DOCTRINA DE LA VIDA CRISTIANA
El hogar es el ambiente primario para la restauración de la imagen de Dios en los seres humanos. Dentro de la familia, el padre, la madre y los hijos pueden expresarse libremente, y suplir sus necesidades mutuas en lo que se refiere a pertenecer a un grupo social, el amor y la intimidad. Aquí se establece la identidad y se desarrollan los sentimientos de valía personal. El hogar es también el lugar en que, por la gracia de Dios, se practican los principios del verdadero cristianismo, y sus valores se trasmiten de una generación a la siguiente.
La familia puede ser un lugar en el cuál reine gran felicidad. Por otra parte, también puede ser la escena de terrible sufrimiento. La vida familiar armoniosa demuestra verdadera aplicación de los principios del cristianismo, y revela el carácter de Dios. Desgraciadamente, la manifestación de estas características es sumamente rara en los hogares modernos. En vez de ella, muchas familias demuestran los pensamientos e intenciones del corazón humano egoísta: peleas, rebeliones, rivalidades, ira, actitudes impropias, y aún crueldad. Sin embargo, estas características no eran parte del plan original de Dios. Jesús dijo: “Al principio no fue así” (Mat.19:8).
DESDE EL COMIENZO. El sábado y el matrimonio son dos de los dones originales que Dios le concedió a la familia humana. Fueron dados con el fin de proveer el gozo del reposo y de pertenecer, sin limitaciones de época, lugar o cultura. El establecimiento de estas dos instituciones culminó la creación de este mundo que realizó Dios. Fueron su toque final, lo mejor de los excelentes dones que le concedió a la humanidad en la creación. Al establecer el sábado, Dios les concedió a los seres humanos un tiempo de reposo y renovación, una ocasión de gozar de comunión con El. Al formar la primera familia, estableció la unidad social básica para la humanidad, dándole un sentido de pertenencia y proveyendo una oportunidad para que sus miembros se desarrollasen como individuos completos en el servicio a Dios y a los demás.
EL VARÓN Y LA MUJER HECHOS A IMAGEN DE DIOS. ”Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Gen1:27). El término hombre se usa aquí (tanto en hebreo como en español) en el sentido genérico, tal como sucede más de 500 veces en otros lugares del Antiguo Testamento. Este término incluye tanto al varón como a la mujer. El texto deja en claro que no se trataba de que el varón fuese creado a la imagen de Dios y la mujer a la imagen del varón. Por el contrario, ambos fueron hechos a imagen de Dios.
La familia y el hogar están fundados sobre el hecho de la diferenciación sexual. Dios podría haber propagado la vida en el mundo sin crear varón o hembra, como se demuestra en la reproducción asexual de ciertas formas de vida animal. Pero Dios creó “dos individuos idénticos en la forma y características generales, pero cada uno de los cuáles contenía en sí mismo algo que en el otro faltaba, y necesitaba complementación”. Un mundo hecho exclusivamente de miembros de cualquiera de los dos sexos no estaría completo.
EL MATRIMONIO. De la diversidad del varón y la mujer, Dios produjo orden y unidad. Ese primer viernes de la historia, el Creador celebró el primer matrimonio. Y desde entonces el matrimonio ha constituido el fundamento de la familia y de la sociedad. Según la disposición divina, “dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Gen.2:24). La relación del matrimonio debe tener primacía sobre la relación existente entre padres e hijos. Sin este proceso, no existe un fundamento firme para el matrimonio.
Deja una respuesta