DIOS EL ESPIRITU SANTO -segunda parte-
EL ESPIRITU SANTO Y LA DEIDAD: Desde la eternidad, Dios el Espíritu Santo vivía en la Deidad como su tercer miembro. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son igualmente eternos. Aún cuando los tres están en posición de absoluta igualdad, dentro de la Trinidad opera una economía de función.
La mejor forma de comprender la verdad acerca de Dios el Espíritu Santo, es verla a través de Jesús. Cuando el Espíritu desciende sobre los creyentes, viene como el Espíritu de Cristo; no viene por su cuenta. Su actividad está centrada en la misión salvadora de Cristo. Estuvo activamente envuelto en el nacimiento de Cristo (Luc.1:35), confirmó su ministerio público en ocasión de su bautismo 17),(Mat.3: 16), y puso los beneficios del sacrificio expiatorio de Cristo y su resurrección, al alcance de la humanidad (Rom.8:11). La íntima participación del Espíritu Santo en la obra de la creación, se pone en evidencia al notar como estuvo presente durante el proceso (Gen.1:2). El origen y el mantenimiento de la vida dependen de su operación; su partida significa muerte.
Dice la Escritura que si Dios “pusiese sobre el hombre su corazón, y recogiese así su Espíritu y su aliento, toda carne perecería juntamente, y el hombre volvería al polvo” (Juan 34:14, 15, 33:4). Podemos vislumbrar reflejos de la obra creativa del Espíritu en la obra de regeneración que realiza en todo individuo que abre su vida a Dios. Dios lleva a cabo su obra en los individuos por medio del Espíritu creador. De este modo, tanto en la encarnación, como en la creación y la renovación el Espíritu viene para cumplir las intenciones de Dios.
EL ESPIRITU PROMETIDO: Hemos sido destinados para ser morada del Espíritu Santo (1 Cor.3:16). El pecado de Adán y Eva los separó tanto del Jardín del Edén como del Espíritu que moraba en ellos. Esa separación continúa; la enormidad de la maldad manifestada antes del Diluvio llevó a Dios al punto de declarar “No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre” (Gen.6:3). Los creyentes genuinos siempre han tenido un sentido de su presencia, pero la profecía predijo un derramamiento del Espíritu “sobre toda carne” (Joel 2:28), es decir, una época en la cuál una manifestación mayor del Espíritu inauguraría una nueva era. Jesús prometió a sus discípulos: “Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad” (Juan 14:16, 17).
Juan escribió: “Aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido glorificado” (Juan7:39). La aceptación del sacrificio de Cristo por parte del Padre era el prerrequisito para el derramamiento del Espíritu Santo. La nueva era amaneció sólo cuando nuestro Señor victorioso fue sentado en el trono del cielo. Sólo entonces podría enviar el Espíritu Santo en su plenitud. En el Pentecostés, cincuenta días después del Calvario, la nueva era irrumpió en escena con todo el poder de la presencia del Espíritu. “Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cuál llenó toda la casa donde estaban sentados (los discípulos)…….. Y fueron llenos del Espíritu Santo” (Hech.2: 2-4).
JESÚS FUE CONCEBIDO DEL ESPÍRITU, BAUTIZADO CON EL ESPÍRITU, GUIADO POR EL ESPÍRITU, REALIZANDO SUS MILAGROS POR MEDIO DEL ESPÍRITU, OFRECIÉNDOSE A SÍ MISMO EN EL CALVARIO POR MEDIO DEL ESPÍRITU, Y EN UN SENTIDO, SIENDO TAMBIÉN RESUCITADO POR EL. ESPÍRITU. JESÚS FUE LA PRIMERA PERSONA QUE EXPERIMENTÓ LA PLENITUD DEL ESPÍRITU SANTO. ES UNA VERDAD ASOMBROSA QUE NUESTRO DIOS ESTA DISPUESTO A DERRAMAR SU ESPÍRITU SOBRE TODOS LOS QUE LO DESEAN ANHELANTES.
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