DIOS EL HIJO -onceava parte-
Jesús decretó “EL QUE NO NACIERE DE AGUA Y ESPIRITU, NO PUEDE ENTRAR EN EL REINO DE DIOS” (Juan3:5; véase vers.3) Comparó su crecimiento al desarrollo fenomenal de una semilla de mostaza, a los efectos que causa la levadura en la harina (Mar. 4:22-31; Mat.13:33). El reino de la gracia no se manifiesta en apariencias externas, sino por su efecto en el corazón de los creyentes. No es un reino de este mundo, dijo el Salvador, sino un reino de verdad: “Dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquél que es de la verdad, oye mi voz” (Juan 18:37). Pablo dice que este reino es: “justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo, al cuál han sido trasladados los creyentes” (Rom.14:17; Col. 1:13).
A TRAVÉS DE LA MÁS PROFUNDA HUMILLACIÓN –SU MUERTE EN LA CRUZ-, CRISTO ESTABLECIÓ EL REINO DE LA GRACIA. POCO DESPUÉS, SU HUMILLACIÓN TERMINÓ EN EXALTACIÓN. CUANDO ASCENDIÓ AL CIELO, FUE ENTRONIZADO COMO SACERDOTE Y REY, COMPARTIENDO EL TRONO CON SU PADRE (SAL.2:7,8; HEB.1:3-5; FIL. 2:9-11; EFE.1:20-23). AHORA, EN SU PAPEL DE MEDIADOR DIVINO-HUMANO, SU NATURALEZA HUMANA PARTICIPO POR PRIMERA VEZ DE LA GLORIA Y PODER CELESTIALES.
EL REINO DE GLORIA: En el Monte de la Transfiguración se representó el reino de gloria. Allí Cristo se presentó en su propia gloria. “RESPLANDECIÓ SU ROSTRO COMO EL SOL, Y SUS VESTIDOS SE HICIERON BLANCOS COMO LA LUZ” (Mat.17:2). Moisés y Elías estaban allí, en representación de los redimidos: Moisés representaba a los que murieron en Cristo y serán resucitados, y Elías a los que serán trasladados al cielo sin experimentar la muerte, en la Segunda Venida.
El reino de gloria será establecido en medio de acontecimientos cataclísmicos cuando vuelva Cristo (Mat.24:27, 30, 31; – 25:31, 32). Si aceptamos a Jesucristo como nuestro Salvador, podemos convertirnos hoy en ciudadanos de su reino de gracia, y participar del reino de gloria cuando venga por segunda vez. Ante nosotros se extiende una vida con posibilidades ilimitadas. La vida que Cristo ofrece no es una existencia llena de fracasos y esperanzas y sueños esparcidos aquí y allá, sino una vida de crecimiento, un viaje lleno de éxitos, en compañía del Salvador. Es una vida que despliega cada vez más el amor genuino, el gozo, la paz, la benignidad, la bondad, la fe, la mansedumbre y el autocontrol (Gal.5:22,23), es decir, los frutos de la relación que Jesús ofrece a todo aquél que le ofrece su vida.
REFERENCIAS:
En referencia con la profecía de las 70 Semanas. Las fechas del reinado de Artajerjes han sido establecidas firmemente por las fechas de las Olimpiadas, El Canon de Tolomeo, los papiros de Elefantina y las tabletas cuneiformes de Babilonia.
La Sagrada Escritura alude a Jesús llamándolo el “unigénito” y el “primogénito”. El término “Unigénito”, se deriva de la palabra griega “monógenes”. El uso bíblico de “monógenes” revela que su significado abarca la idea de “único “o “especial” refiriéndose a una relación especial y no a un acontecimiento cronológico. CRISTO JESÚS, EL DIOS PREEXISTENTE, EL DIVINO VERBO, EN SU ENCARNACIÓN SE CONVIRTIÓ EN UN SENTIDO ESPECIALÍSIMO EN EL HIJO DE DIOS, razón por la cual se lo designa “monógenes” el único en su clase. De igual manera, cuando Cristo es llamado el “Primogénito”, el término no se refiere a un momento cronológico. Más bien enfatiza un sentido de importancia o prioridad. En la cultura hebrea, el primogénito recibía los privilegios familiares. Jesús, como el primogénito entre los hombres, rescató todos los privilegios que el hombre había perdido. Se convirtió en el nuevo Adán, el nuevo primogénito o cabeza de la raza humana. Si bien tomó la humanidad con sus debilidades inocentes, no la tomó con las propensiones pecaminosas. Aquí se interpuso la Deidad.
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