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ESPERANZA PARA EL PLANETA TIERRA – EL FUTURO BRILLANTE DE UNA RAZA CAIDA –parte 52-

COMO SOMOS SALVOS –parte 19-

EMANUEL PARA SIEMPRE-parte 1-

  • Vi un cielo nuevo y una tierra nueva;
  • porque el primer cielo y la primera tierra pasaron,
  • y el mar ya no existía más.
  • Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén,
  • descender del cielo, de Dios,
  • dispuesta como una esposa ataviada para su marido.
  • Y oí una gran voz del cielo que decía:
  • He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres,
  • y el morará con ellos;
  • y ellos serán su pueblo,
  • y Dios mismo estará con ellos como su Dios.
  • Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos;
  • y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto,
  • ni clamor, ni dolor;
  • porque las primeras cosas pasaron”.      Apocalipsis 21:1-4

Jesús se encontraba en el aposento alto con sus discípulos.  Acababa de lavarles los pies y de celebrar la cena de Pascua.  Ya el diablo había entrado en el corazón de Judas, quien se encontraba en camino para finalizar la entrega del Maestro. Después de la cena Jesús les dijo con gran ternura a sus discípulos:

“Hijitos, aún estaré con vosotros  un poco.  Me buscaréis; pero como dije a los judíos, así os digo ahora a vosotros: A donde yo voy, vosotros no podéis ir” (Juan 13:33).  Pedro no quedó satisfecho con la respuesta de Jesús. No quería seguir a Jesús después, sino inmediatamente.  Con desesperación, el apóstol le preguntó a Jesús otra vez: “¿Por qué no te puedo seguir ahora?  Mi vida pondré por ti” (Juan 13:37).

Los discípulos habían pasado casi tres años y medio con Jesús.  Durante este tiempo habían aprendido a amarlo.  Vivir sin la presencia del Maestro sería imposible para ellos.  Jesús sabia que el corazón de sus seguidores estaba triste y por eso les dio una de las promesas más hermosas de las Escrituras:

No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mi.  En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.  Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:1-3).

No hay nada que Jesús anhele más que estar con aquellos que ha redimido.  En la oración que elevó a su Padre justo antes de su arresto,  Jesús expresó el anhelo más íntimo de su alma: “Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo” (Juan 17:24). 

En el mismo umbral de su pasión y muerte, a Jesús no le preocupaba la corona de espinas, ni la espalda lacerada, ni los clavos de la cruz.  Estaba dispuesto a sufrir cualquier ignominia con tal de que algún día pudiera llevarse consigo, a la casa de su Padre, a todos los que tanto amaba (Juan 17:20). ¿Por qué anhela Cristo estar con nosotros? ¿Qué lo vincula a la raza humana para que desee estar con ellos.

La respuesta está en Mateo 1:23: “He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros”.

Cuando Jesús se encarnó, llegó a ser carne de nuestra  carne y hueso de nuestro hueso. Se hizo nuestro hermano; es uno de los nuestros. “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros” (Juan 1:14).  Jesús no tomó sobre sí la humanidad tan sólo durante su ministerio terrenal.  Conservó su naturaleza humana aún después de su resurrección. 

Cuando se les apareció a los discípulos la noche después de la resurrección, ellos creían que veían a un fantasma, pero Jesús les dijo: “Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo” (Lucas 24:39).  Luego Jesús comió parte de un pez asado y un panal de miel.

Continúa en parte 53

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ESPERANZA PARA EL PLANETA TIERRA – EL FUTURO BRILLANTE DE UNA RAZA CAIDA –parte 8-

LA ESTRELLA REBELDE  -parte 1-

En la antigua Babilonia existía una tradición muy interesante.  Según cuenta la historia, había una estrella muy brillante en el cielo que se llamaba Lucifer.  Esta estrella de la mañana se mantenía en el cielo aún después que empezaban a verse los primeros destellos del sol.  Aunque todas las demás estrellas ya habían desaparecido de la bóveda celeste ante el inminente amanecer, esta estrella rehusaba con todas sus fuerzas ocultar su gloria ante el naciente sol.  En vez de anunciar la llegada de la mañana, quería ocupar el lugar del sol que traía la mañana.

Según los babilonios, ésta era una estrella usurpadora que deseaba tomar el lugar del sol.  Luego sucedía lo inevitable: el sol se levantaba con toda su fuerza y echaba a esta estrella al abismo tenebroso.  De acuerdo a la mitología babilónica, este proceso se realizaba diariamente.  La estrella usurpadora y rebelde se levantaba sólo para caer ante la deslumbrante gloria del sol.

 Esta historia de la victoria del sol sobre la estrella rebelde y usurpadora halla sus raíces en un conflicto que en verdad se realizó entre dos estrellas.

La primera de ellas es Jesucristo, a quien se compara en la Biblia con el sol (Apocalipsis 1:16). El es la estrella brillante de la mañana (Apocalipsis 22:16), la luz del mundo (Juan 9:5).  Es el lucero de la mañana que trae la claridad del día (2 Pedro 1:19).

Pero en el universo infinito que Cristo creó había otra estrella que también era brillante, hermosa y digna de admiración.  Esta estrella de nombre Lucifer quiso ocupar el lugar del sol, es decir, de Cristo.  Leamos la historia tal como se halla registrada en las Escrituras:

“¡Como caíste del cielo,oh Lucero,hijo de la mañana!                                                                                                                                

Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones.

Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto,

junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré,

a los lados del norte: sobre las alturas de las nubes subiré; y seré semejante al Altísimo» (Isaías 14:12-14).

“Hijo de hombre, levanta endechas sobre el rey de Tiro [símbolo de Lucifer], y dile: Así ha dicho Jehová el Señor: Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría y acabado de hermosura. 

En Edén, en el huerto de Dios estuviste; de toda piedra preciosa era tu vestidura; de cornerina, topacio, jaspe, crisólito, berilo y ónice, de zafiro, carbunclo, esmeralda, y oro, los primeros de tus tamboriles y flautas estuvieron preparados para ti en el día de tu creación. 

Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas.

Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad. 

A causa de la multitud de tus contrataciones  fuiste lleno de iniquidad, y pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras de fuego, oh querubín protector. 

Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor;  yo te arrojaré por tierra; delante de los reyes te pondré para que miren en ti” (Ezequiel 28:12-17).

Hay varias cosas que podemos saber a ciencia cierta en cuanto a Lucifer:

Continúa en parte 9

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