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MEDITACIONES-REFLEJEMOS A JESUS –parte 29-

DIOS USA LA MULTIPLICACION AL CONCEDER DONES ESPIRITUALES

“Gracia y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús” (2 Pedro 1:2).

Si queremos desarrollar un carácter que Dios pueda aceptar, debemos formar hábitos correctos en nuestra vida religiosa. La oración diaria es algo esencial para el crecimiento en la gracia, aún para la vida espiritual misma, como lo es el alimento temporal para el bienestar físico. Debemos acostumbrarnos a elevar los pensamientos a menudo a Dios en oración. Si la mente vagabundea, debemos volverla de nuevo; por un esfuerzo perseverante, el hábito por fin se impone como algo fácil.

No podemos, por un solo momento, separarnos de Cristo con seguridad. Podemos tener su presencia para asistirnos en cada uno de nuestros pasos, pero únicamente al observar las condiciones que El mismo ha establecido.

La religión debe convertirse en la gran ocupación de la vida. Cualquier cosa debe ser considerada como subordinada. Todas nuestras facultades, nuestra alma, cuerpo y espíritu, deben empeñarse en la guerra cristiana. Debemos mirar a Cristo para obtener fortaleza y gracia, y ganaremos la victoria tan seguramente como lo hizo Jesús por nosotros.

Debemos acercarnos más a la cruz de Cristo. El arrepentimiento al pie de la cruz es la primera lección de paz que hemos de aprender. El amor de Jesús, ¿quién puede comprenderlo? Si queremos conocer el valor de un alma humana, debemos mirar con fe viva a la cruz, y así comenzar a estudiar cual será la ciencia y el canto de los redimidos por toda la eternidad. El valor de nuestro tiempo y nuestros talentos puede ser estimado únicamente por la grandeza del rescate pagado por nuestra redención.

La santificación es una obra progresiva. Los pasos sucesivos, según se los presenta en las palabras de Pedro, son los siguientes: “…poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo” (2 Pedro 1:5-8).

He aquí una conducta en virtud de la cual se nos asegura que nunca caeremos. Los que están así trabajando según el plan de la adición para obtener las gracias de Cristo, tienen la seguridad de que Dios obrará según el plan de la multiplicación al concederles los dones de su Espíritu. Por la gracia divina, todos los que quieren pueden ascender los brillantes escalones que unen la tierra con el cielo, y por fin con alegría y gozo perpetuo entrarán por las puertas de la ciudad de Dios. (La edificación del carácter)

 

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DOCTRINA DE LA IGLESIA VERDADERA

Dios concede a todos los miembros de su iglesia en todas las edades dones espirituales para que cada miembro los emplee en amante ministerio por el bien común de la iglesia y la humanidad. Concedidos mediante la operación del Espíritu Santo, quien los distribuye entre cada miembro según su voluntad, los dones proveen todos los ministerios y habilidades necesarios para que la iglesia cumpla su función divinamente ordenada. De acuerdo con las Escrituras estos dones incluyen ministerios tales como fe, sanidad, profecía, predicación, enseñanza, administración, reconciliación, compasión y servicio abnegado y caridad para ayudar y animar a nuestros semejantes. Algunos miembros son llamados por Dios y dotados por el Espíritu para cumplir funciones reconocidas por la iglesia en los ministerios pastoral, de evangelización, apostólico y de enseñanza, particularmente necesarios a fin de equipar a los miembros para el servicio, edificar a la iglesia de modo que alcance madurez espiritual, y promover la unidad de la fe y el conocimiento de Dios. Cuando los miembros emplean estos dones espirituales como fieles mayordomos de las numerosas gracias de Dios, la iglesia es protegida de la influencia destructora de las falsas doctrinas, crece en gracia a un desarrollo que procede de Dios, y es edificada en la fe y el amor.

Las palabras que Jesús habló justo antes de ascender al cielo, habrían de cambiar la historia. “Id por todo el mundo-les ordenó a los discípulos-, y predicad el evangelio a toda criatura” (Mar. 16:15). Luego les aseguró:Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hech.1:4,8).

Después de la ascensión de Jesús al cielo, los discípulos pasaron mucho tiempo en oración. La armonía y la humildad reemplazaron la discordia y los celos que habían caracterizado buena parte del tiempo que pasaron con Jesús.  Los discípulos fueron convertidos. Su estrecha comunión con Cristo y la unidad resultante constituyeron la  preparación necesaria para el derramamiento del Espíritu Santo.

Así como Jesús recibió una unción especial del Espíritu que lo capacitó para realizar su ministerio (Hech.10:38), también  los discípulos recibieron el bautismo del Espíritu Santo (Hech.1:5) el cuál los capacitaría para testificar.  Los resultados fueron asombrosos.  El mismo día que recibieron el don del Espíritu Santo, bautizaron a 3.000 personas (Hech2:41). A cada siervo, Cristo le concedió dones según su capacidad, y a cada uno su obra” (Mar. 13:24), estos dones representan los talentos especiales que imparte el Espíritu.

UN MINISTERIO COMÚN: La Escritura no apoya la idea de que el clero debe ministrar mientras que los laicos se limitan a calentar los asientos y esperar para recibir su alimento. Tanto los pastores como los laicos componen la iglesia y su prosperidad. Han sido llamados para trabajar juntos, cada uno según sus propios dones especiales que Cristo le ha concedido.

Los dones funcionan como una brújula, dirigiendo al que los posee hacia el servicio de la vida abundante (Juan 10:10). Si estudiamos con oración lo que el Nuevo Testamento enseña acerca de los dones espirituales, le permitiremos al Espíritu Santo impresionar nuestras mentes con el ministerio específico que tiene para nosotros.

Por cuanto Dios concede estos dones para edificar su iglesia, podemos esperar que la confirmación final de nuestros dones surja del cuerpo de Cristo, y no de nuestros propios sentimientos. Cristo anhela compartir con nosotros sus dones de gracia. Hoy podemos aceptar su invitación y descubrir lo que pueden hacer sus dones en una vida llena del Espíritu. 

REFERENCIAS

No siempre podemos distinguir fácilmente entre lo que es sobrenatural, lo que es heredado, y nuestras capacidades adquiridas. En los individuos que se hallan bajo el control del Espíritu, estas capacidades con frecuencia se entremezclan armoniosamente.  En el sentido más amplio,  el amor es un don de Dios, puesto que todas las buenas cosas vienen de El (Juan 1:17). Es el fruto del Espíritu (Gal.5:22), pero no constituye un don espiritual en el sentido de que el Espíritu Santo lo ha distribuido a algunos creyentes y no a otros.  A todos se nos dice Seguid el amor” (1Cor. 14:1).

 

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