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Posts Tagged ‘atrio’

CRISTO EN SU SANTUARIO-parte 10-

EL SANTUARIO CELESTIAL EN MINIATURA-parte 8-

EL SERVICIO DEL SANTUARIO-parte 3-

La parte más importante del servicio diario era la que se realizaba a favor de los individuos. El pecador arrepentido traía su ofrenda a la puerta del tabernáculo, y colocando la mano sobre la cabeza de la víctima, confesaba sus pecados; así, en un sentido figurado, los trasladaba de su propia persona a la víctima inocente. Con su propia mano mataba entonces al animal, y el sacerdote llevaba la sangre al lugar santo y la rociaba ante el velo, detrás del cual estaba el arca que contenía la ley que el pecador había violado.  Con esta ceremonia y en un sentido simbólico, el pecado era trasladado al santuario por medio de la sangre.  En algunos casos no se llevaba la sangre al lugar santo, sino que el sacerdote debía comer la carne, tal como Moisés ordenó a los hijos de Aarón, diciéndoles: “La dio él a vosotros para llevar la iniquidad de la congregación” (Lev.10: 17)*. Las dos ceremonias simbolizaban igualmente el traslado del pecado del hombre arrepentido al santuario.

Tal era la obra que se hacía diariamente durante todo el año.  Con el traslado de los pecados de Israel al santuario, los lugares santos quedaban manchados, y se hacía necesaria una obra especial para quitar de allí esos pecados. Dios ordenó que se hiciera expiación por cada una de las sagradas divisiones lo mismo que por el altar.  Así “lo limpiará, y lo santificará de las inmundicias de los hijos de Israel” (Lev. 16:19).

*NOTA: Cuando el sacerdote presentaba una ofrenda por el pecado y por toda la congregación, se llevaba la sangre al lugar santo, se la asperjaba delante del velo y se la ponía sobre los cuernos del altar de oro. El sebo era consumido sobre el altar de holocaustos que estaba en el atrio, pero el cuerpo de la víctima era quemado afuera del campamento.  (Lev.4:1-21).

Sin embargo, cuando la ofrenda era por un gobernante o por uno del pueblo, la sangre no se llevaba al lugar santo, sino que el sacerdote comía la carne como el Señor le indicó a Moisés (véase Lev. 6:26; 4:22-35).

De ese modo, “Los pecados de la gente eran transferidos simbólicamente al sacerdote oficiante, que era el mediador del pueblo.  El sacerdote no podía por sí mismo convertirse en ofrenda por el pecado y expiarlo por medio de su vida, porque también era pecador.  Por tanto, en vez de sufrir el mismo la muerte, sacrificaba un cordero sin defecto.  El castigo del pecado era transferido al animal inocente, que así llegaba a ser su sustituto inmediato y simbolizaba la perfecta ofrenda de Jesucristo.  Mediante la sangre de esta víctima, el hombre veía por fe en el porvenir la sangre de Cristo que expiaría los pecados del mundo”(Elena White-Mensajes Selectos, tomo 1, pág.270).

EL DÍA DE LA EXPIACIÓN

-Continúa en parte 11-

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CRISTO EN SU SANTUARIO-parte 9-

EL SANTUARIO CELESTIAL EN MINIATURA-parte 7-

EL SERVICIO DEL SANTUARIO-parte 2-

El incienso, que ascendía con las oraciones de Israel, representaba los méritos y la intercesión de Cristo, su perfecta justicia, la cual por medio de la fe se acredita a su pueblo, y es lo único que puede influir para que el culto de los seres humanos sea aceptable a Dios.  Delante del velo del lugar santísimo había un altar de intercesión perpetua; y delante del lugar santo, un altar de expiación continua.  Había que acercarse a Dios mediante la sangre y el incienso, pues estas cosas simbolizaban al gran Mediador, por medio de quien los pecadores pueden acercarse a Jehová, y por cuya intervención tan sólo puede otorgarse misericordia y salvación al alma arrepentida y creyente.

Mientras de mañana y de tarde los sacerdotes entraban en el lugar santo a la hora de ofrecer el incienso, el sacrificio diario estaba listo para ser colocado sobre el altar de los holocaustos, en el atrio.  Esta era una hora de intenso interés para los adoradores que se congregaban ante el tabernáculo.  Antes de allegarse a la presencia de Dios por medio del ministerio del sacerdote, debían hacer un ferviente examen de sus corazones y luego confesar sus pecados.  Se unían en oración silenciosa, con los rostros vueltos hacia el lugar santo.  Así sus peticiones ascendían con la nube de incienso, mientras la fe aceptaba los méritos del Salvador prometido al que simbolizaba el sacrificio expiatorio. 

Las horas designadas para el sacrificio matutino y vespertino se consideraban sagradas, y toda la nación judía llegó a observarlas como momentos dedicados al culto.  Y cuando en tiempos posteriores los judíos fueron diseminados como cautivos en distintos países, aún entonces a la hora indicada dirigían el rostro hacia Jerusalén, y elevaban sus oraciones al Dios de Israel.  En esta costumbre los cristianos tienen un ejemplo para su oración matutina y vespertina.  Si bien Dios condena la mera ejecución de ceremonias que carezcan del espíritu de culto, mira con gran satisfacción a los que le aman y se postran de mañana y tarde, para pedir el perdón de los pecados cometidos y las bendiciones que necesitan.

Los panes de la proposición se conservaban siempre ante la presencia del Señor como una ofrenda perpetua.  De manera que formaban parte del sacrificio diario. También se los puede llamar “los panes de la presencia”, porque siempre estaban ante el Señor (Exo.25:30).  Era un reconocimiento de que el hombre depende de Dios tanto para su alimento temporal como para el espiritual, y de que se lo recibe únicamente en virtud de la mediación de Cristo.  En el desierto Dios había alimentado a Israel con el pan del cielo y el pueblo seguía dependiendo de su generosidad, tanto en lo referente a las bendiciones temporales como a las espirituales.

El maná, así como los panes de la proposición, simbolizaba a Cristo, el pan viviente, quien está siempre en la presencia de Dios para interceder por nosotros.  El mismo dijo: “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo” (Juan 6:48-51). Sobre los panes se ponía el incienso. Cuando se los cambiaba cada sábado, para reemplazarlos por panes frescos, el incienso se quemaba sobre el altar como recordatorio delante de Dios.

-Continúa en parte 10-

 

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ESPERANZA PARA EL PLANETA TIERRA – EL FUTURO BRILLANTE DE UNA RAZA CAIDA –parte 44-

COMO SOMOS SALVOS –parte 11-

¿COMO PODEMOS VENCER EL PECADO?-parte 1-

El secreto de la victoria sobre el pecado se halla en varios  de los versículos que hemos citado antes. Notemos:

1         Hay que “nacer de Dios” y permanecer en El.

2         Dios es poderoso para guardarnos sin caída.

3         Cuando somos tentados, El nos da la vía de escape.

4         Cristo nos fortalece.

Todos estos conceptos muy hermosos, pero en términos prácticos, ¿cómo se llegan a formar parte de la misma fibra de nuestro ser? ¿Cómo se convierten estas palabras en una experiencia viva y personal con Dios? Veamos otros pasajes de la biblia que nos ayudan a contestar más cabalmente estas preguntas tan importantes.

Dios ha provisto tres medios para que venzamos el pecado y lleguemos a asemejarnos a Cristo, y éstos se hallan ilustrados en el antiguo santuario hebreo. El santuario hebreo tenía un patio o atrio, delimitado por una cerca, dentro del cual se hallaban dos muebles: el altar del sacrificio y una fuente de agua limpia. En el altar del sacrificio se derramaba la sangre de animales, que representaba la sangre de Cristo que iba a morir para redimirnos del pecado. 

La fuente representaba la regeneración o el nuevo nacimiento por el poder del Espíritu Santo (Tito 3:5). También en el atrio se hallaba un edificio con dos apartamentos. El primero de ellos se llamaba el “lugar santo” y el segundo el “lugar santísimo”.  En el lugar santo es donde hallamos los tres medios para vencer el pecado y asemejarnos a Cristo.

Allí había tres muebles.  El primero se hallaba al norte y era una mesa de oro con doce panes sin levadura.  El segundo se encontraba al occidente y era un altar de oro en donde se quemaba incienso. El tercer mueble estaba hacia el sur y era un candelabro de oro que tenía siete brazos. Al extremo de cada brazo se hallaba una mecha y un recipiente con aceite de oliva.

¿Qué representaban estos tres muebles?

Empecemos con la mesa de los panes.  El pan sin levadura representa la palabra de Dios. El profeta Isaías compara el pan con la palabra de Dios en Isaías 55:10-11: “Porque como desciende de los cielos la lluvia y  la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será  prosperada en aquello para que la envié”

En el monte de la tentación el Señor le dijo al diablo: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4).  Después de alimentar a 5.000 hombres con cinco panes y dos peces, Jesús invitó a los presentes a que comieran su carne y bebieran su sangre. Esto no puede tomarse literalmente, pues la Biblia condena el canibalismo.  Jesús mismo explicó que “el Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (Juan 6:63). 

Las palabras de Cristo son las que dan vida, no su sangre y carne literal.  En el estudio de la Palabra asimilamos a Cristo, El llega a ser carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre.  Mientras más tiempo pasemos con la Palabra, más poder recibiremos de Cristo para vencer el pecado. Bien dijo el salmista:

“¿Con que limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra…En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti” (Salmo 119:9,11).  Jesús dijo: “Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado” (Juan 15:3).  Y el apóstol Pablo afirma que la iglesia es santificada y limpiada “en el lavamiento del agua por la palabra” (Efesios 5:26).

Continúa en parte 45

 

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