DOCTRINA DE LA VIDA CRISTIANA
LOS PADRES. El padre La Sagrada Escritura le ha asignado al esposo y padre la responsabilidad de ser cabeza del hogar así como sacerdote en él. (Col. 3:18-21; 1Ped. 3:1-8). “Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cuál es su cuerpo, y El es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama” (Efe. 5: 23-28).
Así como Cristo demostró un gobierno lleno de bondad que lo llevó a la cruz en calidad de siervo, del mismo modo el esposo debe dirigir con sacrificio. La regla de Cristo es una regla de sabiduría y amor, y cuando los esposos cumplen sus obligaciones para con sus esposas, usan su autoridad con la misma ternura que Cristo usa para con la iglesia. Al mismo tiempo, tiene la responsabilidad de tratar la individualidad de su esposa con el máximo respeto.
EL PADRE. El padre sabio dedica tiempo a sus hijos. Un niño puede aprender muchas lecciones de su padre, tales como respeto y amor por su madre, amor a Dios, el amor por los demás, la forma correcta de trabajar, la modestia, el amor por la naturaleza y por las cosas que Dios ha hecho, la importancia de la oración. Pero si el padre nunca está en casa, el niño se ve privado de este privilegio y gozo.
LA MADRE. La maternidad es lo que más se acerca a estar en sociedad con Dios. “Al rey en su trono no le incumbe una obra superior a la de la madre. Ella es la reina de su familia. A ella le toca modelar el carácter de sus hijos, a fin de que sean idóneos para la vida superior e inmortal. Un ángel no podría pedir una misión más elevada; porque mientras la madre realiza esta obra, está sirviendo a Dios… Percátese del valor de su obra y vístase de toda la armadura de Dios a fin de resistir a la tentación de conformarse con las normas del mundo. Ella obra para este tiempo y para la eternidad”.
LOS HIJOS
UNA PRIORIDAD. Fuera de su compromiso con el Señor y con sus cónyuges, los padres no tiene responsabilidad mayor que la que deben a los hijos que han traído al mundo. Es necesario que coloquen los intereses de sus hijos antes que su propio progreso y comodidad; los hijos no eligieron venir al mundo, y debe dárseles el mejor comienzo posible en la vida. Por cuánto las influencias prenatales afectan en forma vital la salud espiritual, mental y física, el proceso de darle prioridad al bienestar del niño debe comenzar antes de su nacimiento.
EL AMOR. El amor de los padres debe ser incondicional y estar dispuesto al sacrificio. Aún cuando nunca sea devuelto, los hijos lo necesitan para desarrollar una imagen positiva de sí mismos y salud emocional en sus vidas. Los niños que tienen que ganarse el amor de los padres, o que se sienten rechazados y sin importancia, procurarán recibir como sustituto la atención de sus padres, obteniéndola a través de conductas indeseables, las cuáles pueden arraigarse profundamente y hacerse habituales. Los niños que se sienten seguros en el amor de sus padres, serán capaces de hacer lugar para el prójimo en sus vidas. Puede enseñárseles a dar así como a recibir, y comprenden que hay una razón para existir más allá de sí mismos. A medida que los niños se desarrollan, pueden aprender a glorificar a Dios.
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