CRISTO EN SU SANTUARIO-parte 16-
EL EVANGELIO EN LOS SÍMBOLOS Y LA REALIDAD-parte 3-
EL SERVICIO DEL TEMPLO PERDIO SU SIGNIFICADO-parte 2-
“En tres días lo levantaré”. A la muerte del Salvador, potencias de las tinieblas parecieron prevalecer, y se regocijaron por su victoria. Pero del sepulcro abierto de José, Jesús salió vencedor. “Despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz” (Colosenses 2:15). En virtud de su muerte y resurrección, pasó a ser “ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor y no el hombre” (Heb.8:2). Los hombres habían construido el tabernáculo, y luego el templo de los judíos; pero el santuario celestial, del cual el terrenal era una figura, no fue construido por arquitecto humano. “He aquí el varón cuyo nombre es el Renuevo, el cual brotará de sus raíces edificará el templo de Jehová. El edificará el templo de Jehová y el llevará gloria, y se sentará y dominará en su trono, y habrá sacerdote a su lado…” (Zac.6:12, 13).
LOS OJOS SE VUELVEN HACIA EL VERDADERO SACRIFICIO
La ceremonia de los sacrificios que había señalado a Cristo pasó; pero los ojos de los hombres fueron dirigidos al verdadero sacrificio por los pecados del mundo. Cesó el sacerdocio terrenal, pero miramos “a Jesús, Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel”. “Aún no se había manifestado el camino al Lugar Santísimo, entre tanto que la primera parte del tabernáculo estuviese en pie… Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos…sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo habiendo obtenido eterna redención” (Heb.12:24; 9:8-12).
“Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (Heb.7:25). Aunque el ministerio se trasladaría del templo terrenal al celestial, aunque el santuario y nuestro gran Sumo Sacerdote fueran invisibles para los ojos humanos, los discípulos no habían de sufrir pérdida por ellos. No sufrirían interrupción en su comunión, ni disminución de poder por causa de la ausencia del Salvador. Mientras Jesús ministra en el santuario celestial, es siempre por medio de su Espíritu el ministro de la iglesia en la tierra.
NUESTRO SUMO SACERDOTE Y ABOGADO
-Continúa en parte 17-
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