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Posts Tagged ‘la promesa’

BUENA SALUD-conocimientos que le otorgarán una herramienta práctica y positiva para el resto de su vida-parte 26-

LA SANIDAD MAS PROFUNDA

En lo íntimo de cada ser humano existe la convicción de que hay Alguien más grande que nosotros.

Cuando comenzamos a perder la salud, a menudo nuestros pensamientos se vuelven hacia Dios. Hace siglos, Agustín de Hipona expresó la necesidad que tiene el hombre de la ayuda divina en esta oración:

“Oh Dios, tú nos hiciste para ti y nuestro espíritu inquieto no encontrará  reposo hasta que lo halle en ti”

La oración trae sanidad en tiempo de enfermedad y dolor. Mediante ella nos ponemos en contacto con Aquel que hizo todas las cosas y que cuida de sus hijos. Con toda autoridad el Dr.  Alexis Carrel, autor de “La incógnita del Hombre”, dijo lo siguiente:

“La oración es la forma más potente de energía que uno puede generar, Es una fuerza tan real como la gravedad terrestre. Como médico, he visto a ciertos hombres arrancados a la enfermedad y la melancolía por el esfuerzo sereno de la oración después que toda otra terapéutica había fracasado…

“En la oración, los seres humanos procuran aumentar su energía finita dirigiéndose a la Fuente infinita de toda energía.  Cuando oramos, nos vinculamos con la Fuerza motriz inagotable que hacer girar el universo.  Oramos para que una parte de ese poder nos sea asignada proporcionalmente a nuestras necesidades.

Aún mientras lo pedimos, quedan suplidas nuestras deficiencias humanas y nos levantamos fortalecidos y restaurados…

“Siempre que nos dirigimos a Dios en oración ferviente, hacemos experimentar mejoría al cuerpo y al alma.  Es imposible que algún hombre o mujer pueda orar un solo momento sin algún buen resultado”.

¿Qué es la oración? Dijo una destacada autora: “Orar es el acto de abrir nuestro corazón a Dios como a un amigo. No es que se necesite ésto para que Dios sepa lo que somos, sino a fin de capacitarnos para recibirle.

La oración no baja a Dios hacia nosotros, antes bien nos eleva a El. Cuando Jesús estuvo sobre la tierra, enseñó a sus discípulos a orar. Les enseñó a presentar a Dios sus necesidades diarias, y a echar toda su solicitud sobre El. Y la seguridad que les dio de que sus oraciones serían oídas, nos es dada también a nosotros…

“Cuando nos parezca que nuestras oraciones no son contestadas, debemos aferrarnos a la promesa; porque el tiempo de recibir contestación seguramente vendrá y recibiremos las bendiciones que más necesitamos.

Por supuesto, pretender que nuestras oraciones sean siempre contestadas en la misma forma y según la cosa particular que pidamos, es presunción. Dios es demasiado sabio para equivocarse, y demasiado bueno para negar un bien a los que andan en integridad.

Así que no temáis confiar en El, aunque no veáis la inmediata respuesta de vuestras oraciones.  Confiad en la seguridad de su promesa (El Camino a Cristo, págs. 69-79).

“Pedid y se os dará”

Junto con la sanidad del cuerpo Dios da también salud a nuestra naturaleza espiritual.  Algunas veces, por buenas razones, la salud física sólo vuelve gradualmente y otras, sencillamente no vuelve.  Pero al entregarnos en las manos de Dios encontramos la paz sabiendo que podemos, con seguridad, confiar nuestro futuro a El.

Una vez que nuestra salud ha sido restaurada descubrimos que la vida es mejor y más feliz cuando obedecemos las leyes de la salud que nuestro amante Creador ha ordenado para nuestro bien.

 

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LA VERDAD ACERCA DE LOS ANGELES-RESPUESTAS FIRMEMENTE BASADAS EN LA PALABRA DE DIOS—parte 42-

LOS ÁNGELES DESDE EL SINAÍ HASTA LA TOMA DE JERICÓ-parte 4-

JOSUÉ CONDUCE A ISRAEL A CANAÁN

Los israelitas lloraron profundamente la partida de su jefe, y dedicaron treinta días de servicios especiales a honrar su memoria.  Josué era ahora el jefe reconocido de Israel.

Se ordenó entonces que se hiciesen los preparativos para el avance.  Abandonando su campamento…el ejército descendió a la orilla del Jordán.  (PP 514-517)

Cuatro ángeles del cielo acompañaban siempre el arca de Dios en todas sus peregrinaciones, para protegerla de cualquier peligro y para cumplir toda misión que se les requeriría en relación con ella.  Jesús, el Hijo de Dios, seguido por los ángeles celestiales, iba delante del arca cuando ésta se aproximaba al Jordán; las aguas se dividieron delante de su presencia.  Cristo y los ángeles permanecieron junto al arca y los sacerdotes en el lecho del río hasta que todo Israel cruzó el Jordán. (HR-188)

El entrenado ejército del cielo había venido para pelear por el pueblo de Dios, y el Capitán de las huestes del Señor estaba allí para comandarlos. (RH)  Cuando Josué se apartó de los ejércitos de Israel para meditar y pedir a Dios que su presencia lo acompañará de una manera especial, vio a un hombre de elevada estatura, revestido de atuendos militares, con una espada desnuda en su mano. 

No era un ángel común. Era el Señor Jesucristo que había conducido a los hebreos por el desierto envuelto en la columna de fuego de noche y en la columna de nube de día.  El lugar era santo por causa de su presencia; por eso le ordenó a Josué que se descalzara. (HR-182)

Dominado por santo temor, Josué cayó sobre su rostro, adoró, y tras oír la promesa: “Mira, yo he entregado a Jericó y a su rey, con sus varones de guerra”, recibió instrucciones respecto a la toma de la ciudad. (PP-522)

El Capitán de la hueste del Señor no se mostró a todo el pueblo.  Se comunicó con Josué, quien relató el encuentro a los israelitas.  Quedaba con ellos el creer o dudar las palabras de Josué; seguir el mandato dado por él en nombre del Capitán de la hueste del Señor, o rebelarse contra sus instrucciones y negar su autoridad. El pueblo no podía ver las huestes de ángeles reunidas por el Hijo de Dios. (Testimonies for the Church)

LA TOMA DE JERICÓ

El mismo Capitán de las huestes del Señor vino del cielo para conducir los ejércitos celestiales en su ataque contra la ciudad.  Ángeles de Dios tomaron las macizas murallas y las derribaron.

Cristo y los ángeles acompañaron al arca cuando ésta giraba en torno de Jericó, y finalmente derribaron sus macizos muros y entregaron la ciudad en manos de Israel. (HR-188)

Cuando Jericó cayó, ninguna mano humana tocó las murallas de la ciudad.  Los ángeles de Dios destruyeron las fortificaciones, y penetraron la fortaleza del enemigo.  No fue Israel sino el Capitán de la hueste del Señor quien tomó la ciudad.  Pero Israel debía cumplir su parte al mostrar su fe en el Capitán de su salvación. (RH)

Si un solo guerrero hubiera puesto su fuerza para intentar derribar las murallas, la gloria de Dios se hubiese disminuido ante los ojos del pueblo, y su voluntad no hubiese sido obedecida.  Pero ese trabajo fue dejado al Todopoderoso.  Si los cimientos de la muralla hubiesen alcanzado el centro de la tierra, y su altura hubiese llegado a la bóveda celeste, no hubiera sido más difícil para el Capitán de la hueste del Señor destruirla, y conducir a las legiones de ángeles en el ataque. (ST)

LOS ÁNGELES DESDE EL TIEMPO DE LOS JUECES HASTA EL PRIMER REINADO

Continúa en parte 43

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