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LA VERDAD ACERCA DE LOS ANGELES-RESPUESTAS FIRMEMENTE BASADAS EN LA PALABRA DE DIOS—parte 39-

LOS ÁNGELES DESDE EL SINAÍ HASTA LA TOMA DE JERICÓ-parte 1-

EL PEREGRINAJE DE ISRAEL POR EL DESIERTO

Cristo fue el Ángel señalado por Dios para ir delante de Moisés en el desierto y conducir a los israelitas en sus viajes hacia la tierra de Canaán. (RH)  Durante todo el camino, y bajo la dirección de Dios, los israelitas encontraron agua para saciar su sed; pan del cielo para satisfacer su hambre, y paz y seguridad bajo la sombra de la nube durante el día, y la columna de fuego durante la noche. Ángeles le acompañaron mientras escalaban las alturas rocosas, o avanzaban por los agrestes senderos del desierto. (ST)

Dios mostró su gran amor y cuidado por su pueblo proveyéndoles pan del cielo. “Y el hombre comió pan de ángeles”, esto es, alimento provisto por los ángeles. (SP)

ISRAEL AL PIE DEL SINAÍ

Con solemne majestad, el monte Sinaí levantó ante ellos su maciza frente.  La columna de nube se posó sobre su cumbre, y el pueblo levantó sus tiendas en la llanura.  Allí habían de morar durante casi un año. De noche la columna de fuego les aseguraba la protección divina, y al amanecer mientras dormitaban todavía, el pan del cielo caía suavemente sobre el campamento.

Poco tiempo después de acampar junto al Sinaí, se le indicó a Moisés que subiera al monte a encontrarse con Dios.  Trepó sólo el escabroso y empinado sendero, y llegó cerca de la nube que señalaba el lugar donde estaba Jehová. Israel iba a entrar ahora en una relación más estrecha y peculiar con el Altísimo.

Rodeado de un séquito de ángeles, el Señor, envuelto en espesa oscuridad, habló desde el monte y dio a conocer su Ley.  Ahora se habían de hacer los arreglos para el establecimiento completo de la nación escogida bajo la soberanía de Jehová como rey. (PP-309-312-)

“Y HARÁN UN SANTUARIO PARA MI”-parte 1-

Durante su estada en el monte, Moisés recibió instrucciones referentes a la construcción de un santuario en el cual la divina presencia se manifestaría de manera especial.  “Y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos”, fue el mandato de Dios. (PP-323-)

El edificio (el tabernáculo) se dividía en dos secciones mediante una bella y rica cortina, o velo, suspendida de columnas doradas; y una cortina semejante a la anterior cerraba la entrada de la primera sección. Tanto estos velos como la cubierta interior que formaba el techo, eran de los más magníficos colores, azul, púrpura y escarlata, bellamente combinados, y tenían recamados con hilos de oro y plata, querubines que representaban la hueste de los ángeles asociados con la obra del santuario celestial, y que son espíritus ministradores del pueblo de Dios en la tierra. (PP-358-359-)

Cuando estuvo terminada la construcción del tabernáculo, Moisés examinó toda la obra, la comparó con el modelo y con las indicaciones que había recibido de Dios, y verificó que cada porción concordara con el modelo; y bendijo al pueblo.  El Señor dio un modelo del arca a Moisés, con indicaciones especiales en cuanto a cómo hacerla.  Esta debía contener las tablas de la Ley, sobre las cuales Dios mismo había grabado con su propio dedo los Diez Mandamientos. Parecía un baúl, y estaba revestida de oro puro por dentro y por fuera.  Tenía un adorno semejante a una corona de oro alrededor de su parte superior.

La tapa de esta arca era el propiciatorio, hecha de oro macizo.  En cada extremo de éste había un querubín labrado en oro puro y macizo.  Sus rostros estaban dirigidos el uno frente al del otro, y contemplaban con reverencia hacia abajo en dirección al propiciatorio, para representar a todos los ángeles celestiales que contemplan con interés y reverencia la Ley depositada en el arca del Santuario Celestial.

Continúa en parte 40

 

 

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CRISTO EN SU SANTUARIO-parte 4-

EL SANTUARIO CELESTIAL EN MINIATURA-parte 2-

Las murmuraciones de los israelitas y cómo Dios castigó sus pecados fueron registrados como advertencia para las futuras generaciones. Y su  devoción, su celo y generosidad, son un ejemplo digno de imitarse.  Todos los que aman el culto a Dios y aprecian la bendición de su santa  presencia, mostrarán el mismo espíritu de sacrificio en la preparación de una casa donde El pueda reunirse con ellos.  Desearán traer al Señor una ofrenda de lo mejor que posean.  La casa que se construya para Dios no debe quedar endeudada, pues con ello Dios será deshonrado.  Debiera darse una cantidad suficiente para llevar a cabo la obra, para que los que la construyen puedan decir, como dijeron los constructores del tabernáculo: “No traigáis más ofrenda”

EL TABERNACULO Y SU CONSTRUCCION -parte 1-

El tabernáculo construido era desarmable, de modo que los israelitas pudieran llevarlo en su peregrinaje. Era por consiguiente pequeño, de sólo cincuenta y cinco pies de largo por diez y ocho de ancho y alto (Aproximadamente 17 m. de largo por 5 m. de ancho y alto).  No  obstante, era una construcción magnifica. La madera que se empleo en el edificio y en sus muebles era de acacia, la menos susceptible al deterioro de todas las que había en el Sinaí. Las paredes consistían  en tablas colocadas verticalmente, fijadas sobre basas de plata y aseguradas por columnas y travesaños; y todo cubierto de oro, lo cual hacia aparecer al edificio como de oro macizo.  El techo estaba formado de cuatro juegos de cortinas, el de más adentro era “de lino torcido, azul, y púrpura, y carmesí: y…querubines de obra primorosa” (Éxodo 26:1); los otros tres eran de pelo de cabras, de cueros de carnero tenidos de rojo y de cueros de tejones, arreglados de tal manera que ofrecían completa protección.

El edificio se dividía en dos secciones mediante una bella y rica cortina, o velo, suspendida de columnas doradas; y una cortina semejante a la anterior cerraba la entrada de la primera sección.  Tanto estos velos como la cubierta interior que formaba el techo, eran de los más magníficos colores, azul, púrpura y escarlata, bellamente combinados, y tenían, recamados con hilos de oro y plata, querubines que representaban la hueste de los ángeles asociados con la obra del santuario celestial, y que son espíritus ministradores del pueblo de Dios en la tierra.

El santo tabernáculo estaba colocado en un espacio abierto llamado atrio, rodeado por cortinas de lino fino que colgaban de columnas de metal.  La entrada a este recinto se hallaba en el extremo oriental.  Estaba cerrada con cortinas de riquísima tela hermosamente trabajada aunque eran inferiores a las del santuario.  Como estas cortinas del atrio alcanzaban sólo a la mitad de la altura de las paredes del tabernáculo, el edificio podía verse perfectamente de afuera.

En el atrio, y cerca de la entrada, se hallaba el altar de bronce del holocausto.  En este altar se consumían todos los sacrificios que debían ofrecerse por medio del fuego al Señor, y sobre sus cuernos se rociaba la sangre expiatoria. Entre el altar y la puerta del tabernáculo estaba la fuente, también de metal. Había sido hecha con los espejos donados voluntariamente por las mujeres de Israel.  En la fuente los sacerdotes debían lavarse las manos y los pies cada vez que entraban en el santo compartimento, o cuando se acercaban al altar para ofrecer un holocausto al Señor.

-Continúa en parte 5-

 

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