LA FUENTE DE CURACION-parte 34-
LA ALIMENTACION Y LA SALUD-parte 1-
Nuestro cuerpo se forma con el alimento que ingerimos. En los tejidos del cuerpo se realiza de continuo un proceso de reparación, pues el funcionamiento de los órganos acarrea desgaste, y éste debe ser reparado por el alimento. Cada órgano del cuerpo exige nutrición. El cerebro debe recibir la suya; y lo mismo sucede con los huesos, los músculos y los nervios.
Es una operación maravillosa la que transforma el alimento en sangre, y aprovecha esta sangre para la reconstitución de las diversas partes del cuerpo; pero esta operación, que prosigue de continuo, suministra vida y fuerza a cada nervio, músculo y órgano.
ELECCION DEL ALIMENTO
Deben escogerse los alimentos que mejor proporcionen los elementos necesarios para la reconstitución del cuerpo. En esta elección, el apetito no es una guía segura. Los malos hábitos en el comer lo han pervertido. Muchas veces pide alimento que altera la salud y causa debilidad en vez de producir fuerza. Tampoco podemos dejarnos guiar por las costumbres de la sociedad.
Las enfermedades y dolencias que prevalecen por doquiera provienen en buena parte de errores comunes respecto al régimen alimentario. Para saber cuáles son los mejores comestibles tenemos que estudiar el plan original de Dios para la alimentación del hombre. El que creó al hombre y comprende sus necesidades indicó a Adán cuál era su alimento.
“HE AQUÍ QUE OS HE DADO TODA PLANTA QUE DA SEMILLA….Y TODO ÁRBOL EN QUE HAY FRUTO Y QUE DA SEMILLA, OS SERÁN PARA COMER”. (Gen. 1:29).
Los cereales, las frutas, las oleaginosas y las legumbres constituyen el alimento escogido para nosotros por el Creador. Preparados del modo más sencillo y natural posible son los comestibles más sanos y nutritivos. Comunican una fuerza, una resistencia y un vigor intelectual que no pueden obtenerse de un régimen alimentario más complejo y estimulante.
Pero no todos los alimentos sanos por si convienen igualmente a nuestras necesidades en cualquier circunstancia. Nuestro alimento debe escogerse con mucho cuidado. Nuestro régimen alimentario debe adaptarse a la estación del año, al clima en que vivimos y a nuestra ocupación. Dios nos ha dado una amplia variedad de alimentos sanos, y cada cual debe escoger el que más convenga a sus necesidades, conforme a la experiencia y la sana razón.
La abundancia de frutas, oleaginosas y cereales que nos proporciona la naturaleza es grande. Las oleaginosas (nueces, avellanas, almendras, maní o cacahuate y sus derivados) van sustituyendo en gran medida a la carne. Con ellas pueden combinarse cereales, frutas, y varias raíces, para constituir alimentos sanos y nutritivos. Las oleaginosas no deben consumirse en grandes cantidades.
Las personas acostumbradas a un régimen fuerte y muy estimulante tienen el gusto pervertido y no pueden apreciar al principio un alimento sencillo. Se necesita tiempo para normalizar el gusto y para que el estómago se reponga del abuso. Pero los que perseveren en el uso de los alimentos sanos, los encontraran sabrosos al cabo de algún tiempo. Podrán apreciar su sabor delicado y los comerán con deleite.
Y el estómago en condición de salud, es decir, ni febril ni recargado, desempeñará fácilmente su tarea. Las variedades de arroz, trigo, maíz y avena, como también las judías, frijoles, guisantes y lentejas se consiguen hoy día fácilmente en todas partes. Estos alimentos, junto con las frutas y con la variedad de verduras, facilitarán la elección y composición de comidas, sin necesidad de carnes.
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