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DIOS EL ESPIRITU SANTO–tercera parte-

LA MISION DEL ESPIRITU SANTO: La noche antes de la muerte de Cristo, las palabras que pronunció acerca de su inminente partida turbaron en gran manera a los discípulos. Inmediatamente les aseguró que recibirían el Espíritu Santo como su representante personal. No serian dejados huérfanos (Juan 14:18).

EL ORIGEN DE LA MISIÓN. El Nuevo Testamento revela al Espíritu Santo comoEl Espíritu de su Hijo” (Gal.4:6), “El Espíritu de Dios” (Rom.8:9), “El Espíritu de Cristo” (Rom.8:9; 1Ped. 1:11), y “Espíritu de Jesucristo” (Fil.1:19). Cuando Cristo reveló el origen de la misión del Espíritu Santo a un mundo perdido, mencionó dos  fuentes. Primero, se refirió al Padre: Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador” (Juan 14:16). En segundo lugar, Cristo se refirió a sí mismo:Si no me fuere, el Consolador no vendría a  vosotros; más si me fuere, os lo enviaré” (Juan16:7). De este modo, el Espíritu Santo procede tanto del Padre como del Hijo.

SU MISIÓN EN EL MUNDO:Nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo” (1 Cor.12:3). Su misión consiste en convencer al mundo de pecado, de justicia y de juicio” (Juan 16:8). En primer lugar, el Espíritu Santo nos lleva a una profunda convicción de pecado, especialmente el pecado de no aceptar a Cristo (Juan 16:9).  Segundo, urge a todos a que acepten la justicia de Cristo. Tercero, nos amonesta acerca del juicio, una poderosa herramienta, útil para despertar las mentes oscurecidas por el pecado a la necesidad de arrepentirse y convertirse. Una vez que nos hemos arrepentido, podemos nacer de nuevo por medio del bautismo del agua y del Espíritu Santo (Juan 3:5). Entonces nuestra vida se renueva, por cuanto hemos llegado a ser morada del Espíritu de Cristo.

SU MISIÓN A FAVOR DE LOS CREYENTES: La mayoría de los textos relativos al Espíritu Santo se refieren a su relación con el pueblo de Dios. Su influencia santificadora lleva a la obediencia (1 Ped.1:2), pero nadie continua experimentando su presencia sin cumplir ciertas condiciones. Pedro dijo que Dios ha concedido el Espíritu a los que obedecen continuamente (Hech.5:32). De ese modo, se amonesta a los creyentes a no resistir, entristecer y apagar el Espíritu (Hech.7:51; Efe. 4:30; 1 Tes.5:19).

 AYUDA A LOS CREYENTES: Al presentar el Espíritu Santo, Cristo lo llamó otro Consolador [Parakletos]” (Juan 14:16). Esta palabra griega ha sido traducida de diversas formas, por  ejemplo:Ayudador”, “Consolador”, “Consejero”, y también puede significar “Intercesor”, “Mediador”, o “Abogado”. Aparte del Espíritu Santo, el único Parakletos que menciona la Escritura es Cristo mismo. El es nuestro Abogado o Intercesor ante el Padre. Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Juan 2:1).

Como Intercesor, Mediador y Ayudador, Cristo nos presenta ante Dios y revela a Dios ante nosotros. En forma similar el Espíritu nos guía a Cristo y manifiesta la gracia de Cristo ante nosotros. Esto explica por que se llama al EspírituEspíritu de Gracia” (Heb.10:29).

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DOCTRINA DE LA SALVACION

CRISTO Y EL MINISTERIO DE LA RECONCILIACION.  Las buenas nuevas son que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo” (2 Cor.5:19). Su acto de reconciliación restaura la relación entre Dios y la raza humana. La clave para llevar a los pecadores de vuelta a Dios, es Jesucristo. Dios tomó la iniciativa para restaurar la relación quebrantada. Siendo enemigos –dijo Pablo- fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo” (Rom.5:10). El término reconciliación denota la restauración de la armonía en una relación quebrantada. Muchos cristianos limitan la idea de la reconciliación asociándola exclusivamente con la expiación, es decir con los efectos redentores de la encarnación, los sufrimientos y la muerte de Cristo. Sin embargo, en los servicios del santuario, la expiación no sólo implicaba la muerte del cordero del sacrificio, sino que incluía también la ministración sacerdotal de su sangre derramada en el santuario mismo (véase Lev.4:20, 26, 35;  16: 15-18, 32, 33).  En armonía con el uso bíblico entonces, la expiación puede referirse tanto a la muerte de Cristo como a su ministerio intercesor en el santuario celestial. Allí, como Sumo Sacerdote, aplica los beneficios de su completo y perfecto sacrificio expiatorio para lograr la reconciliación de los seres humanos con Dios.

EL SACRIFICIO EXPIATORIO DE CRISTO.  El sacrificio expiatorio de Cristo en el Calvario marcó el punto de retorno en la relación entre Dios y la humanidad. A pesar de que hay un registro de los pecados de la gente, como resultado de la reconciliación, Dios no les imputa sus pecados (2Cor. 5:19). Esto no significa que Dios deja de lado el castigo, o que el pecado ya no despierta su ira. Más bien significa que Dios ha encontrado una forma de conceder el perdón a los pecadores arrepentidos, sin dejar por eso de exaltar la justicia de su eterna ley.

LA MUERTE DE CRISTO ES NECESARIA. Para que un Dios de amor mantenga su justicia y corrección moral, la muerte expiatoria de Jesucristo llegó a ser “una necesidad moral y legal”. La justicia de Dios “requiere que el pecado sea llevado a juicio. Dios, por lo tanto, debe ejecutar juicio sobre el pecado y de este modo sobre el pecador. En esa ejecución, el Hijo de Dios tomó nuestro lugar, el lugar del pecador, en armonía con la voluntad de Dios. La expiación era necesaria, porque el hombre se hallaba bajo la justa ira de Dios. He aquí el corazón del Evangelio del perdón de los pecados, y el misterio de la cruz de Cristo: La perfecta justicia de Cristo satisfizo la justicia divina, y Dios está dispuesto a aceptar el autosacrificio de Cristo en lugar de la muerte del hombre”.

Los pecadores que no están dispuestos a aceptar la sangre de Cristo no reciben el perdón de sus pecados, y quedan sujetos a la ira de Dios.  “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:36).

CRISTO JESÚS, A QUIEN DIOS PUSO COMO PROPICIACIÓN POR MEDIO DE LA FE EN SU SANGRE, PARA MANIFESTAR SU JUSTICIA, A CAUSA DE HABER PASADO POR ALTO, EN SU PACIENCIA, LOS PECADOS PASADOS, CON LA MIRA DE MANIFESTAR EN ESTE TIEMPO SU JUSTICIA, A FIN DE QUE EL SEA EL JUSTO, Y EL QUE JUSTIFICA AL QUE ES DE LA FE DE JESÚS”. (Rom.3:25, 26)

    

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