MENTE, CARÁCTER Y PERSONALIDAD-parte 41-
EGOISMO Y EGOCENTRISMO. El Espíritu Santo despierta las sensibilidades… Los defectos del carácter, el descuido de los deberes, la ingratitud hacia Dios, la frialdad hacia los demás, son tenidos en cuenta. –parte3-
EL PRINCIPIO DE LA ORACIÓN EN LAS RELIGIONES FALSAS ES LA EXPIACIÓN PROPIA: Los paganos pensaban que sus oraciones tenían meritos en sí, méritos para expiar el pecado. Por lo tanto, cuanto más larga fuera la oración, mayor mérito tenía. Si por sus propios esfuerzos podían hacerse santos, tendrían entonces algo en que regocijarse y de lo cuál hacer alarde.
Esta idea de la oración resulta de la creencia en la expiación por el propio mérito en que se basa toda religión falsa. Los fariseos habían adoptado este concepto pagano de la oración, que existe todavía hasta entre los que profesan ser cristianos. La repetición de expresiones prescritas y formales mientras el corazón no siente la necesidad de Dios, es comparable con las “vanas repeticiones” de los gentiles.
NO HUBO DEMANDA DE SUS DERECHOS EN LA VIDA DE JESUS: En su vida no había de entretejerse ninguna aserción de sí mismo (demanda de derechos). El Hijo de Dios no conocería los homenajes que el mundo tributa a los cargos, a las riquezas y al talento.
El Mesías no iba a emplear recurso alguno de los que usan los hombres para obtener obediencia u homenaje. Su absoluto renunciamiento de sí mismo se predecía en estas palabras:
“No clamará, ni alzará, ni hará oír su voz en las plazas. No quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare”
EL REMEDIO DIVINO PARA EL EGOISMO Y LA EXALTACION PROPIA: Hay en el hombre una disposición a estimarse más que su hermano, a trabajar para sí, a buscar el puesto más alto; y con frecuencia ésto produce malas sospechas de amargura de espíritu.
El rito que precede a la cena del Señor está destinado a aclarar estos malentendidos, a sacar al hombre de su egoísmo, a bajarle de sus zancos de exaltación propia y darle la humildad de corazón que le inducirá a servir a su hermano.
El santo Vigilante del cielo está presente en estos momentos para hacer de ellos momentos de escrutinio del alma, de convicción del pecado y de bienaventurada seguridad de que los pecados están perdonados.
Cristo, en la plenitud de su gracia, está allí para cambiar la corriente de los pensamientos que han estado dirigidos por cauces egoístas. El Espíritu Santo despierta las sensibilidades de aquéllos que siguen el ejemplo de su Señor.
Al ser recordada así la humillación del Salvador por nosotros, los pensamientos se vinculan con los pensamientos; se evoca una cadena de recuerdos de la gran bondad de Dios y del favor y ternura de los amigos terrenales. Se recuerdan las bendiciones olvidadas, las mercedes de las cuales se abusó, las bondades despreciadas.
Quedan puestas de manifiesto las raíces de amargura que habían ahogado la preciosa planta del amor. Los defectos del carácter, el descuido de los deberes, la ingratitud hacia Dios, la frialdad hacia los demás, son tenidos en cuenta. Se ve el pecado como Dios lo ve. Nuestros pensamientos no son pensamientos de complacencia propia, sino de severa censura propia y humillación.
La mente queda vivificada para quebrantar toda barrera que causó enajenamiento. Se ponen a un lado las palabras y los pensamientos malos. Se confiesan y perdonan los pecados. La subyugadora gracia de Cristo entra en el alma, y el amor de Cristo acerca los corazones unos a otros en bienaventurada unidad. (Elena White)
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