleando en presencia de sus hijos, éstos se volverán descorteses, agresivos y belicosos en su trato con la gente.  El resultado final será el predominio de emociones destructivas.

CUANDO SE PIERDE EL CONTROL EMOCIONAL

Abundan las personas que se sienten agobiadas, tristes y hostiles por haber sido víctimas del caldeado impacto de actitudes emocionales negativas. Por ejemplo si una afligida joven es víctima de una monstruosa carga emocional nos permite atisbar lo que sucede en la intimidad de una familia disfuncional, que ha dejado rodar sus emociones hostiles y negativas.

COMO VENCER LAS EMOCIONES NEGATIVAS

Hace más dos mil años, el apóstol Pablo, inspirado por la sabiduría divina, recomendó una fórmula maravillosa para luchar contra las emociones negativas. 

“Airaos, pero no pequéis, no se ponga el sol sobre vuestro enojo. Ni deis lugar al diablo” (Efesios 4:26, 27).

De esta recomendación de Pablo se desprende la idea de que una persona puede sentirse molesta a causa de una circunstancia hiriente, humillante o desagradable, o por haber sido objeto de provocación o injusticia. ¡Hasta puede sentir ira! Pero no debe pecar.

¿Cuándo peca? Peca cuando reacciona violentamente contra la persona que lo provocó, cuando la critica ásperamente y la rebaja, cuando siente deseos de vengarse contra ella y cuando la trata injustamente. Usted dirá que es difícil.  Eso es verdad, pero es necesario luchar contra hábitos emocionales que en muchos casos han estado vigentes desde la infancia. Pero tiene a su disposición la ayuda profesional más eficaz de la que pueda echar mano: el famoso Medico divino de Galilea que anduvo sanando a los enfermos físicos y mentales.

El mismo apóstol Pablo dice: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13). El poder de Jesús es suficiente para curar a cualquier persona que se dedique a estudiar su vida en el Nuevo Testamento y los consejos transformadores de la personalidad que dejaron los autores bíblicos inspirados por el Espíritu Santo.

COMO DESARROLLAR EL DOMINIO PROPIO:

No es posible someter las emociones violentas al dominio de la razón y la fuerza de la voluntad sin antes enriquecer el ser íntimo con las excelentes enseñanzas éticas y morales establecidas por Dios mismo en las Sagradas Escrituras.  Esas enseñanzas no sólo constituyen la norma de moralidad mejor y más pura, sino también el código de urbanidad más valioso.  En cada hogar se deben adoptar los siguientes valiosos principios reguladores de las relaciones familiares y estabilizadores de las emociones.  Estudie con interés, apréndalos y practíquelos en sus relaciones interpersonales.

Continúa en parte 2

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ESPERANZA PARA EL PLANETA TIERRA – EL FUTURO BRILLANTE DE UNA RAZA CAIDA –parte 20-

LA HUMILDAD DE DIOS-parte 9-

7. PARA PODER REGRESAR POR SU PUEBLO-parte 2-

La  Biblia presenta tres etapas de la salvación: en 2 Corintios 1:10 el apóstol Pablo menciona lo que Cristo ha logrado por nosotros: “El cual nos libró, (pasado) y nos libra, (presente) y en quien esperamos que aún nos librará… (futuro)”.

En Romanos 6:22 el apóstol nuevamente menciona las tres etapas: “Más ahora que habéis sido libertados del pecado (pasado) y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, (presente) y como fin, la vida eterna (futuro)”.

Los teólogos han descrito estas tres etapas de la salvación, con estas palabras claves: justificación, santificación y glorificación.  Cada cristiano debe pasar por estas tres etapas para salvarse y cada una de ellas depende de la perfecta humanidad de Cristo.

La justificación nos salva de la culpa del pecado y nos da el derecho al cielo. Cuando venimos a Cristo con corazón contrito y arrepentido y confesamos nuestros pecados, El nos perdona.  Antes estábamos condenados a muerte, pero ahora tenemos  la garantía de la vida eterna.  Ante la vista de Dios ya no somos culpables.

La justicia de Cristo nos es acreditada sin mérito alguno de nuestra parte (Romanos 3:24). La muerte que debemos sufrir la sufrió El en nuestro lugar.  La justicia de Cristo nos es imputada, somos declarados inocentes y se nos trata como si nunca hubiésemos pecado.  Somos “aceptos en el Amado” (Efesios 1:6) y tenemos el título o el derecho de entrar al cielo en virtud de los méritos de Cristo. Como ya hemos visto, Jesús tuvo que hacerse hombre para poder acreditarnos su vida y su muerte.

La santificación nos salva del poder del pecado. Si la justificación nos da el perdón del pecado, la santificación nos da la victoria sobre el pecado.  En la justificación Cristo llega a ser nuestro Salvador, en la santificación llega a ser nuestro Señor.  Si en la justificación la justicia de Cristo nos es imputada (atribuida), en la santificación nos es impartida (derramada en nuestro corazón).

El proceso de la santificación dura toda la vida y tiene como fin reproducir en nosotros el carácter de Cristo.  Pero como ya hemos visto, Jesús tuvo que vivir en esta tierra como hombre a fin de desarrollar un carácter humano perfecto que nos pudiera impartir por medio del poder del Espíritu Santo. Nuestra santificación depende de su humanidad.

El proceso de la santificación consume el pecado y le da idoneidad al hombre para entrar al cielo. Lo hace apto para morar con Cristo para siempre.  La Epístola a los Hebreos nos insta:

“Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14). Y Jesús afirmó: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5:8).

Este proceso desarraiga el pecado del corazón humano.  Cristo no sólo quiere que le pidamos perdón por nuestras faltas sino que anhela que le tributemos alabanza por victorias ganadas sobre el pecado.  Cualquiera que tiene la esperanza de la venida de Cristo “se purifica a sí mismo, así como él es puro” (1 Juan 3:3).

La tercera etapa de la salvación es la glorificación. Este es el momento en que Cristo “transformará el cuerpo de la humillación nuestra para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya” (Filipenses 3:21). Es la ocasión gloriosa en que Cristo nos vestirá de inmortalidad e incorrupción (1 Corintios 15:53-55). Habiendo sido librados de la culpa y del poder del pecado seremos librados de la misma presencia del pecado.  Queda claro, entonces, que la salvación es un proceso que se extiende en el pasado, en el presente y en el futuro.

La glorificación será imposible a menos que hayamos sido justificados y santificados, y estas dos fases de la redención dependen de la naturaleza perfecta de Cristo. Vivió por nosotros, murió por nosotros, para que pudiéramos vivir para siempre con El.

 

 

 

 

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